sábado, 27 de febrero de 2010

Seguimos con las relaciones de pareja

Bueno, pues la serie continúa. En la entrada anterior creo que ha habido aportaciones muy interesantes (y seguimos generalizando mucho, pero es que, si no, ¿qué hacemos?), pero la que se lleva la palma es el enlace de Inmi que, por desgracia, está en ruso, pero el que lo pueda leer que lo haga, porque es buenísimo.

Es buenísimo, sobre todo, porque explica muchas cosas. En Rusia, la mujer vive bajo una permanente presión de que el marido la deje y se vaya con otra (cosa que, por desgracia, ocurre con cierta frecuencia), por lo que el marido, básicamente, puede hacer lo que le dé la puñetera gana, incluso zurrarla de vez en cuando. Que la mujer denuncie al marido es totalmente insólito, y no porque el marido no lo merezca (¡claro que lo merece!), sino porque las mujeres rusas, en general, no están programadas para estar solas. Y hay otro factor: las mujeres en Rusia abundan y los hombres casaderos escasean muchísimo ¿Por qué? Porque su mortalidad es elevadísima: el alcohol, los accidentes de coches, los accidentes laborales, el servicio militar... son un montón de causas de muertes (o de impotencia, o de... mmm... indeseabilidad absoluta) que a las mujeres les pillan muy de refilón. Como consecuencia, hay más mujeres que hombres y a éstos, a poco que no seamos repugnantes, les resulta bastante sencillo encontrar pareja, mientras que las mujeres afrontan una competencia feroz y tienen que destacar cuidándose más que nadie y tratando de ser más encantadoras, guapas y atractivas que las demás. De verdad, debe ser un sinvivir. Yo no podría con eso.

El caso es que esta situación no viene de ahora. La mortalidad masculina en Rusia siempre ha sido más elevada que la femenina, pero el colmo debió alcanzarse al final de la Segunda Guerra Mundial, después de que entre las purgas, el frío, los ocupantes alemanes, los campos de concentración nazis y los comisarios populares lanzando a los miembros del Ejército Rojo en plan carne de cañón, las bajas, en gran medida masculinas, superaran a la población de España en aquella época.

Todavía hoy, y ya ha llovido bastante, estremece contemplar la pirámide de población rusa (que está en la imagen de arriba), y contemplar el estrechamiento correspondiente a las bajas de aquellos años. No es de extrañar que, tras la guerra, una de las principales preocupaciones de las mujeres seguramente consistía en encontrar con quién reproducirse, y que esta preocupación se haya incrustado tan fuertemente en su imaginario que la conserven eternamente y, es más, la transmitan a sus sucesores.

Así que nos encontramos con una situación en que los hombres, a pesar de que la generalidad de las mujeres rusas nos considera bastante inútiles, o inútiles del todo, estamos cotizadísimos por nuestra escasez. En España, en cambio, las mujeres puede que tengan una opinión algo mejor de los hombres, pero carecen de esa presión atávica por encontrar pareja. O, al menos, la disimulan divinamente, así que la relación está algo más equilibrada... hasta que llegaron las políticas feminazis a ahogar su frustración tratando de que todo el mundo estuviera tan frustrado como ellas.

Pero eso queda para la próxima entrada.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Entrando al trapo

Veo que la entrada sobre "Violencia doméstica" que me atreví a pergeñar hace unos días ha resultado en un número apreciable de comentarios, que, por lo menos, son civilizados y en los que nadie se lanza con malos modos a la yugular de nadie. Aprovechando esta circunstancia, que no es fácil de encontrar en asuntos como el que nos ocupa, y que dice mucho del nivel de comentaristas del que disfrutamos, voy a entrar al trapo y a continuar con el asunto, antes de que comience el deshielo y nos ahoguemos todos. Y, a partir de ahora, advierto: en lo sucesivo voy a generalizar, a generalizar mucho, y soy perfectamente consciente de que las generalizaciones siempre son injustas con alguien. Y, si además hablamos de violencia doméstica y de las relaciones entre hombres y mujeres, escribir tiene más peligro que pedirle a Jack el Destripador que te afeite a navaja.

