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domingo, 2 de octubre de 2022

Belgas en otros albumes de Astérix

Naturalmente, la mayor parte de los belgas de las aventuras de Astérix aparece en el álbum objeto de estas entradas, pero con anterioridad Goscinny ya había hecho aparecer a belgas en otros dos álbumes. Claro, también aquí en las versiones en español prácticamente no se nota que sean belgas, pero en la versión francesa es más que evidente, a causa de los dejes lingüísticos que Goscinny pone en su boca.

El primero de los belgas que aparece es el druida Septantesix (en español tuvieron que traducirlo como pudieron, con el nombre de ...), que asiste al congreso de los druidas en el bosque de las Carnutes y que se encuentra con Panorámix en el camino al congreso. Ya el nombre nos dice algo, porque, aunque en español está claro que el número al que hace alusión es el setenta y seis, ese mismo número, en francés de Francia, como ya sabemos, es "soixante-seize"  (sesenta y dieciséis, literalmente) y en el de Bélgica es, efectivamente "septante-six".

Pero es que, además, el invento que Septantesix presenta en el congreso de los druidas es un mejunje que te hace invulnerable al dolor, por lo que puedes meter las manos en aceite hirviendo y sacar las patatas fritas con las manos, lo cual es otra alusión a las cuestiones culinarias belgas.

El otro álbum en que aparece un belga es "Astérix Legionario", en el que Astérix y Obélix se enrolan en una suerte de legión extranjera romana que debe ayudar a César en sus luchas en África contra los pompeyanos. Claro, la finalidad de los galos no es ayudar a César, sino liberar a Tragicómix (con T, como Timeo danaos et dona ferentes), un galo que ha sido enrolado a la fuerza en la legión. En la centuria a la que pertenecen, hay una serie de legionarios de las distintas partes del mundo conocidas: el griego Sopaconondas (en la versión original, se llama Plazadetoros, que también suena griego, pero el traductor español no se atrevió a dejarlo así), el egipcio Campodetenis, el godo Quiméric, el bretón Espiquininglis (en la versión original Faupayélatax, es decir, "hay que pagar los impuestos") y también el belga Moulefix.

Para mi gusto, Astérix Legionario es el álbum más logrado de toda la colección (en dura lucha con otros, ciertamente). En lo que respecta al belga, tiene todos los tópicos: por supuesto, el nombre ya evoca el plato típico belga, los mejillones con patatas fritas (moules frites). Además, se pasa el día contando chistes o riéndose de los que a veces cuentan los galos. En cuanto llega al campamento de César, se marcha con el godo a buscar cerveza (y acaban en la tienda de César, que confunden con una cantina). Y, obviamente, todas las muletillas lingüísticas que hemos visto en las entradas precedentes aparecen en el habla de Moulefix. Incluso diría yo que a Goscinny le supo mal tener que dejarse muchas en el tintero, porque Moulefix no deja de ser un personaje secundario en aquella aventura, y que posiblemente de ahí partió la idea de elaborar Astérix en Bélgica.

Así pues, sirvan estas entradas como homenaje a los creadores de uno de los mejores tebeos de todos los tiempos, Goscinny y Uderzo, coincidiendo con el reciente fallecimiento del segundo, que aún siguió con el personaje escribiendo él los guiones ("La gran zanja"), pero que terminó por ceder los trastos a otros dibujantes que han podido imitarle a él como dibujante, pero me temo que no llegan a la altura de Goscinny como guionista. Fatalmente, los últimos álbumes de Astérix huelen cada vez un poquito más a igualdad de género, empoderamiento femenino y ecolatrías varias, cuestiones que Goscinny había dejado, muy juiciosamente, fuera de todos los tebeos en los que participó. Posiblemente, porque sobre ellas es imposible bromear, lo cual conduce inevitablemente a la consecuencia de que los últimos tebeos de Astéerix tienen menos gracia que los de su época dorada, aunque se sigan vendiendo mucho. Y yo, sí, los sigo comprando, seguramente más por nostalgia de lo que fue que por apreciar lo que son ahora, que no es que sea malo, pero no es lo mismo.

Y ahora iremos a por nuevas aventuras, porque las de Astérix se las vamos a dejar a sus creadores. Pero eso será otro día, porque hoy se hace tarde.


martes, 27 de septiembre de 2022

La batalla de Waterloo

Volvamos, después de algún tiempo, a Astérix en Bélgica. En una de las últimas entradas de esta serie, ya anuncié que trataría de la batalla final del cómic. César, mosqueado por los disturbios en la Galia Bélgica, decide desplazarse allí con sus legiones. Con bandera de parlamentarios, Astérix y Obélix le cuentan que todo lo que está pasando es una competición para dirimir si los más valientes son los galos de la Galia Céltica o de la Galia Bélgica, y que él es el árbitro de la competición. Astérix le dice que lo mejor es que lo deje todo en empate y así podrán volver a casa tranquilamente.

Claro, César se enfada y grita que el más valiente es él. Obélix dice que no está bien que el árbitro participe en el concurso, y César dice que va a atacar con sus legiones. Y se monta el lío.

