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miércoles, 6 de junio de 2012

Educación para la Ciudadanía (II)

Aproximadamente dos años después de los sucesos de la entrada anterior, y tras un año de pausa, la asignatura de Educación para la Ciudadanía ha vuelto a aparecer en nuestras vidas. Esta vez la alumna ha sido Ro, y eso ya es una diferencia.

Creo que ya lo he mencionado varias veces, pero lo repito, por si acaso: Ro es partidaria acérrima de Putin, cosa muy razonable en su caso. Ella no tiene problemas, su infancia está pasando de manera aceptablemente feliz, en la Moscú de sus amores, y aquí quien manda es Putin, por lo que lo lógico es que el nuevo (y antiguo) presidente tenga su parte de responsabilidad en lo bien que van las cosas.

Cuando llegó la asignatura (que parecía que la hubiera estado esperando), Ro se me dirigió con su habitual dedo acusador.

- ¡Ésta es la asignatura que le dictaste a Abi! ¡A mí me la tienes que dictar también!
- Claro.
- ¡Y no vamos a comprar el libro!
- Sí, sí, no faltaría más.
- ¡Y si suspendo no pasa nada!
- Nada en absoluto.

Pero luego las cosas cambiaron un poquito. Así como a Abi la política no le interesa lo más mínimo, Ro está hecha de otra pasta y, cuando vio las preguntas, descubrió que tenía respuesta para casi todo, sin libro ni nada. Bueno, para algunas puede que le hiciera falta algo de ayuda (la aprobación de la Constitución, y esas zarandajas), pero eran las menos. Lo de levantarse para ceder el asiento a los mayores, y que comportarse con solidaridad es mejor que hacerlo sin ella son cosas que no le vienen de nuevas (al menos en teoría, porque la práctica es otra cosa), y me asombra que haya que enseñarlas en el colegio, en España. Tal vez las cosas estén mucho peor de lo que ya de por sí parece,

En esto, llegó la pregunta del millón, la pildorilla que siempre viene.

"Escribe tres aspectos positivos de vivir en una sociedad democrática".

La respuesta fue:

Yo vivo en Rusia, que no es una sociedad democrática, y se vive mejor que en España: casi todos tienen trabajo, hay bastante bienestar y no hay huelgas.

Yo supongo que este tipo de respuestas, aparte de la risa que me entró al leerla, tiene que descolocar lo suyo a un maestro de escuela al que le han congelado el sueldo (después de rebajárselo un 5% el año anterior), que está convocado a huelgas prácticamente todos los meses y que con total seguridad tiene en el paro a más familiares y conocidos de los que le gustaría. Pero el hombre no deja de ser un docente de Educación para la Ciudadanía y no puede dejar que se tambalee su fe en la democracía así como así.

Como la profesora de dos años antes, no tacho nada de lo escrito por Ro, sino que añadió: "Aunque consideres que es mejor, supongo que serás capaz de escribir tres aspectos positivos de una democracia. P. ej. Libertad de expresión".

Podríamos seguir la discusión, claro, porque ¿como que no hay libertad de expresión en Rusia?, pero nadie me creería, y menos un profesor de la asignatura políticamente correcta por antonomasia, que es, precisamente, EpC.

Para ser justos, Ro sacó un notable alto, y no creo que se pueda achacar únicamente a esta respuesta. Hay que reconocer que, en esta asignatura y en todas las demás, "ayudar" no se escribe con elle.

En ésta, además de una falta de ortografía clamorosa, puede hacernos perder la fe en la democracia.

lunes, 4 de junio de 2012

Educación para la Ciudadanía (I)

En la educación de los niños españoles, en particular de los que están en el extranjero, la asignatura de Educación para la Ciudadanía es un inconveniente que les podría quitar bastante del escaso tiempo disponible, y no digamos si los padres de esos son de ideología poco compatible con bastantes de los principios que subyacen al programa de la misma. Sí, es mi caso.

En España, muchos padres han optado por plantar cara a la asignatura por las bravas y objetar a la misma, con suerte variada. Yo, que en el fondo estoy de acuerdo con ellos y que posiblemente me hubiera unido a ese grupo de estar en España, tengo el inconveniente de residir en el extranjero, aunque mis hijos estén escolarizados también en España, por muy a distancia que sea, y de que el centro escolar no depende directamente de ninguna comunidad autónoma, sino directamente del Ministerio de Educación (o como se haya ido llamando a lo largo de todos estos años), de quien no puedo esperar simpatías objetoras en absoluto.

Educación para la Ciudadanía es una asignatura que trata de meter en las cabezas de los niños de once años en adelante cosas que presenta como verdades indiscutibles y que, en realidad, están más que sujetas a discusión. Una de ellas es el positivismo jurídico. Obviamente no lo llama así, ni lo presenta en toda su crudeza, pero lo va sacando aquí y allá, y muy especialmente cuando presenta el tema de los derechos humanos y de los derechos del niño. Para los que somos juristas, y además iusnaturalistas, cosas como ésas son difíciles de soportar. Hay más, claro. Los que somos católicos tenemos una explicación de las cosas que la asignatura omite por completo... dando otra en su lugar.

El problema se me planteó cuando Abi llegó a quinto de Primaria, y la asignatura apareció.

¿Objetar? Pfff. Teniendo en cuenta que el profesor de mis hijos soy yo mismo, las posibilidades de manipulación externa son totalmente nulas. A mis hijos sólo los manipulan sus padres, como debe ser.

- Abi.
- ¿Qué?
- Tienes una nueva asignatura este año. Se llama "Educación para la Ciudadanía".
- ¿Qué?
- "Educación para la Ciudadanía".
- ¿Y eso qué es?
- Es una nueva asignatura que han puesto en España para enseñaros cosas con muchas de las cuales no estoy de acuerdo.
- Ah...
- ¿Sabes lo que vamos a hacer?
- ¿Qué?
- No vamos a comprar el libro.
- ¿Y cómo voy a estudiarla?
- No la vas a estudiar.
- Ah... qué bien.

Ya sabía yo que esta parte de la conversación no iba a ser problemática. Además, uno se ahorra los quince euros del libro.

- Eso sí -continué-, aunque no tienes examen final, tienes que enviar unos trabajos.
- ¿Y cómo los voy a hacer, sin libro?
- ¿Qué te parece si te los dicto yo?
- Bien.

Toma, claro.

- ¿Y si no me lo sé y suspendo?
- Te daré un premio.
- ¿De verdad?
- En esta asignatura, sí.
- Me va a gustar mucho esta asignatura ¿Las demás son igual?
- No. Las demás siguen como siempre.
- Vaya.

Comenzaron a llegar los trabajos. La verdad es que la asignatura es traidorcilla: el 90% de su contenido es urbanidad, buenos modales y cosas con las que cualquiera que tenga sentido común va a estar de acuerdo. Y el 10% restante es donde te meten las pildorillas manipuladoras, escondidas en un bonito bosque. Hay que reconocerle el mérito a quien ha ideado la asignatura, porque el tío se lo ha currado un huevo.

- Abi, vamos a hacer "Educación para la Ciudadanía" - le dije un buen día.
- Vale ¿Me lo dictas?
- Claro, como habíamos quedado. Pero no hagas faltas de ortografía, que eso sigue estando mal.

La mayoría de las preguntas no eran muy polémicas: cuándo fue aprobada la Constitución, qué es la Constitución, cómo hay que portarse con los otros y algunas otras por el estilo. Incluso los que hicimos encaje de bolillos para no tener que jurar la Constitución cuando entramos en el Colegio de Abogados no estamos en contra de que la gente, incluyendo a nuestros hijos, sepa qué es y cuándo fue aprobada.

Pero había una pregunta puñetera: ¿Tienen la misma dignidad un príncipe y un mendigo? ¿Por qué?

- ¿Por qué, papá?
- Abi, un príncipe y un mendigo tienen la misma dignidad, porque los dos son hijos de Dios.

Evidentemente, ésa no era la respuesta que esperaba ver escrita el profesorado de la asignatura, que debió quedarse bastante descolocado al verla. A los pocos días llegó la corrección; la profesora, sin tachar nada, añadió una notita "... y porque los dos tienen los mismos derechos humanos."

Al final, he de reconocer que la asignatura me ha gustado. Por una parte, tienes oportunidad de explicar a tus hijos tu postura confrontándola con la postura contraria, representada por las correcciones del profesor, lo cual es mucho más didáctico, y más desde Rusia, donde los niños no leen la prensa española y no saben lo que se cuece por las Españas. Porque, sí, la corrección de la profesora sobre los derechos humanos tiene una cucharadita de positivismo, aunque quizá la propia profesora no lo sepa.

En segundo lugar, porque así les puedo poner unas puyitas a algunos profesores, como cuando tenía quince años. Y es que algunos no hemos cambiado tanto. Aunque, para puya, la que acabamos de meter entre Ro y yo. Pero ésa la dejo para la siguiente entrada.

A todo esto, a final del curso a Abi le pusieron un sobresaliente.

No sabía si pillar un cabreo o qué.

viernes, 2 de septiembre de 2011

El día del conocimiento

El 1 de septiembre, en Rusia, suceden muchas cosas y hasta se podría decir que el país se despierta de la modorra estival y se da de bruces con la realidad. La molicie, el buen tiempo, la ciudad de Moscú medio vacía... todo eso termina con el fin de agosto. El 1 de septiembre comienza el otoño, nada del 21 de septiembre, y a fe mía que este año ha sido de golpe y radical: si la víspera todavía hacía sol y calor, fue amanecer el día 1 y cubrirse el cielo de nubes, arreciar el viento y amontonarse las tormentas. Se supone que todavía queda el veranillo de San Miguel, que en ruso es el "Babye leto", pero su aparición es insegura, y hay años que no lo hemos visto.