En primer lugar, reflexionemos sobre si en Rusia hay más o menos violencia doméstica que en España. Es una pregunta difícil de contestar. Parece que los dos rusos, Inmi y Andriey, que han comentado son algo menos optimistas que yo y piensan que en Rusia sí hay violencia doméstica a saco y, bien mirado y releída la entrada, sí que es cierto que parece que pinto las cosas en Rusia demasiado de color de rosa. Supongo que lo hago por comparación con España, donde las cosas últimamente van peor que mal, y no estoy tan desconectado como para no darme cuenta. En Rusia, por mal que vayan ahora, o incluso peor que en España, yo no aprecio que estén en la pronunciada pendiente por la que nos deslizamos los españoles.

Mucha gente, yo diría que sin tratar mucho a los otros, dice que los rusos y españoles somos muy semejantes. Creo que ya he escrito repetidamente que no estoy de acuerdo con esto. Somos diferentes. Somos bastante diferentes. Y eso no es bueno ni malo, simplemente es así y, para los que hemos convertido nuestra vida en un terreno con elementos de ambos sitios, constituye un acicate de comprensión que podemos aprovechar o no, pero que es sencillamente necesario.

Estas diferencias, más o menos sutiles, pero existentes, tienen consecuencias en la forma como afrontamos las relaciones de pareja. Por ejemplo, dice Inmi, y dice verdad, que muchísimas mujeres rusas creen firmemente que los hombres somos unos inútiles y que hay que hacérnoslo todo. Y es verdad. Ahora bien, yo me puedo poner un poquito zumbón y preguntar quién tiene la culpa de que, efectivamente, muchos hombres, en este caso rusos, acaben por convertirse en unos inútiles: pues la tienen ellas.

Tengo un par de compañeras de trabajo que son madres, divorciadas y con un hijo, que es un arquetipo de lo más común en Rusia. Se casaron con diecinueve años, el hijo lo tuvieron con veinte años y ahora, a sus cuarenta y pico, el hijo tiene veintipico, y poco menos que lo siguen mimando como si tuviera tres. Les compran la ropa, se la preparan, les hacen comiditas y de llevar la casa no hablemos. No es por nada, pero yo, con veinte años, movía la escoba, fregaba los platos y era capaz de cocinar algunas cosas básicas, repertorio que poco después, cuando me fui a vivir a Alemania, tuve que ampliar. Porque, si tenía que esperar que mi madre me sacara las castañas del fuego, apañado iba.

Ese hijo de veintipico años no tardará mucho en casarse y no ha conocido otra vida que las faldas de su mamá. Ojo, que, si hubiera sido hija en lugar de hijo, la hija probablemente lo hubiera mimado tanto como su mamá. Ese hijo se ha escapado de la mili a fuerza de que su madre untara a diestro y siniestro para que lo declarasen excluido.

Y ese hijo se casa y su mujer, que ha vivido en una casa donde su hermano, si lo tiene, ha vivido en las mismas condiciones que su ahora marido, no tiene más remedio que seguir supliendo las carencias de su marido. Porque, si no, a ver cómo se lo presenta a sus amigas. Claro, con el tiempo, esto cansa y la mujer acabará hasta el moño de estar esclavizada mientras el marido se sienta en el sofá y se aprieta un par de cervezas. Es más, en el imaginario femenino ruso, tengo la sospecha de que las mujeres piensan que los hombres sólo servimos en realidad para una cosa. Sí, precisamente para ésa. Cumplido ese cometido y asegurada la perpetuación de la especie, al menos por una generación más, ya la convivencia con ese inútil productor de semen debe ser difícilmente soportable. Y eso, quizá, explique la enorme proporción de divorciadas con un solo hijo.

Así que no me extraña que las mujeres piensen que los hombres somos unos inútiles. Pero son ellas las que nos han fabricado así.

(Soy consciente de que piso terreno muy resbaladizo. Pero llevo dos meses caminando sobre placas de hielo y ya no le tengo miedo a nada. Hala, lapidad, lapidad...:) )

(Ah, y más adelante ya seguiré, que me quedan algunas cosillas que comentar)

lunes, 22 de febrero de 2010

Año de nieves

Yuri Luzhkov no sólo es el actual alcalde de Moscú, sino que es el mejor alcalde que ha tenido la ciudad en los últimos tres lustros (también es el peor, pero ésa es otra historia). Es prácticamente todopoderoso en la ciudad, donde nada razonablemente importante se hace sin su permiso y aprobación, cosa de lo que pueden dar fe numerosas personas que pensaban, almas de cántaro, que en Moscú se podían hacer las mismas cosas con los mismos requisitos que en su casa. Luego, al darse cuenta de su error, o bien han retornado al redil o se han largado con viento fresco.