No tengo claro que Goscinny completara el guion de esta última parte. Es más, estoy casi seguro de que no lo completó. Sí que es conocido que falleció antes de que estuvieran a punto las diez últimas páginas del álbum, por lo que es probable que Uderzo, el dibujante, sólo tuviera las líneas generales, pero no el guion detallado. Se ve que el cielo está gris y plomizo a lo largo de todas estas páginas, lo cual no sólo es una alusión al tiempo que suele hacer en Bélgica (doy fe), sino también un signo de tristeza de Uderzo por el fallecimiento de su compañero. En todo caso, los ingeniosos juegos de palabras propios del talento de Goscinny no se encuentran en esta parte del cómic, o son menos brillantes, lo cual permite sospechar que Uderzo se las tuvo que apañar solo, con únicamente las indicaciones generales que viniesen del plan general de la obra. Efectivamente, cuando uno lee los álbumes posteriores a éste, se ve a las claras que la brillantez de los primeros es mucho más opaca: hay un antes y un después de la trigésimocuarta página de Astérix en Bélgica.

Sea como fuere, el resultado es una parodia de la batalla de Waterloo (y que nadie lo pronuncie "guaterlú", por favor). Probablemente sea la batalla más famosa que haya tenido lugar jamás en suelo belga, lo cual tiene su mérito, porque en suelo belga han tenido lugar muchísimas batallas cruciales en la historia europea, hasta el punto de que Bélgica pasa por ser el campo de batalla de toda Europa. En esta bitácora ya hemos visto algunas, como la de Gembloux, que recuperó la iniciativa en los Países Bajos para la Monarquía Hispánica, o la de Ramillies, que significó el final del dominio español (a esas alturas ya muy poco español) en la actual Bélgica, además de una batalla sumamente importante en una de las primeras guerras mundiales de la época, la de Sucesión de España.

Pero la de Waterloo es la más conocida, posiblemente por la participación de ese corso usurpador con tan buena prensa en Francia, que atendía por Napoleón Bonaparte y se hacía llamar por esta época Emperador Napoleón I. Un excelente general que, para 1815, fecha de la batalla, ya iba de capa caída, después de haber sufrido derrotas en las campañas de 1812 (fallido intento de conquistar Rusia), 1813 (destrucción de su ejército en Leipzig) y 1814 (campaña de Francia, que los aliados conquistan, a pesar de la genial oposición de Napoleón, seguramente en su campaña más meritoria). Napoleón se escapó de su semiprisión de la isla de Elba para desembarcar en Francia, de donde se dio a la fuga el rey Luis XVIII, recuperar el gobierno y levantar un ejército de medio millón de hombres, que apenas sé de dónde sacaría, mientras las potencias reunidas en Viena lo declaraban proscrito y se disponían a marchar contra él.

Napoleón tomó la iniciativa y se dirigió derecho hacia la actual Bélgica, que entonces estaba para ser adjudicada al Reino de los Países Bajos. Frente a él se movilizó un ejército prusiano al mando de Blücher y un ejército compuesto de ingleses, holandeses y varios países más, a las órdenes del duque de Wellington, aunque el mando nominal correspondía al hijo del Rey, al Príncipe de Orange.

Napoleón logró forzar su avance en Quatre-Bras, en dirección a Bruselas, y envió mensajeros (que no llegaron a su destino) a su general Grouchy para que tomase la retaguardia del ejército angloholandés con su cuerpo de ejército. Tras el bombardeo de las posiciones aliadas, las distintas cargas de caballería del mariscal Ney no lograron quebrar la resistencia del ejército aliado, que había tomado las mejores posiciones defensivas, por lo que el bombardeo no les perjudicó lo suficiente. La propia guardia imperial tuvo que ser enviada a la lucha, pero tampoco pudo hacer nada para progresar. Cuando Napoleón vio un ejército acercarse, pensó que era Grouchy que venía en su ayuda para romper las posiciones aliadas, pero en realidad era Blücher con sus prusianos, que se lanzaron al ataque junto con los aliados, destrozando completamente al agotado ejército francés. Napoleón pudo escapar, pero ya carecía de medios para mantenerse en el poder, sin apenas ejército y enfrentado a un enemigo infinitamente superior a él, incluso sin haber completado la movilización de todas sus fuerzas, así que se entregó a los ingleses, que le enviaron a la isla de Santa Elena, en mitad del Atlántico, de jubilación forzosa. Allí murió seis años después.

En muy resumidas cuentas, esto es la batalla de Waterloo, que los escolares franceses posiblemente conocen bastante bien (o conocían en la época de Goscinny). Los españoles no la conocemos apenas, porque no participamos en la misma, y porque en general limitamos las guerras napoleónicas al período 1808-1814 en la Península Ibérica, así que es probable que la traducción española pasase sin pena ni gloria lo que para un francés es evidente.

El papel de Napoleón pasa a ejercerlo César. Lo normal sería que lo ejercieran los franceses, pero, como fueron derrotados, había que pensar otra cosa, porque no vamos a hacer perder una batalla al Astérix y los suyos. El papel de Grouchy, el general que debería haber pillado desprevenidos a los aliados, lo desempeña el legado Volfgangamadeus, jefe de las fuerzas romanas en Bélgica. Los belgas son equivalente a Wellington, mientras que Astérix, Obélix y Abraracurcix tienen el mismo papel que Blücher en la batalla: su llegada (en este caso tras desbaratar a Volfgangamadeus, mientras que, en la batalla real, Blücher no se encontró con Grouchy) cambia el curso de la batalla y da lugar a un contraataque decisivo.

