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lunes, 17 de marzo de 2025

Con calma

Decíamos en una de las últimas entradas que las cosas en palacio van despacio. No se diría sino que Bélgica entera es un gran palacio, porque la cachaza, la calma y la parsimonia no son patrimonio único del sector público, sino que se extiende a todo el paisanaje, público, pero también privado. No ya la justicia, sino que todo hijo de vecino se toma las cosas con muchísimo tiempo.

Eso incluye a mi vecino. Bueno, es mi vecino porque es el dueño de la casa con la que tengo la... desdicha, me temo, de compartir pared medianera, pero en realidad no vive ahí. Quien vive es una familia anglo-germana con la que no tengo demasiado contacto, como ya sabemos, pero que no son propietarios.

En agosto de 2021, que ya ha llovido desde entonces, se me inundó el semisótano de la casa, principalmente a causa de las tormentas torrenciales que dejaron Bélgica convertida en una enorme piscina, pero también a que un desagüe estaba obstruido y ya se sabe que el agua siempre encuentra un camino por el que discurrir. Ahora bien, las tormentas y la obstrucción del desagüe no fueron la causa exclusiva del desaguisado, cosa que se comprobó nuevamente en agosto, pero de 2022, cuando una noche cayó nuevamente una tormenta fortísima y al levantarme por la mañana me encontré el semisótano inundado de nuevo, a pesar de que mis desagües funcionaban esta vez a la perfección.

La causa evidente, porque la pared medianera, llena de chorretones marrones, así lo atestiguaba, eran filtraciones desde la vivienda vecina, así que contacté con el entonces vecino alquilado, que me pasó los datos del propietario, y después de mucho sudar conseguí que hiciera un apaño y sellara la baldosa que rodeaba la entrada del desagüe de su jardín.

A mí no me parecía que allí estuviese la causa de las humedades en mi semisótano, pero me tuve que conformar con el apaño. La humedad seguía allí, y hasta aparecía moho cuando uno se despistaba demasiado y no ventilaba suficiente, pero por lo menos no había inundaciones.

Bueno, eso fue hasta agosto, pero de 2024, en que llovió nuevamente con la suficiente fuerza como para que mi semisótano reapareciera inundado y volvieran a presentarse los manchurrones marrones sobre la pared medianera. Hay que decir que la vivienda vecina está algo más elevada que la mía y que, al otro lado de donde yo tengo un semisótano, en la suya no hay más que tierra. Y, como el agua no va hacia arriba salvo por obligación, todo hacía indicar que sus desagües tenían una fuga importante y el agua había decidido aliviarse, precisamente, hacia mi vivienda.

Estamos bien entrado marzo de 2025, mi vecino me ha dado buenas palabras no sé cuantísimas veces, han pasado dos expertos y dos compañías de seguros a examinar el semisótano, sus cañerías, las mías, y algo que debía estar arreglado desde 2022, cuando se vio venir por primera vez que el problema era serio, parece que sólo va a empezar a resolverse definitivamente el mes que viene, con suertecilla. Lo siguiente ya es tratar de usar una cuña de la misma madera y enviarle, no mis padrinos, como haría en el pasado, sino mis abogado, a ver quién es más lento, si la justicia belga o él.

A ver si mis nietos pueden ver el asunto terminado o tengo que malvender una casa con humedades antes de pasarle el marrón a quien venga detrás.

domingo, 2 de marzo de 2025

Mas cosas de palacio: el paisanaje

Cuando me senté en la antesala, por allí no había demasiada gente. Es verdad que me puedo imaginar planes más apasionantes que asistir a una vista judicial en materia civil. Una abogada joven estaba repasando con su defendido los documentos del caso que les ocupaba; supongo que estaban preparando la defensa, o la acusación, quién sabe. La abogada vestía la toga que visten los abogados de aquí y que es un poco diferente a la que se usa generalmente en España, con ese tejido blanco que les cae sobre el pecho. Hubiera quedado incluso elegante de no ser porque se le adivinaban los vaqueros en la parte más cercana al calzado, que no eran unos zapatos sino unas zapatillas de deporte. Arreglada, pero informal.

Su defendido era un hombre entrado en años, algo desaliñado, que por lo que pude entender mientras esperaba allí se las prometía muy felices, pero ahí acaba todo mi conocimiento del caso. La abogada asentía regularmente con la cabeza, mientras su cliente elucubraba una y otra vez sobre las intenciones de la contraparte.

En esto, la abogada reconoció a alguien que entró con paso mesurado y calculado, todo él prestancia, y se sentó no lejos de donde estábamos. Se trataba de un abogado, con su correspondiente toga, de estatura mucho más que mediana, más afeitado que un espejo y cabellera canosa pulcramente peinada hacia atrás y engominada con tal cuidado que no se salía un pelo del sitio. Se le podría echar unos cincuenta años, pero también podría ser que aparentara más de los que realmente tenía. Lejos de la informalidad de la otra abogada, bajo la toga llevaba un pantalón de traje, y de traje caro, así como unos zapatos, no menos caros, clásicos, sin una mota de polvo; tenía un maletín de cuero de precio parecido al resto de sus complementos y, en general, exudaba respetabilidad por todos los poros.

En cuanto lo vi, supe que no nos íbamos a llevar bien.

La abogada se excusó con su desaliñado cliente y se acercó a su colega.

- ¡Profesor De Wet! ¿Cómo está?

- ¡Ah, qué agradable sorpresa! Bien. Estoy llevando un caso que parece bastante sencillo, pero está tardando mucho. Ya lo han aplazado dos veces por enfermedad del juez. A ver si lo terminamos hoy ¿Y qué tal está usted?

- Bien, ahora trabajando de pasante en el despacho de Maître Scheidincx.

- Buen sitio. Ya veo que se dedica a la rama del Derecho que aprendió conmigo en la universidad.

- Pues sí ¿Es muy complicado el caso que lleva hoy?

El profesor De Wet, que, en cumplimiento de la estricta política de anonimato de esta bitácora, no es el verdadero nombre del personaje, se puso a explicar su interpretación del caso que llevaba, lo cual quizá haya sido un poco imprudente sin saber si la contraparte estaba por allí cerca. Pero, claro, como era tan evidente el resultado, y no se veía a ningún togado más por las inmediaciones, apenas se le puede reprochar.

En éstas estábamos, cuando se abrió la puerta de la sala en la que estaba citado para la vista y salió de ella una señora también como de cincuenta años, que resultó ser lo que en España llamaríamos una ujier, que iba vestida de calle, con un jersey y un pantalón normalitos, como yo mismo. Exclamó un nombre y el profesor De Wet se levantó, indicando que se trataba de la parte que él representaba. Exclamó otro nombre, de hecho, exclamó el mío, y yo me levanté.

- Dat ben ik! (Ése soy yo) - dije.

Siguió una breve conversación en un neerlandés bastante mejorable por las dos partes. En Bruselas, ciudad al menos teóricamente bilingüe, hay dos órdenes jurisdiccionales, francófono y neerlandófono; siempre en teoría, el demandado puede elegir lengua. Nos encontrábamos en el tribunal francófono, que era donde se había presentado la demanda. En Bruselas, los neerlandófonos hablan el francés correctamente, porque no hay más remedio y hay que comunicarse con la mayoría de la población; los francófonos, en el mejor de los casos, consiguen balbucir algunas palabras en neerlandés a duras penas. La ujier estaba en este segundo caso.

El profesor De Wet, que resultó ser francófono hasta la médula, me identificó como la parte adversaria, se me dirigió y siguió una conversación tirando a tensa, hasta que fuimos llamados a la sala. Cada cual ocupó su puesto y aquí nos encontramos con una diferencia muy importante entre la justicia en Bélgica y en España. Así como en España hay que ir a cualquier sitio con abogado y procurador, en Bélgica no es obligatorio estar asistido de abogado (y el procurador yo creo que ni saben lo que es). Hay que reconocer que, en este punto, Bélgica nos saca algo de ventaja. Yo todavía no he conseguido comprender qué aporta un procurador que no pueda aportar el propio abogado y tengo la certeza de que los propios procuradores, en privado, tampoco lo comprenden, pero claro, ellos nunca te lo dirán hasta que se jubilen (a mí me lo confesó una procuradora jubilada). Lo de la defensa letrada obligatoria es otra cosa, pero me da a mí que está pensado sobre todo para conveniencia de los jueces, los cuales de esta manera se aseguran de tratar con alguien que domine la jerigonza jurídica.

El caso es que yo no estaba asistido de abogado y me senté en el lugar destinado a las partes, delante del estrado. La contraparte era todo lo contrario: no había más que abogado, representante, que se situó en la parte destinada a la defensa letrada, mientras que el lugar destinado a la parte demandante quedó vacío. En esta asimétrica situación comenzó la vista.

El juez, por su aspecto, parecía recién salido de la universidad. Era un chaval delgado, al que la toga le quedaba algo grande, con gafas, flequillo abundante y una pinta de yogurín empollón que tiraba para atrás. A su lado estaba el secretario judicial, también con su toga, de edad algo mayor que el juez, pero que no dijo una palabra sino para fijar la siguiente vista.

Viendo al juez y viendo cómo actuó, cosa que no es cuestión de esta entrada, uno comienza a comprender de dónde sale parte de los males del sistema judicial belga. Como ya vimos, uno de los puntos débiles es que la profesión judicial es poco atractiva, cosa que supongo que tiene que ver con el prestigio de la profesión. Yo pensaba que también con la remuneración, pero resulta que el salario mensual bruto de un juez novato, como evidentemente era el caso de quien tenía delante, es de 6.500 euros brutos, que le parecerá muchísimo al español estándar, pero estamos en Bélgica, así que la cantidad contante y sonante que puede ingresar será de unos 3.500 euros todo lo más, a no ser que tenga deducciones por lo que sea. Cuando los políticos españoles (los de izquierdas, principalmente) dicen que la presión fiscal en España no es tan grande comparada con la de otros países de Europa, supongo que piensan en países como éste en el que vivo.

A partir de ahí, uno ya puede decidir si eso es mucho o poco. De momento, es mucho más que en España, donde por otra parte es mucho más difícil acceder a la profesión de juez, pero parece que en Bélgica tienen dificultades para encontrar gente que quiera desempeñarla, no entiendo muy bien por qué. El nuevo programa de gobierno incluye un capítulo destinado a la justicia en el que habla de hacer más atractivos los empleos relacionados con la misma. De lo que no habla es de la aceleración de los procedimientos judiciales.

Pues debería. El procedimiento en cuestión, que ya llevaba aplazados dos señalamientos, todavía terminó durando un buen tiempo más, y eso sin contar la fase de ejecución ni los posibles recursos, que nadie interpuso en esta ocasión y que hubieran enviado el procedimiento quién sabe a qué marco temporal.

Y luego me quejo de que se me hace tarde.

miércoles, 26 de febrero de 2025

Las cosas de palacio

Bélgica es un país parsimonioso, cuyos residentes harán bien en mostrar paciencia en todas sus empresas. Nunca hay prisa por hacer las cosas y, aunque creo que en esta bitácora se han visto ya suficientes ejemplos de la cachaza con la que se trabaja, no está de más recopilar varios de ellos y añadir alguno.