Además, el 1 de septiembre, salvo que caiga en domingo, es el Día del Conocimiento (День знания), y debe felicitarse a los profesores. Hay que decir que más adelante, el 5 de octubre, tienen también su día especial, el Día del Docente (День учителя). Ese día no sólo hay que felicitar a los profesores, sino que es norma llevarles algún regalo, al menos a los que son profesores de niños pequeños. Se supone que el 5 de octubre es el Día Internacional del Docente, pero creo que fuera de estos países exsoviéticos ni siquiera los propios profesores lo saben.

El 1 de septiembre, el curso empieza. Al ir al trabajo, pasé por un colegio que está junto a mi casa, y el patio estaba repleto de niños con ramos de flores, vestidos de traje y acompañados por sus padres, mientras la directora, que se había hecho con un altavoz, daba a los padres primerizos indicaciones generales sobre el curso. La calle, que durante el mes de agosto había estado medio desierta, estaba ahora atestada de coches aparcados en segunda fila, hasta el punto de que ni con la bicicleta se podía pasar con comodidad.

El primer día, que es el 1 aunque caiga en sábado, todavía no hay clase. El colegio en pleno se desplaza a algún espectáculo, y en el caso de Abi, Ro y Ame éste solía ser el circo, que no queda lejos. Moscú tiene una oferta tan impresionante que da para alojar a todas las clases, ya sea en teatros, cines o circos.

Hasta ahora, los niños estaban en las dachas, haciendo el salvaje. Bueno, hacían el salvaje hasta que llegaron los videojuegos y las PSP; ahora están adocenados delante de la pantalla. Sea como fuere, todo padre con capacidad para ello les tiene fuera de la insalubre ciudad, aunque ellos estén trabajando y tengan que desplazarse a la dacha a diario, si está lo bastante cerca, o los fines de semana, si la cosa pasa de castaño oscuro. Nada distinto, por otra parte, a lo que ocurre en Valencia con el apartamento en la playa, o el Madrid con el chalé en la sierra. En Moscú, donde la playa más cercana está a setecientos kilómetros y la sierra más próxima hay que buscarla en algún lugar del sur de Polonia, el equivalente es la dacha.

Pero, el 1 de septiembre, todo el mundo está de vuelta ¿Todo? Casi todo. Por ejemplo, faltan Abi, Ro y Ame, que a estas alturas apuran su estancia en España, muy a su pesar, por otra parte. Y es que estos niños modernos pueden ser muy desconcertantes a veces. Hace un par de meses, y tras analizar el calendario, Alfina y yo llegamos a la conclusión de que sería una buena idea prolongar una semana la estancia en España y que las niñas llegaran a clase la semana siguiente, el día 12.

Casi nos matan, cuando lo proponemos.

- ¡No! ¡Quiero estar desde el primer día! - chillaba Ro.

Algo iba al revés. Se supone que los niños no quieren ir a estudiar al colegio, y que son los padres los que insisten en que asistan a clase y se esfuercen. Aquí, los propios padres les decían que podían quedarse una semana más de vacaciones, y las niñas, en lugar de aplaudir con las orejas, pillaban un cabreo espectacular.

La negociación llegó a un término medio. Cuando alguno de los tres ha pasado por primero, por su primer día en el colegio, hemos estado aquí el uno de septiembre sin falta, y así fue el año pasado; en éste, no dándose el caso, las niñas empezarán el lunes que viene. Y punto.

El que es totalmente normal es Ame. Cuando le dijeron que podía quedarse en España una semana más, y a diferencia de sus hermanas, decidió sacrificarse y obedecer. Es más bueno...

jueves, 17 de marzo de 2011

Economistas en pantalón corto

Lejos están los tiempos en que los escolares soviéticos desdeñaban la economía de mercado e ignoraban la ley de la oferta y la demanda, mientras se dedicaban con ahínco a especialidades ingenieriles y técnicas.

Hoy día, en Rusia les enseñan a los escolares, desde la más tierna infancia, rudimentos de economía que yo ni de lejos tuve en la mía. Así es como Ro, ser emocional, pero analítico donde los haya, se explayó durante la cena del otro día.

- Pues creo que en España todo estará yendo muy mal por la subida del petróleo.

- ¿Y tú cómo sabes que ha subido el petróleo?

No sé. Yo, a su edad, me preocupaba de coleccionar cromos de futbolistas, no de la cotización de las materias primas en los mercados internacionales.

- Pues porque como ahora en Líbilla...
- Libia.
- ¿Libia?
- Sí.
- Pues porque como ahora en Libia están en guerra, y producían mucho petróleo, y ya no lo producen, pues hay menos. Y ahora es más caro, y entonces en Rusia están muy contentos. Y seguramente en España, como no hay petróleo, es más caro aún y hay más crisis.

Estoy por dejar que se presente por mí a mi próximo examen de Microeconomía. Lástima que aún no la vea optimizando funciones trigonométricas.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Música docente

Habíamos quedado la penúltima vez, tras un comentario de Francisco, en que a los occidentales, mientras duró la Unión Soviética, se nos escamoteaba sistemáticamente la existencia del rock soviético.

La verdad es que no es la única cosa que se nos escamoteaba. Las autoridades soviéticas, y algo queda de ello en las rusas, tenían casi como costumbre ocultar las realidades desagradables hasta que no había alfombra suficientemente grande como para ocultar las vergüenzas. Nuestras profesoras nos decían que en la Unión Soviética no había Navidad, ni se utilizaba la palabra Dios; las autoridades decían que no había drogas, ni SIDA, ni todas esas vergüenzas occidentales; y hasta la explosión nuclear de Chernobyl fue ocultada hasta que los detectores suecos les pusieron en evidencia unos cuantos días después, y ahora nos consta que no fue el primer accidente nuclear, sino sólo fue el primero que no fue posible ocultar.

Hoy se siguen ocultando las vergüenzas todo lo que se puede, en una pose de "aquí no pasa nada" más falsa que un collar de diamantes de tres pesetas. Al que siga la prensa le parecerá que sólo hay atentados terroristas con víctimas en Moscú, y eso una vez al año; en realidad, hay atentados mortales prácticamente a diario en el Cáucaso, que simplemente se pasan por alto, porque ya han dejado de ser noticia. No es que oculten especialmente, es que ya ni siquiera se comentan. Se dan por hechos.

Lo curioso es que la música, aunque sea el rock, no es de por sí algo que deba ocultarse. Uno diría que a los jerifaltes soviéticos se les torcía el gesto cuando veían a los grupos de rock occidentales y pensaban que ni de coña iban a permitir una cosa así en su país... pero los rockeros soviéticos debían pensar de otra manera, y existían. Eran lo bastante hábiles para no comprometerse políticamente (Mashina Vremeni es todo un ejemplo de habilidad), pero no puede decirse que el régimen los promocionara mucho (ni poco) en el extranjero.

En nuestra clase de ruso, teníamos un casete, que hoy debe estar apolillado, donde nuestras voluntariosas, pero sumamente sumisas al Partido, profesoras, nos grabaron, en aquellos felices tiempos anteriores a la ley Sinde, todo tipo de melodías populares. Estaba "Podmoskovskie vecherá", la canción popular rusa por excelencia; había una buena serie de canciones bélicas, incluyendo "Katyusha" o "V put" (seguramente nuestras profesoras no contaban con la presencia de alemanes o elementos germanófilos entre el alumnado y, sin embargo...); otra serie de "shanson", baladillas empalagosas. Había unas pocas bandas musicales de películas populares, y aquí sí que hay que dar la razón al profesorado, porque las bandas musicales de las películas rusas son buenísimas y muchos rusos las conocen de memoria. Y, eso sí, de entre todas las posibilidades de poner rock, lo más parecido fue una, y sólo una, canción de Kino, ni siquiera de las más conocidas, y eso supongo que porque Viktor Tsoy, el líder de Kino, ya estaba criando gusanos. De Mashina Vremeni, Voskresenye, Akvarium o Nautilus no había ni rastro. Lo cual es una lástima, porque se trataba de aprender ruso, y las letras de cualquiera de estos cuatro grupos valen la pena.

Claro, uno llega aquí, y se encuentra con que las cosas no son exactamente como se las han contado. Que hay vida más allá de Iosif Kobzon y, lo que es más chocante, que la había en plena era brezhneviana. Estos tíos estaban ocultando unos grupos de música estupendos, como si les diera vergüenza su existencia, cuando lo que tenían que haber hecho era estar más orgullosos que un navarro después del quinto Tour de Induráin.

Sin embargo, hay dos cosas que pueden disculpar a mis profesoras. La primera, que vaya usted a saber lo que hubiera hecho un profesor de español en su lugar (a ver si pregunto qué hacen en el Instituto Cervantes).

Y la segunda, por lo que, al llegar aquí, me di cuenta que debía estar agradecido, es que no pusieron nada de Alla Pugachova. Uf.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Reseña de libros


Hace un par de semanas, apareció una entrada sobre los manuales que se emplean para la enseñanza del ruso en España. La entrada, basada en mi experiencia propia, no era muy elogiosa que digamos, y daba pocas esperanzas al comentarista que pedía consejos para aprender ruso en España.

Sin embargo, otro comentarista ha tenido la gentileza de compartir su experiencia y de recomendar un manual que conoce. Así que en la entrada de hoy toca hacer una pausa sobre mi experiencia con los hoteles de Tver y con el viaje organizado ruso en general, y ceder la palabra al comentarista, que aquí ha firmado con el seudónimo de Ditifet.