Con el tiempo, ser tan todopoderoso debe producir cierto hastío. Quizá por ello, el alcalde pensó que su buen desempeño en política municipal podría ser trasladado fácilmente a escala nacional, pero aquí se le cruzó en el camino Vladímir Putin, con lo que Luzhkov, que vio que no llevaba las de ganar, se convirtió en uno de sus más firmes apoyos a cambio de eternizarse en la alcaldía.

Fallido su intento de ejercer su benefactor gobierno sobre el conjunto de Rusia (fallo en el que sinceramente espero le acompañe su equivalente español, patrón de las multas, los impuestos municipales y las tuneladoras), Luzhkov se dedicó a varios negocios de lo más variopinto, entre los que hoy quiero destacar su obsesión por el buen tiempo en los días señalados para la ciudad. Moscú, ay, no es un hervidero de fiestas como cualquier pueblecito español, pero algunas fiestas sí que existen, y no es cosa de que el mal tiempo, en forma de precipitaciones de lluvia, nieve, plumón o de todas las cosas que en Moscú pueden caer del cielo, venga a deslucirlas.

Por fortuna, estamos en pleno siglo XXI, y los avances de la técnica permiten a una persona resuelta como nuestro alcalde no escatimar en medios cuando del lustre de las festividades se trata. Así, en vísperas de, por ejemplo, el 9 de mayo, Día de la Victoria sobre los nazis, Luzhkov lanza sus órdenes: el 9 de mayo nada debe turbar la espectacularidad de la celebración, y mucho menos la lluvia o la nieve (sí, sí, el 9 de mayo puede nevar, ya lo creo). El método consiste en soltar con aviones mejunjes para provocar lluvias con antelación, o para directamente disolver las nubes. Esos mejunjes pueden ser granos de hielo seco, nitrógeno líquido o yoduro de plata. Y es que la gente se sofistica cosa mala. En mi pueblo, nos conformamos con hacer estallar carcasas cuando nos tememos que viene una granizada, a ver si conseguimos salir del apuro, pero no sé si es tanto por salvar las cosechas de la pedregada como por hacer ruido con las carcasas. Porque otra cosa no, pero, en mi pueblo, como en toda Valencia, el ruido nos encanta.

Los desvelos de Luzhkov se han visto coronados por el éxito, con lo que los desfiles del 9 de mayo, al menos por la mañana, han venido siendo caracterizados por el cielo despejado. Es cierto que el cielo despejado, a veces, ha venido acompañado de temperaturas de hasta ocho bajo cero, y hasta ahí la ciencia y el poder del alcalde no han llegado, pero bueno, al tiempo.

En esto, corría noviembre del año pasado, y surgió el rumor de que Luzhkov y su equipo, envalentonados por sus triunfos contra la naturaleza, habían planeado ir más allá y habían realizado un astuto cálculo económico: con lo que les costaba limpiar de nieve las calles de Moscú durante el invierno, les daba para estar espantando las nieves hasta marzo y así pasar un invierno con el suelo impoluto. De esta manera, se dijo que ésa era la intención de Luzhkov, aprovechando que el cambio climático, de todas maneras, ya estaba trayendo inviernos de lo más bonancibles.

No sé si el rumor tenía fundamento. Si lo tenía, la madre naturaleza ha hecho mangas y capirotes de los propósitos de nuestro buen alcalde, porque jamás, en todos los años que llevo aquí, he visto tanta nieve como en éste. Y, para culminar, en este pasado fin de semana, no ha parado de nevar y de nevar, hasta el punto de que las palas y los quitanieves no dan abasto. Así como el año pasado estábamos por estas fechas comenzando el deshielo, hoy es el día en que estamos a quince bajo cero, con nieve hasta las orejas, dándole a las palas con alegría, y ni se vislumbra cuándo pueda terminar esto.

El deshielo promete. Promete inundaciones. Seguiremos informando y, entretanto, ahí van unas cuantas fotos.

jueves, 18 de febrero de 2010

Derecho Canónico

Valencia, febrero de 1987. Viernes por la mañana, Universidad de Valencia, Facultad de Derecho, prácticas de Derecho Canónico, casos prácticos. Cansina voz del profesor, que lee con parsimonia el libro.

