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lunes, 4 de marzo de 2024

Polizones

Para mi último viaje a Luxemburgo en tren, decidí salir a media mañana, creyendo que así esquivaría las hordas de estudiantes que lo atestan y que, cuando se les acaban los sitios en segunda clase, pasan a los vagones de primera como si tal cosa. Sí, a mí me pagan un billete de primera, en un tren que, la verdad, no tiene gran cosa que ofrecer al viajero. Por no haber, no hay ni un triste vagón restaurante donde comer o beber algo, así que, por mucho que vayas en primera, te toca llevar las vituallas que necesites y, si sales a media mañana, está claro que la hora de comer la vas a pasar de camino.

Como esperaba, el vagón de primera estaba en esta ocasión casi vacío. Casi. A medida que lo fui atravesando para llegar a mi sitio vi un jovencito entre mulato y negro con una mochila, un par de viajeros trajeados y, al fondo, dos sujetos con una gorra blanca vuelta y una cazadora multicolor que se comunicaban en una jerigonza incompresible para mis oídos, y además a grito pelado. Comoquiera que el resto del enorme vagón estaba vacío y había sitio de sobra, me senté donde mejor me pareció y me puse a sacar los bártulos con que me quería ocupar durante el viaje, y muy en particular el billete de tren, que había imprimido oportunamente.

Y menos mal que lo hice, porque, apenas hubimos salido de la estación, apareció por el vagón una revisora bajita y rechoncha, escoltada por dos bigardos de seguridad, de hombros amplios y expresión poco conciliadora, que iba controlando que quien estuviera por allí tuviera derecho a quedarse. Después de un par de controles satisfactorios, le llegó el turno al mulato. Como podía sospecharse, el mulato no había pagado quince euros de más para hacer el viaje en primera; lo malo es que ni siquiera había pagado los veinticinco euros del billete de segunda. El mulato puso cara de sorpresa, pero tenía bastante buen perder, aceptó bajarse del tren en la siguiente estación, Ottignies, y se encaminó hacia el fondo del tren con la mochila a la espalda. Igual es que no iba más allá de Ottignies, en cuyo caso, evidentemente, el precio del billete era mucho menor que el que queda escrito ahí arriba.

La revisora llegó a mi altura y me aceptó el billete sin mayor problema. Los siguientes eran los dos viajeros del fondo. No volví la cabeza, pero intenté no perder ripio de lo que se tratara por allí.

De momento, a la exhortación de la revisora a que los dos tipos enseñaran su título de transporte, uno de ellos, el que llevaba la voz cantante, porque el otro no dijo ni mu, respondió en la jerigonza que estaban utilizando. La revisora, a la vista del percal, dejó el paso a los dos seguratas que la acompañaban.

- Enséñeme el billete - dijo uno, mirando con cara de pocos amigos al que estaba hablando.

- ¿Qué billete? - respondió éste con tono despreciativo, en un francés bastante bueno.

- El tren no es gratis -explicó el agente- . La gente que está aquí ha pagado dinero por subirse. Usted también tiene que hacerlo.

- ¿Por qué? He venido aquí a solicitar asilo. Tengo derecho.

- No lo tiene. Y menos a subirse al vagón de primera clase.

- Nos podemos subir a cualquier vagón ¿Primera? ¡Bah! Eso sólo es un número pintado en el vagón ¿No ves todo el sitio que hay? 

Sí, sí, tuteando al segurata con todo el desparpajo del mundo. Eso es un polizón con clase. De toda la vida de Dios, los polizones se han subido al lugar más disimulado del tren procurando pasar lo más inadvertidos posible. Éstos no. Éstos se han metido en pleno vagón de primera clase a ser polizones a todo boato. Di que sí, recontra: si pides asilo, pídelo como un rey. Porque tú lo vales.

- No, no se pueden subir al tren sin pagar, y menos al vagón de primera.

- Pues nosotros tenemos que ir a Namur a la oficina que nos han dicho, y tenemos derecho a hacerlo.

- Pero será pagando.

- No tengo dinero - dijo en un tono todavía más desafiante que hasta entonces, que ya es decir.

- Entonces, ¿qué hacemos? Pues yo se lo diré: se van a bajar del tren en Ottignies, la próxima parada, y allí ya les dirán en la oficina de allí cómo llegar a donde tengan que ir.

- Esto es racismo. Eres un racista.

- No. No es racismo. Aquí hay unas leyes y unas reglas, y hay que cumplirlas. No tiene nada que ver con el racismo.

- ¡Racista!

- Ya le he dicho que aquí hay unas normas que cumplir, y para subir al tren hay que pagar como todos los demás pasajeros.

- Ya te he dicho que no tengo dinero. Yo estoy pidiendo asilo. Por Francia ya he pasado. Estoy aquí para pedir asilo, y tengo derecho a hacerlo. Y tú eres un racista y no me vas a quitar mi derecho.

La verdad es que los dos sujetos tenían tan aspecto de refugiados políticos como de cruzados medievales, pero supongo que era el estribillo que les habían enseñado quienquiera que les hubiera asesorado. Si les hubiera enseñado a no faltar al respeto a quienes se encontraran por el camino, es posible que les hubiera hecho un favor mayor, pero me da a mí que hay cosas que requieren algo más de tiempo y de base, y los modales pertenecen a este tipo de cosas.

- Levántense. Vamos a llegar a Ottignies.

- ¡Racista! ¡Que eres un racista!

- Bajaremos con ustedes y les acompañaremos a la oficina. Es posible que allí les den dinero, que pueden utilizar para pagarse un billete hasta donde tengan que ir. Cuando lo tengan, suben al tren. Lo que no pueden es subir sin billete.

El tren se detuvo en la estación de Ottignies y los dos solicitantes de asilo, muy a su pesar, descendieron del mismo, seguidos de los dos agentes de seguridad y precedidos unos metros por delante por el mulato, que debía ser belga y que ya sabía cómo funcionaba aquello. No sé cómo continuaría la aventura de aquel grupito, porque mi destino se separó del suyo y me condujo a Luxemburgo más de dos horas y un bocadillo de queso y pechuga más tarde.

En todo caso, con solicitantes de asilo tan descarados como los que me tocaron en el vagón, Vlaams Belang terminará por tener mayoría absoluta incluso en Valonia.

lunes, 5 de septiembre de 2022

El ucraniano de Tournai

- ¿Y por qué no quiere hablar el ruso? - dije, volviendo al idioma alemán.

- Es una lengua de una dictadura. No quiero tener nada que ver con ello. Todos los rusos están al lado de su gobierno, que nos ha invadido.

Yo tenía entendido que los hombres ucranianos estaban todos en el frente y que quienes andaban por Europa Occidental eran ancianos, mujeres y niños, pero se ve que hay algunas excepciones. Algunos residen en Múnich y se van de turismo por la Valonia profunda.

- ¿Todos? Eso de generalizar es lo mismo que hace Putin con los ucranianos, que dice que son nazis. No se ponga al mismo nivel.

- Insisto. No quiero tener nada que ver con lo ruso ¿Cuántos rusos hay que no apoyan a Putin? Prácticamente ninguno. Quizá un cinco por cien.

- Alguno más será. No entiendo por qué quiere renunciar a la cultura rusa, que no tiene nada que ver con lo que está pasando ahora.

- Claro que tiene que ver. La cultura rusa es la que ha producido una mentalidad y una situación como la actual. Las obras de Tolstoi, que todos los niños leen y donde se desprecia a los ucranianos, han llevado a una situación como la de ahora.

- Eso es pasarse ¿Y Gógol? ¿Qué hacemos con él? ¿Es cultura rusa o ucraniana?

Esto reconozco que era una pregunta pérfida. Sé perfectamente que los rusos consideran a Gógol ruso, mientras que los ucranianos siempre lo han considerado ucraniano, al ser allí donde nació, aunque escribió toda su obra en ruso. Así y todo, los temas ucranianos son relativamente frecuentes en sus escritos.

- Gógol escribió casi todo en ruso. Es cultura rusa.

Mi interlocutor estaba recorriendo a pasos agigantados el camino que los propios panrusos le querían hacer recorrer: identificar la lengua con la nación, que es el sueño húmedo de todo nacionalista, sea serbio, ruso o catalán, y abandonar todo lo que se exprese en una lengua que no sea la única que ellos consideran propia. Que lo digan los escritores catalanes en castellano, por ejemplo.

- Pero Gógol nació en Ucrania y escribió con frecuencia sobre temas ucranianos.

El ucraniano eludió el tema como pudo.

- A veces, pero principalmente escribió en ruso y sobre Rusia. El caso es que la cultura rusa produce una población rusa tan nazi como la actual. No quiero nada con la cultura rusa.

- Cuando dice usted que todos los rusos son nazis, usa el mismo argumento que Putin, que dice que los ucranianos son nazis. Y, bueno, ¿es que no hay nazis en Ucrania? Ya sabe usted que sí que los hay.

- Una minoría insignificante. Tan insignificante como los rusos que no quieren la guerra. Los oigo en Múnich, en las mesas vecinas de los restaurantes a los que voy. Ellos creen que no les entiende nadie y por eso hablan libremente, pero yo lo entiendo todo. Y, créame, todos apoyan la guerra.

- Todos los que ha oído usted. Mi experiencia con los rusos que conozco es diferente. Sé de varios que están muy descontentos con la situación actual. En todo caso, generalizar es injusto, aunque sólo hubiera un cinco por cien de contrarios a la guerra. Lo de deshumanizar al enemigo lo han hecho otros antes, incluido el mismo Putin, y nunca ha salido bien.

La conversación siguió todavía un ratito, pero ninguno de los dos nos movimos de nuestra posición. Puedo entender que a un ucraniano, no sé muy bien de qué zona de Ucrania, le sepa a cuerno quemado lo que está sucediendo en su país. De hecho, ¿quién no tiene la tentación de poner a todo un grupo poblacional en el mismo saco? No seré yo quien tire la primera piedra, cuando lo que me pide el cuerpo es precisamente eso, decir un todos los madrileños... o todos los catalanes... y cualquier barbaridad a continuación. Para evitar llegar a esos extremos, tengo que poner a trabajar la cabeza y convencerme de que hay madrileños que no tratan a quienes no viven allí como españoles de segunda (por mucho que abunden los que sí lo hacen), al igual que hay catalanes que abominan del nacionalismo y que no tienen la menor intención de anexionar Valencia y de largarse de España.