El problema de esta parte del álbum es que tiene mucha menos gracia que el resto. Está bien como reconstrucción histórica, al menos para el que conozca algo la historia, pero tiene mucha menos chispa que el resto del álbum.

Pongo el texto traducido al castellano, lo cual nos dará una idea de las dificultades de la traducción. Vemos en la página anterior el plan de batalla de César, trasunto del de Napoleón. Los belgas se lo toman más a la ligera. Vale, tenemos al mensajero rápido que alerta a las tribus vecinas (y que es una caricatura de Eddy Merckx, quizá el mejor ciclista de todos los tiempos, que en el momento de la publicación del álbum estaba en activo, aunque en declive y cerca de la retirada). Y, en la viñeta siguiente, tenemos a Gueusealambix preguntando a Nicotine si ya se ha puesto a freír patatas. Las patatas, obviamente, no se conocían entonces en Bélgica, pero en francés se dicen "pommes", que también quiere decir "manzana", juego de palabras totalmente intraducible al castellano.

Cuando Gueusealambix ve que la comida antes de la batalla es waterzooie, el plato típico flamenco (ellos sabrán por qué les gusta), lo mira con expresión triste, diciendo en la versión en español "Este waterzooie no está muy bien hecho... El cocinero ha fracasado... ¡Qué derrota! ¡Es una derrota de waterzooie!".

El traductor se lo inventó todo esto, con ese juego de palabras que mantiene entre "Waterloo" y "waterzooie". Supongo que es lo mejor que pudo hacer. En francés, lo que dice Gueusealambix cuando mira el plato con tristeza es:

Waterzooie! Waterzooie! Waterzooie! Morne plat!

"Morne" quiere decir "aburrido, sombrío, deprimente". En realidad, lo que dice Gueusealambix es una "adaptación" de un poema de Víctor Hugo, "La expiación", que se refiere a la batalla de Waterloo y cuyo verso más famoso es el siguiente:

Waterloo! Waterloo! Waterloo! Morne plaine!

El lector español, y menos ahora, no tiene ninguna posibilidad de adivinar esa referencia cultural que para el francés de 1977 formaba parte del plan de estudios, así que quizá el traductor hizo bien en eludirla y buscar otra forma de aludir a la batalla. En cambio, mantuvo el "alea iacta est" que dice Bruto a César tras la planificación de la batalla. Quiero pensar que eso todavía es accesible al lector español de la LOGSE, pero no me hago muchas ilusiones.

La batalla comienza con una preparación artillera. O sea, de catapultas, que es lo suyo en la época.


Volfgangamadeus, como debió haber hecho Grouchy, se dirige a la retaguardia del enemigo para rodearlos. Los galos están enfadados porque los belgas no les han dejado participar en la batalla. Abraracúrcix acusa a los belgas de xenófobos, lo cual tiene su aquél viniendo de un francés, y Goscinny, si aún escribió esto, no podía ignorarlo.
Los galos destrozan al ejército de Volfgangamadeus.

César-Napoleón cree que es Volfgangamadeus-Grouchy quien llega al campo de batalla, pero en realidad es Astérix-Blücher, que inmediatamente pasa al ataque. Digamos que Goscinny sigue más o menos el poema de Víctor Hugo citado antes, y que el traductor al español hace lo que puede.

Los piratas neutrales abandonan el campo...y la plancha con los mejillones pegados, lo que dará ideas culinarias a Gueusealambix un poco más adelante. Ante lo complicado de la situación, César ordena intervenir a la guardia.

La anécdota final corresponde a la guardia. En la batalla de Waterloo, conminado a rendirse, parece que el general Cambronne pronuncio exactamente las palabras "La garde meurt et ne se rend pas!", lo cual queda escrupulosamente traducido al castellano como "¡La guardia muere y no se rinde!". Otras versiones dicen, y así ha pasado al lenguaje popular francés, que lo que dijo es "Merde!", palabra fácil de traducir al español. Hábilmente, en el álbum se elude escribir la palabrota, pero sin dejar de hacer mención a la misma. Aún hoy, cuando un francés no quiere decir "merde", dice "le mot de Cambronne" (la palabra de Cambronne). Cambronne, por cierto, que sobrevivió herido a la batalla y aún vivió muchos años, siempre negó haber pronunciado esa palabra.
Finalmente, los romanos huyen al grito de "Sauve qui peut!" o sea "¡Sálvese quien pueda!"... que también es una referencia al poema de Víctor Hugo que cualquier escolar francés conocía. El traductor lo mantuvo, pero en la viñeta siguiente tuvo que hacer un nuevo alarde de traducción imaginativa. En francés (bueno, en algo parecido al francés), lo que Gueusealambix es "Nous avons vaincu! C'est le sauve qui sait général!" Y es que ya vimos en la entrada dedicada a las particularidad lingüísticas belgas que el verbo "poder/pouvoir" se convierte en "savoir/saber". Si el traductor hubiera querido hacer algo parecido hubiera debido poner "Sálvese quien sepa", pero eso no tiene ningún sentido para el lector al que va dirigido el álbum, así que escribió "¡Están corriendo sin cesar!", que al menos contiene el juego de palabras "cesar/César".