Esto viene a cuenta por varios motivos, pero uno de ellos es mi asombro por la acelerada actividad del nuevo presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump. El contenido de las medidas que está tomando no debería ser una sorpresa para nadie, porque es bastante coherente con lo que ha ido anunciando a lo largo de todos estos años. Uno puede estar más o menos (o nada) de acuerdo con ellas, pero lo que es indudable es que no ha esperado nada a adoptarlas. Apenas ha pasado algo más de un mes en el cargo y ya ha puesto patas arriba un montón de sectores de la actividad pública que parecían imposibles de zarandear. Uno de ellos es la política exterior, donde parece que el sistema de contrapesos del que presume la democracia estadounidense no funciona bien, o no funciona en absoluto, pero sobre eso y sobre las implicaciones que tiene eso en el transcurso de la guerra que implica a Rusia ya vendrá una entrada dentro de poco. Después de todo, los primeros siete años y las primeras mil entradas de esta bitácora transcurrieron en Rusia, así que qué menos que preocuparse un poco de lo que esté pasando por allí.

En Bélgica, entre los políticos, no hay nada ni medio parecido. Siete meses han tardado, no ya en tomar medidas, sino en formar gobierno, y no es ni mucho menos la vez que más se han demorado en hacer tal cosa. Tienen, como acabamos de ver, un documento de doscientas páginas que han conseguido parir con pena y trabajo y en el que a duras penas se esboza una parte mínima de las reformas que le harían falta a Bélgica, que además tardarán, porque los conocemos, una eternidad en poner en marcha, suponiendo que lo consigan, cosa que me temo que es mucho suponer.

La lentitud no se limita a la política. Uno de los puntos del programa de gobierno belga en materia de justicia consiste en tratar de convertir la profesión de juez en algo suficientemente atractivo, porque se ha detectado que ahora no lo es. Efectivamente, doy fe de que con la justicia hay un problema en Bélgica, el cual no creo que se limite al supuesto poco atractivo de la carrera judicial.

El propio palacio de justicia no ayuda demasiado. Ya fue el protagonista de una entrada hace unos años y nada hace pensar que las cosas hayan mejorado lo más mínimo. Bastantes juicios se celebran fuera de allí, por ejemplo en el edificio colindante, de aspecto bastante anodino y funcional, que es donde tuve que personarme para participar en un juicio en calidad de parte. No, no es plato de gusto, pero uno no elige en este punto la dieta que le toca, así que no hubo más narices que desplazarse hasta allá. Hay que decir que desde la demanda a la primera vista real transcurrió más de un año, tras dos aplazamientos motivados por sucesivas enfermedades de los jueces que tenían que haber presidido las vistas de marras. Como ya sabemos, o deberíamos saber, el sistema sanitario belga no pone muchas pegas a la hora de conceder bajas laborales y supongo que mucho menos si el paciente es juez, porque ya se sabe que arrieritos somos, y en el camino nos encontraremos.

No va esta entrada del fondo del asunto, ni irá ninguna en el futuro, así que nos vamos a quedar en la forma. Uno pasa la puerta giratoria y presenta la citación a la celadora, que detrás de un cristal de seguridad le dice a uno a qué sala debe dirigirse. Bueno, eso si hay vista, porque en los casos de los aplazamientos lo que me dijo fue que me volviera por donde había venido, que ya me avisarían cuando se me convocara de nuevo. Lo del correo electrónico para avisar de estos pormenores y ahorrarse un viaje, como que no. En el membrete del juzgado hay una dirección de correo electrónico, pero yo creo que sólo funciona para recibir, y aun lo que se recibe carece de validez legal, me temo.

El control de seguridad es como en cualquier edificio público, con un grupito de seguratas charlando mientras tus cosas van pasando por el escáner. Como no llevaba nada fuera de lo normal ni mínimamente sospechoso, pasar seguridad fue engorroso, porque el invierno le hace a uno llevar una serie de complementos que en verano no son necesarios, pero sencillo.

Tras una nueva puerta giratoria y unos cuantos pasillos, se llega a la antesala de la sala de vistas, donde uno se sienta en un banco, al lado de donde se supone que va a ser recibido, y puede ver el paisanaje que se reúne allí, que no tiene desperdicio. Pero, como se hace tarde, la descripción del paisanaje y de la propia sala y sus ocupantes quedará para la siguiente entrada, o para una de las siguientes, ya veré qué hago.

lunes, 5 de agosto de 2024

El sexto sentido

Lo que voy a narrar en esta entrada no es exclusivo de Bruselas, sino que es un fenómeno probablemente universal, pero yo creo que merece la pena reseñarlo. Después de mucho estudio del ambiente viejuno al que pertenezco por derecho propio, me ha quedado clarísimo que los miembros de mi cohorte demográfica, es decir, los que son tan viejunos como yo, no soportamos a los jóvenes por un montón de razones, la principal de la cual es probablemente la envidia, pero entre las que destaca una que nos atrevemos a confesar: que se pasan el día pendientes del móvil.

Sí, amigos. Los viejunos hemos encontrado un motivo incontrovertible para afearles a los jóvenes un aspecto de su conducta y, de esta manera, tener un pretexto para quejarnos de ellos sin reconocer que lo que realmente nos molesta es que sean más ágiles, mejor parecidos (generalmente, vale), más molones y con más vida por delante. Sí, vale, pero se pasan la vida pendientes del móvil, hasta el punto de que lo miran en todo momento, incluso caminando por la calle. Puaj.

De hecho, uno lee por ahí que el hecho de que los jóvenes (y los que no lo son tanto, asumámoslo) vayan mirando el móvil por la calle es causa de un sinnúmero de tropezones y de accidentes, de modo que, a este paso, a lo mejor eso de que los jóvenes tienen más vida por delante que los viejunos hay que calcularlo de nuevo.

El otro día, caminaba yo por una calle razonablemente concurrida, entre otros, por un buen número de familias con hijos adolescentes y preadolescentes, todos ellos pegados al móvil mientras se movían, y decidí hacer un experimento para comprobar si realmente estamos a pique de que la humanidad desaparezca a base de mamporros en la crisma por estar a otra cosa mientras avanzamos a ciegas. Me puse, pues, a caminar en sentido contrario al de la marcha de dichos grupos; no lo hacía adrede, que conste, sino que era realmente el camino que llevaba. La diferencia respecto a otras ocasiones es que no me desviaba de mi camino, sino que seguía en línea recta sin separarme a derecha ni a izquierda, a ver cuánto tiempo pasaba antes de chocarme con alguno de los zombies hipnotizados por el móvil.

Pues bien, para mi sorpresa, no me choqué ni una sola vez. Yo seguía mi camino y, más o menos dos metros antes de la colisión, el adolescente que venía a mi encuentro levantaba la vista del móvil, me miraba sorprendido y se desviaba, evitando así el choque. Y no una vez, no. Todas las que hicieron falta. Salí del paseo completamente indemne, y no fue por haberlo pretendido, sino por una habilidad inexplicable, y de la que yo carezco por completo, que presentan los ejemplares de la subespecie humana homo sapiens nativus digitalis.

Sí, queridos lectores, parece que la naturaleza es sabia. Para compensar otros defectos que parecen también proceder de la dependencia del móvil (todos los adolescentes en cuestión llevaban gafas de miope, y me temo que de muy miope), el mecanismo que rige la evolución humana ha reaccionado proporcionándoles un mecanismo de defensa que les protege de descalabrarse contra cualquier obstáculo que se les presente, incluso si este obstáculo es móvil, como un caminante en sentido contrario: un radar, como el que tienen los murciélagos y otras especies animales. Parece que un sexto sentido, a añadir a la vista, oído, gusto, olfato y tacto, se ha desarrollado entre los ejemplares humanos más jóvenes y más enganchados a los móviles, en quienes la vista no da abasto ante la necesidad de estar pendiente de lo que sucede en la pantallita del móvil y, al mismo tiempo, en los alrededores que circundan a la persona en movimiento. Podríamos llamarlo, a falta de que la ciencia encuentre una denominación más adecuada, percepción de sólidos próximos, o simplemente radar, qué caray.

Si otros experimentos lo confirman, parece que la especie humana tiene futuro, porque, por más cenutrios que sean nuestros descendientes, queda la esperanza de que la naturaleza, o la evolución, les dote de facultades que compensen sus defectos, como, en este caso, la facultad de percibir un obstáculo en sentido contrario al de la marcha y la consiguiente capacidad de levantar la cabeza y desviar el trayecto antes de que sea demasiado tarde.

Eso. Tarde. Como ahora...

sábado, 24 de febrero de 2024

Patinetes

Lo de Bruselas con los patinetes no tiene nombre, o mejor no lo tenía. Estaban por todos los sitios y eran de todo tipo o condición. Cualquier mindundi se podía pillar uno alquilado entre los tropecientos que había en cualquier sitio. Y luego, cuando llegaba al sitio al que quería llegar el mindundi, el susodicho mindundi lo arrojaba allí mismo, en mitad de la acera, o tirado por el suelo, o en el bosque, o en el cementerio, o apoyado al reves en una papelera, o encajado en un buzón de correos. Donde más rabia le diera al mindundi.

Pues se acabó. Desde hace unos días, sólo dos empresas (Bolt y Dott, que eran las más grandes. Lime, Tier y Bird eran las otras tres oficiales, y a saber qué más había por ahí) tienen permiso para operar en Bruselas. El resto de la chusma ha perdido esa posibilidad. Es más, el parque móvil, que se calculaba que era de 20.000 patinetes, ha quedado reducido a ocho mil, que sigue siendo abundante, pero menos. Finalmente, el gobierno regional ha designado mil quinientas zonas de depósito de los patinetes, así que se acabó también abandonarlos delante de la entrada de una garaje o atravesados en la acera.

Como no soy usuario de los patinetes, no sé exactamente cómo ha afectado la medida al populacho que los utiliza. Yo sigo viéndolos, pero sí que parece que la cosa se ha vuelto más civilizada. Las dos operadoras que quedan son razonablemente serias y no tienen los patinetes trucados para que vayan a toda leche, así que no se ven tantos conductores suicidas como antes. También parece que se ha terminado realmente lo de dejar los patinetes a donde a uno mejor le pareciera.

Entretanto, he leído y escuchado en la radio que las nuevas autoridades municipales de Valencia se están dedicando también a poner coto a los patinetes, que en Valencia son más bien de propiedad privada, y no de alquiler, como aquí, y que les obligan a ponerse casco, a no llevar auriculares y a ir por donde deben.  Bueno, eso de ir por donde deben, en lugar de por las aceras, parece que afecta también a los ciclistas, ahora que la actual alcaldesa no se desplaza en bicicleta. Dentro de unas semanas volveré a Valencia a comprobarlo personalmente, espero que no en mis propias carnes, aunque yo en general no voy por las aceras (está bien, con alguna excepción), pero me querría detener en lo de la prohibición de llevar auriculares.

En España, hasta donde yo sé, está prohibido a rajatabla. En Bélgica, cuando llegué, yo pensaba que llevar auriculares en bicicleta era obligatorio, porque apenas había nadie que no los llevase. En mis primeras clases de idioma de por aquí, había quien se indignaba por el hecho de que en según qué sitios del mundo estuviese prohibido. También pensaba yo que en Bélgica, al igual que en Moscú, hablar por el móvil en el coche mientras uno conducía era igualmente obligatorio, y parece que no, que también está prohibido.