Margarita, católica de rito oriental, no practicante, contrae matrimonio con Mohamed, bautizado protestante, que posteriormente se convierte en musulmán ¿Está obligada a la forma canónica según el Derecho Canónico?

Se alzan manos de alumnos con opiniones de lo más variopinto, mientras, en las últimas filas del aula, disimulados entre la multitud, dos alumnos conversan por lo bajinis.

- Chimeneas, estos casos prácticos no hay por dónde cogerlos.
- Esto son chorradas, Alfor.
- Esto no pasa nunca. Nos lo ponen tan liado por marearnos, pero esto no sirve para nada.
- Chorradas, Alfor. Chorradas. La víspera, una leídita, y aprobamos.
- Chimeneas, la semana que viene nos vamos a jugar al futbolín.
- A ver si sacamos de clase a los demás y hacemos un buen grupo.

***

Valencia, junio de 1987. Chimeneas y Alfor, que ya tienen callos en las manos de tanto jugar al futbolín, aprueban Derecho Canónico sin demasiados problemas después de una soberana empollada de cinco días. A la semana han olvidado casi todo lo que sabían.

***

Moscú, febrero de 2010. Para su asombro, Alfor descubre que las personas de distintas religiones sí se casan entre sí, e incluso lo hacen por la Iglesia, y que incluso le toca intervenir en casos no mucho más sencillos que el de arriba.

***

Valencia, febrero de 2010. En el curso de un viaje de una semana, Alfor, tras arduas búsquedas, localiza su viejo manual de Derecho Canónico, su libro de casos prácticos, les quita el polvo acumulado en veintitrés años de desuso y se pone a repasar.

***

No somos nadie. Y la realidad matrimonial supera a la ficción por varios cuerpos de ventaja. Al menos, en Rusia.

martes, 16 de febrero de 2010

Violencia doméstica

En España, la gente está muy preocupada con la violencia doméstica. Casi todos los días aparecen noticias de algún asesinato en los telediarios, y prácticamente siempre son los hombres que se calientan y zurran a saco a las mujeres.

En Rusia, todavía no he visto ninguna noticia de violencia doméstica en la televisión. Vale, es cierto que yo veo muy poca televisión, pero sí que leo prensa y ahí tampoco viene ningún caso.

Con lo cual llega la pregunta lógica, ¿por qué será?

En España, las feministas desbocadas, que ahora abundan y, lo que es peor, ocupan ministerios y vicepresidencias, no se explican por qué sus repetidas campañas no están consiguiendo hacer descender el número de casos de, como dicen ellas, maltrato. Muy al contrario, la tendencia es que los casos de maltrato sean más cuanto más campañas de concienciación se ejecuten, más leyes sexistas se promulguen, más tribunales sesgados se instauren y más frases de condena se pronuncien. Un desastre.

¿Qué dicen entonces las feministas cara de ajo? Que, en realidad, gracias a las campañas estamos mejorando y que antes no es que no hubiera violencia doméstica, sino que sí había, y mucha más que ahora, lo que pasa es que no se decía, no se publicaba, y las mujeres no denunciaban a sus maridos. Ja. Y dos veces ja. Antes, y siempre, si había un homicidio, entrullaban al homicida y publicaban su nombre en los periódicos enterito, no con las iniciales. Y había muchos menos homicidios que ahora.

En Rusia, no hay una sola campaña de concienciación, y yo conozco casos de maridos que beben, de esposas que beben, de cuernos mutuos, de fracasos matrimoniales a saco... pero de asesinatos no. Cuando los cónyuges no se ponen de acuerdo, pues se va cada cual por su lado y a vivir su vida. Si hay niños, es que no hay ni discusión: se quedan con la madre, sin follones de custodias ni leches, y el marido ya los verá de vez en cuando (si quiere). En cambio, en España, una separación o un divorcio son una sucesión de cuchilladas mutuas a cuál con peor intención, y cada cónyuge intenta quedarse con todo lo que pueda, no sé si tanto por beneficiarse él o por dejar al otro todo lo fastidiado que sea posible, que debe dar mucho gustirrinín, porque, si no, no se explica.