Pero la cabeza trabaja peor cuando tu país está invadido por otro y te están tirando bombas a tutiplén. En esos casos, lo que le a uno le pide el cuerpo se lo exije sin posibilidad de intervención de la razón. Ojalá con el tiempo se le pase este afán de generalización, tanto a Putin y su cuadrilla como a mi interlocutor ucraniano y al resto de ucranianos que son bombardeados, en primer lugar, por los rusos, y en segundo por su propia propaganda de guerra, que inevitablemente tiene interés en motivar a su población en el odio hacia el enemigo. Porque las guerras, lamentablemente, son así.

Ofrecí al ucraniano llevarle en coche de vuelta a Bruselas, pero ya se había comprado el billete de tren de vuelta y posiblemente no tuviera mucho interés en pasar hora y pico de viaje conversando con alguien con una postura demasiado transigente con los rusos, así que él se volvió a Bruselas en tren, mientras que yo lo hice en coche.

No llegué demasiado tarde, a diferencia de la hora que se ha hecho, así que daremos por cerrada esta historia de Tournai y volveremos a narrar otras aventuras, lo cual no ocurrirá sino en la próxima entrada. Hoy no, porque hoy sí se ha hecho tarde.

miércoles, 11 de abril de 2012

Deportistas

El emperador Nerón era, por lo visto, aficionado a las carreras de carros. En el año 67 participó en los Juegos Olímpicos, en su modalidad favorita, en la que competían carros tirados por cuatro caballos. Para asegurarse la victoria, Nerón compitió en un carro tirado por diez caballos. Debía tener un mecánico mejor que los de Red Bull. Los otros participantes, evidentemente, no tenían acceso a los equipos técnicos de Nerón, y además eran unos envidiosos que se retiraron indignados, con los cual Nerón corrió solo y, claro, ganó, aunque estuvo a punto de no hacerlo porque se cayó dos veces del carro. P'haberse matao.

Las cosas no han cambiado demasiado en estos dos últimos milenios. Lo demuestra el presidente de Turkmenistan, Gurbanguly Berdymujamedov (sí, todo eso), gran aficionado a las carreras de coches. Leamos la noticia, cuyo original está aquí.

El presidente de Turkmenistán, Gurbanguly Berdymujamedov, elegido en febrero para un segundo mandato, demostró que sabe vencer no sólo en el terreno político, sino también en el deportivo.

El sábado llegó al circuito de carreras de Asjabad en un lujoso deportivo Bugatti Veyron, para saludar a los aficionados a las carreras de coches que se habían reunido para ver la competición. Inesperadamente para todos, tomó parte en la carrera, obteniendo una convincente victoria sobre sus oponentes, según informa ITAR-TASS.

Durante la inauguración, Berdymujamedov preguntó al presentador de la ceremonia: "¿Puedo participar yo también?" Al recibir una respuesta afirmativa, el presidente se puso al volante de un poderoso coche Volkicar de fabricación turca y tomó la salida a la señal de los jueces. Berdymujamedov superó a sus contrincantes, al obtener el mejor tiempo del circuito.

Los organizadores de la competición decidir entregar el coche en el que compitió el presidente al museo nacional del deporte.


Como dicen bastantes comentaristas rusos, éste al menos no ha encontrado casualmente ninguna ánfora del siglo VI en el Mar Negro, como hacen otros.

¿Y en España no pasan estas cosas? ¡Claro que no!, diremos vehementemente.

Bueno, bueno, no estemos tan seguros... algún caso conozco y puede que escriba sobre él.

jueves, 3 de marzo de 2011

Comparaciones

El señor de la foto, que seguramente está bastante chiflado y ha hecho cosas muy raras, dirige su país desde 1969. En este tiempo ha puesto a su país, importante productor petrolífero, que estaba más atrasado que un periódico que anuncie el fin de la guerra de Cuba, en el primer puesto de África en PIB per cápita, en esperanza de vida y en índice de desarrollo humano.

Sin embargo, sus compatriotas están enfurecidos con él y lo quieren derrocar de inmediato. Y luego ya veremos qué le hacen.

El señor de esta otra foto, que aparentemente no está chiflado ni ha hecho cosas raras, también era el máximo dirigente de un país, aún más importante productor petrolífero que el anterior. En el curso de los seis años que estuvo al frente del mismo, consiguió hacerlo desaparecer, mientras una gran parte de sus habitantes perdía todos sus ahorros y bastantes de ellos se veían reducidos a la pobreza y a hacer cola para comprar comida.

Ayer cumplió ochenta años y el presidente actual de su país le ha impuesto la medalla de San Andrés, la máxima condecoración rusa, por los servicios prestados.

Yo no entiendo nada.

martes, 14 de diciembre de 2010

Aguafiestas

Los días son cortos. Mucho. Para los que están depres en España porque no hay tanta luz como en verano y porque salen del trabajo de noche (bueno, muchos también salen del trabajo de noche en verano, pero ésa es otra historia), que sepan que en Rusia sólo a partir de las ocho y pico hay cierta claridad, no mucha, y que a las cuatro de la tarde todos los gatos son pardos. Eso cuando sale el sol, porque muchos días, incluso semanas seguidas, todo lo que vemos es un cielo gris plomizo. Uno no sabe muy bien si ha amanecido o no.

Pero no todo son malas noticias, no. Pronto va a llegar el solsticio de invierno y las cosas van a cambiar, ya lo creo que van a cambiar. Los días comenzarán a hacerse largos, cada vez más largos, y ya se nos pondrán las mejillas de color de rosa y nos saldrán hoyuelos junto a los labios de las sonrisitas que nos vamos a echar.

El otro día, por ejemplo, yo estaba particularmente gozoso, a la vista de que la noche eterna tiene los días contados, y quise compartir esta sensación con nuestra mujer de la limpieza, que es la persona de mi trabajo que es más fácil encontrar desocupada.

- Marina, dentro de poco será el 21 de diciembre y los días van a ser largos, qué bien.
- Sí - no parecía contenta.
- Qué bien, ¿no?
- Sí, y luego llegará el 21 de junio y los días volverán a irse acortando y serán cada vez más cortos y será otra de noche todo el día.

Hala, a la porra el gozo y el buen humor.

lunes, 9 de agosto de 2010

Más tratantes de petróleo

Después de la anterior serie sobre estafadores petrolíferos, parece que los brúkeres españoles de nivel avanzado han encontrado algo de luz, e incluso me consta que la entrada donde aparecían los reparos que provoca Rostekenergo ha sido traducida al inglés, probablemente para que el público inglés (brokers, en este caso) tenga conciencia de lo que se cuece. No tengo nada claro que el traductor de Google sea capaz de verter la mala sombra y el sarcasmo de esa entrada a la lengua de Shakespeare, pero, en el fondo, ése no es mi problema.

Sea como fuere, vamos a ver algún caso más de gato por liebre.

OOO Neftepromsnab. Obviamente, sin página en ruso. En este caso, además, el inglés es todavía más patatero que de costumbre, las faltas de ortografía y de puntuación campan por sus respetos. Suele ser revelador el apartado "Management", y este caso no es una excepción. Jo, incluso tienen una chica guapa en el Consejo de Directores. Vaya cracks. Mola cuando, en el apartado Strategy, afirman que, como hasta ahora, van a continuar con la política de transparencia y a publicar todos los informes financieros. No los busquéis en su página.

Conclusión: un collar de diamantes que cueste euro y medio merece más confianza. Nos quedamos con la chica guapa en funciones de secretaria general, que es la de la foto, para adornar la página.

OAO Yasnotekoil. Otros cracks. Presumen de empresa verticalmente integrada, empresa líder, exportador a un porrón de países... y tienen anuncios de Google en la página. Será para pagar el servidor, porque menudo ful. Por supuesto, lo único ruso es la imagen de una bandera que no lleva a ningún sitio. Pinchando en "contact us" se accede a fotos del liderazgo de la compañía, que tampoco tienen desperdicio. También tienen una chica guapa, que parece condición indispensable para que te tomen en serio en el sector. Hay una segunda chica, pero no estoy muy seguro de que sea guapa, porque la foto está un poco deformada. Casi todos los nombres están mal escritos. No sé, apenas puedo pensar en cómo hay gente que pica en esto.

Conclusión: si hay que hacer pagos a estos pollos, se obtiene mucho mayor rendimiento de los fondos que se inviertan fomentando el silbo canario entre el campesinado ruso.

En fin, seguiremos informando. Si encontráis más... ejem... empresas de esta calaña, me lo decís, a ver si conseguimos un buen catálogo de petroleras punteras.

viernes, 9 de julio de 2010

Prácticas

Hoy es el día en que me voy de vacaciones (parte primera), así que creo que le voy a dejar a Ame el relevo en la tarea de actualizar la bitácora.

Pero, como conclusión de las tres últimas entradas sobre intermediarios en el sector petrolífero, y para ver si han seguido ustedes las entradas con aprovechamiento, les propongo una tarea práctica, porque quizá haya dado la impresión de que Rostekenergo es la única entidad (o así) rusa dedicada a la pseudointermediación en los mercados de materias primas. No, no, hay más, y algunas están mejor hechas y hasta cuesta un poquito distinguirlas de las de verdad. Vamos a ver, entren en esta página y expresen libremente su opinión ¿Esta empresa es de verdad o más bien no?

Hala, suerte con sus pesquisas. Ahí arriba de su página tienen la banderita de la Gran Bretaña, por si quieren cambiar de idioma. Y yo me voy a hacer la maleta, porque hoy, más que nunca, no quiero que se me haga tarde.

miércoles, 7 de julio de 2010

Intermediarios (y III)

En la última entrada de esta bitácora y de esta serie, nuestro brúker español había enviado sus datos completitos a, pongamos por caso, Rostekenergo, aunque no son los únicos que se dedican al negocio de la pseudointermediación en los procelosos mercados de las materias primas. Hay muchos más, pero tomemos a éstos como ejemplo.

Rostekenergo, probablemente, olfateará lo que puede suceder y enviará una retahíla de papelorios por correo electrónico, pulcramente escaneados y con una profusión de sellos, pólizas y otras martingalas que parecería que aquello fuera un documento elevado a escritura pública no por uno, sino por cuatro notarios, y que además hubiera pasado por los registros de la propiedad, mercantil, civil y no ya de Rusia, sino de varios países. Eso sí, documentos originales en papel tangible, ni uno, no en vano estamos en pleno siglo XXI y esas antiguallas ya no se llevan. Pero, por sellos, que no quede.