En fin, debo reconocer que, a fuerza de ver al resto del mundo andar con auriculares, me compré unos de conducción ósea que están de moda, que no aíslan del ruido ambiente, cosa que sería demasiado peligrosa, y los uso por la mañana para oír la radio. Ya sé yo que, en Valencia, me puede caer un multazo del quince a la que se me ocurra llevarlos por ahí, pero es que uno tiene que intentar adaptarse a las condiciones de allá a donde va, no se le vaya a hacer tan tarde como ahora mismo.

viernes, 10 de noviembre de 2023

La zona oscura

El período comprendido entre el cambio de hora del último fin de semana de octubre y el solsticio de invierno son los casi dos meses más depresivos del año, desde luego para un residente en el centro-norte de Europa. De repente, como por sorpresa, el día termina poco menos que tras la comida; para colmo de males, hace un frío cada vez más intenso y, al menos en Bruselas, llueve con frecuencia. Vale: siempre llueve con frecuencia, pero las lluvias de día parecen más alegres. Las lluvias nocturnas, sobre todo cuando uno no tiene más remedio que estar en la calle o se avecina el momento en que debe enfrentarse a ella, le hacen a uno sentirse como el profesor Frankenstein y Aigor desenterrando muertos.

Para compensar, los humanos recurrimos a cualquier cosa con el fin de olvidar que la primavera aún está lejos. En Valencia, como tampoco hace tan mal tiempo y el día es corto, pero no tanto, no es que haya mucho que compensar, pero en Bruselas sí. En este período, las actividades culturales se multiplican y todo tipo de ocio tiene lugar. El 11 de noviembre es un día festivo (también lo es, como en España, el día de Todos los Santos), lo cual invita a montar un puente. Para ese día, ya falta poco para el 6 de diciembre, San Nicolas, que es cuando se reparte chocolate a diestro y siniestro, y ya se sabe que el chocolate tiene un interesante efecto euforizante. Llegada esta fecha, aparecen los calendarios de Adviento. Uno podrá ser más o menos creyente, pero los calendarios de Adviento tienen chocolate, y eso sí que no se perdona.

No nos olvidemos de los mercadillos de Navidad, que en Bruselas incluyen el montaje de una pista de patinaje. No hace tanto frío como para que se hiele el agua, pero en los tiempos modernos eso no es óbice para montar una pista (incluso en Valencia se hace con hielo artificial a más de veinte grados, que yo lo he visto), sin necesidad de llegar a extremos moscovitas. Allí, por cierto, sí que había pistas de patinajes de lo más natural. El caso es que los mercadillos de Navidad contribuyen a distraer al personal y a elevar el ánimo comprando cositas y bebiendo vino caliente. No, yo tampoco sé cómo hay quien aprecia el vino caliente, pero no seré yo quien lo condene.

Y así, entre distracción y juerguecilla, llegamos al solsticio de invierno, el 21 de diciembre. Llega la Navidad, con una sucesión de fiestas, que quienes somos religiosos asociamos con el nacimiento de Nuestro Señor, y quienes no lo son no lo hacen y las asocian con un difuso sentimiento de felicidad, de obligación de estar contento y satisfecho, de ver a la familia, quien la tenga (y cada vez la van a tener menos) y de alegría de vivir. Supongo que quienes no celebran el nacimiento de Cristo pueden consolarse con que los días, de momento imperceptiblemente, empiezan a alargar, con lo que el período o zona oscura termina. Sigue haciendo un tiempo muy mejorable, pero por lo menos comienza a haber un poquito más de luz cada vez.

En Valencia no son necesarios tantos pretextos para llegar con cierta ilusión al solsticio de invierno. No hay mercadillos navideños, ni falta que hacen. Las máximas superan los veinte grados con relativa frecuencia y los días son soleados. Así que uno, que ha pasado unos días en Valencia con un clima tal que, la verdad, no sé cómo hay gente que vive en otro sitio, le toca volver a Bruselas, donde, según todos los testimonios que he ido recogiendo, hace un tiempo de perros. Y no de gos rater, que ésa es raza valenciana y no está hecha a destemplarse, sino de cualquier raza centroeuropea, de las que aceptan el tiempo desapacible como una costumbre más.

En fin, sea como fuere, toca abandonar estas tierras y volver a Bélgica, donde, además de un tiempo pésimo, me esperan aventuras que preferiría omitir, pero que no podré, porque uno no elige las cruces que debe cargar. Para bien que sea y, al menos, espero que no se me haga tarde. Como se me hará tarde hoy, a no ser que termine esta entrada inmediatamente.

jueves, 27 de julio de 2023

Vetustez

Pues sí, una de las cosas que más poderosamente llama la atención del español que se encuentra en Bélgica es la enorme cantidad de cosas que siguen funcionando a pesar de que están bastante pasadas de edad. Bélgica es uno de los países líderes en materia de eutanasia, pero sólo referida a las personas; cuando hablamos de objetos, la cosa cambia radicalmente.

No ya es la afición a lo "vintage" expresada en forma de mercadillos o brocantes, que también. Es que los trenes, por ejemplo, que en Bélgica son un medio de transporte utilizadísimo, mucho más que en España, dejan muchísimo que desear. Uno va a España, y es verdad que yo no la he recorrido toda; no sé qué puede estar pasando en la famosa Extremadura, que tanto se queja de la falta de vías férreas en condiciones. Pero el material rodante, ruede más o menos rápido, es un material en excelentes condiciones y prácticamente nuevo o muy bien mantenido, y no sólo en el AVE, sino en el cercanías más recóndito, insistiendo en que no he pasado en tren por Extremadura.

En Bélgica, lo miremos como lo miremos, los trenes son viejos, quizá porque, al ser de competencia federal, las regiones se resisten a financiar la compra de nuevos. El caso es que uno se sube, es un suponer, al tren que enlaza Bruselas con Luxemburgo, y la verdad es que no es precisamente un AVE. No es que esté directamente mal, vale, pero cutrillo es un rato, y me temo que parte de la cutrez tiene que ver con el paisanaje que lo ocupa. Normalmente hago ese trayecto en primera, porque son tres horas bastante duras y suelen ser viajes de trabajo durante cuyo transcurso no estoy ocioso, así que qué menos que disponer de condiciones adecuadas para desempeñar las tareas que tocan. El hecho de que sean vagones de primera clase no cambia demasiado el tipo de pasajero que lo ocupa, y me voy a explicar.

El tren de Bruselas a Luxemburgo para en un montonazo de estaciones, lo cual tiene como consecuencia que lo utilice todo aquél que, aunque no vaya al Gran Ducado, se quede en sitios tan populosos como Namur, o vaya a hacer transbordo para ir a la nueva ciudad universitaria, Lovaina la Nueva, así que el pasaje es abundante, y se compone mayoritariamente de personas que tienen abonos de segunda y de algún vivalavirgen que, con abono o sin él, directamente pasa de meterse en segunda y se monta en el vagón de primera. Yo, si tengo billete de segunda, que es casi siempre que lo pago yo, ni se me ocurre montarme en un vagón de clase superior, pero está visto que hay pasajeros que no comparten mi opinión, y esos pasajeros, por decirlo fino, no son lo mejorcito del pasaje.

De esta guisa, el vagón de primera sale de Bruselas de bote en bote con dos tipos de pasajeros. Unos somos los que tenemos billete de primera y estamos, más o menos resignados, en un vagón de primera; los otros tienen (en el mejor de los casos) billete de segunda, pero se han subido al vagón de primera porque ellos y ellas lo valen. Éstos, y éstas, son de edad como máximo de cuarenta años, con la característica de que, cuanta más edad tienen, su aspecto es más patibulario. Un jovencito de veintipocos se meterá en el vagón con sus auriculares a tope, hasta el punto de que oyes perfectamente qué música está oyendo (suele ser la más detestable, claro), se extenderá sobre su asiento y el contiguo y allí se quedará contra viento y marea. En cambio, uno de cuarenta y tantos, y éstos suelen ser todos hombres, tendrá un aspecto desaliñado y sucio, olor en consonancia con su aspecto, tatuajes diversos, más cuanto más edad tenga el personaje, una mochila algo desgarrada y pelos por doquier, excepto a veces en la cabeza. A veces da la impresión de que en primera clase las compañías son peores que en segunda.

Esta situación sorprende a algunos pasajeros poco frecuentes. Una señora de mediana edad, sorprendida por la situación, entró en el vagón y preguntó abriendo, pero poquito, la boca:

- Est-ce qu'ils ont déclassé ce wagon? 

Difícil de traducir. A mí no me ha pasado nunca, pero parece que en ciertas circunstancias (cuando hay mucha gente, supongo) los vagones de primera son reclasificados como de segunda.

No, no lo habían reclasificado, o declasificado. Era así.

Los revisores pasan, pero no antes de Ottignies, que es cuando se bajan los estudiantes. Luego ya se arman de valor, porque saben que una de sus funciones va a consistir en hacer limpieza de polizones en el vagón de primera.

Uno pensaría que, si te pillan y te invitan a cambiarte de vagón o a bajarte del tren (porque sí, hay gente que se sube sin billete, y tan ricamente), te lo tomarías con deportividad y aceptarías que te han pillado, pero hay gente que anda escasa de deportividad. En mis viajes me ha tocado ver enfrentamientos bastante desagradables entre revisores y pasajeros, con cierta frecuencia de raza negra y de aspecto intranquilizador. También hay blancos de aspecto intranquilizador, incluso más que los anteriores, pero suelen ser más alfeñiques y no presentan grandes problemas a los revisores. Los revisores son gente entrenada para estos menesteres y saben que la voz es un arma importante, así que suelen los berridos que emiten los que hacen entrar en razón a los polizones más recalcitrantes, siempre de mala gana.

A partir de Namur, que es como decir a las dos quintas partes del viaje, ya sólo quedan en el vagón los verdaderos pasajeros de primera y ya se puede uno estirar algo. Tampoco tanto, porque ya digo que el material rodante no está precisamente a la última y le queda lejos al Orient Express de Poirot, que, por cierto, era belga y no sé si estaría contento de las comodidades que (no) se pueden encontrar en los trenes belgas del siglo XXI.

Pero, bueno, el siglo XXI llegó tarde para él. Tarde como se está haciendo ahora.

martes, 11 de julio de 2023

Vacaciones

En Bruselas, las vacaciones son escalonadas, pero no es descabellado decir que han comenzado el sábado pasado, habida cuenta de que el viernes fue el último día de clase en los colegios dependientes de la comunidad Valonia-Bruselas, es decir, de los francófonos. Los colegios de lengua flamenca, que los hay también, llevan ya una semana de asueto, pero son los menos y no se notan tanto.

En una ciudad con las calles tan estrechas como es Bruselas, el hecho de que desaparezca una flota inmensa de autobuses escolares aligera bastante las cosas. Y se nota mucho. De repente, es como si hubiera espacio. Si a esto añadimos el hecho de que el sector de la construcción se detiene radicalmente, excepto ciertas obras públicas que continúan a bajo ritmo (bueno, en realidad, siempre están a bajo ritmo y el hecho de que sea julio no viene a mejorar las cosas), la ciudad decae visiblemente en su actividad. La gente se da el piro en julio prácticamente tanto como en España nos dábamos el piro en masa en agosto, en aquellos tiempos en que las vacaciones eran de verdad y duraban todo el mes.