Otro argumento que sueltan las feministas es que ahora en España hay muchos inmigrantes que proceden de países donde hay una cultura machista de la leche y que ésos son los que han disparado las estadísticas. Y sí que parece cierto que muchos de los casos que salen por la televisión son de extranjeros afincados en España, pero a mí me parece algo injusto echarles la culpa a ellos. Al menos, sólo a ellos.

Por ejemplo, la semana pasada, que pasé en Valencia, me decidí a ir de rebajas. Uno no se viste precisamente en El Corte Inglés, ni siquiera en Zara, así que aparecí por el Carref... digooo el Continente de Campanar. Me puse a mirar pantalones y, detrás de mí, se pusieron a hacer lo propio una pareja de peruanos con un bebé. El hombre tomó unos pantalones marrones, pero la mujer intervino.

- ¿Pero qué haces? Ésos no te van a quedar bien. Tienes que comprar unos más oscuros, que destaquen.

Yo no pude evitar volver la cabeza y vi que el hombre no debía pasar del metro sesenta, con lo que, por muy oscuros que fueran sus pantalones, lo de destacar lo iba a tener difícil.

- Pero... a mí me gustan éstos - dijo el hombre.
- Nooooo. Pruébate éstos - y la mujer señaló unos pantalones más negros que las perspectivas del Xerez de mantenerse en primera división.

Yo los dejé discut... dialogando constructivamente sobre las formas de destacar, y me fui a los probadores.

Al rato, y mientras me ponía unos pantalones, al otro lado de la cortinilla, oí que la pareja estaba también por allí.

- ¿Dónde me los pruebo? - decía el hombre.
- Allí.
- ¿Y aquí no?
- Este probador es de mujeres.
- Aquél también.
- Pero póntelo allí, que no hay nadie cerca.

Se oyó la cortinilla.

- ¡Pero toma el pantalón! ¿Qué te querías probar? - dijo la mujer.
- Bueno, bueno...

Se oyó el roce del tejido, y el bebé que se había quedado con la madre se despertó y balbució algo. La madre se puso a acunar a la niña.

- Nenita, nenita, síiii... que estos hombres son unos inútiles... síiii... boniiiita... mira que son inútiles los hombres... inútiles, sí. Ayyyy, cómo son.

Al marido, que tiene que soportar eso a diario, no sé, pero a mí me estaban entrando unas ganas enormes de salir del probador y darle un par de sopapos a la señora.

Claro que, estando en calzoncillos, no me hubiera buscado un lío, sino dos.

jueves, 11 de febrero de 2010

Prensa escrita (IV): Nezavisimaya Gazeta

Puede que Fernando haya pensado que la serie sobre prensa escrita rusa quedó truncada a la mitad. Nada de eso. Lo que pasa es que requiere un trabajo de lectura y redacción que a veces es considerable y que casa mal con el día a día que padezco últimamente y que es bastante apretado. Además, este año, antes de empezar el mismo y poniendo por testigo a mi cuñada, que insistió especialmente en que nos hiciéramos propósitos, me propuse dormir siete horas a diario, y lo estoy cumpliendo. Ello trae consecuencias, claro. Por ejemplo, la semana pasada debía haber dado clase a mis niños, debía haber estudiado para cuatro exámenes que estoy teniendo, tenía que preparar dos partidas de ajedrez contra sendos grandes maestros (para, al menos, no palmar en un visto y no visto, sino con algo de dignidad), tenía que elaborar un documento autobiográfico a efectos laborales, se me metió enmedio un pago bancario tozudo que no quería producirse y del que ya escribiré, un par de correos derivados de mi condición de catequista y, además, me hubiera gustado correr un poco más, porque voy a tener algún entrenamiento con gente muy preparada y no era cuestión de quedarse demasiado rezagado. Ah, y mantener esta bitácora, que ya le he tomado cariño; eso por no escribir sobre cómo van las cosas últimamente por mi curro.

En fin, que no llego a tiempo a hacerlo todo. Hay que ver lo que daba de sí esa hora que le robaba al sueño. Eso sí, ahora lo que hago lo hago más descansado.