Cualquier sujeto mínimamente mosqueado se dará cuenta de los errores típicos que suelen cometer los rostekenergos de la vida que estamos viendo. Después de todo, son sólo unos timadorcillos de tres al cuarto y no se puede esperar de ellos una calidad en su trabajo que dificulte mucho su identificación. Si fueran realmente buenos, trabajarían en otra cosa más lucrativa y desde luego menos arriesgada. Pero, para que no se diga que no aprecio la inventiva, por mucho que sea digna de mejores causas, añado a continuación una lista de sugerencias para que los rostekenergos hagan un trabajo más profesional:

1. Macho, curraos un sello como Dios manda. Estoy harto de ver sellos que se puede comprar cualquier muerto de hambre en la papelería o en el hiper, para luego ir colocando las letritas alrededor del centro. Ya está bien, tíos. A los brúkeres les engañáis porque ven un sello con letras cirílicas y se les hace el culo pepsicola, pero en cuanto pregunten a alguien un poco sensato (hasta ahí, por ejemplo, llego yo y cualquiera que viva por aquí) se cae el tinglado.

2. Jodíos, ya que ponéis sellos de baratillo, al menos poned siempre el mismo, que si no canta un huevo. Si sois OAO Rostekenergo, no pongáis en el sello de al lado OOO Rostekenergo, porque el brúker no tiene ni pajolera idea, vale, pero aquí todo hijo de vecino sabe que una sociedad no puede ser anónima (OAO) y limitada (OOO) a la vez.

3. Tíos, dejad de inventaros organismos que no existen. La región de Ryazán no tiene Ministerio de Petróleo. Ni que la región de Ryazán estuviera en la OPEP, cuando ni siquiera, al menos que yo sepa, hay un solo pozo de petróleo en la región. Y, aunque tuviera Ministerio de Petróleo, desde luego no iba a tener membretes y papel oficial en inglés. Pase que seáis tan garrulos que vuestra m**rd* de página web la tengáis sólo en inglés, pero ni jartos vino vais a encontrar a nadie que se crea que en la administración pública rusa hablan inglés. Bueno, a casi nadie... siempre os quedarán los brúkeres que sólo preguntan cuando es demasiado tarde.

4. Cambiad el tipo de letra, capullos. Usad el Times New Roman, como todos los rusos, y dejaos de Century Gothic, que canta la traviata. Y nada de colorines en las páginas que enviáis. Blanco y negro, y como mucho la firma en azul. Parece mentira que no sepáis que, en Rusia, el rojo y el verde están prohibidos en la documentación oficial y en cualquier tipo de firmas.

5. Ya puesto a corregir fallitos, cuando os pongáis una dirección, estaría bien que existiera y que, además, fuera un centro de negocios de importancia. A ver, que quede claro, si vais chuleando de que sois líderes en el sector petrolífero de Rusia, tendríais que tener un edificio entero, por lo menos, pero no pilléis un edificio de viviendas, porque, como deberíais saber, en Rusia está prohibido tener la sede de empresas en edificios residenciales. Vamos, ya sé que, puestos a infringir la ley, una más o menos viene a dar lo mismo, pero hay que hacer las cosas lo mejor posible y con mimo y esmero.

Hay más, pero lo dejo aquí. No os voy a hacer yo todo el trabajo, pero sabed que, si me pusiera yo a estafar, lo haría muchísimo mejor que vosotros y costaría bastante más pillarme.

Pero, ¡ah!, los rostekenergos de turno, a pesar de que la calidad de su trabajo es pobre, cuentan con que el nivel de pardillez supina de los brúkeres, en este caso españoles unicejos, es tal que incluso una chapuza como ésta pasa desapercibida. Y es más, si la oferta de los rostekenergos es bastante buena, por ejemplo, vender a 36 dólares USA el barril, a los brúkeres se les hacen los ojos chiribitas y ya no ven nada más que el pedazo de margen que se pueden embolsar y que les podría retirar antes de cumplir los cuarenta. Ese refrán, tan conocido en Carboneras de Guadazaón, de que nadie vende duros a cuatro pesetas no va con ellos.

Ahora bien, los rostekenergos y los brúkeres, antes de seguir adelante con el acuerdo, deben superar una traba administrativa sin importancia, cual es el preceptivo registro del contrato ante el Ministerio de Energía ruso, para lo cual el comprador deberá abonar por adelantado una cantidad a una cuenta que puede estar en Rusia, pero más frecuentemente estará en las Islas Caimán, que es donde los hombres de negocios fetén tienen sus cuentas. Si no, qué vulgaridad. La cantidad varía. He visto entre diez mil y cincuenta mil dólares USA. También varía el pretexto para el envío. Suele ser el registro ante el Ministerio de Energía ruso (que ya no existe con este nombre desde hace varios años), pero también el registro ante una fantasmagórica RNEMA RUSSI (Russian Neft and Energy Marketing Association). Ojo al dato: Russian Neft and Energy Marketing Association. Neft (нефть), en ruso, quiere decir petróleo ¿A que no es tan frecuente encontrarse con acrónimos que combinen palabras de distintos idiomas? Pues aquí tenemos uno.

En fin, que el brúker de turno puede preguntar, si le queda algo de prudencia, o no. Si ha picado, puede enviar la pasta y probablemente se va a meter en un lío, sobre todo si la pasta no es suya, sino de su mandante. Si es suya, más vale que no la haya conseguido con un crédito personal, o que el brúker sea rico de casa. Aunque yo no conozco ningún caso de brúker rico de casa, pero no excluyo que puedan existir.

Estoy escribiendo esto como una especie de servicio público, aunque esté trufado de la mala sombra habitual en muchas de mis entradas. Internet está lleno de timadores, tramposos y gentes de poquísima fe y, si no creéis lo que os digo, probad a escribir, por ejemplo, "rnema russi" en Google y disfrutad con lo que encontréis; sin embargo, no he encontrado ninguna página que ponga negro sobre blanco las trastadas que ocurren y que sería tan fácil evitar como lo es buscar a alguien que sepa un poquito de ruso y tenga sentido común. Si, en la próxima búsqueda de petróleo que haga el brúker pardillo de nuestro cuento, se encuentra con esta página, posiblemente no se vea retratado (debe ser duro reconocerse aquí... y no digamos si has picado alguna vez), pero, si le sirve para pensar, sin que sirva de precedente, y no meterse en berenjenales para los que no está cualificado, eso que habrá salido ganando el mundo. Y, de paso, él.

lunes, 5 de julio de 2010

Intermediarios (II)


El otro día nos habíamos quedado a las puertas de la página web de la empresa Rostekenergo, que cuando escribo estas líneas todavía no ha sido cerrada. Es una página de contenido esclarecedor, digno de una empresa del prestigio y prestancia que se supone a unos empresarios que encabezan, y ahí está su propia página web para corroborarlo, una de las principales empresas del sector energético ruso, el segundo productor de petróleo del mundo, tras Arabia Saudita. Ahí es nada.

Probablemente para facilitar más el acceso a la comunidad empresarial internacional, la página está redactada en inglés, en un tipo de letra Arial 12, casualmente idéntico al que tienen por defecto buena parte de los gestores de correo electrónico.

Leyendo su página web, vemos que Rostekenergo es la pera limonera. Son los más limpios, los más ecologistas, los más responsables socialmente y derraman una lagrimita cuando sus operarios pisan una cucaracha sin querer. Si no fuera por ellos, el mundo sería un poquito peor.

Y claro, he aquí que el brúker de turno, llámese Rocco o como sea, busca por internet y en su navegación llega a esta página. Tras tantos años vendiendo pisos en Almodóvar del Patatar, de ésos que iban a subir de precio eternamente, y pillándose una comisiones brutales por no hacer gran cosa (o viendo cómo otros lo hacían, que es peor), he aquí que el grifo se secó y Rocco el Brúker se topó con el reto de buscar fuentes de ingresos alternativas. Con su inglés con sólo un ligero acento de Calasparra, va navegando por aquí y por allá, y va conociendo a gente que se dedica a lo mismo que él y con un nivel parecido, y luego llega alguien de Venezuela, o de Méjico, a quien no ha visto en su vida y le dice que piensa que cree que éstos de Rostekenergo son buenos y muy importantes. Fidedigno, tú.

Y nuestro Rocco el Brúker entra en la página, y llega al libro de visitas, que, naturalmente, se llama "Guestbook". No le extraña que la página de una empresa punterísima rusa esté sólo en inglés y no en ruso, ni que las fotos estén borrosas o pixelizadas, ni que la página sea más simple que el mecanismo de un botijo y que su hijo seguramente sería capaz de hacer una mejor (bueno, si tuviera hijo). No, qué va. Entra, firma en el libro de visitas, comienza a pedir cotizaciones y se cree que una compañía rusa puntera en el sector petrolífero le va a pasar una cotización. Anda ya.

A ver, brúkeres del mundo:

1.- Las compañías petrolíferas punteras rusas se llaman Gazpromneft, Lukoil, Rosneft, TNK-BP, Tatneft, Surgutneftegaz, Russneft, Slavneft y Bashneft. Hay bastantes más, pero ninguna de las restantes cometerá el atrevimiento de llamarse "puntera", "líder", ni nada parecido. Comparadas con éstas que he citado arriba, las demás son una birria famélica. Es más, de las de arriba sólo las cuatro primeras juegan en primera división con toda seguridad. Las demás molan, y molan mucho, pero llamarse "líderes" es un pelín pretencioso.

2.- Las empresas rusas, todas, sean petrólíferas o vendedoras de papel higiénico rasposo, tienen sus páginas web en ruso. EN RUSO. Las más fetén, las que cotizan en mercados internacionales, también tienen páginas en otros idiomas, normalmente en inglés y pare usted de contar. Otras empresas también tienen páginas en inglés que hicieron escribir, traduciendo de su versión rusa, cuando se enteraron de que existía internet y que están normalmente más desactualizadas que el sistema operativo de los babilonios.

Lo que no existen son empresas rusas que, como Rostekenergo, tengan su página únicamente en inglés, y no en ruso. Y menos si dicen ser punteras, líderes y la leche en bote.

3.- Por lo visto, hay brúkeres lo suficientemente pardillos como para que les cuelen una página tan burda como la de estos pollos. Otros han sido más sofisticados y han tenido unas pretensiones más elevadas, usurpando el nombre de alguna petrolera que sí es importante. A las petroleras no les mola que esto ocurra. Aquí tenéis un ejemplo del asunto. Ah, no intentéis buscar la página de origen, que ya hace tiempo que se perdió en la noche de los tiempos.

Nuestros brúkeres, ajenos a la mera sospecha de que esto pudiera ser un fraude, dejan su correo electrónico en el libro de visitas (algunos son capaces incluso de copiarlo correctamente, pero otros, quizá por suerte para ellos, no llegan a dar bien este paso) y esperan.