Dura vida la del traductor...

Vamos a dejar aquí el álbum de Astérix en Bélgica, pero aún nos queda un pequeño añadido: belgas en otros álbumes de Astérix. Pero eso lo dejaremos para otra ocasión, porque hoy se hace tarde.

sábado, 17 de septiembre de 2022

Neutralidad a la belga. Los piratas

Otro de los guiños a los clichés belgas es la famosa neutralidad belga. Bélgica nació como un país neutral y, al menos según Alberto I, como ya vimos, siguió siéndolo incluso después de que los alemanes violaran la neutralidad del país durante la Primera Guerra Mundial. Luego vino la entrada en la OTAN y la cosa cambió, pero en su día Bélgica era algo similar a lo que hoy es Suiza.

En el álbum, el guiño se produce con la nave pirata que los galos hunden regularmente en cada una de sus aventuras. El capitán dice que las luchas entre romanos y belgas no les incumben, porque ellos son neutrales. Sin embargo, como de costumbre, la nave resulta hundida por un proyectil que lanza Obélix a uno de los campamentos romanos y que se pasa de largo.

El capitán, irritado, dice que eso no quedará así y que alguien deberá pagar por su barco, así que se pasa el resto del álbum paseándose por campamentos romanos con una tabla de su barco (a la que se han pegado unos cuántos mejillones) y preguntando quién va a pagar por el hundimiento de una nave neutral.

La cosa adquiere caracteres exagerados cuando los legados informan al Senado romano sobre el recrudecimiento de las luchas en Bélgica. Obviamente, quedaría muy feo decir que los responsables del jaleo son tres galos y un perrito, así que se convierten en "hordas de galos, con jaurías de perros feroces y apoyados por una misteriosa flota pirata neutral", lo cual cambia bastante las cosas y muta los disturbios en alzamiento generalizado, para regocijo de la oposición senatorial a César.

El capitán pirata incluso se acerca al campamento de César, una vez éste ha llegado a Bélgica, para reclamar una indemnización por su barco neutral hundido. Claro que ese día César está de mal humor y la cosa se salda con un fracaso.

Al final, claro, los piratas se quedan con un palmo de narices, como en todos los álbumes, pero la tabla del barco con los mejillones adheridos acaba en las manos de los belgas, que comienzan a tener ideas culinarias con los mismos, unidos a patatas fritas.

Una vez más, una serie muy lograda de Goscinny que, con el efecto de la repetición, como hará en tantos álbumes, consigue dar al texto un señalado efecto humorístico.

Cosa que, por desgracia, sucederá mucho menos en el siguiente apartado que vamos a ver, pero, claro, hay una explicación, que veremos en la próxima entrada.

lunes, 18 de julio de 2022

Divisiones nacionales

 

En esta escena, Goscinny hizo alusión a la división del país en dos comunidades lingüísticas, aunque sólo mediante un juego de palabras. Los dos jefes, menapio y nerviano, se disputan un trozo de lengua de jabalí, que es, por lo visto, "un bocado de jefe". Como los dos son jefes, se las tienen tiesas hasta que la esposa de Gueusealambix, Nicotine, declara que hay lengua de jabalí para todos y que dejen de pelearse. Finalmente, le dice a Astérix que "entre esos dos tipos siempre hay un problema de lengua".

En español, claro, la traducción vuelve a hacer lo que puede. "Un problema de lengua" en francés es muy claramente un problema de comprensión, cosa que es mucho menos evidente en español.

Es curioso que Goscinny no haga demasiada sangre de la división lingüística del país, que en aquellos tiempos estaba en plena efervescencia. También es una posibilidad que, si hubiera podido terminar el guion, lo hubiera hecho, porque lo cierto es que "Astérix en Bélgica" fue el último álbum de Goscinny, que falleció en 1977, dos años antes de la publicación de la obra, y en plena producción de la misma.

Lo que sí que está claro es que los nombres de los distintos protagonistas fueron idea suya, lo cual es algo que tocará analizar en la siguiente entrada, no hoy, que es tarde.

sábado, 9 de julio de 2022

Cuestiones geográficas

Aquí tenemos un mapa de la Galia en tiempos de Julio César, en el que, ya a simple vista, se ve que la Galia Bélgica es de un tamaño muy superior al de la Bélgica actual. Como bien decía Julio César, el límite meridional de la Galia Bélgica es el río Sena, el que pasa por París. En el mapa, París (Lutetia, en latín) está en la Galia Céltica por los pelos, porque en ese punto la frontera hace un pequeño entrante que deja Lutetia fuera de la Bélgica de entonces. En cambio, una ciudad como Reims (Durocortorum, en el mapa) está en Bélgica.