Este año, he decidido por unanimidad no moverme de Bruselas en julio y no ir a España ni para votar. Los que me conocen íntimamente saben que mis posiciones políticas han dado recientemente un giro radical y me han hecho abrazar el animalismo, por lo que mi voto natural sería para el PACMA, que tiene tantas posibilidades de sacar algo en las elecciones españolas como en las rusas, así que no se perderá mucho con la ausencia de mi voto.

Me quedo en Bruselas no porque haya menos trabajo. De hecho, es al contrario: en julio, la gente quiere irse, todo lo más, al llegar la fiesta nacional belga, que es el 21 de julio. Eso nos lleva a una actividad frenética hasta que pase ese día, porque la tendencia es a irse de vacaciones con los deberes hechos y sin dejarse sorpresas a la vuelta, y los curritos tenemos que multiplicar nuestros esfuerzos hasta que la cosa pase.

Porque al final pasa, y más este año, en que el día de la fiesta nacional cae en viernes, con lo cual se prevé una estampida de grandes proporciones, y una ciudad casi totalmente vacía a partir de ese momento, con un ejército de turistas apelotonados en el centro y los barrios residenciales, entre ellos el mío, en los que se van a poder oír las moscas.

En realidad, me quedo en Bruselas porque en España hace mucho calor y estoy harto de sudar la gota gorda, mientras que aquí se está de lujo. Que sí, que puede hacer treinta grados algún día, y treinta grados en Bruselas son muchos grados, pero no duran mucho: para mañana dan veintitrés de máxima, una temperatura que yo firmaría para todo el año, por no hablar de las refrescantes lluvias recurrentes, una especia de chaparrones cortos e intensos que despejan el ambiente del bochorno y, la verdad, mejoran mucho el tiempo que hace en España. Me iré hacia el final del verano lo mínimo necesario, cuando en España empiece a escampar, y por pura obligación, pero las vacaciones de verdad las voy a tomar… en noviembre.

Mientras tanto, habrá que hacer algún plan por aquí, en tanto llega el momento de partir para ese mínimo necesario, lo cual me da una idea para la siguiente entrada, que espero que me salga de cine.

Pero eso será en otro momento, porque hoy se hace tarde, y mañana toca madrugar para asistir a un curso intensivo en el que me he enrolado, y para el que debo ser puntual.

miércoles, 3 de mayo de 2023

Tradiciones

En Bruselas, las cosas viejas son bastante apreciadas. Uno podría pensar que eso es bastante paradójico en un país que fue pionero en la legalización de la eutanasia y que, según las estadísticas, la ejecuta con frecuencia (el verbo está escogido adrede, sí), pero es lo que hay.

Y eso llama bastante la atención a un español, porque, en España, las cosas viejas se tiran, no se va alardeando de ellas. Por ejemplo, en Bélgica hay coches viejos, que, en este contexto, quizá sea mejor llamar "antiguos", que gozan de excelente salud y reconocimiento, e incluso de matrícula propia. En efecto, si alguien va por las carreteras belgas, es frecuente encontrarse con vehículos que llevan matrículas como las demás, con la única diferencia de que, en lugar del primer número, hay una letra "O", que significa "old timer" y que viene a denotar que el vehículo en cuestión es una antigualla, pero muy querida por su dueño, que la usa con frecuencia y despierta admiración allá por donde pasa.

En España, como ya sabemos, el que conduce un coche viejo es porque no tiene más remedio y lo hace muy a su pesar. Que sí, que seguramente hay cuatro fanáticos que tienen sus clubs de vehículos históricos y esas cosas, pero en España son cuatro gatos; en Bélgica, en cambio, son legión, hacen concentraciones masivas y ya digo que hasta tienen matrícula propia y de aparición muy frecuente por las carreteras.

En la foto que ilustra esta entrada, el cochazo en cuestión, que nadie en su sano juicio conduciría por España, pero por aquí no hay problema, ha sido llevado hasta la plaza del Jeu de Balle por unos señores con unos mostachos muy simpáticos, que ya de por sí son la pera limonera y que forman la Orden de Amigos del Manneken Pis, a los que ya tuvimos la ocasión de conocer en esta bitácora hace algún tiempo, justo antes de la pandemia que cambió las vidas de tanta gente.

Además de organizar las donaciones de vestidos al Manneken Pis, los miembros de la orden son gente cachonda en general y de buen humor belga. En el caso que nos ocupa, además de sacar coches antiguos a la calle y apretarse cervezas, estaban haciendo una procesión festiva para elegir al mejor bigotudo de Bruselas. 

Que yo no sé quién acabaría siendo elegido, pero que bien podría ser este señor de ahí, que participó en la competición. En fin, que no sé yo si la Orden de Bigotudos y la del Amigos del Manneken Pis tienen relación, pero algo debe haber, porque el bigotudo del año se elige pasando por el Manneken Pis y, como es bien sabido, para pasar por el Manneken Pis hay que pasar primero por la Orden de Amigos del mismo. No me extrañaría que hubiera bigotudos que, además, fuesen miembros de la otra orden, porque, si se trata de pasárselo bien, éstos están en primera línea de fuego.

En fin, que, así como en España estas cosas se están perdiendo, en Bélgica parece que no, y que la afición por las cosas y modas antiguas tiene buena salud.

Lo cual no sé si siempre es bueno, porque todo tiene un límite, pero de eso tocará hablar en otra ocasión en que no se haya hecho tan tarde como hoy.

viernes, 7 de abril de 2023

El chantier

Atención, porque con este concepto nos adentramos en uno de los aspectos más temibles de la idiosincrasia belga. Hay un más o menos equivalente en ruso, por hacer honor al país que vio nacer esta bitácora, que es ремонт, y que fue una palabra mencionada y estudiada en su momento, cuando estaba en Rusia, más exactamente aquí. No, no quieren decir lo mismo, me apresuro a reconocerlo, sino sólo algo más o menos similar, pero hay una cosa que tienen en común, y es que su sola mención tiene la virtud de erizar el cabello de quien la escucha.

Sea como fuere, ahora estamos en Bélgica y la palabra clave es "chantier", que puede ser varias cosas, en esa polisemia que tanto dificulta la correcta comprensión de un término. Si, en el caso de "remont", hubo que recurrir a la correcta clasificación de los distintos tipos de reparaciones, el término "chantier" puede hacer referencia, en primer lugar, al lugar que los obreros acotan para depositar los materiales que están utilizando en la obra. Además, puede referirse a la obra misma. En los dos casos, lo menos que se puede decir es que es una lata.

Una tendencia bastante molesta de las cuadrillas de obreros belgas consiste en dejar las cosas inacabadas. No inútiles, porque eso sería inmediato objeto de una reclamación, sino a falta de un par de detalles que no acaban de desencadenar la reacción virulenta del cliente, pero tampoco dejan la cosa niquelada para poder recepcionar la obra con alegría.

Un ejemplo: en una calle de Bruselas que ha estado en obras literalmente durante años, toda la maquinaria se ha retirado y han dejado la calle completamente asfaltada... excepto una franja de tres metros de largo y dos palmos de ancho que han cubierto con gravilla y tierra compactada. Cualquier vehículo que pasa por allí, por ejemplo, mi bicicleta, y yo sentado sobre ella, intenta evitar esa franja y pasar por el medio metro de calle correctamente asfaltada, pero no es sencillo, sobre todo si te cruzas con alguien que venga desde el otro lado ¿Les hubiera costado mucho asfaltar una superficie tan pequeña? No creo ¿Hay un plan detrás de esa acción, a primera vista, pérfida? Quiero pensar que sí y que la compañía eléctrica o vaya usted a saber quién tienen entre ceja y ceja renovar una instalación que pase precisamente por la franja inacabada y que, total, para eso no hace falta asfaltar. Pero no lo sé, ya han pasado unos cuantos meses desde que la franja quedó ahí, obligando a trabajar a las suspensiones de los vehículos que no tienen más remedio que pasar por ahí, y no se mueve nada.

Luego está la duración de las obras. Son eternas, y no entiendo por qué. Que seguro que hay que hacer las cosas bien, pero estamos hablando de reparar un puente o abrir una calle cortada. Esta peña trabaja como si la cosa no fuera con ellos, o como si no acabaran la obra hasta estar seguros de que tienen otra al día siguiente. Algún compañero polaco echa de menos la presencia de compatriotas (suyos), que, según él, acabarían con el "chantier" en un periquete. Se ve que es asunto de meter gente, y que las empresas constructoras belgas eso de meter gente, a la que hay que pagar, no lo ven demasiado claro. Yo veo la mano de los sindicatos por ahí, pero tampoco hay que excluir que sea la de la patronal, que tiene un tufo de cártel que apesta.

No sé qué pensar de todo esto, pero tengo la impresión de que no hay fin. En las casas privadas sí que lo hay, por la cuenta que trae a los obreros, pero las obras públicas son otra cosa y se suceden misteriosamente en una cadena de "chantiers" que sólo puedo atribuir a la ineptitud o a la connivencia de quienes están detrás de ellos. Vale, yo no tengo ni idea de estas cosas, fuera de algunas reformas que me ha tocado hacer en casa, pero algo pinta mal cuando pasan meses y más meses, y aquello sigue avanzando con una parsimonia inexplicable.

Pasa en los mejores municipios, como el mío, que se supone que es uno de los mejor gestionados de la región, fuera de las prédicas populistas de otros. Tres años, tres, les ha costado finalizar un camino semiforestal, el Crabbegat, donde, la verdad, fuera de cambiar adoquines de sitio, no tengo demasiado claro qué han terminado por hacer, y dónde estaba el peligro para el peatón que transitara por allá. Vale, puede que hubiera peligro para la conservación del propio camino, pero tres años es demasiado desde cualquier punto de vista.

Ahora, por fin, ya está abierto y, ya que he mencionado el Crabbegat, quizá no sea una mala idea recorrerlo, no de estranjis y esquivando vallas y, ejem, "chantiers", sino por las buenas, como un paseante cualquiera.

Eso será lo que haremos en una próxima entrada, pero hoy es un día muy especial y los oficios de Viernes Santo comienzan pronto, así que me toca salir de casa, que se me hace tarde.

lunes, 3 de abril de 2023

Obras son amores

Obras públicas... Dios mío, qué cruz.

Creo que pasa algo similar con la práctica totalidad de las ciudades grandes de este mundo, pero, en todo caso, es un fenómeno que alcanza su perfección en Bruselas, una ciudad con una infraestructura vetustilla que tuvo su auge por lo menos en el reinado de Leopoldo II (entonces era nueva) y que, como la edad no perdona, toca ir renovando como se puede. Y, efectivamente, es cosa de ver, por ejemplo, la infraestructura ferroviaria, para darse cuenta de que el material rodante, que es lo que más aprecia el viajero, necesitaría un rejuvenecimiento en forma de mandar al museo ferroviario los materiales más antiguos (porque habrá gente que querrá visitarlos) y sustituirlos por algo que nos recuerde que estamos en el siglo XXI.