Exactamente igual que vamos a hacer nosotros hasta la siguiente entrada, porque me toca salir pitando de aquí, o llegaré tarde.

miércoles, 30 de junio de 2010

Intermediarios (I)

Se dice con frecuencia que "no hay oficio malo", y es posible que incluso sea verdad y que cualquier forma de ganarse la vida tenga una parte positiva. Aún así, a mí me parece una exageración. Ya lo creo que hay oficios malos y, si no, basta con pensar en los asesinos a sueldo o en los directivos de banca de inversión.

Luego están los oficios que no son necesarimente malos, pero que generan antipatía. A mí, por ejemplo, me pasa con los intermediarios en las operaciones en el mercado del petróleo. Durante algunos meses, en un trabajo que tuve en mi ciudad natal y en el que, a Dios gracias, no duré demasiado, tuve mi primer contacto con uno de ellos y fatalmente me los imagino a todos cortados por el mismo patrón.

El tipo parecía salido de una novela picaresca del siglo XVII. Era alto, vestía de traje, aunque sin corbata, y destilaba seguridad y desparpajo en sus maneras; eso sí, cuando hablabas un poco con él te dabas cuenta de que todo eso era pura fachada y que estaba tan muerto de hambre como yo mismo en aquel tiempo, con la desventaja, para él, de que sus conocimentos eran bastante penosos y, en cuanto pasabas un poco de la fachada, no sabía disimularlo lo suficiente. Llamémoslo Rocco.

Rocco no trabajaba en la empresa en la que estaba yo, pero era amiguete del gerente, que le dejaba estar allí y hacer sus llamadas. Había libre una mesa en la sala de recepción, y él la ocupaba cuando tenía alguna llamada que hacer; yo estaba enfrente de él, digamos que cumpliendo mi horario de trabajo, porque la empresa iba cuesta abajo y sin frenos, y el trabajo no es que no abundara, es que se veía que el gerente tenía verdaderos problemas para mantenernos mínimamente entretenidos a los tres currelas que quedábamos en la oficina. En nómina había alguno más, pero se trataba de la amante o la novia, o vaya usted a saber qué, del gerente, que sólo estaba en la nómina para que estuviera de alta en la Seguridad Social, y de un par de misteriosos representantes a los que tampoco vimos nunca y que muy probablemente eran familiares del gerente que había dado de alta, de gorra, en la Seguridad Social. Vamos, que ya estáis viendo que no se trataba precisamente de una empresa ejemplar.

Rocco, la verdad sea dicha, tampoco tenía gran cosa en que ocuparse, pero en el despacho había aire acondicionado y se estaba bien, así que a veces, aun sin hacer llamadas, se quedaba en el despacho. Y conversaba con nosotros, que estábamos allí casi siempre mano sobre mano.

- Yo - decía - no siempre me he dedicado al sector del petróleo. Soy, por así decirlo, un "brúker".

Los tres que estábamos allí, que hablábamos el suficiente inglés como para saber cómo se pronuncia "broker", nos conseguimos aguantar la risa con cierta dificultad.

- Es un sector interesante. Ahora estoy con una operación con unos árabes. La verdad es muchas te salen mal, pero, jo, te sale una bien y pegas un pelotazo que, macho, es como para retirarte.

Y allí estaba él, dale que te pego, aparentando por teléfono ser la leche en bote, y quedando cada vez más en evidencia ante los currelas que seguíamos por allí y que tendríamos quizás menos desparpajo que él, pero desde luego un nivel de conocimientos mucho mayor.

Unas semanas después, Telefónica perdió la paciencia y nosotros la línea telefónica. El gerente logró venderles la moto de una ampliación de capital y no sé qué monsergas, con lo que recuperamos la línea una semana más; pero, al final, cuando se vio que las ampliaciones y las monsergas no iban más allá de las palabras del gerente, los teléfonos enmudecieron de manera definitiva. Rocco el Brúker dejó de favorecernos con su compañía, porque lo del aire acondicionado sin teléfono no convenía a sus propósitos empresariales y, de todas formas, los dueños del edificio ya estaban preparando el desahucio y, más o menos por aquellas fechas, uno de los currelas, que era abogado, presentó una serie de demandas contra la empresa por impago a los trabajadores, todas las cuales las ganó por goleada... incluyendo la de despido improcedente que tuvo que presentar en cuanto el gerente se enteró de las primeras y se enfadó. En fin, que la empresa se fue a pique.

Vamos, que mis primeras experiencias con un intermediario petrolífero, alias "brúker", van asociadas a tiempos laborales duros (aunque aprendí mucho Derecho Procesal) y, por consiguiente, me dejaron un pelín de amargor en el paladar.

Unos cuantos meses después de los sucesos que quedan relatados arriba, me vine a Rusia en busca de mejor suerte laboral, pero, últimamente, yo no sé qué está pasando, pero los brúkeres del petróleo vuelven a aparecer en mi vida.

Los brúkeres del siglo XXI (porque Rocco el Brúker era todavía del siglo XX) cuentan con internet como imprescindible herramienta de trabajo, que les permite acceder a la información disponible en todo el mundo, pero que sólo ellos, con su agudeza y arte de ingenio, son capaces de descubrir desde su centro de operaciones multinacional de Villar de Cañas. Pueden vencer las barreras idiomáticas gracias a la pléyade de traductores en línea que les garantizan una traducción impecable, técnica y exacta de textos en los idiomas más raros de este ancho mundo (como el inglés, sin ir más lejos, que en Salvacañete es rarísimo). Muchos de ellos proceden del sector inmobiliario, en donde han pasado varios años de bonanza vendiendo pisos a gente desesperada por comprarlos, pero han pasado sin problemas al sector petrolífero, apenas más complicado que el anterior. Su experiencia y ojo de águila les da una perspicacia especial para dominar el mercado petrolífero y acceder a las comisiones más jugosas, muchas veces sin haber salido apenas de Benirredrá, pero con la franqueza y campechanía que da la vida campestre.

Para empezar a analizar un caso reciente, podemos entrar aquí. Daos prisa en entrar, antes de que la cierren. Pero bueno, mejor será analizarlo en otra ocasión, que hoy se hace tarde.

viernes, 9 de abril de 2010

Testaferros (II)

A Zuev se le empezaron a torcer las cosas cuando un aduanero inconsciente, posiblemente recién salido de la academia de aduaneros y quizá no muy enteradillo de cómo van las cosas por allí, tuvo la ocurrencia de inspeccionar las cargas destinadas para la empresa de Zuev y encontrar irregularidades de bastante enjundia. Básicamente, los aranceles de importación del mueble son "a tanto el kilo", para enterarnos. Vamos, que si un mueble pesa cien kilos, y el arancel son tres euros por kilo, ese mueble tiene que pagar trescientos euros para entrar en Rusia. Claro, lo suyo es poner los aranceles "ad valorem", es decir, con un porcentaje sobre el valor del mueble, porque de lo contrario las cosas ligeras y caras pagan menos que las pesadas y baratas, cuando debería ser al revés. Pero es que medir el peso de las cosas es mucho más objetivo que medir su valor, y en Rusia no están como para creerse el valor que los empresarios dicen que tienen sus cosas. Ah, y la mayoría de las veces, con razón.

El caso es que el aduanero, en un entrañable ejercicio de lógica, pensó que, si había una infracción, su obligación era poner en marcha un procedimiento sancionador.

Aquello fue Troya.

Los servicios especiales del Ministerio del Interior (MVD, que es coo suena en ruso) comenzaron a tomar mucho interés en el asunto y, como quien no quiere la cosa, salió a la luz que el verdadero dueño del imperio mueblero de Zuev no era exactamente Zuev, sino un antiguo pez gordo de los servicios secretos, el FSB (y ahora, toda la prensa, cuando pone las siglas FSB, añade, "antiguo KGB"), algún familiar del cual estaba aún en la cúpula del mismo. El Ministerio del Interior y el FSB digamos que se comportan aproximadamente como dos acupuntores: son colegas y se dedican a lo mismo, pero les encanta pincharse mutuamente, y con este caso lo consiguieron, ya lo creo que lo consiguieron.

El contraataque del FSB, con la invalorable ayuda de la Fiscalía General, consistió en hacer procesar al capitán Zaitsev, que tal era el nombre del fulano que había iniciado todo el lío, por abuso de poder y, de paso, a otros dos aduaneros, por intentar exigir sobornos de Zuev. Entre 2002 y 2003, el capitán Zaitsev estuvo que si lo absolvían, que si no; una sentencia le había absuelto, pero a alguien no le gustó que lo absolvieran, así que ese alguien consiguió que se nombrara otro tribunal que, esta vez sí, tomó la decisión correcta y condenó a Zaitsev. A dos años de libertad condicional, tampoco es que lo entrullaran a saco, pero seguro que se le quitaron las ganas de investigar fraudes.

Pero ya estaba la mosca tras la oreja de alguien. Los de aduanas, mosqueadillos y con los de Interior azuzándoles disimuladamente, siguieron con el procedimiento contra Zuev y los que estaban detrás de él y consiguieron ganar para su causa a un diputado llamado Shechekochijin. Sí, todo eso, y basta con leer ese apellido, no es necesario pronunciarlo, y menos con un polvorón en la boca. Ese señor consiguió ponerse en plan mosca cojonera y periódicamente se fue dedicando a escribir artículos en Novaya Gazeta sobre el chanchullo del contrabando de muebles. En el procedimiento también comenzó a adquirir protagonismo, en calidad de testigo, el presidente de la asociación de importadores de muebles de Rusia e, incidentalmente, uno de los principales competidores de Zuev, Mijail Pereverzev. Éste último, a diferencia de Zuev, no había trabajado en la industria del mueble durante la Unión Soviética. En realidad, era militar de profesión, al igual que prácticamente todos sus socios. Y los militares y el MVD (Interior, vamos) digamos que estaban, y aún hoy están, en una especie de frente común contra los chicos del FSB.

De hecho, Pereverzev era un tipo bastante simpático y, las veces que lo traté, muy campechano, que llevaba a gala que todas sus importaciones (que eran muchas) se hacían respetando escrupulosamente los procedimientos legales, o sea, dejándose en las aduanas cosa de un 35% largo del valor de los muebles. Es comprensible que Pereverzev estuviera más harto que un bulímico después de pasar por un buffet libre de que Zuev pudiera vender sus muebles más baratos que él, y encima quedándose con un pastón más en beneficios.

Poco después del episodio del babero de la entrada anterior, en 2003, Pereverzev fue a hacerse una revisión rutinaria en un hospital militar. Uno pensaría que, si un hospital del montón ya es un sitio donde no hay manera sencilla de pasar, intentar pasar la seguridad de un hospital militar sería más difícil que rezar un rosario enterito en la calle principal de La Meca; sin embargo, alguien, nunca se supo quién, logró encontrar lagunas en la seguridad del hospital y se apioló a Pereverzev. Y encima logró salir de allí como si tal cosa.