Gueusealambix hace una exhaustiva enumeración de las tribus belgas en su primer encuentro con Abraracurcix: belovacos, suesones, eburones, atuatucos, nervios, ceutrones, grudios, levacos, pleumoxes, geldumnos y menapios. Luego, en el tebeo, no aparecerán más que los menapios, identificados con los flamencos, y los nervios, identificados con los valones. La mayoría de las otras tribus que cita Gueusealambix no habitaban en el territorio de lo que hoy es Bélgica.

La otra parte histórica de la página es la referencia al himno nacional belga, la Brabançonne. Gueusealambix justifica la guerra contra los romanos diciendo que "tras semanas y semanas de esclavitud", decidimos que no podíamos (o sabíamos) aguantar más. La Brabançonne, en su versión de 1860 (la anterior era muy anti-orangista), comienza con un exagerado "tras siglos y siglos de esclavitud". Para empezar, es exagerado porque es dudosísimo que los belgas fueran esclavos de nadie durante siglos. Como mucho, entre 1795 y 1830, lo cual llega por los pelos a un tercio de un siglo. Si se refieren al período posterior a 1517, cuando pasaron a formar parte de la Monarquía Católica hasta 1714, los reyes de España eran descendientes legítimos de los duques de Flandes y de Brabante y no tocaron una coma de las libertades del país. Lo mismo se puede decir de los Habsburgos de Austria entre 1714 y 1795, con la posible excepción de José II, como vimos en su momento.

El caso es que la Galia Bélgica tenía unos límites que no concuerdan completamente con el actual Reino de Bélgica, sino que incluyen todo el norte de la actual Francia, el sur del actual Reino de los Países Bajos, Luxemburgo bastante enterito y un cacho de la actual Alemania.

En todo caso, por lo que es conocida la actual Bélgica es por el desbarajuste lingüístico y de todo tipo que hay entre flamencos y valones, pero eso será asunto de la próxima entrada, porque, naturalmente, Goscinny no puede menos que darse el gusto de abordarlo.

sábado, 25 de junio de 2022

Primer encuentro con los belgas

Después de pasar la frontera con la Galia Bélgica, Abraracurcix, Asterix, Obélix e Ideafix se encuentran con un grupo de belgas, en la escena que se ve en la imagen (pinchar para ampliar). En esta página ya se muestran la mayoría de los tópicos belgas, comenzando por el carácter campechano y bromista. No siempre es verdad, porque hay gente avinagrada, como en todos los sitios (un día hablaré de mi vecino de enfrente), pero, cuando te encuentras con un belga gracioso, es gracioso de verdad.

Aquí ya vemos varios ejemplos del dialecto belga. Para empezar, hay que tener en cuenta que el idioma que se habla en Bélgica y que pasa por ser francés no es el francés de Francia, aunque desde luego los dos son perfectamente inteligibles para cualquier hablante de francés estándar. Y no digamos el que se habla en Bruselas, que tiene un dialecto aún más particular. Goscinny no duda en hacer hincapié en estas diferencias, hasta el punto de que Obélix, cuando se acercan a la aldea de Gueusealambix, que le recuerda tanto a la suya, dice: “Si habláramos la misma lengua, se podría pensar que estábamos en casa.”

En efecto, Gueusealambix y sus compañeros utilizan constantemente expresiones que no se usan en la Francia actual, aunque sí en Bélgica, y que tuvieron que desesperar enormemente al pobre traductor, que era imposible de todo punto que transmitiera los múltiples sentidos de la obra original. Aquí va una pequeña lista, por si el lector tiene la ocasión de afrontar una conversación con un grupo de belgas.

Oué es la forma que los belgas tienen de decir que sí. Todo el mundo sabe que “sí”, en francés, es “oui”, pero desde luego no en esta reducida parte de la francofonía. De hecho, haciendo una pequeña digresión, “oui”, del latín “sic”, en su día fue la forma de afirmar del centro de Francia, mientras que en el sur la forma era “oc”, del latín “hoc”, por lo que no es de extrañar que el sur de Francia se llame Occitania, hasta que la Revolución Francesa hizo tabla rasa de las diferencias regionales y el francés del oui se impuso en todo el país.

Pues en Bélgica es “oué”, que aparece por todos los lugares en el tebeo. Claro, un belga cultivado no va a hablar así, si no quiere, pero mucha gente sí que lo va a hacer en el lenguaje más informal.

Fieu es otra de las muletillas que aparecen por doquier. En francés de Francia posiblemente se diría fiston. En los dos casos se trata de una expresión familiar, algo así como “tío” en español informal.

Otra expresión muy frecuente es utilizar el verbo savoir (que normalmente significa "saber", obviamente), con el significado de "poder". En francés de Francia, pouvoir. Los franceses se divierten mucho con esta diferencia y les sirve para menospreciar un tantico a los belgas, y es curioso que, en esta página, son precisamente los belgas los que tratan a los franceses con condescendencia, en un guiño de Goscinny a lo que hacen sus propios compatriotas con los belgas.

Venir avec es otra expresión particular del país. Nada más sencillo que entender esta expresión (“venir con”), lo que pasa es que en Bélgica se utiliza a pelo, sin acompañar avec de ningún complemento, en el sentido de “acompañar”. Evidentemente, se trata de una construcción que procede del flamenco “meekomen”, un verbo separable que quiere decir exactamente eso (al que sepa alemán le sonará “mitkommen”, que es casi literalmente la misma cosa). No olvidemos que Bruselas es predominantemente francófona desde hace relativamente poco tiempo, y que el poso flamencófono sigue siendo muy importante.