Pero como, de todas formas, no es cosa de dejar las cosas a medias, ahí va el siguiente medio escrito ruso, que es la Nezavisimaya Gazeta, un excelente periódico que tuvo en su día devaneos con la oposición (a quien, por cierto, pertenecía su capital), pero que ha reconocido que, en Rusia, si quieres seguir siendo alguien, no debes tener cierto tono. Así es como su actitud, que no su calidad, ha cambiado. A mí me recuerda a esas personas que tuvieron ilusión en su juventud, pero a quienes la vida les ha dado un mazazo tras otro, hasta convertirlos en personas un tantico amargadas, que no creen en nada y que destilan un cinismo proverbial, aunque siguen viendo con simpatía a los que eran como ellos de jóvenes.

Algo así es NG. Con los años, ha abandonado sus impulsos juveniles, como perdiendo la esperanza de que en Rusia fuera posible un cambio de verdad, y ahora sigue criticando entre líneas a tirios y troyanos, pero, eso sí, uno lee las palabras y no ve nada, aunque se queda con la impresión de que "algo" hay. Y es que los periodistas de NG son muy buenos, y en un régimen en el que hubiera censura previa, esquivarían a los censores, que no sabrían qué palabras tachar. Me apresuro a aclarar que en Rusia no hay censura previa, pero un par de periodistas muy poco hábiles a la hora de expresarse han sido asesinados, y eso es chungo. No es un problema de NG, que es una muestra de manual del arte de nadar y guardar la ropa.

Con la traducción, obviamente, este sentimiento que alcanza al lector en versión original se pierde en gran medida. No obstante, podemos volver a aquel momento en que, tras las sospechosísimas elecciones regionales de octubre, el presidente se reunió con los grupos parlamentarios, y que ya hemos visto al escribir sobre Rossiyskaya Gazeta, Izvestia y Moskovsky Komsomolets. Para leer la versión original de NG, podéis pinchar aquí.

Veamos cómo trata la cuestión la Nezavisimaya Gazeta:

Zhirinovsky exige el cese de Luzhkov
El Gobierno de Moscú pretende querellarse contra el líder del LDPR

Dmitry Medvedev puso el sábado punto final a la crisis parlamentaria. Escuchó todas las quejas de los distintos partidos sobre las irreglaridades en las elecciones de octubre. La enumeración de las quejas ya ocupó más de tres horas. Además de las propuestas de modificar el sistema electoral, los opositores exigieron el cese del alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov. El líder del LDPR, Vladímir Zhirinovsky, dijo que el régimen en la capital era mafioso y, en una entrevista exclusiva a NG, declaró no temer ninguna acusación por injurias. Transcurrido un día desde las duras acusaciones contra su cabeza de lista en la capital, "Rusia Unida" no ha realizado ninguna declaración oficial. En cambio, el Gobierno de Moscú, a juzgar por los comentarios realizados a NG, está dispuesto a querellarse contra el líder del LDPR.

En la agenda del Jefe del Estado estaba prevista para el 27 de octubre una reunión con los jefes de los grupos parlamentarios sobre el discurso ante la Asamblea Federal. Sin embargo, la crisis parlamentaria llevó al presidente a anticipar la reunión. Según costumbre, fueron invitados a comer dos representantes de cada uno de los partidos a la residencia de Barvija. Los jefes de los partidos tuvieron que esperar cuarenta minutos al presidente. En la sala reinaba la tensión. Los eseros Serguei Mirónov y Nikolai Levichev, los comunistas Gennady Zyugánov e Iván Mélnikov, los liberal-demócratas Vladimir Zhirinovsky e Igor Lebedev recibieron al jefe del Estado con frías miradas. Sólo Boris Gryzlov y Vyacheslav Volodin, de Rusia Unida, irradiaban optimismo.


El artículo sigue, pero ya con esto es fácil advertir diferencias entre el tratamiento de la noticia por parte de los otros periódicos y el de NG, que destaca mucho más la actividad de la oposición y no la pone a caer de un burro directamente. Sin embargo, yo advierto un deje de amargura en el diario, que, siendo opositor, mira lo que hay entre los opositores y no puede encontrar nada que le satisfaga minimamente. Y eso le obliga a, de alguna manera, apartarse de los acontecimientos y dejar que se despellejen gobierno y oposición en una guerra que es cada vez menos la de NG.

Hay una cosa muy destacable en NG, y son sus distintos suplementos, igualmente accesibles por internet y entre los que destaca el de literatura y, sobre todo, el de religión, que es absolutamente indispensable para el que esté interesado en estar al día, no sólo de la Iglesia Ortodoxa Rusa, sino de todas las religiones que comparten espacio en la Santa Rusia, incluyendo una mención especial al Islam. Incluso los católicos tenemos un trocito, seguramente mayor del que nos correspondería por nuestro peso específico en Rusia, muy ponderado y que demuestra que los redactores de los suplementos de NG, al igual que los del periódico principal, saben lo que se hacen.