El siguiente en pasar a mejor vida fue Shechekochijin. Un mes después del asesinato, sufrió una extraña enfermedad alérgica que se lo llevó para el otro barrio. Es lo que tiene el verano ruso: alergias inesperadas.

Como la cosa se estaba poniendo fea, la fiscalía se dejó de historias y se puso a proceder contra el que firmaba los papeles en Tri Kita y Grand: Zuev, en primer lugar, y su socio Látushkin, entre otros mendas, prescindiendo de quién estuviera por detrás, para no jugarse ir a hacer cola con Pereverzev y Shecherochijin en la garita de San Pedro. Acusados de defraudar cinco millones de dólares al fisco ruso en aranceles impagados, fueron detenidos en 2006, y la semana pasada condenados a penas de entre cuatro y ocho años de cárcel.

Y es que la profesión de testaferro es aceptablemente lucrativa, pero hay que reconocer que tiene sus riesgos. Eso sí, si algún día me da por crear una empresa en Rusia, ni jarto vino me pondré de director general ni de director financiero, sino que recurriré a uno de alquiler. No a Zuev, claro, que está ocupado y cobraba un huevo, pero es que Zuev incluso podía pensarse que era el auténtico mandamás del chiringuito. Creo que el mercado salarial de testaferros de confianza en su segmento más inferior está por doscientos euros al mes, así que, si a alguien le interesa, que levante la mano.

miércoles, 7 de abril de 2010

Testaferros (I)

El señor de la foto atiende por Sergey Zuev y es, o era, un empresario. Un nuevo ruso de libro. Todos conocemos ese estereotipo de nuevo rico ruso como persona zafia e inculta que ha hecho su fortuna mediante procedimientos poco ortodoxos. Bueno, pues ese estereotipo es frecuentemente verdadero, porque un buen número de rusos nuevos ricos son tirando a zafios y efectivamente han hecho su fortuna mediante procedimientos poco ortodoxos, pero hay bastante gente que no es así y que tiene buenos modales, además de un porrón de pasta. Y algunos, incluso, la han conseguido honradamente.

El caso de Sergey Zuev posiblemente no sea uno de esos casos, sino de los primeros, pero es quizá paradigmático, además de bastante poco conocido en Occidente, donde todo quisqui conoce hasta la marca de las gafas de Jodorkovsky y cree a pies juntillas que ha sido el único represaliado por el régimen por un quítame allá estos impuestos. Y nada de eso. Los partidarios de Jodorkovsky podrán decir que es injusto que sólo a él le toque purgar sus penas en la trena, cuando hay más gente que ha hecho barrabasadas; pero eso no es verdad. Al menos, no es toda la verdad.

Por lo que tengo entendido, en tiempos, Zuev trabajaba en las estructuras del Instituto del Mueble soviético, una institución absolutamente demencial que se dedicaba a diseñar y vender muebles exactamente iguales, de una calidad muy mejorable y de un gusto ni bueno ni malo: simplemente único. Era el colmo de la uniformidad soviética, aburrida y monolítica, imposible de esquivar, con muebles que te encontrabas en todas las casas a las que ibas y, lo que es peor, en todos los hoteles a los que ibas, aunque en éstos siempre había cajones desvencijados, puertas que no se cerraban (o que no se abrían) y armarios cuyas bisagras sonaban como un violín tocado por un minero.

Al final del camino soviético, el Instituto del Mueble se despeñó, las fábricas rusas de muebles fueron privatizadas y se desligaron de la estructura centralizada y la clientela, que ya estaba hasta la coronilla de sus incómodas cómodas, de sus cajoneras descajonadas, de sus armarios desarmados y de sus lechos deshechos, se lanzó a comprar cualquier cosa que no fuera eso. Y Zuev se encontró vendiendo muebles rumanos, que son sencillotes y, lo que entonces era más importante, diferentes. Zuev empezó a ganar dinero a espuertas, y con él sus socios en la aventura.

Como las cosas en Rusia, o se hacen a lo grande, o no se hacen, Zuev y sus socios, o eso nos quieren hacer creer, montaron la tienda más grande de Rusia, Grand, y poco después la más grande de Europa, Tri Kita ("Las tres ballenas", en castellano), un espacio interminable a las afueras de Moscú donde había realmente de todo lo que quisieras meter en tu casa, desde un juego de servilletas hasta un tresillo puturrudefuá de fabricación italiana y más caro que un Maybach con opciones. Por cierto que, cuando conocí al jefe de tienda, que había sido compañero de Zuev en los tiempos soviéticos y apenas pasaba por la puerta, miré a mi alrededor, a ver si veía a las otras dos ballenas.

A Zuev lo conocí en los albores de 2003, cuando tratábamos de cerrar un acuerdo de publicidad. Tras una dura mañana de negociaciones con un socio suyo, Latushkin, que me da la impresión de que era quien realmente cortaba el bacalao en el día a día, y que trataba a patadas a sus expertos en marketing, nos invitaron a comer en el comedor para directivos de sus oficinas. Allí se nos reunió Zuev, que no tenía un aspecto tan bueno como en su foto oficial de ahí arriba, pero que tenía, eso sí, una pinta muy saludable. Nos presentaron y comenzamos a comer.

Los modales de cada uno a la mesa son muy reveladores de la clase de persona con la que nos enfrentamos (de hecho, intentamos que Abi, Ro y Ame comprendan bien esto, de momento con poco éxito). Zuev era tremendo. No dijo prácticamente una palabra en toda la comida, a pesar de que tras el tira y afloja de la mañana estábamos en un ambiente mucho más informal. Es más, cuando sacaron la sopa, Zuev dejó la servilleta a un lado y sacó un babero que se ató al cuello, mientras comía ruidosamente. Mis compañeros y yo nos miramos sin saber muy bien qué pensar.

Buen, sí, lo que pensamos es que semejante patán no podía ser capaz de haber montado un pedazo de estructura como la que estábamos visitando y que era el indudable número uno del mueble en Rusia, bastante por delante de IKEA. Esta impresión se vio corrobada al asistir a la fiesta de cumpleaños de Zuev, que fue un espectáculo tremendo, con actuación de variedades incluida, y en el que le entregaron un premio totalmente destarifado que más vale que no le entreguen a nadie más. Mi mente rechaza recordar las palabras que pronunció y su estilo al dirigirse al público.


Puede aclarar un poco la situación la foto de ahí al lado, que fue tomada a Zuev hace unos días, cuando fue juzgado y condenado por contrabando. Aunque parezca mentira, es la misma persona, si bien entre una y otra hay muchos meses sin ver una cuchilla de afeitar y varios años ente rejas.

Entre el momento de principios de 2003 en que compartí con Zuev mesa y mantel (babero no, ése sólo lo llevaba él) y su detención en 2006 hay un par de asesinatos, una serie inabarcable de procesos judiciales a varias bandas, una legión de funcionarios corruptos y una pila tremenda de billetes cambiando de manos. Y esto no traficando con diamantes, con oro o con armas, sino con una cosa tan pacífica, en principio, como muebles. Pero eso queda para una próxima entrada.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Tártaros

Durante el vuelo, no pasó nada demasiado raro, salvo que a uno de los rusos, que medía cerca de dos metros, no hubo manera de embutirlo en el zul... en el asiento que Iberia le había destinado. Con pena y trabajo pudimos sacarlo de allí, estirando lo que pudimos, y le metimos en un sitio cerca del pasillo donde, al menos, de lado cabía bastante bien. Cuando pasaba el carrito con la comida tenía que hacerse un ovillo en el asiento, pero el resto del tiempo lo pasó de manera aceptable, salvo por los improperios de los pasajeros que iban o venían del servicio, tropezaban con sus piernas y se creían que les estaba poniendo una zancadilla.

Otros dos miembros del grupo, aunque no eran demasiado altos, sí que estaban bastante rellenitos, con lo que hubieran necesitado asiento y medio, por lo menos, para colocarse con cierta comodidad. Embutidos en aquella jaula, pasaron el viaje lo mejor que pudieron.

En cuanto a los dos tártaros de la entrada anterior, que eran tirando a delgados y no muy altos, tuvieron el suficiente espacio entre ellos para empinar el codo con cierta holgura. De hecho, cuando salimos del avión, tenían ciertas dificultades para respetar la línea recta e iban entonando, o más bien desentonando, canciones patrióticas, algo así como "Rossiya velikaya straná" (Rusia es un gran país). Para quien sepa algo de Tatarstán, una región que en los primeros noventa era abiertamente separatista y se las daba muy poco menos que de país independiente, ver a aquellos dos pollos cantando eso era algo parecido a lo que en España sería un coro compuesto por Otegi y Carod-Rovira cantando el "Que viva España".

En cualquier caso, los tres rusos que habían sido torturados cruelmente en las celdillas-asiento de Iberia consiguieron al fin desentumecerse lo suficiente como para emprender la marcha hacia la salida, y los dos tártaros se calmaron lo suficiente como para seguirnos. Sin más novedades, llegamos al hotel, pero ahí llegó la cena, con vino a discreción. Lo que les faltaba a los tártaros, que, al poco tiempo, ya no estaban en condiciones de cantar, sino sólo de balbucir oscuramente algo apenas inteligible. No sé cómo se enteraron de que estaba teniendo lugar un acto de apoyo a la candidatura olímpica de Madrid, con concierto incluido, así que les señalé en un mapa dónde estaba el hotel y dónde la Cibeles, y allá que se dirigieron. Los demás nos fuimos a dormir.

Al día siguiente, los tíos estaban allí como unos machotes, a primera hora. Habían bajado a desayunar antes que yo.

- ¿Qué tal el concierto? - les pregunté.
- No llegamos - confesó uno.

En fin, quizá con su apoyo la candidatura de Madrid hubiera tenido mejor suerte. O no.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Profesoras

En este recorrido nostálgico que estoy haciendo por mis primeros pasos con el idioma ruso, nos habíamos quedado en el momento en que el docente entraba en clase.

Entre los lectores de esta bitácora me consta que hay más de un estudiante (o ex-estudiante) de ruso, así que me permitiré lanzar la pregunta que me viene atormentando: ¿alguno ha visto alguna vez a un profesor de ruso? A un hombre, quiero decir. Porque yo he conocido a varias docenas de maestras, profesoras y aficionadas a dar clase, pero, lo que es hombres, o son profesores de universidad y no se rebajan a los niveles inferiores, o directamente no son.