El pobre traductor tuvo que sufrir lo suyo para salir airoso del trance de expresar estos dos dialectos de una misma lengua, y evidentemente hay cosas que se pierden: oué, venir avec o fieu desaparecen completamente, y sólo se atreve a utilizar "saber" como traducción de "savoir", lo cual indudablemente sonará extrañísimo al lector hispanófono que no sepa de que va el asunto. A la izquierda está la versión española del tebeo, que se puede pinchar para ampliar.

Sí que se aprecia el sentido del humor del que hace gala el jefe belga Gueusealambix (sobre los nombres de los personajes volveremos más adelante).

Por cierto que en esta página hay dos referencias históricas interesante: la primera se refiere a las tribus que habitaban la Galia Bélgica, y la segunda es una alusión al himno nacional belga actual, que pocos belgas conocen, seamos claros, pero que Goscinny sí que tuvo en cuenta.

Pero a esas referencias, afortunadamente más sencillas de traducir, volveremos en una próxima entrada, que hoy se hace tarde.


sábado, 18 de junio de 2022

Descansando

 

No deja de ser un complemento de la entrada anterior, antes de partir al país de los belgas, ver el motivo del cabreo monumental de Abraracúrcix:

Astérix: Precisamente quiero saber qué hace usted aquí de tan buen humor.

Legionario: Volvemos de una campaña contra los belgas. Y no estar ya en su país nos pone de buen humor. Julio César tiene razón cuando dice que, de todos los pueblos de la Galia, los belgas son los más valientes. En resumidas cuentas, estamos de reposo.

jueves, 16 de junio de 2022

Astérix en Bélgica: Introductio

Después de terminar con éxito, aunque fuera dos años más tarde de lo previsto, la serie de mandamases en Bélgica, uno se encuentra con una especie de vacío vital, como cuando un estudiante termina los exámenes y, una vez ha salido de fiesta el día que los acaba, se encuentra al día siguiente por la tarde un tanto confuso y sin saber muy bien en qué ocuparse.

Como la molicie es la cuna de todos los vicios, yo voy a intentar analizar una de las obras cumbre del octavo arte: nada menos que una de las obras maestras de Goscinny y Uderzo, “Astérix en Bélgica”. Estoy seguro de que muchos de los lectores de esta bitácora la han leído en castellano y se habrán encontrado con una historieta muy divertida, que es la impresión que me llevé cuando la leí, siendo un adolescente. Pues bien, es hora de desvelar que quienquiera que haya leído la obra en castellano se ha perdido una enormidad de guiños y sutilezas que en la versión original, en francés (o, mejor dicho, en dos franceses diferentes), dan para muchísimas reflexiones.

Ello es tanto más importante cuanto que Bélgica se enorgullece de pocas cosas, pero una de ellas es de tener los mejores historietistas del mundo. Ya hemos dedicado en esta bitácora algunas entradas a este fenómeno y, Dios mediante, vendrán más sobre la cuestión. Este orgullo tiene un motivo por lo menos desde que Georges Rémy, a.k.a. Hergé, dibujó su ópera prima “Tintín en el país de los Soviets”, que hoy es muy sencillo calificar de panfleto anticomunista, pero que en su día causó furor y puso las bases de una industrial editorial de enorme éxito. En estas circunstancias, mientras Tintín era el favorito de todo el mundo, unido a otros éxitos como los Pitufos, el Marsupilami, Gastón Elgafe y muchos más, aparecieron por Bruselas dos dibujantes franceses, pero de origen, respectivamente, húngaro e italiano, que atendían por Goscinny y Uderzo.

No voy a descubrir a estas alturas el enorme talento de Goscinny, el guionista, siempre excelentemente documentado en todos sus trabajos. “Astérix en Bélgica” es el vigésimo cuarto álbum de la colección, además de, probablemente, el más logrado hasta entonces. Los dos autores de la obra conocían Bélgica a la perfección por haber residido en ella y, si ya de por sí no paraban de hacer guiños a las particularidades locales (los que hayan leído “Astérix en Hispania” sabrán a qué me refiero), en este álbum desbordan de imaginación.

La frase alrededor de la que pivota todo el libro es una cita del principio de los Comentarios de la Guerra de las Galias, de Julio César. Si alguno de los lectores es lo suficientemente mayor como para haber recibido clases de latín, quizá incluso recuerde el comienzo de la obra:

Gallia est omnis divisa in partes tres, quarum unam incolunt Belgae, aliam Aquitani, tertiam qui ipsorum lingua Celtae, nostra Galli appellantur. Hi omnes lingua, institutis, legibus inter se differunt. Gallos ab Aquitanis Garumna flumen, a Belgis Matrona et Sequana dividit. Horum omnium fortissimi sunt Belgae, propterea quod a cultu atque humanitate provinciae longissime absunt, minimeque ad eos mercatores saepe commeant atque ea quae ad effeminandos animos pertinent important, proximique sunt Germanis, qui trans Rhenum incolunt, quibuscum continenter bellum gerunt.