La infraestructura viaria y las mismas viviendas también pasaron por su mejor momento hace varias décadas. Las autoridades de Bruselas, en su día, pergeñaron una red de túneles que supongo que ha venido muy bien, no sé si para evitar los atascos de tráfico (a la vista está que no), sino al menos para que todo el mundo se comprara un coche y conseguiera de esta manera aprovechar los túneles. Los atascos los tienes igual, pero así puedes tragar más coches de lo que podrías sin túneles.

Pasar por algunos de esos túneles da un poco de yuyu. El conductor no suele fijarse en los detalles del túnel que le acoge, sino sólo en el vehículo que le precede y, si ha tenido que frenar bruscamente, quizá en el que le sigue. Únicamente se fija en el túnel cuando se encuentra atascado y no tiene absolutamente otra cosa que hacer. Como los atascos en los túneles están a la orden del día, uno se encuentra con la cruda realidad en forma de humedad, goteras, barras de hierro que sobresalen, vigas podridas y todo tipo de imperfecciones, por ser suaves, que amenazan con que el tinglado se venga abajo, atrapando debajo a quien haga falta. Y sí, hay todo un plan de renovación de túneles, que avanza muy lentamente y que puede dejar inutilizada una vía de comunicación durante meses.

Así, Bruselas está bloqueada con una frecuencia insólita, para felicidad de las empresas de construcción de la región y aledaños, que cuenta con un cliente ahíto de servicios y más servicios, un volumen inagotable de trabajos para repartir y la garantía de que exprimirá al contribuyente lo que sea necesario para pagar a sus proveedores. No me consta, como pasaba en España, que el puesto de concejal de obras públicas sea el lugar para hacerse rico, pero no sería de extrañar, a la luz de las puertas giratorias y todo tipo de influencias más o menos toleradas, que dichas facultades, si no para forrarse, sí que sirvan para dejarle a uno la vida razonablemente resuelta en forma de trabajo en cuanto los votantes, caprichosos ellos, decidan que el puesto en lo sucesivo lo va a ocupar otro.

Luego están las ecolo-obras. La mayoría del gobierno de la región de Bruselas, que coexiste con los ayuntamientos de los diecinueve municipios que la componen y entre los cuales no hay la menor separación física, porque todo es zona urbana, está compuesta por una coalición entre sociatas y ecologistas. De hecho, los ecologistas tuvieron un éxito resonante en las últimas elecciones regionales y municipales y se han colado en buena parte de los ayuntamientos de la región, además de en el gobierno de la región misma. Y ya se sabe que la prioridad de un ecologista, al menos en materia de obras públicas, que es de lo que se trata aquí, consiste en jorobar a los conductores de automóviles y en construir carriles-bici. No seré yo quien se quejé de lo segundo, puesto que yo mismo me suelo desplazar en bicicleta y no conduzco mi coche más que de uvas a peras, pero el caso es que eso lleva a una de las palabras más temidas para el ciudadano ajeno al negocio de la construcción. Y esa palabra es chantier.

Esa palabra no es fácilmente traducible al castellano, por la riqueza semántica que atesora, y quizá también por los nervios que produce en quien le toca enfrentarse a ella. Habrá que dedicarle una entrada específica, pero no será ésta, porque podría quedar larguísima. Y se haría tarde.

viernes, 20 de enero de 2023

El resultado de los ataques del monopolista

Después de unos días de locura, mayormente por culpa mía, que me meto en líos de los que me podría librar, vuelvo a estas pantallas a seguir escribiendo mi versión de lo que pasa a mi alrededor.

Y recordaremos que, durante los últimos meses del año pasado, mi proveedor de energía, esto es, de electricidad y gas, que además es la compañía de bandera del país, me estuvo dando la vara para que les pagara anticipos más jugosos, porque, de lo contrario, la factura anual de diciembre me iba a doler lo que no está escrito. Que estaba siendo malévolo y consumiendo más, y que los precios se habían puesto por las nubes.

¿Cómo quedó la cosa? Pues, efectivamente, en diciembre llegó la factura de regularización entre los anticipos que había ido pagando durante el año y lo que había consumido realmente. Lejos de las cantidades que la compañía temía que me iba a tocar pagar, el monopolista ha terminado por devolverme casi cien euros.

Pero el monopolista siempre gana: por mi bien, ha decidido por unanimidad fijarme el anticipo mensual en 210 euros, casi cien más de lo que venía pagando. Lo puedo cambiar, sí, y no excluyo que lo haga de aquí a poco, pero lo único que se me ocurre es que la Engie Electrabel tiene un morro que se lo pisa.

Eso sí, mis esfuerzos me ha costado. No puse la calefacción hasta mitad de noviembre, aprovechando que, hasta entonces, las temperaturas fueron bastante razonables. En ese momento, sin embargo, comenzó a hacer más frío y la casa se puso a quince grados, lo cual ya dolía, a despecho de todas las mantas y suéteres de que me había provisto; en fin, que puse la calefacción, pero sólo a dieciocho grados, que es como sigue ahora, algo por debajo de los diecinueve que recomiendan los políticos y bastante por debajo de los veinte del año pasado, con Ame todavía por aquí, y de los veintiuno de años anteriores, en que había presencia femenina (y friolera). Por la noche, la tengo normalmente a catorce, o sea, prácticamente no la tengo, pero estos días tengo una hija por aquí, me ha dado penica, y la he subido por las noches a dieciséis. Que no se diga.

He de reconocer también que tuve invitados desde Valencia a principios de diciembre, en esos días en que, gracias a los puentes que nos hemos dado, Bruselas se llena de españoles. Como venían de Valencia, y como me considero un buen anfitrión, decidí subir la calefacción a veinte grados, para que estuvieran a gusto en casa.

Ahora hace frío, la verdad. Andamos alrededor de los cero grados, a veces menos que eso, y nieva algo de vez en cuando. A regañadientes, pero voy a dejar el anticipo mensual donde lo han colocado los ladrones de la compañía, a sabiendas de que, en cuanto las temperaturas suban, que Dios quiera que sea pronto, mi consumo va a caer muy por debajo de lo que suponen esos chupópteros.

Para entonces, más vale que lo cambie todo antes de que sea tarde. Como ahora.

miércoles, 4 de enero de 2023

El último intento de liar la instalación de la cocina

Tras mover Roma con Santiago, como hemos visto en las entradas precedentes, la cocina estaba lista. La encimera, preciosa, tenía un aspecto impecable. Todos los muebles estaban en su sitio. El señor Vandenborre, jefe de la tienda causante de todas nuestras cuitas, había dado su brazo a torcer y, según entendí, había tenido lo que se llama un "gesto", consistente en no cobrar una cajonera que se había añadido al proyecto algo más tarde (y que, también, se había instalado más tarde), es decir, de perdonar unos ochocientos euros.

Así las cosas, envíe al servicio de mediación el siguiente mensaje de agradecimiento:

Madame,

Comme convenu, j'ai le plaisir de vous annoncer que le dossier en objet peut être clôturé. (Como quedamos, tengo el placer de anunciarle que el expediente objeto de este escrito puede cerrarse).

En effet, finalement l'instalation a été finalisée. Comme suggéré par vous, le magasin d'Ixinna à Drogenbos a eu un geste commercial (remise d'une facture supplémentaire pour un meuble de 40 cm de longueur). (Efectivamente, finalmente la instalación ha terminado. Como sugirió usted, la tienda de Ixina de Drogenbos tuvo un gesto comercial, el descuento de una factura añadida por un mueble de 40 centímetros de largo).

Je vous remercie vivement pour votre médiation, qui a été faite à notre entière satisfaction. J'espère que cette affaire aura permis également au magasin de découvrir quelques problèmes internes, et que finalement ils aient été resolus, ce qui va sans doute améliorer son service à la clientèle. (Le agradezco vivamente su mediación, que ha sucedido a nuestra completa satisfacción. Espero que este asunto haya permitido a la tienda descubrir algún problema interno y que éstos hayan sido solucionados, lo que seguramente mejorará su servicio a la clientela)

Je vous souhaite une excellente journée,

Avec mes salutations les plus sincères,

Alfor von Buchweizen

Y con esto podríamos concluir esta serie, pero no, las cosas no son tan simples como aparentan, y el dueño de Ixina no se ha hecho rico haciendo descuentos magnánimos a sus clientes, por muy insatisfechos que estén éstos. Efectivamente, no bien hube enviado el correo de arriba cuando llegó una factura de Ixina exigiendo el pago de unos seiscientos euros por el mueble en cuestión.

Bueno, pues si no hay mejor cuña que la de la misma madera, y la cosa ya funcionó una vez, habría que probar si funcionaba de nuevo, sobre todo teniendo en cuenta que el expediente estaba reciente. Así que escribí a mediación el siguiente mensaje:

Madame,

Malheureusement, je dois revenir sur mon message d'hier, compte tenu que le magasin de Drogenbos semble avoir parlé avec ma femme (qui, de loin, n'a pas le français comme langue maternelle). Elle avait compris que le magasin voulait oublier la facture, mais il l'ont envoyée peu après avec une remise très réduite, que, à notre avis, ne compense pas les ennuis produites par sa négligence. (Desgraciadamente, debo volver a mi mensaje de ayer, habida cuenta de que la tienda de Drogenbos parece haber hablado con mi esposa - la cual ni de lejos tiene el francés como lengua materna -. Ella había entendido que la tienda quería olvidarse de la factura, pero la han enviado poco después con un descuento muy pequeño, que, a nuestro entender, no compensa las molestias producidas por su negligencia)

Bien à vous,

Alfor von Buchweizen

En paralelo, el señor Vandenborre también recibió lo suyo de mi parte:

Bonjour Monsieur,

Mon épouse m'a envoyé le courriel que vous l'avez envoyé. (Mi esposa me ha enviado el correo que usted le había enviado)

Elle m'a avait dit pourtant hier que l'accord auquel elle était arrivé avec vous était d'oublier complètement la facture, compte tenu du service absolument inacceptable que vous, et en particulier votre gestionnaire M. Valencia nous avez rendu, avec un retard de quelques mois qui a eu de conséquences pécuniaires assez importantes (carrelages, peinture...), dont je dois vous considérer responsables, sans parler des plusieurs démarches et conversations et le temps que nous avons tout simplement perdu suite à la négligence de nos personnes de contact auprès de vous. (Sin embargo, ayer me había dicho que el acuerdo al que había llegado con usted era de olvidar completamente la factura, habida cuenta del servicio absolutamente inaceptable que ustedes nos han ofrecido, y particularmente su agente, señor Valencia, con un retraso de varios meses que ha tenido consecuencias económicas bastante importantes (chapado, pintura...), de las que debo considerarlos a ustedes responsables, por no hablar de las distintas gestiones y conversaciones y del tiempo que hemos perdido simple y llanamente como consecuencia de la negligencia de nuestras personas de contacto en su tienda)

Merci de prendre position sur cette question.

Bien à vous,

Alfor von Buchweizen

La respuesta de Vandenborre no se hizo esperar, qué va. Si hay que defender los intereses de una empresa, ahí están los jefes de tienda para hacerlo como sea:

Bonjour Monsieur,

J’ai bien eu votre épouse au téléphone et je lui ai dit que j’allais faire une remise commerciale de 30% et elle m’a remercié ! (Sí que hablé por teléfono con su esposa y le dije que iba a realizar un descuento comercial del 30%, ¡incluso me dio las gracias!)