He tenido profesores, masculinos, de alemán, de inglés, de francés y hasta de holandés; pero, lo que es de ruso, es que no he visto uno ni de cerca.

Pues bien, volviendo a aquel primer día de clase, la profesora finalmente entró en el aula y echó una ojeada al grupo de alumnos que quedó descrito en la última entrada de la serie y que, claramente, eran una banda de frikis avant la lettre. La profesora, llamémosla Natalia, era una mujer de edad mediana, tez oscura, media melena rizada, recogida en una discreta diadema y tirando bastante a canosa, estatura igualmente mediana y vestimenta rabiosamente conservadora: vestido y falda larga, todo ello de color entre azul y gris, y zapatos de tacón bajo. En alguna ocasión, nos dijo que la solían confundir con una monja, lo que le molestaba mucho. Quizá para marcar las diferencias con las religiosas, fumaba constantemente: en el pasillo, en clase, en la sala de profesores y donde te la encontraras. Y es que eran otros tiempos, afortunadamente olvidados, porque lo de estar oliendo constantemente a tabaco, quieras que no, a alguno no nos molaba.

El español que hablaba Natalia era absolutamente impecable; sus modales, tan impecables como su español. Se trataba de una niña de la guerra retornada y que conservó la admiración por la URSS, por un lado y, por otro, la nacionalidad española. Eso, junto a sus estudios, le permitió acceder a una plaza de funcionario de la educación. Y allí estaba, enseñando ruso.

Las primeras clases siempre son un poco tensas. Nadie sabe muy bien a qué atenerse. En aquella clase, eso se notaba de una manera especial. Los alumnos, a cual más raro, nos mirábamos entre nosotros pensando que los frikis eran los otros. La profesora, de igual manera, debía estar pensando en la fauna que le estaba tocando pastorear.

Más adelante, la estructura de las clases se fue haciendo clara. Natalia nos ponía deberes; nosotros no los hacíamos; no pasaba nada, los revisábamos por encima en clase; luego ella nos contaba cositas de su vida que tenían muy poco que ver con la enseñanza del ruso. De esta manera, nuestro nivel era penoso. Con el tiempo, llegué a darme cuenta de que la prioridad de Natalia, como la del resto del departamento de ruso, consistía no tanto en que aprendiéramos, sino en no quedarse sin alumnos, y así el nivel de exigencia bajaba hasta extremos alarmantes, pero, eso sí, el de esfuerzo no era muy superior.

Con el tiempo, tuve hasta otras seis profesoras de ruso. Mientras estuve por aquel centro, todas fueron más o menos del mismo estilo. Como el objetivo parecía ser el de conservar alumnos, lo lógico era lo que pasaba en la Escuela: los primeros cursos eran más sencillos que el mecanismo de un botijo; el penúltimo era complicadillo y el último era directamente imposible. Así la gente se quedaba años y años, repitiendo curso incesantemente, pero seguía matriculándose, porque, ya se sabe, el ruso, si lo dejas, lo olvidas en un pis pas.

Quizá algo de culpa de esto lo tuvieran los libros y los materiales que debían acompañar a los alumnos a lo largo de su aprendizaje, pero esto es asunto aparte y tendrá su hueco en la próxima entrada.

Porque hoy, la verdad sea dicha, se está haciendo un poco tarde.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Si antes lo cito...

... antes se me muere. El pobre Mijalkov padre, citado en esta bitácora con motivo de su condición de compositor de dos himnos rusos, murió, a los 96 años, el otro día.

Era un señor muy respetado. El sábado pasado por la mañana fue el entierro, tras un funeral religioso en la Catedral de Cristo Salvador. Curiosamente, a pesar de haber compuesto el himno soviético, Mijalkov era religioso y en más de una ocasión declaró que siempre había querido componer un himno a la Rusia ortodoxa. Es cierto que nunca hizo declaraciones parecidas antes de 1990, pero bueno, al menos las hizo después. Su voluntad se vio cumplida cuando pudo componer el actual himno ruso, el cual, por cierto, cita a Dios en una de las estrofas, motivo por el cual un diputado poco amigo del incienso planteó un recurso ante el Tribunal Constitucional, alegando que en Rusia la Iglesia está separada del Estado y que a qué viene eso de citar a Dios en el himno. El Tribunal Constitucional mandó al recurrente a hacer gárgaras.

Mijalkov deja una viuda ¡cuarenta y ocho años! más joven que él. Varios años después de quedarse viudo después de nada menos que 53 años de matrimonio, y a sus, ojo, 84 años, se casó con una mujer que podía perfectamente ser su nieta. Menudo crack.

Tras el funeral, fue enterrado en el Cementerio de Novodevichi, donde hay bastante gente que en vida fue importante. Naturalmente, como es costumbre, cortaron todas las calles en varios kilómetros a la redonda. Yo me escapé hacia el Norte de Moscú para evitar el lío, pero quienes estuvieron me dicen que aquello estaba de bote en bote.

Descanse en paz.

viernes, 28 de agosto de 2009

Rusófilos

Últimamente (vamos, como que ya llevo un par de años así) estoy hecho una madre, un esperpento, un blando, en suma, que se aparta de las polémicas como de las llamas del infierno. Y eso no puede ser, así que, en plan terapia, toca escribir una entrada diferente. Una entrada sobre rusófilos, que nos recuerda a aquélla en la que pudimos ver a varios de ellos desplegar todo su genio dialéctico y asombrar al mundo con las palabras más soeces que jamás han adornado esta bitácora.

Y es que yo me he pasado la juventud rodeado de rusófilos, y no de cualesquiera rusófilos, no, sino de rusófilos "pata negra", que lo eran desde antes de que cayera el telón de acero, España se llenara de rusos (y, sobre todo, de rusas) y los españoles se dieran cuenta de que las rusas les molaban mazo. Este factor hizo aumentar considerablemente el número de rusófilos. Pero eso no quiere decir que no los hubiera antes, no. Ya lo creo que los había. Y es ya la hora de acercarse a este fenómeno tan insólito en un país, como España, al que Rusia le pilla a varios miles de kilómetros y con el que no ha tenido ni guerra ni paz a lo largo de la práctica totalidad de nuestra historia. Vamos, que casi siempre nos hemos ignorado mutuamente.

Antes de continuar, recordemos: Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.

En el diccionario de la Real Academia Española no aparece la entrada "rusófilo", lo cual es una lamentable omisión que no sé como los propios rusófilos no han denunciado con su vehemencia usual, entre acusaciones de conspiraciones antirrusas por parte de los académicos. Así pues, para obtener una definición académica tenemos que proceder por analogía. Tenemos, por ejemplo, "francófilo", que la Academia define como "que simpatiza con lo francés o lo admira". Así pues, según la Academia, rusófilo será aquél que simpatiza con lo ruso o lo admira.

A lo largo de mi vida, he conocido a los suficientes rusófilos como para poder matizar esta definición. Y es que la definición de la RAE es banal, generalista y no hace sangre; es para dejar contento a todo el mundo. Ciertamente, los académicos no tienen por qué meterse en berenjenales, y mucho menos con la definición de una palabra de la que, además, se habían olvidado, pero yo sí, así que ahí va mi definición beligerante de rusófilo español: Dícese del español de sexo masculino que detesta cordialmente a los Estados Unidos de Norteamérica, le gustan las mujeres rusas y por extensión lo ruso, es de izquierdas y reside en España, aunque esporádicamente aparece por Rusia, nunca para estancias demasiado prolongadas.

Lo sé, lo sé, es demasiado largo. Pero bueno, vamos a analizar los distintos puntos que definen al rusófilo:

1.- Detesta a los Estados Unidos de Norteamérica. Esa condición es necesaria. Si hay un rusófilo que puede soportar a los gringos, es un infiltrado y un impostor y urge desenmascararlo cuanto antes. No he conocido a ningún rusófilo que no rechine los dientes y lance algún comentario despectivo cuando sale a colación ese país innombrable. Obviamente, Bush (padre o hijo, cualquiera vale) es el centro de todos los males, Reagan (uno de los causantes, no lo olvidemos, del colapso de la URSS) un enviado del Maligno y, ojo, incluso Obama es malo. Sí, sí, Obama, ése que tan simpático cae a los progres de todo el mundo. Pues al rusófilo fetén tampoco le acaba de convencer. Por si acaso.

2.- Es de género masculino. ¡Hala! ¡Ahí te has pasado!, diréis. Pues no me he pasado. Teóricamente, claro, podría haber rusófilAs, pero, qué va, no resulta creíble. A una rusófila le faltaría... no sé, vehemencia, creer en una conspiración mundial con la exclusiva intención de hundir Rusia. Bueno, y que le gustaran las mujeres rusas. Podría ser, claro. De todas formas, las mujeres españolas que he conocido a las que les gustaba lo ruso y que podrían haber sido candidatas a la rusofilia han durado poquísimo en esta condición.

3.- Le gustan las mujeres rusas. ¡Y a mí, que no soy rusófilo, pero me gustan las tías buenas!, diréis todos al unísono. Sí, es verdad, pero a vosotros también os gustan las tías buenas de otros países, picarones, igual que a mí. Un rusófilo fetén, pero fetén fetén, tiene una predilección especial por las mujeres rusas. Si le ponen delante a Elsa Pataky y a Dinara Safina, le interesa más Dinara Safina, y a los demás no. Si fuera Sharapova, aún podríamos discutir el asunto, pero ¡Dinara Safina! ¿De qué van?

4.- Es de izquierdas. Bueno, esto con matices. En realidad, hay alguna "rara avis" de rusófilo que no es de izquierdas, que admira la espiritualidad eslava y que sueña con que sirva de contención a esta ola de libertinaje que nos invade. Conozco a uno, inasequible al desaliento, que piensa así, pero está muy despistado y no sé en qué Rusia está pensando, pero desde luego no en la que vivo yo. El día que pise Rusia y se entere de algo se reformará y abandonará esas ideas raras que tiene.

No, el rusófilo fetén es de izquierdas. No necesariamente comunista, sino que puede ser sociata, progre de distinto pelaje... claro, esto es un poco redundante, porque todos los izquierdistas españoles detestan cordialmente a los Estados Unidos, y esto ya lo habíamos tratado. Entre los demás españoles también hay muchos que no le molan nada, pero, vaya, no es lo mismo. Y, si en España hay algún simpatizante de Estados Unidos, desde luego lo encontraremos entre los peperos, pero no entre los progres de izquierda.

Lo curioso es que la Rusia actual se parece a un régimen de izquierdas tanto como el de Franco, pero, claro, está todavía ese poso soviético antifa que aún pesa bastante. Así que, aclarados, el rusófilo tipo (rusophilus rusophilus) es de izquierdas.