Es decir, que la Galia está dividida en tres partes, de la que una la habitan los belgas, otra los aquitanos y la tercera los celtas. Ahora bien, de todos éstos, los más valientes son los belgas, alejados de toda civilización y refinamiento y con el culo pelado de pegarse con los germanos.

Bueno, pues de esta afirmación de César parte toda la obra. Los campamentos romanos que rodean la aldea gala están ocupados por romanos que han pasado por Bélgica y que van allí a descansar, a un lugar donde normalmente tendrían que estar preocupados por la presencia de los galos rebeldes. Finalmente, llega a oídos de Abraracúrcix, el jefe de la aldea, que César cree que los más valientes galos no son ellos, sino los belgas. Enfurecido, Abraracúrcix decide partir hacia Bélgica para demostrar que ellos son los más valientes. Nadie le hace el menor caso, así que sale solo, pero el druida Panorámix le dice a Astérix y Obélix que lo acompañen, obviamente provistos de una buena provisión de poción mágica. Tras un viaje razonablemente tranquilo, los tres llegan a la frontera belga, que atraviesan después de zumbar al legionario que la custodiaba.

Y, ya en la Galia Bélgica, tiene lugar el primer encuentro con la población local, encuentro que vamos a dejar para la próxima entrada, porque hoy ya no son horas de seguir escribiendo.

miércoles, 26 de mayo de 2021

Más historietas: los campeones

Ya dijimos no hace mucho que un elemento fundamental en la cultura belga en general, y flamenca en particular, son las historietas, stripverhalen en flamenco, y bandes dessinnées en francés. Después de relatar algo sobre Suske en Wiske, quizá la más popular de todas las historietas en Flandes, ahora toca pasar a algo un poco más para adultos. No es que sea inadecuado (si lo fuera no tendría espacio en esta pía bitácora), pero es mucho más infantil que Suske en Wiske.

Si Suske en Wiske son unos personajes flamencos en estado puro, F.C De Kampioenen son hasta tal punto flamencos que a nadie se le ha ocurrido traducirlos a ninguna otra lengua, al menos hasta donde yo sé. De hecho, si ahora son una historieta, no fue así en un principio, porque comenzaron siendo una serie de humor, lo que en inglés se llama una sitcom, que narraba las aventuras de un equipo de fútbol aficionado (y malo de solemnidad), pero no se trata de una comedia de deportes, sino de las situaciones personales de algunos personajes del equipo: el dueño y patrocinador (Baltasar Boma, dueño de Bomawurst, una fábrica de salchichas incomibles), algunos jugadores, el entrenador y el dueño del café en el que se reúnen. Y las mujeres de todos.

La comedia duró veintiuna temporadas, entre 1990 y 2011, e hizo furor en Flandes. Al final, aquello tenía difícil arreglo y el cambio, incluso físico, de la mayoría de los personajes hacía las cosas complicadas, además, de supongo, el cansancio de tanto tiempo rodando. Había actores que prácticamente nunca habían hecho otra cosa, desde que salieron de la escuela de interpretación, que participar en la serie.

En casi todo el mundo, cuando una historieta tiene éxito, acaba haciéndose una serie o una película. Así ha pasado con Astérix y Obélix, con Mortadelo y Filemón, y no digamos con toda la serie de Marvel. Posiblemente Bélgica sea uno de los pocos lugares donde las cosas pasan exactamente al revés: F. C. De Kampioenen fue una serie de enorme éxito, y la forma de perpetuarla ha sido... convertir a los actores en personajes de historieta. Efectivamente, a partir de 1997 empezaron a publicarse los álbumes, con personajes que no sólo están inspirados en la serie, sino que son directamente caricaturas de los actores tal y como estaban físicamente en 1997 (entretanto hay alguno que directamente ha fallecido). Una ventaja de los álbumes es que, a diferencia de la serie de televisión, los actores no envejecen en absoluto.

El argumento es bastante básico: hay un oponente, Fernand, que busca hacer la vida imposible al equipo de fútbol; hay un equipo de fútbol que está ahí, en segundo plano, y están los verdaderos personajes a los que les suceden cosas remotamente conectadas con el equipo: el propietario Boma (y sus salchichas detestables), el pésimo portero del equipo, Xavier, un militar y bebedor empedernido, y su mujer Carmen, con un carácter bastante fuerte; el entrenador Pol, que da un poco de equilibrio al asunto, y su mujer Doortje; Vertongen, el más bobalicón del grupo, que es uno de los jugadores (pero empezó siendo locutor de la radio local) y su mujer Bieke, que es hija de Pascale, la camarera del café De Kampioenen. Alrededor de estos personajes hay otros secundarios. Como es una comedia, siempre hay final feliz, excepto para Fernand, el "malo" de la historieta.

Los caracteres son el más purísimo estereotipo de belga que uno se pueda imaginar, por lo cual, probablemente, son difícilmente exportables, pero son muy interesante para cualquiera que se interese por la cultura belga, y más particularmente flamenca.