De la pág. 5 a la 40 hay una introducción general. De la 43 a la 67, Gramática. De la 67 a 223, Palabras y frases frecuentes. De la 225 a 302, Vocabulario básico. Todo el libro está escrito en ruso, salvo sus correspondientes traducciones al español y catalán de las palabras, frases, y vocabulario. En realidad está pensado para rusos que quieran viajar a España/Cataluña y necesiten tener unos conociemientos mínimos de palabras y expresiones elementales. Es de tamaño reducido, y cabe en bolsillos grandes.

Desconozco los manuales actuales que se utilizan en Rusia para aprender español, aunque hace algunos años pude ver dos de ellos. Además de parecerme métodos de tortura mental en lugar de libros de enseñanza, no creo que fuera posible aprender español con ellos, y sólo podían acarrear sentimientos de impotencia y frustración a sus víctimas. Así que a los amigos rusos que tenga interesados en aterrizar por España, pero que no deseen hacer un curso de español, en mi opinión les puede resultar de interés esta pequeña obra. También para aquellos que se establezcan para vivir en Cataluña, y quieran empezar a practicar el catalán.





  • 309 pàgines

    11,0 x 18,0 cm

    RUSTICA

  • Preu

    10,5 €

  • Referència

    OMAG758

  • ISBN

    9788482644653

  • Gènere

    -

  • Segell Editorial /
    Colecció



    LA MAGRANA



    VARIA

  • Data de publicació


    31/05/2003



Guia de conversa ruso - català -
castellà



MONTSERRAT BAYARRI



LOURDES MANS






  • RBA Libros
    ·



  • Qui som
    ·



  • Nota legal
    ·


  • Castellano


  • Es interesante que los catalanes se hayan esforzado en disponer de material en catalán para quienes quieran aprender ruso. Y no es malo, ni mucho menos; al contrario, me da la impresión que con frecuencia es mejor que los textos que sufrimos en castellano. Hace muchos años, pero muchos, ya ni recuerdo por qué, gané un premio en la Escuela de Idiomas, y la directora del departamento de ruso me hizo entrega del mismo. Por fortuna, el premio era flexible en su materialización.

    - ¿Tienes el Nogueira? (es un diccionario)
    - Sí, ya lo tengo.
    - ¿Y el libro de textos?
    - Pues también.
    - ¿Y los casetes (fijaos si hace tiempo) con canciones soviéticas?
    - Sí, también los tengo.
    - Ah, pero seguro que no tienes el diccionario catalán-ruso.

    Me quedé mirándola con cara de tonto, preguntándome para qué narices quería ella ese diccionario de catalán, puesto que hablaba tanto catalán como yo estonio. Supongo que la editorial se lo habría regalado, o que había que gastarse el presupuesto del departamento para compra de libros y no consiguieron encontrar nada mejor.

    - Pues no, no tengo el diccionario catalán-ruso.
    - Pues ahora sí que lo tienes.

    Y me entregó dos tomos de un diccionario catalán-ruso y ruso-catalán que me llevé a casa algo perplejo. Lo curioso es que luego los terminé utilizando, y que la verdad es que es un diccionario bastante mejor estructurado que el Nogueira y muy sencillo de manejar. Y, si supiera catalán, ya sería la leche, pero así y todo me ha servido de ayuda en muchísimas ocasiones, al menos hasta que dejé de lado los diccionarios bilingües.

    Así que ni mucho menos hay que mirar de perfil el libro que nos recomienda Ditifet por el hecho de que una parte esté en catalán. Al contrario, eso es una recomendación, porque en Cataluña deben tener unos departamentos de ruso muy buenos, porque les salen cosas muy notables y que pueden servir de mucha ayuda. Así que ahí queda la referencia.

    lunes, 24 de mayo de 2010

    Vivat academia, vivant profesores (y VIII)

    El siguiente estudiante era un chico rubio, de aspecto algo cohibido, media melena y semblante preocupado.

    - ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
    - Su nick - aclaré yo, más tranquilo.
    - Sokol-2000.
    - Vale, ¿el español es su primera lengua?
    - Sí.
    - ¿Y qué es lo que estudia usted?
    - Economía, especializado en mercados financieros.
    - Hombre, qué bien. Pues entonces sabrá lo que es el análisis técnico.

    Sokol-2000 sonrió.

    - Tuve una clase de eso ayer.
    - Pues qué suerte tiene. Venga, dígame qué es el análisis técnico.
    - El análisis técnico trata de decir el valor de un...
    - ¿Título valor?

    Sokol-2000, ya más preocupado, miró a Ludmila Marlenovna, que evidentemente era su profesora:

    - Как будет ценная бумага по-испански? (¿Cómo se dice "título valor" en español?)
    - ¡Ah! ¡Yo no se lo puedo decir!
    - Venga, sí, título valor, va usted bien.
    - Eso, título valor.
    - Entonces el análisis técnico trata de decir el valor de un título valor, ¿no es eso?
    - Sí.
    - O sea, igual que todos los demás métodos posibles.
    - Pues sí.
    - ¿Y qué es lo que caracteriza al análisis técnico?

    Silencio. Diríase que alguien se hubiera muerto.

    - A ver - continué - ¿Le suena de algo lo que es el nivel de soporte? ¿Y el nivel de resistencia?

    Sokol-2000 frunció el entrecejo tratando seguramente de escarbar en los conocimientos supuestamente adquiridos en esa clase que había tenido la víspera, pero parece que se la debió pasar escribiendo cartas a la novia, porque, lo que es atendiendo, como que no.

    - Sí, algo me suena... - dijo Sokol-2000, pero la verdad es que muy sincero no parecía.
    - ¿Le suena que el nivel de soporte es el nivel mínimo de las cotizaciones, que normalmente no bajan por debajo de él?
    - Ah, sí, sí, es verdad...
    - Entonces, ¿qué será el nivel de resistencia?
    - Será algo parecido.
    - Uffff.... dejémoslo. Pasemos al análisis fundamental.

    Le miré la cara a Sokol-2000, y abandoné la idea de pasar al análisis fundamental.

    - A ver, dígame algunos de los índices bursátiles más importantes.
    - ¿Índices bursátiles?
    - Sí, índices bursátiles.
    - ¿Cómo será que yo, que no soy economista, eso lo sé? - terció Ludmila Marlenovna - ¡Y estos chicos no lo saben!

    A Sokol-2000 le debió picar un poco el orgullo, y no me extraña, porque la pregunta no era para economistas especialistas en mercados financieros, sino para cualquier mortal que vea las noticias.

    - Bueno, conozco el Dow-Jones.
    - El índice de la bolsa de Nueva York, muy bien ¿Cuál más?

    Silencio.

    - ¿No conoce ninguno más?
    - También está el RTS.
    - ¿El RTS? ¿El de la bolsa de Moscú? ¿Ése está entre los más importantes del mundo?
    - Está entre los cien primeros.
    - Ah, sí, entre los cien primeros. Si le parece, vamos a centrarnos en los que están entre los diez primeros.
    - ¿Conoce, al menos, el de la bolsa de Tokio? - preguntó Ludmila Marlenovna, exasperada.

    Nada, Sokol-2000, especialista en mercados financieros, no conocía ninguno, salvo el Dow-Jones. Ni el Nikkei, ni el Nasdaq, ni el CAC-40, ni el DAX... nada.

    - A ver, por ejemplo, veamos el índice de la bolsa de Madrid, que se llama IBEX-35 ¿Podría decirme por qué cree que se llama así?

    Silencio. Ya puestos, renuncié a preguntarle cómo se calculaba. Me hubiera gustado que charlara sobre la forma de cálculo de los números índices, pero, una vez más, hay que comenzar por la cartilla y el catón, antes de pasar a mayores.

    - Bueno, Sokol-2000 - dijo Ludmila Marlenovna - su tiempo ha terminado ya ¡Y no le perdono que no pudiera mencionar el IBEX-35! ¡ Eso lo vimos en clase!
    - ¿Puede hacer pasar al siguiente? - pregunté.
    - Es que no quedan más. Yo era el último.
    - ¿Cómo? - se sorprendió Ludmila Marlenovna - ¿Y las chicas que había ahí a la entrada? ¡Había cuatro más apuntadas al concurso!
    - No quieren entrar. Dicen que tienen miedo.

    Sokol-2000 salió. Yo les pasé a las profesoras mis opiniones sobre el concurso, que, muy a mi pesar, fueron que el premio de español lo merecía Staedtler, quien, aunque obsesionado con la crisis griega (y eso que Zapatero aún no había confesado entonces que íbamos de pena, que, si no, menuda murga que iba a dar con España), desde luego era el que hablaba español con más fluidez. Si hubiera sido por el contenido, Nash era claramente el mejor y, de hecho, era el único que hubiera merecido aprobar, pero de español iba demasiado justo y Ludmila Marlenovna fue taxativa al decir que estaban calificando los conocimientos de español y no los de economía. Natalia Vladlenovna era partidaria de ponderar la nota con los conocimientos de economía, pero se veía claramente que la jefa no era ella y, en Rusia, las jerarquías son intocables.

    Salimos del aula donde había tenido lugar el concurso y vimos a cuatro chiquillas muy monas apartarse según pasábamos. Ludmila Marlenovna se encaró con ellas y les dijo:

    - ¿Cómo es que no pasaron?

    Las chicas se apartaron un poquito más y se encogieron de hombros un poquito mientras inclinaban la cabeza hacia un lado y miraban con sus ojitos, muy azules y tiernos, a los que pasábamos. Sólo les faltaba balar.

    Dejamos a Ludmila Marlenovna en el departamento de español. Natalia Vladlenovna me acompañó hasta la salida por los vericuetos de la universidad.