En la próxima entrada de la serie le tocará el turno a otro periódico que, por la cuenta que le tiene, es un virtuoso en el arte de nadar y guardar la ropa.

Le tocará el turno al "Kommersant".

miércoles, 10 de febrero de 2010

Vuelta a la catedral

Cuando salimos de la modesta capillita donde tiene lugar la misa de niños en español en Moscú, y volvemos a la catedral de la talla XXL, los niños comienzan a desmandarse.



Ame: ¡Papá! ¡Papá! ¡El niño Jesús le está dando un caramelo a la Virgen!

Y, efectivamente, ahí está.



(Por cierto, entre los católicos eslavos, es habitual que el Belén y los demás adornos estén expuestos durante todo el mes de enero, no sólo hasta el fin del período litúrgico navideño)

Alfor: Mmmm... sí... anda, vamos a sentarnos.



Ro: ¿Y cómo han colgado eso de ahí? ¿Han cogido una escalera muy larga y han puesto a Pau Gasol encima?

Alfor (aguantando la risa): Pfpfpfpf... baja el dedo, que señalar está feo.



Abi: ¡Papá! ¡Ese señor me está mirando allá donde voy!
Alfor: Pues vete acostumbrando, porque el año santo sacerdotal aún tiene para largo.

lunes, 8 de febrero de 2010

Vocabulario de invierno

Qué bonito es el invierno en Rusia. Eso de que, a temperatura ambiente, el agua no esté líquida, sino sólida, ofrece un montón de posibilidades. Sales de tu casa, miras a tu ventana, y puedes ver una preciosidad en forma de carámbano, o de estalactita, o de como se llame eso. En ruso, hay una palabra para ese trozo de hielo que, por la acción combinada de la gravedad y del frío, queda colgando de las rejas y las ventanas en graciosa contorsión: se trata de los "sasulki".

Efectivamente, el ruso es un idioma con un riquísimo vocabulario en todo lo que tiene que ver con la nieve o el hielo, y todos sospechamos por qué. Por ejemplo, un montón de nieve, en español, sólo es un montón de nieve; en ruso, es algo específico, es un "sugrob". Nada menos.


Y así con muchas más. El español, y también creo que todos sospechamos por qué, es mucho más pobre en el vocabulario del agua en estado sólido, al menos en los lugares más habituales. Quizá en algún dialecto oscense, asturiano o del Aconcagua, donde sí se las tienen que ver con nieve y hielo, tengan algo a propósito. Pero me voy a permitir proponer una palabra para la estalactita de hielo ("sasulki", vamos).



Gotera en conserva.

Porque anda que tiene narices que horas, y hasta días, después de que las precipitaciones hayan concluido, el hielo que se va derritiendo poco a poco al contacto con el calor de tu casa siga colándose por entre las rendijas.

viernes, 5 de febrero de 2010

Trofeos de guerra

Me da la impresión de que alguno se ha pensado que la última entrada era un poquito exagerada, e incluso fruto de mi imaginación. No, hijos, no. De imaginación, al menos en esta ocasión, nada de nada. Ahí, pulcramente fotografiados, tenéis los trofeos de guerra que todavía hoy, bastantes años después, conservo de aquélla mi incursión por las aduanas rusas. Ha habido muchas más incursiones por allí, pero ésta es la que recuerdo con más cariño, supongo que porque fue de las primeras. De este modo, hasta hoy, conservo entre mis útiles de papelería la famosa grapadora marca "El Casco", fabricada en Éibar y la caja de grapas más cara de toda la historia, que costó treinta dólares hacer salir de la aduana, que también es marca "El Casco" y que también está fabricada en Éibar.

Usarlo, lo que es usarlo, la verdad es que no lo he hecho. Soy más partidario de los clips sujetapapeles que de los piercings que les hacen las grapas, pero ahí lo tengo, pulcramente ordenado como recuerdo de aquella tarde. Porque vosotros habréis tardado cinco minutos en leer la entrada, pero lo cierto es que yo no estuve menos de cinco horas dándome vueltas y cabezazos por allí, hasta lograr una santa paciencia que reíros de Job.

