viernes, 12 de septiembre de 2025

Camino de Santiago: Saliendo de Bruselas

 

Algo más adelante, sin dejar nunca la Rue Haute, aparece la mole enorme de la Puerta de Halle, uno de los escasos restos de la segunda muralla de Bruselas, que parece un castillo de cuento y que, efectivamente, si siguiéramos derechamente el camino que continúa a partir de ella, llegaríamos a Halle. Y añado que, si Dios quiere, algún día llegaremos a Halle a pie, claro que sí.

Actualmente, la Puerta de Halle alberga una parte del Museo Real de Arte e Historia, el cual, debo confesar avergonzado, todavía no he visitado. Al paso que voy, me va a suceder como en Moscú, cuando comencé a visitar los últimos museos que me faltaban, algunos muy importantes, cuando ya sabía a ciencia cierta que me iba e incluso tenía el billete de avión en el bolsillo. Me da a mí que en Bruselas terminará por pasarme algo parecido, pero lo cierto es que todavía no tengo una intención inmediata de emigrar.

La Puerta de Halle es impresionante, pero no estoy seguro de que lo fuera igualmente en la Edad Media. Cuando la muralla fue derruida a mitad del siglo XIX, las autoridades decidieron conservarla y restaurarla, pero claro, en aquellos tiempos las restauraciones eran bastante imaginativas, como puede comprobar cualquiera que haya visitado Carcasona. Allí, Violet le Duc, el arquitecto que se ocupó de la cosa, hizo las cosas como creyó que deberían ser, no como realmente fueron, aprovechando la interminable pasta que metió Napoleón III en el proyecto. Aquí, la pasta la metió Leopoldo II y evidentemente metió menos que en Carcasona, pero la idea de hacer algo chulo en plan castillo de Disney avant la lettre estaba igualmente ahí.

Y, finalmente, hemos encontrado una concha. Es más, se trata de la última concha que vamos a ver, porque vamos a abandonar la ciudad de Bruselas para continuar el camino de Santiago a lo largo de la región, pero eso ya será más adelante. En algún sitio he leído que hay unas cincuenta o sesenta conchas en Bruselas guiando al peregrino, incluyendo el camino principal y el ramal que conduce a San Guido de Anderlecht. No sé quién está detrás de haberlas clavado al suelo y de mantenerlas allí, pero la verdad es que ha hecho un trabajo excelente y merece un reconocimiento, porras.

Pero eso no quiere decir que a partir de ahora vayamos a estar ayunos de marcas y de signos para seguir el camino, ya lo creo que no.

A partir de ahora me voy a sentir mucho más como en casa, porque vamos a seguir unas marcas mucho más conocidas: las típicas marcas rojas y blancas de las GR, es decir, lo que en español se conoce como "senderos de gran recorrido" y en francés como "sentiers de grande randonnée". En este caso ha habido suertecilla y las iniciales en las dos lenguas son las mismas.

A partir de ahora, seguiremos el GR-12, que discurre entre Amsterdam y París y con el que hace causa común el camino de Santiago, el cual también tiene sus propias marcas, como iremos viendo. Los belgas, al menos en los tramos que vamos a ver, utilizan pegatinas que adhieren sobre el mobiliario urbano, sobre las señales de tráfico, las farolas y todo tipo de objetos sobre los que el pegamento tenga alguna posibilidad. Por lo demás, si tienen que utilizar los árboles o las piedras como base, entonces no queda más remedio que hacer uso de la pintura blanca y roja, al igual que se suele hacer en España en casos similares.

Antes de abandonar la ciudad de Bruselas, nos queda todavía un lugar importante por visitar. Como es bien sabido, el sepulcro del apóstol y final último de toda peregrinación se encuentra en Santiago de Compostela, y Santiago de Compostela se encuentra en Galicia, que es una autonomía en el noroeste de España que tiene transferidas un montón de competencias, entre ellas las relativas al turismo. Como las competencias, como los músculos, se atrofian si no se usan, o comoquiera que el conselleiro correspondiente estuviera desficioso, el caso es que los gallegos han acuñado el llamado Xacobeo para echarle mercadotecnia a la peregrinación, la cual, fuera de las consideraciones espirituales y religiosas que pueda tener, está claro que deja sus buenos cuartos en la región y la hace conocida en todo el orbe.

En Bruselas, esto se manifestó en forma de regalo de dos cosas. La primera es una enorme placa marmórea y epigráfica que, como se ve en la foto, claramente ha conocido mejores tiempos.

La segunda es el monolito que también ilustra esta entrada, creado por un artista gallego y que el gobierno bruselense instaló en el lugar más lógico o, al menos, donde menos molestara, que es en el jardín público inmediato a la Puerta de Halle, a dos pasos del mármol anteriormente glosado. El lugar, desgraciadamente, aunque bien cuidado, está frecuentado por personal de instintos básicos y pocas ganas de reprimirlos, por lo que renuncio a describir los olores que circundan al monumento y el uso que le dan los sujetos que han tomado el jardín por su cuarto de baño particular.

Y con esto hemos terminado el camino de Santiago a su paso por la ciudad de Bruselas. A partir de ahora, nuestros pasos nos van a conducir por otros andurriales, primero dentro de la región de Bruselas y, más adelante, siempre hacia el sur hasta llegar a los Pirineos, y luego hacia el oeste. Tristemente, no ha llegado aún el momento de emprender el camino completo, que sólo Dios sabe si me será dado recorrer en algún tiempo, pero al menos podemos asomarnos al recorrido que, saliendo de la Puerta de Halle, nos llevará hasta la salida de la región de Bruselas.

Eso sí, tal cosa sucederá en otro momento, porque se está haciendo tarde y yo tengo que tomar un tren.

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