    - Esa pregunta de qué es la Economía les ha matado... - decía ella.
    - Pero es que es algo muy básico, y hay que empezar por ahí.
    - Y claro, las últimas lo han oído, y no querían entrar.
    - Bueno, qué le vamos a hacer.
    - El año pasado estuvo con nosotras en la sala un diplomático uruguayo, pero ya se volvió a su país.
    - ¿Sí?
    - Sí, sí, y he de decir que salió muy contento y que se quedó muy sorprendido de los conocimientos de los alumnos.
    - Jo, y yo.

    ***

    Y con esto abandonamos la universidad y, al menos yo, con un sentimiento de preocupación. Es verdad que, gracias a Dios, la UPM quizá no sea totalmente representativa de lo que son los estudios superiores en la Rusia actual, pero la caída a plomo del nivel es una realidad que no sirve para nada ocultar. La educación era una de las niñas mimadas en la URSS, y desde luego al sistema educativo soviético se le pueden hacer muchas críticas, pero le da sopas con ondas a la realidad actual, que en gran medida vive de las rentas de aquellos tiempos.

    Las rentas siguen siendo aceptables en carreras como física o matemáticas, en que el nivel soviético era alto, pero patina claramente en aquéllas en que el nivel era bajo incluso en tiempos soviéticos, y la economía está claramente entre ellas, con lo que no hay rentas que aprovechar.

    Peor todavía que las rentas menguantes ha sido la mengua de los haberes de los profesores, que han llevado a demasiados a corromperse. Lo cual es tanto peor, porque da un ejemplo pésimo a los alumnos, porque desprestigia a los profesores que contra viento y marea se han negado a venderse y porque, fatalmente, es relativamente fácil corromper lo limpio, pero es complicadísimo limpiar lo corrupto. No obstante, eso ya lo veremos, posiblemente, en otra ocasión, porque hoy se hace tarde.

    viernes, 21 de mayo de 2010

    In mundo fuere (VII)

    La siguiente alumna en entrar era monilla, de pelo castaño y aspecto simpático y risueño. Ni siquiera parecía nerviosa. Sería muy buena, con toda seguridad, para presentadora de televisión, en algún programa infantil, pero, como se trataba de Economía, íbamos a ver qué tal le iba.

    - ¿Cuál es su nick? - preguntó Ludmila Marlenovna.
    - ¿Su nick? - pregunté, sorprendido.
    - Sí, su nick.
    - Ah...
    - Chachi - respondió la chica.
    - ¿Chachi?
    - Sí.
    - Vale, vale... nosotros a lo nuestro... ¿Y qué estudia usted?
    - Economía y gestión de recursos humanos.
    - ¿Y su primera lengua es el español?
    - Sí, es el español - dijo con una sonrisa enternecedora que hubiera partido el corazón del más pintado. Y, ciertamente, lo hablaba razonablemente bien.
    - Venga, ¿y le gusta lo que estudia? ¿Le gustan los recursos humanos?
    - Sí, los recursos humanos me gustan mucho - y creo que me guiñó el ojo y todo. Me giré, por si el guiño era para las dos profesoras, pero no, parecía para mí.
    - ¡Qué bien! Bueno, pues hábleme de las teorías X e Y.

    Chachi dejó de sonreír y de guiñar ojitos.

    - Creo que no lo han visto en clase - repuso, en voz baja, Natalia Vladlenovna, desde mi izquierda.
    - ¿Que no han visto en clase las teorías X e Y?

    (¿Cómo? ¿Que algunos de ustedes tampoco saben lo que son las teorías X e Y? Pues miren, por ejemplo, aquí, y luego me dicen cuál es la teoría que siguen los jefes de ustedes. O ustedes, si tienen la fortuna de ser jefes de algo)

    - No. Eso lo deben dar en matemáticas.
    - En matemáticas, ¿eh? Creo que me gustará ir a esa clase de matemáticas... en fin, venga, vamos a cambiar de tema, ¿qué es la cartilla laboral, que en ruso se llama "trudovaya knizhka"?
    - Ah, sí, la trudovaya...
    - ¡Cartilla! ¡Hable en español! - terció Ludmila Marlenovna, como si fuera una falangista en la Cataluña de 1939.
    - Bueno, pues la cartilla... es una libretita que tiene el trabajador.
    - ¿Y qué pone en ella?
    - En ella pone lo que le pasa al trabajador.
    - Lo que le pasa al trabajador... ¿eh?
    - Bueno, lo que le pasa en el trabajo. Si entra, si sale...
    - ¿Y quién tiene la cartilla?
    - ¿El trabajador?
    - Noooooo.
    - ¿La unión profesional?
    - Nooooo.
    - ¿El empleador?
    - Preeeemio. Sí, mientras está trabajando, la cartilla se la queda la empresa. Cuando el trabajador es despedido o deja de trabajar de alguna manera en la empresa, entonces la empresa la sella y se la devuelve al trabajador.
    - Ah, sí.

    La cartilla laboral es un documento que todo trabajador ruso conoce (o debería conocer). Pero, claro, la chica es estudiante y es razonable que no lo sepa ¡Pero es que estudia para especialista en recursos humanos!

    - Bueno, vale. Ahora, dígame, en España, las leyes principales sobre el trabajo, el contrato de trabajo y el régimen laboral están en un texto legal que se llama Estatuto de los Trabajadores. Y, en Rusia, ¿dónde están las leyes sobre el trabajo?

    Silencio.

    - ¿No lo sabe?

    Más silencio.

    - ¿Le suena el Código Laboral? En ruso es el "Trudovoy Kodeks".
    - ¡Pero eso no es una ley! ¡Es un código! - repuso inmediatamente Chachi, un poco ofendida.
    - Claro que es un código.
    - Y usted preguntó dónde están las leyes sobre el trabajo. Y eso es un código.
    - Sí, es un código...
    - ¿Lo ve?
    - ... aprobado por una ley federal.
    - Ah...

    Después de esto, miré el relojito de arena, vi que su tiempo se había acabado y me ahorré contarle que el Estatuto de los Trabajadores español es un texto refundido aprobado por un real decreto legislativo. Y es que primero hay que comenzar por la cartilla y el catón, y luego ya iremos complicando las cosas.

    - Bueno, Chachi, ya se le terminó el tiempo. Ha sido un placer.
    - ¿Puede hacer pasar al siguiente? - añadió Ludmila Marlenovna.

    Chachi se retiró, y en su lugar apareció un pollo alto, moreno, con un estropajo rizado a guisa de cabellera, tirando a desaliñado y con pintilla de sobrado. Con unas gafas oscuras parecería recién salido de Woodstock.


    - ¿Cuál es su nick?
    - Staedtler.

    Éste se lo puso mordisqueando un lápiz, seguro.

    - Bueno, Staedtler, ¿qué es lo que estudia usted?
    - Economía internacional, y el español es mi primera lengua.

    Y tanto. Si no supiera que era ruso, lo hubiera confundido con un hispanoamericano.

    - Este chiquito - se apresuró a aclarar Ludmila Marlenovna - habla tan bien porque ha ido a una escuelita con español desde pequeño. Lo digo para que usted sepa lo que pasa.
    - Ah, vale. Ciertamente lo ha aprendido muy bien.
    - Gracias - dijo Staedtler, mientras se reclinaba hacia atrás en su respaldo y cruzaba las piernas. Chulito y sobradete, menuda joya. O joyita, como diría Ludmila Marlenovna.
    - ¿Y a usted qué le gusta estudiar?
    - Bueno, me interesa la economía internacional, porque muchas veces nos habían contado que Europa era lo mejor del mundo, y ahora estamos viendo lo que pasa con Grecia, en que se han visto en muchos problemas...
    - Sí, pero ...
    - ... porque el hecho de pertenecer al euro, no les ha defendido de la crisis. Siempre nos habían hecho creer que ahí iba todo bien y han terminado por caer finalmente, igual que los otros países, los PIGS.
    - No sé si debo ofenderme - dije, torciendo el gesto.
    - ¡No! ¡Claro que no! - exclamó Ludmila Marlenovna.
    - Sí, los PIGS que tienen una economía con muchos problemas y que finalmente se han venido a pique. Pues siempre nos habían hecho creer que eran un modelo para los demás, y se ha visto que no.
    - ¡Vale! ¡Pare ya!
    - Porque en Grecia se creían que con pertenecer al euro ya estaba todo hecho, y sin embargo ahora tienen que acudir a su rescate...
    - ¡Que pare!

    Con grandes dificultades, conseguimos encontrar un hueco para preguntar algo a Staedtler.

    - Vale. Ya veo que le gustan las crisis. Entonces...
    - Sí, porque los griegos parecía que habían...
    - ¡Que sí! A ver, en la crisis de 1997 y 1998, ¿cómo se produjo el contagio desde las economías asiáticas a la economía rusa?
    - En las crisis, el contagio siempre es muy rápido últimamente. Así es como los problemas de la deuda griega han acabado por afectar a otros países de la zona euro. Y eso que nos habían dicho que la zona euro era el paradigma de la estabilidad y que todo iba bien allí. Y luego nos hemos enterado de esto, de los problemas que tienen...
    - Pero yo le he preg...
    - Porque nos habían tenido engañados, pensando que aquello era el paraíso, y ya nos hemos dado cuenta de que no, de que también tienen problemas, y podría ser que en Rusia estuviéramos mejor que ellos.
    - ¿Y la crisis de ent...?
    - Porque parece que los griegos habían dicho mentiras al declarar sus cuentas públicas, y ahora tienen que bajarle el sueldo a sus trabajadores, porque las agencias de calificación les habían bajado el rating de sus bonos. Mientras tantos, aquí pensábamos hasta ahora que todo iba bien por allí.