Nous n’avons jamais parlé d’une remise totale. (Nunca hablamos de un descuento total)

Je veux bien revoir ma position et faire 50% de remise. (Acepto cambiar mi postura y hacer una rebaja del 50%)

J’espère que nous pourrons clôturer ce dossier dans ce sens ? (¿Espero que podamos cerrar con esto el expediente?)

Je vous prie d’encore nous excuser pour les soucis rencontrés avec IXINA (Le ruego nuevamente nos perdone por los problemas ocurridos con IXINA).

Bien à vous.

Charles  

Mi contestación llegó poco después. Entorné los ojos mientras leía el correo del jefe de la tienda y entreví claramente una bandera blanca por algún sitio, mientras retrocedía en sus posiciones. Era el momento de entrar a matar y acabar con la resistencia del adversario. No había llegado hasta aquí para pagar un solo céntimo más a esta peña. Así que...

Bonjour Monsieur,

Je vous remercie d'abord pour votre courriel. (Primeramente, le agradezco su correo)

Toutefois, je suis vraiment étonné du fait que vous ayez choisi de parler avec mon épouse, qui ne maitrise pas le français, plutôt qu'avec moi. (Así y todo, estoy realmente sorprendido que haya usted elegido hablar con mi esposa, que no domina el francés, en lugar de conmigo.)

Il est vrai que mon épouse a mené assez de conversations, en espagnol, avec M. Valencia, qui le parle presque parfaitement. (Es cierto que mi esposa ha conversado frecuentemente, en español, con el señor Valencia, que lo habla casi a la perfección.)

Après avoir été informés que M. Valencia n'était plus notre gestionnaire, je me suis rendu au magasin, j'ai parlé avec votre collègue Séverine, et j'ai lui dit que, puisque il n'était possible de parler en espagnol, il valait mieux de parler avec moi. Je lui laissé mon numéro de téléphone, et elle l'a utilisé, puisqu'elle m'a appelé pour s'assurer que la pose du plan de travail s'était produite. (Tras haber sido informados de que el señor Valencia había dejado de ocuparse de nuestra cuenta, fui a la tienda, hablé con Séverina, colega de usted, y le dije que, al no poder hablar en español, valía más hablar conmigo. Le dejé mi número de teléfono, y ella llegó a usarlo, porque me llamó para asegurarse de que la instalación de la encimera se había producido.)

Cependant, après avoir sorti cette facture, vous avez choisi de parler avec mon épouse plutôt qu'avec moi. Je veux croire que cela n'est qu'une erreur, sinon, c'est très méchant. (No obstante, tras emitir esta factura, usted ha escogido hablar con mi esposa antes que conmigo. Quiero creer que no es sino un error, porque, de lo contrario, es muy malvado.)

Concernant la facture elle-même, je ne sais pas d'où est-ce qu'elle arrive. À l'époque, M. Valencia avait reconnu qu'il s'était trompé lors de la commande (il a commandé des meubles différents à ceux que nous voulions), et qu'il prendrait sur soi tout supplément qui arrive. Nous avons payé le solde totale en octobre 2015 (oui, ça fait sept mois. SEPT). Après avoir payé, nous n'avons eu que des ennuis avec vous: retards injustifiables, appels infructueux, visites au magasin au cours desquelles la responsabilité était toujours de quelqu'un d'autre, promesses inaccomplies... Ce n'est qu'après d'avoir introduit une réclamation auprès du service consommateurs, vraiment désespérés, qu'une réaction de votre part est finalement arrivée. Ne pensez pas qu'on a l'habitude de présenter des réclamations formelles. On se sentait complètement méprisés. (En cuanto a la factura, no sé de dónde sale. Entonces, el señor Valencia había reconocido que se había equivocado al hacer el encargo -encargó muebles diferentes a los que queríamos- y que se haría cargo de cualquier suplemento que viniera. Pagamos la suma total en octubre de 2015 - sí, hace siete meses. SIETE-. Tras pagar, no hemos tenido más que problemas con ustedes: retrasos injustificables, llamadas infructuosas, visitas a la tienda en las que la culpa siempre era de otro, promesas incumplidas... No ha sido sino tras haber reclamado ante el servicio de consumo, realmente desesperados, que llegó una reacción de su parte. No piense que tenemos la costumbre de presentar reclamaciones formales. Nos sentíamos totalmente despreciados.)

On a dû payer des frais de déplacement supplémentaires pour les carreleurs et les peintres qui sont venus en vain, parce la cuisine n'était pas encore terminée. On a dû payer des heures supplémentaires à nos ouvriers. On a dû cuisiner, à défaut de plan de travail, sur quelques tables de bois avec des trous qui faisaient couler les liquides dans les meubles. On a vraiment eu l'impression qu'Ixina se moquait de nous! (Hemos debido pagar gastos de desplazamiento adicionales para los chapistas y los pintores que vinieron en vano, porque la cocina no estaba terminada. Hemos pagado horas adicionales a los obreros. Hemos debido cocinar, a falta de encimera, sobre algunas tablas de madera con agujeros que hacían pasar los líquidos a los muebles. Hemos tenido realmente la impresión que Ixina se burlaba de nosotros.)

Même après la pose du plan de travail, un trou restait pour un meuble qui aurait dû être commandé depuis des mois! Et qui n'a été placé qu'il y a deux semaines. (Incluso tras poner la encimera, quedaba un hueco para un mueble que hubiera debido ser encargado desde hacía meses. Y no fue colocado sino hace dos semanas.)

Et maintenant vous sortez du chapeau une facture, malgré le constat de M. Valencia que c'était sa faute lors de la commande, et essayez de nous la faire payer. (Y ahora usted se saca de la chistera una factura, a pesar de que el señor Valencia aseguró que era su culpa al hacer el encargo, e intenta hacérnosla pagar.)

J'ai bien envie, moi aussi, de clôturer le dossier, mais refuse de payer pour le mauvais service qu'on a reçu, surtout quand M. Valencia nous avait dit que c'était sa faute et qu'il prendrai sur soi la responsabilité. (Yo también quiero cerrar el expediente, pero me opongo a pagar por el mal servicio que hemos recibido, sobre todo cuando el señor Valencia nos había dicho que era su culpa y que asumiría la responsabilidad.)

Bien à vous,

Alfor von Buchweizen

Por supuesto, el servicio de mediación recibió una copia del correo. A partir de aquí, las comunicaciones cesaron completamente, pero la factura se quedó sin pagar.

Con esto termina la saga de la instalación de los muebles de la cocina. Fue muy duro, la verdad, y me temo que estas entradas dedicadas al asunto no hacen justicia a la verdadera dimensión del mismo. Se nos dijo que nuestro gestor, el ya conocido Alain, o señor Valencia, ya no trabajaba allí, cosa que quiero creer, claro, porque ya hemos visto que no era el trabajo de su vida. Según la persona que se hizo cargo de los asuntos que llevaba al dimitir o ser despedido, que eso nunca me quedó claro del todo, no éramos los únicos en tener problemas con los asuntos que se habían quedado pendientes. Por si fuera poco, la tienda iba a ser remodelada completamente, y así fue. Por razones diferentes, básicamente para hacer la compra, pasábamos con cierta frecuencia por delante de la tienda y estuvo patas arriba durante bastante meses. Al final, reabrió, no sé, ni quiero saber, con qué gestores ni con qué jefe de tienda, pero desde aquellos luctuosos acontecimientos no he vuelto a poner el pie en una tienda de instalación de cocina, básicamente porque hasta hoy, y toco madera, la cocina funciona bien y, salvo que los números del panel del microondas (chino) han desaparecido casi por completo, el resto no ha tenido mayores problemas. El horno, en particular, debe ser una especie de obra de arte, porque una vez vino un operario a cambiar una pieza y se deshizo en elogios hacia él, casi por contraste con la opinión que le merecía el microondas.

Y ahora pasaremos a otro tema, que no sé muy bien cuál será, pero creo que vamos a dejar por algún tiempo el servicio al cliente en la bendita ciudad de Bruselas y en el Reino de Bélgica en general. Pero eso ya lo veremos en otro momento, porque hoy se hace tarde.

viernes, 30 de diciembre de 2022

Esperando la instalación de la cocina

Tras la intervención de los burócratas belgas, las cosas comenzaron a volverse convulsas, pero, por fortuna, también para nuestros negligentes proveedores. De momento, nuestro gestor español de segunda generación desapareció del panorama para no volver a reaparecer. El señor Valencia únicamente resurgió durante las conversaciones que esporádicamente tenían lugar con los representantes de la tienda, y no precisamente para elogiarlo.

El director de la tienda era el señor Vanderborre, o eso decía él. Supongo que le debió llegar el toque desde la central de la empresa diciendo que tenían una queja a través del servicio de consumo, que ellos ponían en su propaganda que estaban adheridos al sistema de mediación, y que resolviera el jaleo o se atuviera a las consecuencias. No sé yo si habrá muchos clientes que recurran al servicio de mediación, pero, por la velocidad en que trataron nuestro caso, yo diría que no, así que lo recomiendo encarecidamente a todo el que se encuentre en un marrón como ése.

Digo lo de arriba porque me llegó el siguiente correo:

Chers Monsieurs

Nous avons lu attentivement votre mail relatif à la commande et le placement d’une cuisine par le point de vente de Drogenbos. (Hemos leído atentamente su correo sobre el encargo y la instalación de una cocina a cargo del punto de venta de Drogenbos)

Après réception de celui-ci, notre animateur réseau a immédiatement pris contact avec le responsable du magasin de Drogenbos, de manière à étudier avec lui toutes les possibilités de résoudre ce problème auquel vous êtes confronté. (Tras recibirlo, nuestro responsable de red ha contactado inmediatamente con el responsable de la tienda de Drogenbos, con el fin de estudiar con él todas las posibilidades de resolver el problema al que usted se enfrenta)

Comme dans notre réponse du 3 mai 2016, le suivi du dossier se passe donc au niveau du magasin de Drogenbos. (Al igual que en nuestra respuesta del 3 de mayo de 2016, el seguimiento del expediente pasa, por lo tanto, a la tienda de Drogenbos).

Restant à votre disposition, nous vous prions d’agréer l’expression de nos salutations distinguées.

Kristieno RONALD - Ixina
Assistante Commerciale Réseau
Commercieel Assistente Netwerk

El señor Valencia, antes de ser despedido, reconoció que algo había salido mal, cosa evidente donde las hubiera, y se ofreció a tomar sobre su propio margen las modificaciones del proyecto. El señor Vandenborre intentó hacerse el sueco respecto de esto, pero de alguna manera olí que el señor Vandenborre había perdido bastante poder de negociación y que (¡por fin!) quienes teníamos la sartén por el mango éramos nosotros. Y me dispuse a dar sartenazos sin piedad.

Finalmente, la encimera vino. Vino desde Portugal, en uno de los fenómenos más raros que he visto, porque la trajeron los mismos instaladores, portugueses también, en una furgoneta que venía de Portugal, con matrícula portuguesa y todo. Al parecer, los belgas les enviaban varios encargos, ellos los preparaban en Portugal y luego los embarcaban en la furgoneta, se hacían el trayecto Portugal-Bélgica durmiendo en la misma, llegaban a Bélgica, ejecutaban la instalación y, completado el trabajo, se volvían a su casa a escuchar fados y comer bacalao. Simple y, hay que reconocerlo, eficaz. Durante un tiempo he de reconocer que llegué a creer que no había operarios belgas en absoluto, y que para cualquier trabajo había que traer gente de fuera, porque el personal local no realizaba trabajos manuales.