Hablando de estereotipos belgas, en algún momento habrá que referirse al maestro de los estereotipos como recurso humorístico: Goscinny y Uderzo, en Astérix, y más concretamente en uno de sus álbumes más logrados, aunque no siempre se aprecie bien desde la perspectiva de un lector español: Astérix en Bélgica.

Pero eso será en otra ocasión, porque hoy se ha hecho tarde.

lunes, 3 de mayo de 2021

Tebeos

Yo pensé que una de las mejores cosas que se podían llevar a un(a) belga que vive en España y que tiene tres hijos pequeños y con poco contacto con la lengua mayoritaria del país (que no es el francés), son tebeos. Si hay algo de lo que los belgas están orgullosos es de sus tebeos, muchos de los cuales han alcanzado fama internacional, y ahí tenemos a Tintín y a los Pitufos para corroborarlo, por no hablar de Spirou, el Marsupilami, Tomás Elgafe y bastantes otros que son la flor y nata de los tebeos de todo el mundo. Sí, ya sé que en español mucha gente utiliza comic, un anglicismo perfectamente prescindible, y que tebeo, en el fondo, no es sino tomar la parte por el todo (T.B.O., para los lectores no españoles, fue una revista infantil y juvenil que, cuando yo aprendí a leer, ya estaba de capa caída, pero aún alcancé a comprar algún ejemplar con mi magra paga semanal). En español, si tebeo no nos convence, deberíamos utilizar historieta.

En francés se usa "bande dessinée" y en flamenco simplemente es "strip" e incluso "stripverhalen". En Francia también tienen sus historietistas de renombre, ciertamente, y bastaría para ello nombrar a los creadores de Astérix, Goscinny y Uderzo. En todo caso, no está de más recordar que los dos vivieron varios años en Bruselas y que, incluso después de volver a Francia, continuaron publicando sus obras con editoriales belgas, en particular en la revista Spirou.

Para no equivocarme, porque nunca se sabe cuándo puede uno meter la pata y regalar a unos niños unos tebeos para adultos, cosa que es mejor evitar, me aseguré de adquirir unos tebeos para niños no exactamente belgas, sino rabiosamente flamencos. Después de algunas consultas con uno de mis profesores de neerlandés, me decidí por llevar álbumes de Suske en Wiske, que, al parecer, es lo que leen los niños en Flandes, todavía hoy. Digo todavía hoy porque tienen ya la friolera de setenta y cinco años, y no sólo ha fallecido su creador, sino que ya deben ir por la tercera generación de dibujantes, pero la serie se sigue publicando.

Cuando su creador, Willy Vandersteen, decidió que la edad ya no le permitía continuar con la serie, ya tenía un buen equipo de colaboradores, y puso como condición a quien continuara con sus personajes que en el tebeo no aparecerían asuntos de sexo, de drogas, ni entrarían personajes nuevos, ni desaparecería ninguno de los existentes. Siempre serían personajes aptos para el público infantil; incluso diría más: siempre serían adecuados para el público infantil... de la época en la que Willy Vandersteen dejó de dibujar, allá por 1988, dos años antes de fallecer. Y una cosa especialmente buena es que es una publicación sexualmente neutra, ya desde su creación, mucho antes del desvarío éste de la ideología de género y sus consecuencias: vale para que la lean niños y niñas sin grandes diferencias, por lo que es especialmente idónea para familias donde hay de todo, como la familia valenciano-belga que la recibió.

Suske en Wiske, hasta donde yo sé (pero puedo equivocarme), no está traducido al castellano, lo cual tiene su cosa, porque incluso dos álbumes suyos están traducidos al latín. No sé si hay muchos niños que puedan leer el latín con fluidez, pero tengo la impresión de que no, así que debe ser una edición para coleccionistas de culto (y cultos, muy cultos). Leo por ahí que en español son Bob y Bobet, pero eso parece que es una adaptación del francés, Bob et Bobette. Sí que hay versiones en otros idiomas, pero muchas menos que Asterix o que Tintín, y no es de extrañar, porque Suske en Wiske es una serie muuuuy amberina, ni siquiera flamenca. Amberina a más no poder. De hecho, los primeros álbumes se publicaron en dialecto amberino, y no fue hasta varios álbumes más tarde que empezó a utilizarse el neerlandés estándar, probablemente de bastante mala gana y arrastrando los pies.

(De paso, uno ve lo que se aprende escribiendo entradas de la bitácora, porque hasta ahora no sabía que el gentilicio de Amberes es, en español, amberino. Lo he tenido que buscar...)

Los feroces críticos de toda obra que se precie dicen que, desde que lo dejó su creador, Suske y Wiske han perdido fantasía e imaginación. Yo, que únicamente he leído los últimos cinco álbumes, no estoy en condiciones de comparar, pero a mí la verdad es que me han gustado, además de ayudarme a consolidar mi neerlandés y de hacerme reír un rato con cosas como la mala de la serie. La mala de la serie es la Dama Negra (Zwarte Dame), que no es una pieza de ajedrez, sino una hechicera que aspira a dominar el mundo ayudada por sus esbirros... y que habla en francés.

No me digan que eso de que los malos hablen en francés no es flamenco a más no poder. Hasta en los tebeos para niños tienen el cuchillo entre los dientes.