    Staedtler se paró un momentín.

    - ¿Ya? - le pregunté.
    - Bueno, ahora se habla mucho de que la crisis se pasará también a otros países...
    - Vaaaaale, ya está bien.
    - ... que seguramente podrían ser...
    - ¡Que se calle!

    Staedtler, por fin, paró el carro.

    - A ver, una pregunta lingüística, y por curiosidad, ¿conoce usted el significado de la expresión "salirse por la tangente"?
    - "Salirse por la tangente", bueno, guarda relación con las salidas.
    - Ande, veo que ya ha acabado su tiempo, vaya a mirarlo al diccionario y verá qué sorpresa se lleva.
    - Ah, y dígale al siguiente que pase, por favor - añadió Ludmila Marlenovna.

    Staedtler salió.

    - A éste qué le pasaba, ¿que tenía una novia griega y le dejó? - le pregunté a Natalia Vladlenovna.
    - Creo que lo de la crisis no lo habían dado en clase.
    - Ya.

    miércoles, 19 de mayo de 2010

    Ubi sunt qui ante nos (VI)

    He de reconocer que , al igual que a la mayoría de los comentaristas de estas entradas, mi visita a la universidad, aunque fuera a la UPM (Universidad Pijísima de Moscú), me estaba resultando inquietante. Entre la economista que no sabía quién era Keynes, la contable a la que ni le sonaba el Plan General Contable ruso y el especialista en logística incapaz de localizar en un mapa una de las principales ciudades de Rusia, entre otros estudiantes a cual más desesperante, el panorama estaba siendo desolador.

    El siguiente en pasar fue un chaval bien peinado, de pelo castaño oscuro, ojos claros y vestido con una chaqueta oscura y un jersey de cuello alto, sin pretensiones. Parecía salido de una película soviética.

    - ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
    - Su nick - intervine.
    - Su niquito - me corrigió.
    - Nash.
    - Bien, Nash, ¿su primera lengua es el español?
    - ¿Eh?

    Creo que había hablado demasiado rápidamente. Le repetí la pregunta con más calma.

    - No - respondió con algún esfuerzo -. Mi primera lengua es inglés. Español es mi segunda lengua.
    - Vale ¿Y qué es lo que estudia usted?
    - Bueno. Hago estudios de Economía. Analizo cifras económicas.
    - ¿Macroeconomía?
    - Sí, Macroeconomía. Pero yo hago análisis para informes.
    - ¿Econometría?
    - ¡Sí! Econometría.
    - Vaya, vaya... así que Econometría.

    No pude evitar pensar, como siempre que escucho la palabra "Econometría", en el nefasto profesor Álvarez, catedrático que sacó la oposición por purísima casualidad y porque renunciaron todos los demás candidatos, para desgracia de sus alumnos, entre los que tuve la enorme desdicha de encontrarme.

    - ¿Y maneja usted el Eviews? - le pregunté a Nash.
    - ¿Eviews? Sí, sí, manejo el Eviews.

    El Eviews es el programa informático estrella de análisis econométrico. El incomprensible libro del profesor Álvarez estaba lleno de pantallazos del Eviews, un programa cuya licencia costaba un ojo de la cara y que, por tanto, los alumnos ni pensamos en adquirir, tanto más cuanto que era bastante factible, para lo que necesitábamos, trabajar en Excel o en algún otro programa gratuito.

    El profesor Álvarez tenía un libro de Econometría tan pésimamente escrito que, si la mismísima Econometría se hubiera puesto a leerlo, hubiera pensado que trataba de otra cosa. Eso suponiendo que pudiese tragarlo. Sus explicaciones eran tan peregrinas y tan mal redactadas que la pregunta no era cómo el profesor había llegado a catedrático de universidad, sino cómo había accedido a la universidad y hasta al instituto. De hecho, tuve que comprar otro manual para poder entender algo, aunque luego tuve que pasar por el suyo para hacer el examen como el profesor Álvarez quisiera.

    - Bien, pues me gustaría preguntarle qué es el ruido blanco.

    Nash se quedó pensativo.

    En Econometría, el ruido blanco es el residuo que queda tras aproximar una serie temporal con una ecuación. Es un proceso estocástico de media cero, autocorrelación nula y varianza constante. Al menos, así lo consideran todos los autores... menos el profesor Álvarez, que parte (o eso parece que pone su libro) de la definición en sentido estricto de ruido blanco en física, en que la varianza es infinita (si no lo es, la autocorrelación no es totalmente nula). Como en las series temporales económicas la varianza es imposible que sea infinita, la gente lo que hace es dejarse de purismos que no llevan a ninguna parte y trabajar con procesos que, al menos, tengan varianza constante. El profesor Álvarez no. Él tiene que liarlo todo, o no sería él.

    - El ruido blanco...
    - Sí, el ruido blanco.
    - Bueno, ruido blanco es lo que queda cuando ya hemos hecho una aproximación de serie temporal.

    ¡Dios mío! ¡Sabía lo que era! Su español era tirando a malo, pero ¡sabía de qué le estaba hablando!

    - Muy bien. Pero descríbame lo que es. Es uuuun...

    Nash calló.

    - Es un proceso - le apunté - ¿Cuál es su media? ¿Su desviación típica? ¿Su varianza?
    - ¿Media?

    A Nash le fallaba el español.

    - Venga, ahí detrás tiene una pizarra. Dibuje.
    - ¡No! - intervino molesta Ludmila Marlenovna - ¡Es una prueba de español! No se trata de un examen de matemáticas jugando con pizarritas.
    - Bueeeeno, venga ¿cuál es la media de las observaciones que forman el ruido blanco?

    Así lo entendió mejor.

    - Cero.
    - Bien, ¿qué más me puede decir?
    - Bueno, varianza es cero.
    - ¿Cómo?
    - Ah, no, varianza es cifra constanta.

    La varianza es constante. Tuve otro flashback con el malhadado profesor Álvarez y el suspenso que me llevé por decir exactamente eso. Un suspenso que no hubo manera de corregir. El único examen en toda la carrera en que pedí una revisión, totalmente en vano. El profesor Álvarez no revisaba los suspensos que ponía.

    - ¿La varianza es constante? ¿Seguro?
    - Sí, la varianza es una constante.
    - Pero hay autores que dicen que la varianza del ruido blanco es infinita.
    - ¿Infinita? No hay procesos con varianza infinita. No puede ser que varianza sea infinita.
    - Bueno, bueno, pero definimos el ruido blanco como el proceso estocástico de media igual a cero y varianza infinita.
    - Pero ruido blanco tiene varianza constanta.
    - Bueno. Pero entonces la autocorrelación de las observaciones no es nula del todo.

    Creo recordar que ése era el argumento del profesor Álvarez para negar la existencia del ruido blanco. Vamos, creo recordarlo y es cosa de saber si lo entendí bien o no. En todo caso, sin ruido blanco no se puede trabajar y quizá, en el caso del profesor Álvarez, eso hubiera sido lo mejor para el mundo.

    Como a Nash ya le había fastidiado bastante, le estuve haciendo algunas preguntas facilonas sobre qué asignaturas le gustaban más, y las respondió sin muchos problemas. Su tiempo terminó, ya entró la siguiente alumna.

    - ¿Cuál es su motito?
    - virginia.
    - ¿Y qué es lo que estudia?
    - Contabilidad.

    La prueba fue un desastre. Virginia no tenía ni idea del debe, del haber, de los activos fijo, del circulante, ni de nada. Cuando dirija la empresa de su papá, más vale que pongan un contable de verdad, aunque no haya estudiado en la UPM.

    Salió y, en lugar del nuevo alumno, entró nuevamente Nash.

    - Hola, he entrado porque he consultado libro.
    - ¿Sí?
    - ¡Mire aquí! Pone que ruido blanco tiene varianza constante.

    Y efectivamente. Allí, en la página que estaba señalando, en perfecto ruso, había una definición de ruido blanco en que decía que la varianza era constante.

    - Muy bien, Nash. Tiene usted toda la razón. La media es cero y la varianza constante. Yo estaba equivocado. Pero usted dijo al principio ue la varianza era cero, ¿verdad?
    - Ah, sí.
    - Venga, dibújeme un proceso con varianza cero en la pizarra.

    Nash tomó la tiza y trazó con decisión una línea horizontal recta.

    - Gracias, Nash. Me ha devuelto la fe en la Econometría.

    Nash salió, y yo me quedé pensando en el profesor Álvarez, que jamás corrigió una nota que hubiera puesto, ni una falta de ortografía, ni una coma entre el sujeto y el predicado.

    miércoles, 5 de mayo de 2010

    Post molestam senectutem (IV)

    Le dimos a Consuelito las gracias por su participación y le dijimos que hiciera pasar al siguiente. Quien entró era una chica rellenita, vestida de negro de arriba abajo, como la propia Consuelito, y con unos rasgos asiáticos que me hicieron pensar inmediatamente en que podría ser un vástago de la clase dirigente de las repúblicas sovietobananeras de Asia Central.

    - ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.

    La chica no dijo nada, sino que se quedó mirando con sus ojitos rasgados y poco perceptibles a Ludmila Marlenovna.

    - Que cuál es su motito - repitió.
    - Su nick - apunté yo, y la chica pareció reaccionar.
    - Estás - dijo.
    - Hay gustos para todo.
    - ¿Sí?
    - No lo sabe usted bien, Estás. En fin, ¿empezamos?

    Ludmila Marlenovna le dio la vuelta al relojito de arena y yo me sentí obligado a hacer a Estás la misma pregunta que a sus dos antecesoras, para que no hubiera discriminación.

    - ¿Qué es la Economía?