Para dejar esto claro, debo añadir que, más adelante, he coincidido con operarios belgas, al menos un fontanero y algún otro, que trabajan estupendamente, pero no deben abundar demasiado, me temo.

El caso es que la cosa estaba prácticamente terminada y sólo quedaba el último intento del señor Vandenborre por corregir la cuenta de resultados de aquel expediente.

Pero este intento forma parte ya de la siguiente entrada, que hoy ya se está haciendo tarde.

domingo, 27 de noviembre de 2022

Más sobre la instalación de la cocina: burócratas contra burócratas

Con poca convicción, debo reconocerlo, me senté ante el teclado del ordenador y accedí a la página de "pointdecontact", a la que había llegado tras alguna búsqueda sobre qué hacer si estás hasta las narices de que te tomen el pelo. Y me puse a llorar por escrito respondiendo a un formulario:

¿Qué ha sucedido? (Y dan varias opciones)

Error o ausencia de suministro.

Descripción del suceso: (más opciones)

He encargado un bien y no he recibido lo que se había acordado, o he encargado un bien y no lo he recibido.

Momento del suceso:

Eso era fácil: 8 de marzo de 2016

¿Dónde ha comprado usted ese bien?

Respuesta: En una tienda.

¿Qué ha sucedido en relación con el suministro?

Entre las varias opciones, lo que mejor me pareció fue: No he recibido nada, aunque no es exacto, pero supuse que podría explicarme más tarde.

¿Ha concluido usted el contrato hace más de treinta días naturales?

Sí.

¿El vendedor le ha comunicado una razón por la cual el bien no ha sido suministrado?

Sí.

¿Puede precisar la respuesta?

La empresa pretende que su suministrador debe contactar conmigo para tomar medidas para la encimera que he comprado.

¿Ha pagado usted el encargo?

Sí. Todo.

¿Y cómo efectuó el pago?

Con una tarjeta de débito.

Si usted desea una solución a su litigio, se puede reenviar automáticamente su queja al Servicio de Mediación para el Consumidor, que puede tratar su petición de arreglo extrajudicial o, si es necesario, transmitirla a otra entidad competente en la materia. Este servicio es gratuito ¿Quiere usted que esta queja se transmita al Servicio de Mediación para el Consumidor?

Sí (El sistema no permitía poner signos de exclamación).

El resto del cuestionario consistía en pedir datos de contacto. Como, a pesar de la tozuda política de anonimato de esta bitácora, al final todo se sabe, voy a prescindir de transcribir esta parte.

Esto sucedió el 19 de abril de 2016. Inmediatamente recibí una respuesta automática con mi propia queja, pero eso, claro, es una respuesta automática. He de confesar que no tenía la menor esperanza de que aquello llegase a ninguna parte. Un pobre guiri, escribiendo en francés macarrónico, tratando de enfrentarse a una poderosa cadena belga de muebles de cocina. David contra Goliat, pero fuera de la Biblia.

Pero no hacía bien en menospreciar a la burocracia estatal belga. Nada bien.

Al día siguiente, 20 de abril de 2016, recibí un inesperado correo electrónico.

Réf : RES/2016/XXX

Votre correspondant : Carine (Su gestor: Carine)

Objet : Plainte introduite auprès du Service de Médiation pour le Consommateur (Objeto: Queja introducida ante el Servicio de Mediación para el Consumidor)

Monsieur VON BUCHWEIZEN,

Votre demande d’intervention a retenu toute mon attention. (Me he interesado especialmente por su solicitud de intervención)

Cependant, à la lecture de votre requête, je constate que celle-ci est incomplète et ne me permet pas d’acter votre plainte. (Sin embargo, tras haberla leído, debo constatar que la solicitud es incompleta y no me permite el tratamiento de su queja)

Je vous invite à me transmettre les éléments suivants : (Le invito a transmitirme lo siguiente:)

- un résumé plus détaillé du litige (- un resumen más detallado del litigio)

- copie des documents relatifs à ce litige (devis, facture, preuve de paiement,...) (- copias de los documentos relativos al litigio (presupuesto, factura, pruebas del pago...)

- copie des échanges avec la société (- copia de la correspondencia con la sociedad)

Je vous remercie de bien vouloir nous faire parvenir ces informations endéans un délai maximum de 10 jours ouvrables à dater de la présente, de préférence à l’adresse contact@mediationconsommateur.be. A défaut de réponse de votre part, votre plainte ne pourra pas être prise en considération. (Le agradecería que me hiciera llegar dichas informaciones en un plazo de días laborables a partir de hoy, preferiblemente a la dirección contact@mediationconsommateur.be. A falta de respuesta de su parte, su queja no podrá ser tomada en consideración)

Je vous prie de croire, Monsieur VON BUCHWEIZEN à l’assurance de mes sentiments les meilleurs. (Atentamente,)

Luc Toerlinckx Président du Comité de Direction

***

Me quedé de piedra, claro. Tanto, que tardé unos días en redactar algo mínimamente coherente para responder con cierta dignidad. Fui consiguiendo documentos, que escaneé debidamente, y redacté un correo, que envié el 26 de abril de 2016, en el mejor francés que pude, explicando las razones de mi disgusto y poniendo como no digan dueñas al personal de la tienda y, más en particular, al gestor que no había caído, no en suerte, sino en desgracia.

***

Al día siguiente, 27 de abril de 2016, con una rapidez centelleante, llegó la respuesta del Servicio de Mediación para el Consumidor, con el siguiente contenido:

Réf : RES/2016/xxx

Votre correspondant : Carine

Objet : Plainte introduite auprès du Service de Médiation pour le Consommateur

Monsieur von Buchweizen,

Votre demande de règlement extrajudiciaire d’un litige de consommation du a retenu toute mon attention. (Su petición de arreglo extrajudicial de un litigio de consumo me ha interesado profundamente)

Je vous confirme que celle-ci est complète et recevable, et décide donc de poursuivre son traitement. Je la soumets immédiatement pour examen auprès de(s) l'entreprise(s) concernée(s) : Ixina Belgium. (Le confirmo que su petición es completa y admisible, por lo que he decidido continuar con el tratamiento de la misma. La someto inmediatamente a la(s) empresa(s) objeto de la misma: Ixina Belgium)

Le service de médiation devrait disposer des éléments d’analyse de la (des) firme(s) endéans les 10 jours ouvrables. Dès que je serai en possession de toutes les informations nécessaires, je ne manquerai pas de prendre position quant au contenu de votre demande. (El servicio de mediación debería disponer de la documentación por parte de la empresa en un plazo de diez días laborables. En cuanto esté en posesión de todas las informaciones necesarias, no dejaré de tomar posición en cuanto al contenido de su petición)

Vous trouverez, en annexe de la présente, un extrait du Règlement de Procédure. Je vous invite à parcourir ce dernier avec la plus grande attention. Vous y trouverez des informations sur la possibilité de se retirer de la procédure, sur le fait que la solution ne revêtira pas de caractère contraignant, qu’elle peut différer d’une décision judiciaire, sur les délais de traitement, … Le Règlement de Procédure complet peut être consulté sur notre site www.mediationconsommateur.be. Vous pouvez également en demander une copie sur support durable en prenant contact avec notre service. (Le envío en anexo un extracto del Reglamento de Procedimiento. Le ruego que lo lea en detalle. Usted encontrará en él informaciones sobre la posibilidad de retirarse del procedimiento, sobre el hecho de que la solución no será vinculante, que puede ser diferente a una solución judicial, sobre los plazos del  procedimiento... El Reglamento de Procedimiento completo puede consultarse en nuestra página www.mediationconsommatteur.be. También puede usted pedir una copia en soporte papel a nuestro servicio)

Je vous prie de croire, Monsieur von Buchweizen, à l’assurance de mes sentiments les meilleurs. (Atentamente,)

Luc Toerlinckx Président du Comité de Direction

***

Todo esto parecía serio. Otra cosa sería que tuviera algún efecto, pero hay que reconocer que no podía yo tener la menor queja sobre la rapidez en reaccionar.

Con menos escepticismo que antes de toda esta retahíla de correos, pero sin la menor certeza de que tanto texto engolado fuera a tener más efecto que hacer perder un rato a algún tipo de la central de la empresa, me quedé a esperar acontecimientos.

Cosa que será materia de la próxima entrada, porque hoy se hace tarde y mañana tengo que madrugar mucho, que tengo lo que aquí en Bélgica equivale a la ITV a las siete de la mañana. Pero esa es otra historia.


domingo, 13 de noviembre de 2022

La instalación de la cocina continúa

En la entrada anterior de esta serie, habíamos dejado las cosas muy bien encaminadas, con el encargo hecho y con todo a punto para que, desde el minuto uno de nuestra mudanza a nuestro nuevo hogar, dispusiésemos de la cocina de nuestros sueños.

De repente, comenzó a haber problemillas, materializados en llamadas de Alain a mi esposa cada vez más frecuentes y más extrañas. Los plazos no se podían cumplir, por razones que nunca quedaban claras del todo, pero que desde luego no eran atribuibles a Alain. Había un culpable, por supuesto, pero nunca era él.

Alguna vez pasamos de nuevo por la tienda para cerciorarnos de algunos puntos, o para ver si se podía modificar la disposición de algunas cosas para mejorar el proyecto final, de modo que Alain comenzó a tomar cierta confianza y nosotros, que apreciábamos sus esfuerzos para meter en el plano todo lo que le pedíamos, también comenzamos a tomarnos algunas confianzas. Es lo que tiene, hablar (casi) la misma lengua.

Alain no estaba muy contento con su trabajo. A lo que él aspiraba era a convertirse en funcionario europeo, según decía él, con el fin fundamental de que sus hijos pudieran asistir a alguno de los colegios europeos, que es uno de los privilegios de esos funcionarios. En Bruselas hay cinco de esos colegios, pues no en vano es el lugar donde hay más funcionarios europeos de todo el mundo, en los que se puede estudiar básicamente en la lengua nativa del funcionario de que se trate. Alain era pillo. Aunque su lengua materna era evidentemente el francés, mucho más que el español afrancesado que gastaba, tenía la intención de presentarse a la oposición como español. De esta manera, contaba él, tendría que hacer el examen en su segunda lengua, que resultaría ser el francés, es decir, su lengua materna; además, como español tendría muchas más posibilidades de entrar que como belga, porque Bélgica es, con gran diferencia, el país más representado entre los funcionarios y agentes europeos, en un ejemplo de libro del efecto sede, así que no es fácil ser contratado siendo de esa nacionalidad.

Estas conversaciones debieron abrirnos los ojos a la evidencia de que Alain no estaba quizá todo lo motivado que debería, pero no lo hicieron, quizá porque fuéramos (y probablemente todavía seamos) unas almas cándidas fáciles de engañar, o porque, llegados a ese punto, ya no teníamos más remedio que confiar en lo que viniera.