5.- Reside en España. Claro, yo sólo conozco a rusófilos españoles, así que no puedo juzgar si los rusófilos alemanes, pongamos por caso, podrían vivir en Rusia o deberían vivir en Alemania. En el caso de los españoles, la residencia en España en prácticamente necesaria. Abundan los casos de conspicuos rusófilos mientras estuvieron en España que, llegados a Rusia, han perdido su rusofilia en poquísimos meses, cuando no semanas. Es más: muchos de ellos, si escribieran una bitácora, iban a contar cosas mucho más fuertes de las que leéis en ésta.

En cambio, mientras están en España, los rusófilos pueden hacer cosas como ir a la Pilarica, comer churros con chocolate, bañarse en Almuñécar, irse de tapeo por Segovia, ponerse morados de jamón, hacer gazpacho casero... e imaginarse que Rusia es la Arcadia feliz, porque, total, está a cuatro mil kilómetros y los que disfrutamos, o algo así, de la Arcadia feliz somos otros.

Eso no quita con que el rusófilo visite Rusia, pero con mesura, sin pasarse. Un buen motivo para no pasarse es que las autoridades rusas no le dejan quedarse legalmente más de tres meses como máximo, a no ser que supere una gymkhana burocrática que ríete de Kafka, pero, si el rusófilo es sincero, eso no suele alterar sus convicciones. Porque, claro, Rusia hace eso para protegerse de los terroristas.

Hasta aquí, la definición. Creo que ha quedado claro que no soy rusófilo, aunque sólo sea porque no cumplo esta última condición, pero, obviamente, tengo un pasado, y ese pasado se ha desarrollado en España. Así que, ¿quizá haya sido rusófilo alguna vez y el cambio de residencia ha tenido algo que ver en mi camino de Damasco?

Quizá. Yo creo que no, pero eso quedará para otra ocasión.

lunes, 6 de julio de 2009

Encasillados

El otro día estábamos un grupo de españoles, con alguna rusa incluida, cenando en casa. Entre los españoles los había más y menos avezados en Moscú, y había alguno poco menos que recién llegado con ganas de permanecer por aquí algo más del año y pico que en principio le correspondería. Los más avezados tratábamos de disuadirlos y de convencerlos de que se buscaran las habichuelas en España, o donde fuera, porque, de permanecer en Rusia, debían tener en cuenta que se estaban limitando mucho sus salidas profesionales.

Y es que Rusia encasilla profesionalmente. Puedes tener un currículum académico impecable, experiencia en distintos trabajos y sectores y hablar siete idiomas como quien lava: si entre esos siete idiomas está el ruso, y si entre tu experiencia laboral también hay algún trabajo relacionado con estancias en Rusia, se acabó, amigo. Quienquiera que te contrate lo va a hacer para enviarte aquí a las primeras de cambio. Si a esto se une que muchos españoles que han pasado por aquí están de acuerdo en permanecer, el resultado es un salario bajo y una valoración igualmente baja, porque, por mucho ruso que sepas, tu productividad en Rusia, comparada con la que tendrías en España, va a ser risible y tus jefes se van a creer que tú eres el responsable.

Para algunos, entre los que me incluyo, el encasillamiento resulta descorazonador. Después de todo, es hasta ofensivo que todo lo que has hecho en esta vida se vea apartado por tu experiencia en Rusia y por el hecho de saber ruso, que a veces es lo que menos mérito tiene en ciertos currículos. Pero no hay manera de destacar en otra cosa distinta. Es como si el texto del currículum estuviera escrito en Arial 8 y las palabras "ruso" y "Rusia" aparecieran a los ojos de quien lo lee en Arial 72.

Con el tiempo, esta situación desgasta. A los jovenzuelos que van llegando por aquí no les llama tanto la atención: normalmente se han echado una novia rusa, algunos hasta se han casado con ella y, por tanto, entra dentro de la lógica que quieran seguir por aquí. Otros hay que quieren permanecer porque les apetece continuar algún tiempo más con el tipo de vida que tiene un joven expatriado en Moscú y que es socialmente bastante desinhibida. En ambos casos, sin embargo, llega un momento de hastío, quizá hacia el primer lustro de estancia, en que todos hemos buscado alguna posibilidad de salir, incluso los que estamos en relativa tranquilidad y con buenas condiciones. Y ahí nos hemos dado cuenta de que estábamos encasillados y de que escapar de las redes que nos mantienen sujetos a Moscú no es tarea sencilla.

Porque las costumbres que se adquieren son malas y, quien más, quien menos, tiene algo de vértigo a dejar un tipo de vida que, después de todo, no deja de tener su interés. Y que en algunos casos está muy bien pagada. No es el caso, por desgracia, de las empresas españolas, cuyas condiciones de expatriación son bastante mediocres, cuando no francamente malas, pero sí, por ejemplo, de las estadounidenses. En los primeros noventa, para encontrar un trabajo muy bien pagado en Rusia, bastaba con ser gringo y estar en Rusia. Nada más. Ni idioma, ni experiencia, ni estudios: sólo con estar aquí y no ser totalmente, pero muy totalmente, estúpido era suficiente para acabar de directivo expatriado en una empresa puntera con un sueldo de no menos de diez mil dólares al mes, y muchas veces del doble y hasta más. Hace poco se calculó que un tercio de los expatriados que residen en Moscú se embolsan un cuarto de millón de dólares al año. Un cuarto de kilo. Con independencia de la fiabilidad de la encuesta (a la que yo no haría mucho caso), os aseguro que, entre los españoles, el porcentaje de los que estamos en los otros dos tercios es abrumador.

Así las cosas, las pretensiones de quienes cobran tales cifras, y más en estos tiempos difíciles, están fuera de la realidad en cualquier país del mundo. No digamos si, además, con la crisis, que también pulula por aquí, llega el momento de apretarse el cinturón.

En general, estoy seguro de que ningún español de los que conozco se plantea acabar sus días en esta tierra. Todos, pero todos, cuando echamos un ojo a ese mapa que tenemos en casa echamos un vistazo a España. Todos pasamos la práctica totalidad de nuestras vacaciones fuera del país. Ni siquiera nos apetece jubilarnos aquí, en un país en que somos extraños, en que tenemos que ir eternamente documentados hasta la exageración y en que no hay forma fácil de legalizar nuestra estancia sin incontables trámites. Pero aquí seguimos, encasillados, convertidos en peones aislados y bloqueados, cuyo avance cuesta mucho de lograr y cuya promoción se ve como un plan lejanísimo.

lunes, 2 de marzo de 2009

Disidentes

Ya hace no sé ni cuántas entradas le prometí a Fernando (fue aquí) que contaría la historia de otro socio de "The Other Russia" que mola mucho más que Kaspárov. No, no es quien está detrás de todo esto, que yo no sé quién es, sino de un opositor "pata negra" y desde luego mucho más original que un ex-campeón del mundo de ajedrez metido a político. Eso es de lo más ordinario. Dónde vamos a parar.

Cuando era pequeño, recuerdo que leía un tebeo en el que aparecían historietas donde el protagonista era un técnico electrónico que trabajaba para una organización terrorista, la O.S.A. (Organización Siniestra Anti-Todo). Aunque nos parezca que Flamenquito podría trabajar en ella, sobre todo por lo de "siniestra", en realidad el verdadero jefe de los "anti-todo" es el señor de la foto, que atiende por Eduard Limónov y es un crack.

Limónov (que no es su verdadero nombre) lleva por lo menos unos cuarenta años oponiéndose a todo. Mi primer contacto con él fue en su faceta de literato, que es la que le da de comer, cuando cayó en mis manos una novela corta suya, por cierto, bastante subida de tono, que no me llamó mucho la atención; lo siguiente que leí fueron algunos de sus artículos en "The Exile", una publicación que ha salido por aquí en alguna ocasión y que también era bastante cafre, con perdón de los cafres. Limónov, que habla un inglés más que correcto, pero no perfecto, exigió a los editores de la revista que no corrigieran ni una letra de sus escritos en inglés, y así le quedaron unos artículos bastante curiosos.

Limónov debió nacer ya disidente. El movimiento disidente, o algo así, se desarrolló en los últimos años de la URSS, digamos que a partir de 1970, y de mayoritario no tuvo nada (como posiblemente en casi cualquier país bajo una dictadura). Se limitó a armar un poco de jaleo, a copiar a mano folletos y panfletos y a ver como sus miembros eran vigilados por los servicios secretos y detenidos por la milicia. Recuerdo una conversación que tuve, hace ya algunos años, con una rusa, cuando Berezovsky y Jodorkovsky eran gente admirada y exitosa:

- Ayer por la noche salió Berezovsky en la televisión. Me interesó mucho lo que dijo -dijo ella.
- Pero, ¿realmente cae bien Berezovsky? -me parecía tan increíble como que a un español le caiga bien, no sé, Botín, con el agravante de que Berezovsky se hizo rico de manera mucho más inconfesable que Botín, que ya lo era de casa.
- Bueno, caer bien no, pero es inteligente. Era profesor de matemáticas. Cuando cayó la URSS, alguien tenía que ponerse al frente, y se puso gente como él o como los que tenían más nivel, como la gente que estaba en el Komsomol. Como Jodorkovsky. A lo mejor no está bien lo que haya hecho, pero no se puede negar que es inteligente. Alguien tenía que dar un paso al frente y ser la élite del país ¿Quién lo iba a hacer, si no?
- ¿Algún disidente? - pregunté inocentemente.
- ¡Noooooo! Los disidentes estaban fuera de la realidad. Era gente anormal. Los que estaban en el Komsomol son los que tenían nivel. Si no, no llegaban a entrar en el Komsomol, ni luego en el partido. Los disidentes no podían dirigir nada.

Limónov era disidente. Incluso hoy sigue siendo disidente. Fue expulsado de la URSS, vivió en EEUU, de donde también tuvo que salir, para llegar a Francia. En Francia parece que se serenó un poco y hasta logró la nacionalidad, pero poco más tarde la URSS se deshacía en pedacitos, Limónov volvió y recuperó la nacionalidad de Rusia, el pedazo más gordo.

En 1992 fundó el Partido Nacionalbolchevique, un grupo político ruso muy nacionalista. Pero mucho. En realidad, he sido incapaz de encontrar otro rasgo programático significativo, lo cual,en principio, es bastante parecido a lo que pasa con Rusia Unida, del que nadie sabe qué ideología profesan. Sin embargo, Limónov siempre ha estado opuesto, primero a los liberales de los primeros noventa, luego a los no se sabe qué de los últimos años de Yeltsin, y luego al régimen de Putin. Lo más cerca que estuvo de algo oficial fue cuando formó parte del gobierno en la sombra de Zhirinovsky tras el inesperado triunfo del LDPR en las elecciones de 1993, pero también se enfadó con él y pasó a la acción en solitario con su partido y sus acciones de protesta, la verdad sea dicha, muy originales.