    Estás dirigió sus ojitos a la ventana, como si la respuesta estuviera escrita en el cristal; luego me miró a mí, pero no dijo nada.

    - ¿El español es su primera lengua extranjera? - pregunté, esforzándome por vocalizar.
    - ¿Primera?
    - Déjelo ¿Y qué estudia usted?
    - Economía.
    - Entonces, ¿sabe qué es la Economía?
    - Sí, sí, yo estudio Economía.
    - ¿Y no sabe que es la ciencia que trata de la asignación de recursos escasos?
    - ¿Qué?

    Miré con inquietud al reloj de arena. Todavía quedaba mucho tiempo.

    - A ver, ¿estudia Economía?
    - Economía.
    - Vamos a ver - dije lentamente - ¿Cuál es la influencia de Keynes en la ciencia económica?

    Estás se calló, mientras me miraba fijamente con sus minúsculos ojos, como si le estuviera hablando del moro Muza, y no del economista más influyente del siglo XX. Vamos, que ser economista y no conocer a Keynes es como estar casado con una colombiana y no beber café: sólo está al alcance de gente heroica. Yo, por ejemplo, sólo conocía a una persona casada con una colombiana y que no haya bebido café nunca; ahora también conozco una economista que no sabe quién es Keynes.

    - Creo que no lo han visto en clase - susurró, a mi izquierda, Natalia Vladlenovna.
    - Ya, ya...

    Y el relojito seguía haciendo caer, muy lentamente, la arena.

    - Bueeeno, ¿a usted qué es lo que le gustaría que le preguntara?
    - ¿Qué?
    - Mmmffff... estoo... ¿sabe lo que son las aduanas?
    - Sí.
    - Bien ¿Y sabe para qué sirven?
    - Para controlar las fronteras.

    Yo no le quitaba ojo al relojito, que, al fin, llegó a su final.

    - Huy, qué pena, ya se le ha acabado el tiempo. Muy bien, Estás, ¿puede decirle al siguiente que pase?
    - ¿Qué?
    - Es igual.

    Ludmila Marlenovna acompañó a Estás al pasillo y entró con otra chica, alta, risueña y con un vestidito de flores. Bueno, ya estaba bien de negro.

    - ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.

    La chica se quedó mirándola.

    - Su nick - apunté otra vez.
    - Eso. Su niquito - insistió Ludmila Marlenovna.
    - Anonym88 - dijo ella.
    - Vaya, ¿tiene usted veintiún años? - pregunté, para que la primera pregunta fuese realmente muy fácil
    - No. Tengo ventidós.
    - Seguro que los cumplió hace poco, ¿verdad?
    - Sí, en marzo ¿Cómo lo sabe?
    - ¿A que nació en 1988?
    - ¡SÍ! ¿CÓMO LO SABE?
    - Bueno, si su... motito es Anonym88, es probable que naciera en 1988.
    - ¡Sí! ¡Es verdad! ¡Me lo puse por eso!

    Ufff... Decidí esta vez no preguntar qué era la Economía. Por una vez que íbamos bien... bueno, o algo así.

    - ¿Y qué estudia usted?
    - Estudio Economía y Contabilidad.
    - Hombre, Contabilidad ¿Y le gusta la Contabilidad?
    - ¡Sí! ¡Es muy bonita!
    - Venga, pues hábleme de las PBU.
    - ¿Las PBU?
    - Sí, las PBU.
    - ¿Y qué es eso?

    Las PBU son veintiuna normas rusas que equivalen a lo que en España sería el Plan General de Contabilidad, e internacionalmente las NIC. Es decir, es algo que un estudiante de Contabilidad ruso tiene que manejar por purísima obligación básica, a no ser que sea de primero de carrera, tenga dieciocho tiernos añitos y aún esté desbrozando los conceptos básicos de activo, pasivo y neto. Pero es que Anonym88 ya contaba veintidós abriles, y a esa edad yo esperaba, iluso de mí, que debía estar más cerca de terminar la carrera que de comenzarla.

    - ¿No sabe lo que son las PBU?
    - No. Es que nosotros no damos contabilidad española.
    - Creo que no lo han visto en clase - me apuntó en voz baja, a mi izquierda, Natalia Vladlenovna.
    - A ver, Anomym88, las PBU son las Положения по бухгальтерскому учёту (Polozheniya po Bujgalterskomu Uchyotu)
    - ¡Eh! ¡Pero aquí debemos hablar sólo en español! - intervino vehementemente Ludmila Marlenovna.
    - Bueno, en todo caso las PBU no son contabilidad española y no me creo que una estudiante rusa de Contabilidad no sepa lo que son.
    - ¡Ah, sí! ¡Es verdad!
    - Y tanto que lo es. En fin, dígame cuáles son las diferencias más importantes entre las normas rusas de contabilidad y las normas internacionales.
    - ¿Diferencias?
    - Diferencias.
    - Bueno, pues las normas rusas de contabilidad son muy diferentes a las internacionales. Lo más importante es que las normas rusas están escritas en ruso, y las normas internacionales no.

    Supongo que debí abrir mucho los ojos.

    - Porque las normas internacionales están escritas en inglés. En eso se diferencian.
    - Claro... - acerté a musitar.
    - Ésa es la diferencia más importante.
    - Sí, sí... - aún me estaba recuperando del golpe -. Y, a ver, hábleme de los activos fijos.
    - ¿Los activos fijos?
    - Creo que no lo han visto en clase - me apuntó en voz baja, a mi izquierda, Natalia Vladlenovna.

    Miré nerviosamente al reloj de arena. Por fin se había acabado el tiempo.

    - Sí, pero, ¿sabe?, se ha terminado su tiempo.
    - ¡Ah, sí! ¡Es verdad!
    - Bueno, Anonym88, muchas gracias por haber venido ¿Puede decirle al siguiente que puede pasar?
    - Sí.

    A Anonym88 se le había acabado el tiempo... y a mí se me está haciendo tarde. Así que seguiremos con la serie más adelante. Pero ahora se acerca el Día de la Victoria y, como es casi tradición, ahora vienen un par de entradas más guerreras. Pero esta serie seguirá, claro que si.

    viernes, 30 de abril de 2010

    Post iucundam iuventutem (III)

    "La economía es la ciencia que estudia la asignación de recursos escasos"

    Cualquier manual de primero de Economía, tema I, probablemente página 1.

    La primera que pasó fue una estudiante algo más maquillada de lo que debería, alta y bastante bien parecida, salvo alguna irregularidad en las mejillas que quizá explicara su insistencia en el maquillaje. Se sentó delante de nosotros y cruzó las manos nerviosamente.

    - ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
    - ¿Motito? - pregunté.
    - Sí - explicó ella -. Los estudiantes no participan en el concurso con su verdadero nombre, sino con un mote. Un nick.
    - Ah, mira, como en internet.
    - Evalina - dijo la estudiante con voz tíiiimida.
    - ¿Y qué estudia?
    - Economía. El español es mi segunda lengua, después del ruso.
    - Bueno, pues vamos a empezar - Ludmila Marlenovna tomó un pequeño reloj de arena y le dio la vuelta.
    - Bueno, pues le voy a hacer una pregunta - dije a Evalina -. Hábleme de los períodos más importantes de la historia económica rusa.

    Todos conocemos, o eso creo, que Rusia pasó de una economía básicamente feudal hasta 1861 (liberación de los siervos), a una rápida industrialización hasta 1913, a una economía de guerra hasta, aproximadamente, 1922, en que se impone el modelo de asignación centralizada de recursos (con un breve período de NEP) propio del socialismo, hasta 1990. Desde entonces, podemos hablar a grades rasgos de una economía de mercado con precios libres y alguna intervención estatal.

    Bueno, yo pensaba que una estudiante de Economía rusa podría recitar eso de carrerilla, aunque fuera en español, que se supone que es su primera lengua extranjera.

    Pues parece que, en la UPM (Universidad Pijísima de Moscú), mis expectativas eran exageradas.

    - La historia económica rusa... - acertó a decir arrastrando las sílabas, antes de comenzar a mover la cabeza de izquierda a derecha.
    - Creo que no lo han visto en clase - me susurró, a mi izquierda, Natalia Vladlenovna.

    En España, historia económica se da en primero, para dar una culturilla general al alumno. Como vi que mal íbamos a poder calificar los conocimientos de español si no decía nada, pasé a otra pregunta:

    - ¿Qué es la inflación?

    Evalina me miró, y enseguida bajó la vista.

    - La inflación... bueno, la inflación... pues...

    La arena del reloj seguía cayendo. Evalina seguía callando.

    - Seguro que usted sabe que en agosto de 1998 hubo una crisis en Rusia ¿sabe usted cómo esa crisis, que venía de Asia, se propagó a Rusia?

    Los lectores de esta bitácora, por lo menos, han leído algo de esa crisis. Como mínimo una estudiante de Economía de la UPM, Evalina, ha prescindido en su formación de esas minucias ocurridas hace tanto tiempo.

    - Bueeeeno, ¿me podría decir que es una crisis?

    Evalina volvió a mirarme con ojos inexpresivos.

    - Una crisis... es cuando las cosas van mal.
    - Síii, claro, cuando van mal. Pero, ¿cómo se manifiesta eso en Economía?

    Silencio. La arena del reloj se había consumido. Yo esperaba que hubiera comentado algo del comportamiento de las variables macroeconómicas, de los ciclos económicos, e incluso, puestos a esperar, de las implicaciones micro de todo eso. Esperando me quedé.

    - Venga, una última pregunta: ¿Qué es la Economía?

    Evalina se me quedó mirando aterrada, como si estudiara Arquitectura en lugar de Economía.