Después de mucha tensión, porque no podíamos llamar al pintor para hacer los acabados si los muebles no estaban instalados, conseguimos que, con un retraso absurdo, nos hicieran la instalación un buen día de enero de 2016, pocas semanas antes de nuestra mudanza. La instalación de lo que había, que quede claro que eran casi todos los muebles de cocina, pero no todos, los electrodomésticos, excepto el horno, que no se sabía por dónde estaba, y -¡Dios santísimo!- la encimera.

Que falte una cajonera tiene un pase, que falte un horno puede suceder y uno lo puede reemplazar más o menos con la cocina, en este caso de inducción, y con el microondas, pero, si falta la encimera, estás perdido.

- Estará para cuando sea la instalación -decía Alain.

- ¿Seguro?

- Sí. La hace una empresa portuguesa. Los mismos instaladores vienen de Portugal.

- ¿Cómo? ¿De Portugal?

- Sí, traen varios planes de trabajo y vienen aquí una vez al mes más o menos en su camioneta para instalarlos.

En francés, encimera es plan de travail. Por consiguiente, Alain procedió a una traducción literal, porque la palabra encimera, por mucho que trabajase en una empresa de instalación de cocinas, no estaba en su vocabulario. Lo de los portugueses que recorrían media Europa con sus encimeras de piedra natural en su furgoneta era bastante raro, pero oye, cosas más raras se han visto.

El día de la instalación, y no sé cómo me sorprendí, la encimera no estaba y los portugueses tampoco. Ni el horno. Ni una cajonera que habíamos encargado y con la que, según Alain, había habido un problema. Los instaladores, que no son el muro de las lamentaciones, pero casi, pusieron otro horno en el hueco del que tenía que venir, pero era un horno usado, antiguo, más pequeño y sucio, que no sé cómo no les dio vergüenza proponer tal cosa. El hueco de la cajonera se quedó como estaba y, para hacer de guisa de encimera, los operarios pusieron unos tablones de madera, con lo cual podíamos cortar hasta cierto punto, siempre que no hubiera líquidos en la preparación culinaria, porque la instalación, evidentemente, consistía en poner la plancha de madera sobre los muebles y fijarla lo justo para que no se moviera, pero no en impermeabilizar con silicona las juntas con los muebles de debajo. Eso, para los portugueses.

Total, que quedó un desastre. El pintor entró, hizo lo que pudo, pero la mudanza se produjo con la cocina en el estado mediocre en que la dejaron los instaladores, y las primeras semanas en la misma también. La paciencia se estaba acabando. Aquello no era solamente cutre: aquello era infecto.

Alain comenzó a ponerse menos frecuentemente al teléfono. Cada vez menos frecuentemente. Igual estaba preparando la oposición, no sé.

La tensión en casa de los Von Buchweizen se podía cortar con un cuchillo. La cocina es un lugar de la casa muy importante y, si no estás a gusto en él, no estás a gusto en tu casa, que se supone que es para siempre.

Sí, las cosas se estaban poniendo feas.

Había llegado el momento de tomar medidas, pero no estaba claro cuáles tomar ¿El libro de reclamaciones? En Rusia funcionaba bastante bien, y también en España, pero Bélgica es diferente, me temo. En un país donde hasta las empresas privadas son burocráticas a más no poder, esconder un papel no parecía la cosa más difícil del mundo.

Alain ya no se ponía al teléfono en absoluto. Acabamos hablando con otra persona que no parecía saber de qué iba el asunto y que nos decía que ya pasaría el recado. En algún momento pareció que los portugueses nos llamarían para tomar medidas ¿Más medidas? Nos estábamos volviendo locos. Y eso es malo.

A fuerza de pensar, recordé el famoso refrán español de que no hay mejor cuña que la de la misma madera y pensé que, puesto que Ixina estaba formada por un rebaño indestructible de burócratas belgas (porque Alain era belga hasta el tuétano, por mucho que presumiera de español), lo mejor sería combatirles con otros burócratas belgas.

La lucha entre ellos seria encarnizada por seguridad, pero también larga a más no poder. Por eso, por no eternizar esta entrada, y también porque se está haciendo tarde por momento, parece llegado el momento de dejar el combate de los burócratas para la siguiente entrada.

viernes, 11 de noviembre de 2022

Más huelguistas

No hace mucho apareció en esta bitácora una entrada sobre la huelga general convocada en Bélgica por dos de los tres sindicatos mayoritarios, mientras que el tercero, que se dice liberal, aunque no la convocaba ni animaba a sus miembros a unirse a ella, sí iba a participar en las acciones paralelas que se anunciaban.

Bueno, pues la huelga tuvo lugar efectivamente el 9 de noviembre, es decir, anteayer. Sobre su seguimiento no soy capaz de dar una opinión fundamentada. Como todos los sindicatos saben, el sector fundamental para que una huelga tenga éxito es el del transporte, porque, si los transportistas hacen huelga, los que dependen de ellos para trabajar o recibir suministros no tienen más remedio que quedarse en su casa. Especialmente importante es el caso del transporte público, esto es, autobuses y trenes, que, por mucho que se les impongan servicios mínimos, éstos no llegan a garantizar un tráfico ni medio normal. Ayer por la mañana, sin ir más lejos, tuve en casa a la señora de la limpieza (creo que aún se la podrá llamar así en estos tiempos de corrección política), que no es precisamente lo que yo llamaría una huelguista, pero que no tuvo más remedio que disculparse ante sus clientes de ayer (entre los que, por suerte, no estaba yo), porque desde su barrio no salía ningún medio de transporte público, y la señora no tiene otro medio de desplazarse aparte de sus piernas, que difícilmente la iban a llevar sucesivamente desde Jette a Stokkel, porque hablamos de cosa de catorce kilómetros sólo de ida.

Con cosas como éstas, naturalmente el seguimiento de la huelga aparece artificialmente ampliado. Pero no todo el mundo tiene que quedarse pierna sobre pierna en caso de colapso del transporte público, cosa cuya prueba tuve cuando salí de casa montado en mi bicicleta a eso de las ocho menos veinte.

Efectivamente, la cola de coches llegaba hasta mi calle desde el colegio que hay en la calle vecina, y eso que faltaba un buen rato para que comenzaran las clases. Obviamente, no había transporte escolar, así que los padres estaban llevando a sus hijos al colegio en coche, porque parece ser que los colegios hacían menos huelga, o los profesores habían conseguido organizar sus desplazamientos a despecho de la ausencia de autobuses, metros o trenes.

Haciendo piruetas y malabares entre los coches que iban y los que venían, y usando la acera (sí, ilegalmente, lo reconozco avergonzado) durante algunos metros, me las compuse para sobrepasar la altura de la puerta del colegio, que era donde se concentraba el colapso, y a partir de ahí ya las cosas fueron más tranquilas. Es verdad que la gente parecía nerviosa, supongo que por la falta de costumbre de algunos a la hora de conducir en hora punta, pero no me costó demasiado llegar a mi oficina.

Una vez allí, había mucha gente en teletrabajo, como todos los miércoles, pero no noté en particular la ausencia de nadie. Los servicios de limpieza funcionaban como de costumbre, aunque no era el caso de los de restauración, otro de los sectores a los que la ausencia de transporte, en este caso de mercancías, perjudica mucho. Al final, sin embargo, pude comer una salchicha campestre con puré de patatas y judías que me sacó de penas la tripa hasta la hora de cenar.

Mi valoración del seguimiento de la huelga es, por lo demás, hecha un poco a ojo. Yo diría que los sindicatos redoblan los esfuerzos en el sector clave del transporte y que concentran allí sus cajas de resistencia, porque saben que es donde se la juegan. Tengo la impresión de que el resto de la gente que ha ido a la huelga lo ha hecho sin ninguna convicción y sólo con el afán de no complicarse la vida más de lo que ya lo está con esta inflación que, si en España está por el 10%, en Bélgica va por el 12%. Ya contaré cuánto me va a clavar en diciembre la distribuidora de energía que viene amenazándome con una puñalada si no aumento provisionalmente lo que les pago cada mes.

Porque, sí, de eso va la huelga en realidad, de que el gobierno y las empresas hagan algo para que no empeore el poder adquisitivo de los trabajadores.

Y ahora toca hablar de las acciones paralelas, ésas que aceptaban los tres sindicatos, incluido el liberal. La imagen de aquí al lado, que es un fotograma de la televisión belga, muestra a una de las participantes en la manifestación que estaba convocada en la plaza de Luxemburgo. Como la susodicha plaza está situada justo delante de la sede bruselense del Parlamento Europeo, y ya se sabe que la función principal de las instituciones europeas consiste en servir de chivo expiatorio de todo lo que vaya mal, la plaza de Luxemburgo, igual que la de Schuman (donde están las sedes de la Comisión y del Consejo), es frecuente teatro de manifestaciones de protesta, que tienen por objeto desde el cambio climático al reconocimiento de los derechos adquiridos por los trabajadores angoleños en la extinta República Democrática Alemana. Como muchas de esas causas, por justas que sean, no son vitales para el común de los ciudadanos bruselenses, el tamaño de la mayoría de las manifestaciones es bastante reducido. Por ejemplo, los trabajadores angoleños en Bruselas no son un grupo numeroso y, cuando me mezclé en su día entre ellos para preguntarles qué narices hacían allí y que me explicaran qué esperaban obtener de su acción, la asistencia a la manifestación aumentó considerablemente en proporción a lo que había antes de mi llegada.

Pues bien, si esas concentraciones ya eran de una densidad sumamente leve, basta echar un vistazo al fotograma para darse cuenta de que la plaza está tan vacía como el arsenal de un pacifista. El reportero vio a la única persona razonablemente mona presente en la plaza y se lanzó sobre ella micrófono en mano, pero no consiguió ocultar que no le debió costar demasiado apartar a los otros asistentes para abrirse paso hasta ella.

Yo, que pasaba por allí buscando algún sitio abierto para comer algo, escuché algunos silbatos aislados, que más parecía que los manifestantes hubieran pitado penalti que otra cosa, y seguí a lo mío, porque, como decía mi abuela, "tripas llevan piernas".

Por si fuera poco, a no tardar comenzó a llover ligeramente, a despecho del cambio climático. Es bien sabido que, en Valencia, basta con que caigan cuatro gotas para que los valencianos nos ocultemos despavoridos en nuestras casas, pero no parecía que fuera a suceder lo mismo en Bruselas, donde la lluvia es una costumbre más. En cualquier caso, los manifestantes, que no debían tener la moral muy alta, a juzgar por su número, y una vez conseguida la cobertura mediática que estimaban merecer, abandonaron la plaza, quizá para ver si encontraban algún esquirol que tuviera abierto su establecimiento y les proporcionara algo que comer.

En fin, que, si la plaza estaba medio vacía cuando pasó el reportero, poco después. cuando tomé la foto desde el otro lado de la misma, no presentaba más población que los pocos incautos a los que la lluvia nos había pillado en la calle. El agua había disuelto, o diluido, la manifestación.

Y ahora vamos a pensar en la siguiente huelga. La del miércoles permitió a quien quisiera hacer puente el jueves, porque hoy, viernes, es festivo en Bélgica al celebrarse el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial. La siguiente ya veremos cuándo se convoca, pero eso será en otra ocasión. Hoy no, que se hace tarde.