Lo que pasa es que el poder está fatal de sentido del humor y a Limónov acabaron por llevarle a la trena acusado de estar reclutando un ejército para invadir Kazajstán. Evidentemente, invador Kazajstán está feo. Le sentenciaron a cuatro años por comercio ilegal de armas, pero salió a los dos años por buena conducta. Hay que decir que sus antiguos aliados Zhirinovsky y Mitrofánov se portaron bien, olvidaron los enfados que pudieran tener y trataron de influir para que saliera.

A su salida, se reincorporó a la actividad y se unió, naturalmente, a la oposición. Y, como en los tiempos que corren la oposición más ruidosa es la de "La Otra Rusia", pues se unió a ellos, aunque a los demás grupos de "La Otra Rusia", Limónov no se parece mucho. De hecho, no se parece nada. Sin embargo, es detenido regularmente en las manifas no autorizadas en las que toma parte. Hoy, ya es un histórico, pero sigue dando mucha guerra y, como siempre, opuesto a cualquier tipo de poder. El día que mande él, se aburrirá, seguro.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

El opositor

El opositor al que me refería en la última entrada es el chico de la fotografía de la izquierda. Si yo fuese del Gobierno, no le tendría miedo a los Kasiánov, Kaspárov y demás ralea, sino que se la tendría a él. Se llama Vladímir Ryzhkov, y es un político profesional de pura cepa, actualmente sin cargo público por una curiosa actitud de no dejarse manejar por nadie y de decir siempre lo que le parecía correcto. Uno pensará que eso de no dejarse manejar por nadie y decir siempre lo que te parece correcto son buenas cualidades, pero parece que entre los políticos la consecuencia de poseerlas consiste en que te manden a hacer gárgaras.

El chico, de joven (y no es viejo, que no hace tanto que cumplió los cuarenta), tenía más o menos la misma facha de Pitagorín insoportable que tiene ahora. Hablaba bien, tenía buena planta, cualidades que conserva, y fue elegido diputado por su ciudad, Barnaúl, en 1993, con veintisiete años, iniciando una carrera de diputado que sólo fue truncada en las elecciones del año pasado. Catorce años de diputado en una circunscripción unipersonal sin partido político detrás. Sí, igualito igualito que en España... o que en la Rusia actual.

El caso es que, en sus principios, Ryzhkov era un diputado oficialista. Entró en el grupo de diputados que apoyaban al Gobierno de Chernomyrdin y comenzó a destacar. En septiembre de 1998, en plena crisis desastrosa y con un Gobierno más parecido a un pato decapitado que a otra cosa, le propusieron nombrarle vicepresidente del Gobierno encargado de temas sociales. En aquellos confusos tiempos, apareció uno de esos adversarios políticos que consiguen que uno no meta la pata hasta el corvejón.

Ese alguien es un político que hoy está algo más calmado, pero que entonces tenía más peligro que una monja argentina con una guitarra. Se trataba del caudillo del LDPR, Vladímir Zhirinovsky, por el que siempre he confesado mi admiración. El reportero de televisión le preguntó si su grupo parlamentario apoyaría la investidura del nuevo Gobierno, y el respondió:

- ¿Apoyar? ¿Qué vamos a apoyar? ¡Claro que no! Y encima quieren poner de vicepresidente de asuntos sociales a Ryzhkov. A lo mejor dentro de cincuenta años aprende algo de eso.

Las carcajadas de los que le oían se podían oír perfectamente. Ryzhkov, en vista del panorama, renunció a la candidatura y, a partir de ahí, pasó una temporadita con un perfil más bajo, quizá aprendiendo temas sociales, no sé. Fue reelegido en la Duma comunista de 1999, siempre por su ciudad, Barnaúl y, tras la disgregación del bloque oficialista de entonces, se encontró de diputado independiente, sin adscripción clara.

Lo fácil hubiera sido meterse bien calentito al abrigo del poder. Se hubiera integrado en Rusia Unida y posiblemente hubiera seguido de diputado o con algún carguito interesante. Pero decidió jugársela y no se metió en ningún partido. Creo un "Partido Republicano de Rusia", que en realidad era él solo y que yo diría que nunca se tomó muy en serio. A pesar de que esta bitácora es monárquica a más no poder, y Ryzhkov con esto se mostró poco partidario del Trono y el Altar, hay que reconocerle redaños.

En las elecciones de 2003, Rusia Unida arrasó en las elecciones. Los grupos "demócratas" fueron barridos sin piedad, pero Ryzhkov sobrevivió en su feudo y continuó de diputado, ahora ya claramente opositor... porque era de los únicos que quedaban. El Kremlin, con su títere parlamentario Rusia Unida, comenzó con su desdemocratización del país a marchas forzadas: primero fue la división en siete regiones federales para controlar el poder local, luego la designación directa de los gobernadores, finalmente el cambio de la ley electoral estableciendo un mínimo del 7% de los votos en listas obligatoriamente presentadas por partidos políticos para entrar en la Duma. Y, como estrambote, los requisitos mínimos para ser partido político, que significaban unas barreras de entradas insuperables para cualquiera sin un brutal músculo financiero y logístico. O sea, sin el apoyo del Kremlin.

Poco antes del cambio de la ley electoral, y con el conformismo en grado máximo, hubo un debate en televisión entre Ryzhkov y... Zhirinovsky (a Zhirinovsky se lo rifan en la tele, porque el "share" de los programas en los que sale él es brutal). Ryzhkov estuvo brillante de verdad. De hecho, es una de las poquísimas ocasiones en que Zhirinovsky fue derrotado dialécticamente en toda la línea, hasta el punto de quedarse callado. Y los que seguimos a Zhirinovsky sabemos que hacerlo callar es más raro que un lehendakari que se apellide Heredia.

- Ustedes quieren cambiar la ley electoral -decía- para que todo el poder caiga en los partidos políticos y que los partidos sean quienes hagan las listas e intermedien entre el pueblo y el poder. Pero así no van a lograr el orden. Van a lograr que el ciudadano no sepa quién le representa en la Duma. Con el sistema actual esto no pasa. Con el sistema actual, un señor de Barnaúl sabe que tiene un diputado en la Duma. Y, si tiene un problema, aunque no haya votado precisamente por ese diputado, sabe que puede dirigirse precisamente a él, porque es el suyo. Con su sistema de listas de partidos, el señor de Barnaúl no va a saber a quién dirigirse. Ahora no. Ahora, ese mismo señor sabe que hay un diputado en la Duma que es de Barnaúl, al que puede dirigirse, que se llama Vladímir Ryzhkov y que tiene el deber de escucharlo y defenderlo.

Zhirinovsky se quedó sin habla.

En las elecciones de 2007, ya con el nuevo sistema de listas cerradas y bloqueadas, Ryzhkov, que seguía sin pertenecer a un partido, no se pudo presentar y perdió su acta. Desde entonces, y dentro de la oposición extraparlamentaria, ha seguido dando caña, pero no en plan manifa desaforada, sino desde los medios de comunicación y con argumentos. Tiene cuarenta y dos años y parece que desde su frustada candidatura a la vicepresidencia del Gobierno en 1998 ha aprendido algo, incluso de política social. Y en menos de cincuenta años.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Inventores

Para la última entrada en Ekaterimburgo, aquí tenemos al que se considera aquí como inventor de la radio, Popov. Sin embargo, a los que hemos estudiado con libros de texto españoles este señor no nos suena de nada, porque se nos enseñó que el inventor de la radio había sido Guillermo Marconi, un señor italiano.

Buena parte de los inventores rusos son responsabilidad de una de las personas más influyentes en la historia local, Pepe Stalin, y de sus derivas ideológicas posteriores a la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial. Es sabido que el movimiento obrero es internacionalista, y así es como los primeros bolcheviques, llegados al poder, no se cansaban de repetir aquello de "¡Proletarios de todo el mundo, uníos!".

Sin embargo, la cosa no duró demasiado. En los años inmediatamente anteriores a la guerra mundial, y durante la misma, las ideas patrióticas y nacionalistas rusas fueron reforzadas a piñón, hasta el punto de que en 1948 empezó una campaña, que al menos no fue tan sanguinaria como otras que había habido en la URSS. Se trataba de la "lucha contra la genuflexión frente a Occidente" (sí, uno pensaría que los efectos de la campaña todavía duran). La prensa comenzó a criticar a las personalidades demasiado aficionadas al arte occidental. En muchas minucias cotidianas se veían manifestaciones de esa "genuflexión", como por ejemplo, en llamar a un tipo de pan "francés"(французская булка). Pasó a llamarse "urbano" (городская булка). Para adelantar las cosas, en 1947 se había prohibido a los ciudadanos soviéticos casarse con extranjeros. Sí, hijos, sí, no os lo vais a creer, pero uno de los motivos que han traído aquí a tantos españolitos, algunos de ellos lectores asiduos de estas pantallas, era delito hasta no hace demasiado.

Y luego llegó lo de los inventores. Empezó a machacarse con que fue en Rusia donde se inventaron el barco de vapor, el teléfono, la radio y los aviones. Para casi cualquier invención o descubrimiento, ya fuera la penicilina o la lámpara eléctrica, resultó que había habido un ruso que lo había inventado antes. Y ahí entra Popov, un señor de la región de Ekaterimburgo que pasa aquí por ser el inventor de la radio, frente a la opinión del resto del mundo, que, de todas formas, tampoco es que lo tenga muy claro, la verdad sea dicha.

El pueblo ruso, por su parte, iba un poco más a la suya y, con bastante cashondeo, decía sobre esta campaña: "¿Rusia? ¡Rusia es el lugar de origen de los elefantes!" Pero a los chistes de la época soviética le dedicaré otra entrada, sobre todo al humor gráfico, que como testimonio es impresionante.

De momento, y para acabar, nos podemos quedar con este poema de Sergey Mijalkov, que es de aquellos años... y se nota:

Мы знаем, есть ещё семейки,
Где наше хают и бранят,
Где с умилением глядят
На иностранные наклейки,
А сало - русское едят!

Que, traducido con cierta libertad, es:

Sabemos que aún hay familias,
en que denigran e insultan lo nuestro,
en que miran con delicia
las etiquetas de fuera,
¡pero su tocino es ruso!