    - No importa, déjelo. Al salir, ¿puede avisar al siguiente participante, para que entre?

    Evalina salió y, por fortuna, su examen, ese mal trago para todos nosotros, terminó. Entró una chica muy morena y risueña, vestida de negro.

    - ¡Hola! - dijo al sentarse.
    - ¿Cuál es su motito? - dijo Ludmila Marlenovna.
    - Consuelito - seguro que era alumna de Ludmila Marlenovna.
    - Venga, Consuelito, dígame, ¿qué estudia usted?
    - Empresariales, y el español es mi primera lengua.

    Y, efectivamente, se la veía suelta hablando.

    - Muy bien, Consuelito, ¿qué es la Economía?

    Consuelito se quedó mirando y su sonrisa se borró de su boca.

    - Bueno, pues la Economía es el estudio de las, o sea, relaciones económicas...
    - Pero no puede meter la defición en lo definido.
    - ¿Ah, no?
    - No.
    - ¿Por qué?
    - Porque, para eso, diga que la Economía es la Economía, y será cierto y exactísimo.
    - ¿Sí? ¿Y es eso?
    - Déjelo. Explíqueme la ley de la demanda.
    - No, yo estudio marketing, no soy jurista.
    - Ufff...
    - Creo que no han dado esto en clase - susurró, a mi izquierda, Natalia Vladlenovna.
    - ¿Que no han visto en clase la ley de la demanda? - pregunté aterrado.
    - No, no son juristas.

    Suspiré.

    - Pregúntele algo de marketing - sugirió.
    - De mercadotecnia, de mercadotecnia - añadió Ludmila Marlenovna, haciendo gala de su dominio del español económico.
    - Bueno, venga, hábleme de las cuatro P.
    - ¡Eso! ¡Las cuatro P!

    Consuelito se quedó mirando a su profesora:

    - ¿Son cuatro?
    - Bueno, él dice que son cuatro - respondió Ludmila Marlenovna.
    - Está bien, en la versión clásica son cuatro, pero modernamente les han añadido más. Dígame lo que sepa de las P, sean las que sean - dije yo, ya un poquito harto.
    - Bueno, pues eso... son... precio, muy importante el precio... promoción... huy, ¿cuáles más hay?
    - Es igual, dígalo en inglés, que en español hay una que no empieza por p.
    - ¡No! ¡En inglés no! ¡En español! - exclamó Ludmila Marlenovna.
    - Bueeeno, pues en español.
    - ¿Y cómo era en inglés? - preguntó Consuelito.
    - A ver, la que no empieza por P en español es "place", que en español solemos traducir por "distribución". - "Dios mío, ¿es que esto no va a terminar nunca?"
    - Ah, entonces, ¿ya he dicho tres?
    - Si usted quiere...
    - ¿Y sólo falta una? Es que no me acuerdo.
    - A ver, ha dicho precio, promoción y distribución. Le falta la más importante.
    - ¿Sí?
    - Sí.

    Consuelito se quedó parada, mirándome con una sonrisa de oreja a oreja.

    - Producto, Consuelito, producto. Le falta el producto. Si tiene precio y promoción, y está en el lugar adecuado, pero no tiene producto, no va a vender nada.

    Lo dije, y me la quedé mirando.

    Porque, bien mirado, quizá Consuelito fuera la prueba de lo contrario.

    miércoles, 28 de abril de 2010

    Iuvenes dum sumus (II)

    La UPM (Universidad Pijísima de Moscú) cuenta con un alumnado selecto como pocos. Mi llegada a la misma tuvo lugar en un atardecer nublado, pero seco. En el exterior del edificio principal, justo debajo de la señal de prohibido aparcar, había una hilera brutal de Lexus, Mercedes, Toyota y algún Maybach. Entre ellos, se distinguían dos o tres Volkswagen de gama alta, avergonzados por su modestia y medio ocultos entre los grupitos de chóferes. Sí, amigos, la UPM no es precisamente la Facultad de Filosofía de la Universitat de València, no. Allí es difícil encontrar un poste libre para atar la bicicleta. Aquí, no. Aquí hay poderío.

    - ¿Alfor von Buchweizen?
    - ¿Ludmila Marlenovna?
    - Sí. Le estábamos esperando dentro. Venga, venga, que le tenemos preparado el pasecito.

    Sí. A los establecimientos de enseñanza no puede pasar cualquiera, y mucho menos a éste, donde se agolpa la futura élite del país. Por tanto, aquí funciona un sistema de própusk, ése que ya vimos hace unos años. Documento de identidad por aquí, conversación de Ludmila Marlenovna con el segurata por allá, y Alfor von Buchweizen que pasa al templo del saber local.

    - ¿Había estado antes por aquí, Alfor?
    - No, no, es la primera vez- le dije en ruso.
    - ¡Oh! ¡Si habla ruso! ¡No esperaba que nos enviaran a alguien que hablara ruso! - dijo Ludmila Marlenovna en un español impecable, y ya seguimos en español, que está visto que le hacía ilusión.
    - Pues ya ve. Poquito a poco, uno que ha ido aprendiendo algo.
    - Fíjese. De todas formas, yo nunca me he arrepentido de dedicarme a la lengua de Cervantes.
    - Es que Cervantes la usaba estupendamente.
    - ¿Quiere dar una vuelta por la facultad, o vamos directamente al departamentito de español?
    - Estoy a sus órdenes.
    - Daremos un paseíto. Nuestros huéspedes suelen querer dar una vueltita por la facultad, porque les gusta ver a nuestras chicas, que son muy guapas.
    - Si no lo dudo... pero...

    Está visto que Ludmila Marlenovna, o no haría carrera en el Ministerio de Igualdad, o me ha visto una pinta varonil (y salidil) que pá qué.

    Dimos una vuelta por el mareo de pasillos que es todo edificio público ruso, incluso el más atildado, y llegamos al departamento. Por el camino, grupillos de estudiantes se quedaban callados a nuestro paso, saludaban con una inclinación de cabeza a Ludmila Marlenovna y me miraban con curiosidad. Jo. Y eso que no llevaba la bicicleta, sólo la mochila anarcorrojinegra.

    Al llegar al departamento, me presentaron a los profesores que había por allí. Un par de ellos se dedicaba al español económico; otro par al español jurídico, y otro par no sé muy bien a qué se dedicaba. Como la cabra tira al monte, y lo mío es el Derecho antes que la Economía, me puse a charlar con la profesora de español jurídico; pero se hizo la hora de empezar el concurso, y la profesora me dio una hoja con una serie de párrafos que parecían un temario de estudios.

    - Es para que sepa qué es lo que estudian los alumnos y les pueda preguntar.
    - Ah, vale...

    Comercio internacional, economía, marketing, algo de logística, mercados financieros internacionales. Esquemático, pero ilustrativo. Luego, en el concurso, no le eché ni un vistazo a la hoja, pero estaba visto que se lo habían currado.

    - ¿Vamos al concursito, Alfor?
    - Vamos.
    - Venga, Natalia Vladlenova, acompáñenos.
    - Voy.

    Una mi derecha, otra a mi izquierda, salimos del departamento y avanzamos bajo la atenta mirada de los estudiantes que respondían con monosílabos a los saludos que les digirían sus profesoras. Parecían cohibidos, los pobres. Claro, eran los que iban a participar en el concurso. A mí me miraban con una mezcla de pánico y curiosidad. Y eso que no llevaba la bicicleta, sólo la mochila falanjorrojinegra. Yo incluso diría que tenían más pánico que curiosidad. A saber qué les habrían estado diciendo sobre mí las profesoras los días anteriores. Pues se iban a c*g*r, lorito. Lo que les hubieran contado iba a ser poco comparado con lo que les iba a caer encima.

    Entramos en la sala del concurso. Me senté en el centro y ellas a los lados. Me daba la impresión de que esperaban que el que llevara la voz cantante fuera yo. Pues a cantar. Ludmila Marlenovna se levantó, abrió la puerta de la sala y dijo hacia fuera:

    - Que pase el primer alumnito. Comenzamos.

    lunes, 26 de abril de 2010

    Gaudeamus igitur (I)

    Nos encontramos en el departamento de lengua española de la Facultad de Economía Internacional de la UPM (Universidad Pijísima de Moscú). Dicho departamento asiste a los alumnos de la UPM que escogen como lengua extranjera, lógicamente obligatoria en la Facultad de Economía Internacional, nada menos que el castellano.

    - Natalia Vladlenovna, tenemos un problemita.
    - Diga, Ludmila Marlenovna.
    - Como usted sabe, dentro de poco tenemos el concursito de todos los años entre nuestros alumnitos de español.
    - Sí, sí, claro que lo recuerdo. Como que es dentro de una semana.
    - Sí, una semanita.
    - Eso.
    - Y, bueno, siempre invitamos a un nativo de español a que forme parte del tribunal. Un nativito, para que los alumnos respeten al tribunal. Porque si estamos nosotras, Natalia Vladlenovna, no nos respetan lo suficiente.
    - No nos respetan, no.
    - Son muy traviesitos...
    - Sí.
    - Y necesitamos que el nativito que venga sepa algo de Economía Internacional, para que pueda hacer preguntitas a los alumnitos.
    - Claaaro. Y la verdad es que nosotras sabemos mucho de español y un poquito de economía, pero no somos economistas. Somos lingüistas.
    - Bueno, pues se acordará del año pasado, cuando invitamos a ese diplomático uruguayo tan amable y tan exquisito. Pues le he vuelto a llamar para que nos dé una ayuda... una ayudita.
    - ¿Sí? ¡Qué bien!
    - No, el pobrecito ya no está en Moscú. Se acabó su período de estancia aquí y se ha vuelto al Uruguayito.
    - Qué pena... eran tan amable el señor ¿Y ahora qué hacemos?
    - Tengo un conocidito. Voy a llamarlo a ver si nos ayuda.

    * * *

    Ahora nos encontramos en Zons Ra, entidad dirigida con mano de hierro por ese conocidito del párrafo anterior, y en la que presta sus servicios (a cambio de un precio, no vayamos a creer) un servidor de ustedes (en este caso, gratis total). El conocidito, que a los efectos de esta bitácora atiende por Oskarl, conversa por teléfono con Ludmila Marlenovna. Acabada la conversación, se pone la mano en la barbilla y pronuncia una palabra:

    - Alfor...

    A continuación, el conocidito aprieta un botón del teléfono y le dice a su secretaria:

    - Frau Rottenmeyer, ¿podría ponerme con Alfor?

    * * *

    - ¿Que tengo que hacer quéeeee?
    - ...
    - ¿En la UPM? ¿La Universidad Pijísima de Moscú?
    - ...
    - Sí, ya sé que soy español y economista, pero, ¿qué c*j*n*s pinto yo por allí?
    - ...
    - ¿Que las profesoras quieren tener un nativo entre el tribunal para que los alumnos respeten al tribunal, y que no les respetan a ellas? No me extraña. Para que los alumnos de la UPM respeten a alguien, tiene que conducir un Lexus, por lo menos.
    - ...
    - No, Lexus no. Yo voy en bicicleta.
    - ...
    - ¿Que ya le ha dicho que sí? ¿Y no podría ir...? Leche, ha colgado.

    * * *

    Una semana después, me dispongo a volver a la universidad, aunque sea una universidad tan exclusiva como la UPM. En la próxima entrada sigue la serie.

    viernes, 16 de abril de 2010

    Stalin está de vuelta (II)

    En España, no hay un solo maestro en su sano juicio al que se le ocurra reunir a los padres y decir algo así como:

    - Pronto va a ser el 1 de abril, y se me ha ocurrido que podríamos celebrar el Día de la Victoria. Ya hace tiempo que terminó la guerra, pero seguro que los niños tienen algún abuelito que estuvo haciendo cosas importantes durante la misma. He pensado que los niños podrían hacer un trabajo sobre sus abuelos que estuvieron en la guerra y entregarlo antes de la celebración.

    Vamos, si hay algún maestro español tan insensato como para pronunciar la frase de arriba, que me lo presenten, que quiero verlo. En España, inmediatamente, una comisión de padres iría a la dirección del colegio a ponerlo verde. Y, si por algún hado misterioso, semejante actividad llegara a realizarse, con toda seguridad iba a acabar por haber tortas entre los alumnos, que son mucho menos políticamente correctos que sus padres y que llaman al pan, pan, al vino, vino, al facha, facha, y al rojo, rojo.

    Pues, en Moscú, Rusia, por lo visto, tal frase fue pronunciada durante una reunión de padres que tuvo lugar la semana pasada, por parte de Galina Sergeevna, maestra cincuentona y tradicional, sin parar mientes en que más de uno de sus interlocutores, un par de décadas más jóvenes que ella, son de palos muy diferentes.

    Y es cierto que en España las cosas son bastante distintas y que la versión española de "la guerra" fue una guerra entre españoles y en Rusia, en cambio, fue contra un invasor exterior, con lo que españoles había en nuestra guerra a ambos lados de la trinchera, mientras que los rusos estaban básicamente (con excepciones, no se vaya a creer) solamente en uno.

    Por una cuestión de horario, no pude ir a esa reunión de padres, así que Alfina se presentó allí y se encontró con el pastel:

    - ¿Y qué puede hacer Ro?

    Galina Sergeevna debió rascarse la cabeza. Eso de tener a una española en clase es una complicación innecesaria. Menudo fastidio. Esos países neutrales...

    - Bueno, pues en España también hubo una guerra. Seguro que también Ro tiene abuelos que estuvieron allí.

    Ya estamos. Esta buena mujer, como todos los rusos de su generación, opina que los soviéticos fueron a ayudar al pueblo español en su lucha contra el fascismo, cuando lo cierto es que los soviéticos fueron a ayudar al pueblo español en su lucha contra... el pueblo español. A ver si se creen estas buenas gentes que el ejército que tenía enfrente el "pueblo español" estaba compuesto exclusivamente por extranjeros. Y digo los de esta generación de cincuentona para arriba, porque los más jóvenes directamente ignoran todo lo relativo a la guerra española, lo cual, por otra parte, casi que es mejor.

    Jo, con lo fácil que hubiera sido comentar las guerras púnicas, que no le molestan a nadie. Pues no, a liarla.

    Sobre a lo que ocurrirá con ese trabajo, es difícil saber lo que nos tiene deparado el destino y si habrá alguien más mosqueado con la cuestión. Entre los rusos no es demasiado infrecuente encontrarse con apellidos de origen alemán (en clase de Ro hay por lo menos uno), así que es posible que alguno de los ancestros de quienes llevan esos apellidos fuera deportado por Stalin a las estepas asiáticas. También podríamos encontrarnos con descendientes de aquellos soldados soviéticos que fueron hechos prisioneros en acción de guerra por la Wehrmacht, internados en campos de concentración alemanes y, una vez terminada la guerra, enviados directamente a campos de concentración soviéticos "por haber colaborado con el enemigo". Así, con un par.

    En cuanto a Ro, la verdad es que entre sus antepasados contemporáneos de la guerra el pedigrí partisano escasea, y el único que intervino en la segunda guerra mundial lo hizo en el lado de la trinchera que menos le mola a Galina Sergueevna. Así que, entre decir la purísima verdad y que me señalen a la niña todos sus compañeros, o pasar ampliamente del trabajo y arrostrar las consecuencias académicas que correspondan, casi que es preferible lo último.

    Bueno, eso, o inventarse una trola y decir que Ro es la bisnieta secreta de Stalin. Quizá sea lo mejor, porque, en un país que tiene en su historia impostores tan logrados como los dos falsos demetrios o la supuesta princesa Anastasia Romanova, igual va y cuela.

    miércoles, 14 de abril de 2010

    Stalin está de vuelta (I)

    Tenemos de vuelta a Stalin, cachislamar. Se aproxima el 9 de mayo, consabido día de la victoria, y con esta fecha se aproxima también la conmemoración de una de las dos cosas elogiables que Stalin hizo. La otra fue cesar a Yezhov (el simpático chico de la foto) antes de que dejase el país completamente deshabitado. "Cesar" es un eufemismo. En aquel tiempo, los ceses no te los llevaba el motorista, como hacía Franco, sino el enterrador.

    Sin embargo, lo más destacado que ha ocurrido en Rusia en el siglo XX ha sido la victoria en la Gran Guerra Patria. El resto ha sido una sucesión de bofetones, una guerra civil, un régimen alienante y un final de siglo donde a la mayor parte de la población les dieron el timo del tocomocho repetidamente y encima les dijeron que ahora mandaban ellos. Así que a la población sólo le quedaba el consuelo de conmemorar repetidamente la victoria sobre los malvados fascistas. La conmemoración no aliviaba la insatisfacción del estómago, pero al menos daba buen rollo.

    Ahora, hemos dado un paso más adelante y nos acordamos del que entonces era el líder del proletariado mundial y jefazo de la Unión Soviética. En realidad, era el Secretario General del PCUS, no el jefe del Estado. Ése era Kalinin, que era tan irrelevante que, en la definición del dicccionario de "marioneta", deberían haber puesto una foto suya, para que todo el mundo comprendiera bien el significado de la definición. Pero el PCUS y el Estado se habían identificado tan bien mutuamente que eran la misma cosa y no dejaron de serlo hasta que, en 1992, desaparecieron los dos al unísono, para bien del mundo. Cierto es que lo que vino después pudo ser muchísimo mejor, pero lo que se quedó en el pasado era lo bastante malo como para no lamentar en absoluto su desaparición.

    Sin embargo, Stalin está de moda. Tanto, que Luzhkov, nuestro bienamado alcalde, va a colocar cartelones con su efigie coincidiendo con el 9 de mayo, eso sí, procurando que no se vean desde la Plaza Roja, donde en el desfile militar van a participar por vez primera soldados extranjeros, lo nunca visto, e incluso del enemigo de toda la vida, los Estados Unidos.

    Creo que cualquiera que haya leído hasta aquí habrá comprendido que Stalin no me mola pero ni un poquito, y que el haber ganado la guerra a Hitler no le justifica todas las burradas que hizo. Porque, con la Gran Guerra Patria (en el resto del mundo, segunda guerra mundial), en los choques entre comunistas soviéticos y nazis alemanes, me pasa algo parecido a lo del fin de semana pasado, con el Madrid - Barça: ¿Es que no hay manera de que pierdan los dos?

    Sin embargo, el hecho de que no me mole ni un poquito no significa que esté visceralmente en contra de que celebren al Generalísimo como prefieran. Sí, al Generalísimo, porque, en Rusia, el Generalísimo no es Franco, como en España, sino Stalin. Ya tienen algo en que parecerse esos dos, además de en la estatura.

    Vamos, que, por mí, como si les da por conmemorar la destrucción de Nínive o la batalla de los Campos Cataláunicos. Mientras no me toquen las narices, a mí me trae completamente sin cuidado. Eso sí, mientras no me toquen las narices.

    Pero he aquí que me las han tocado. Eso ocurre cuando una maestra de escuela, por más señas de Ro, decide implicar a los niños en una actividad alusiva sin parar mientes en que su clase es menos homogénea de lo que piensa. Actividad cuya descripción queda para la próxima entrada.

    Porque hoy, joroba, se hace tarde.