Porque en las aduanas, sabedlo, y casi como en cualquier punto donde tengas que chocar con la función pública (o privada) rusa, es casi obligatorio no llevar jamás la contraria y decir que sí a todo, por absurdo y malévolo que te parezca. Nadie va a cambiar una coma de los procedimientos establecidos por la ley o por la, ejem, "costumbre", por el hecho de que un guiri estrafalario se ponga farruco. Digo guiri porque los locales hace ya mucho tiempo que dejaron de ponerse farrucos, al darse cuenta de lo poco que les servía.

En resumidas cuentas: humillaos. Si no sois peces gordos (si lo sois, olvidad todo esto: vale todo), poneos a disposición del agente de aduanas, del aduanero y hasta de la mujer de la limpieza del puesto. Allí mandan ellos. Es bueno que conozcas el procedimiento aduanero, la teoría, los regímenes aduaneros, los pagos en fronteras y todas esas zarandajas; y es bueno que conozcas las costumbres. Y, donde dice costumbres, el buen entendedor ya sabe a qué me refiero. Más que en ningún otro sitio, en la aduana es muy importante caer bien. Llenad vuestros bolsillos por si acaso, pero caed bien, porque, si caéis mal, ni vaciando los bolsillos iréis a ningún sitio.

Cayendo bien y diciendo que sí a todo, tengo algunos logros en mi haber. He conseguido colar un cargamento de comida sin certificado fitosanitario, he conseguido sacar casi impunemente una serie de muebles sin certificado ni nada parecido, y casi sin declaración y, y esto lo tengo por mi logro más elevado, he conseguido meter un cargamento de ropa de diseño por la aduana del aeropuerto, que se había negado a sellar mi cuaderno ATA (ésa es otra guerra, los cuadernos ATA en Rusia), ¡sin pagar a nadie! El español que iba conmigo, cuando me ve, todavía hoy me abraza sin creerse que aquello pudiera ser verdad.

Pero vamos, que mejor no lo intentéis. Para que esto pirule hay que sufrir mucho. Estas cosas, creo que ya lo he dicho, siempre suceden en viernes, muchas veces en pleno invierno, con nieve hasta las orejas, y la verdad es que no mola. En casa se está muchísimo mejor y, si quieres chocar contra una pared, en tu casa tienes varias. Si realmente lo que quieres son problemas, no sé, abre una cuenta en un banco ruso e intenta hacer una transferencia urgente.

Pero ésa es otra historia.

martes, 2 de febrero de 2010

La grapadora ( y II)

- Buenas, ¿el agente de aduanas?
- Sí, dígame.
- Me llamo Alfor. Vengo de Zóns Ra, y resulta que nos han enviado un telegrama desde aquí. Parece que un ordenador que teníamos que recibir ha sido retenido como carga aduanera.
- Sí, les estábamos esperando.

"Creo que sabían que vendría. También podían haber enviado el telegrama antes del jueves por la tarde."

- Bueno, pues supongo que tenemos que hacer una declaración de importación, ¿no?
- Sí, así es, pero hay un problema.
- Claro, no faltaría más ¿Sólo hay uno? Entonces vamos bastante bien. A ver, ¿cuál es el problema?
- En la factura que nos ha enviado el remitente figura un ordenador.
- Bien, creo que es precisamente lo que queremos recibir.
- Pero el ordenador tiene una funda, una bolsa. Lo descubrió el aduanero al abrir la carga.
- Entiendo.
- Y, claro, la bolsa del ordenador y el ordenador son cosas distintas.
- Como el aceite y el agua. Tiene usted toda la razón.
- Tendremos que pedir que nos envíen una nueva factura desde el destinatario, porque si no la aduana podría elevar una acusación por tentativa de contrabando.
- No lo permita Dios. Pero, claro, obtener una factura a estas horas va a ser un poquito complicado ¿No cree usted que lo podríamos arreglar con una declaración en papel moneda?
- Bueno, yo creo que el aduanero tendrá en cuenta que no ha habido mala intención.

Meditación breve por parte del agente.

- Entonces, sí que podríamos poner la bolsa del ordenador y el ordenador en la misma declaración de importación.
- Estupendo.
- Claro que hay otra cosita. Poco importante, claro, pero es que el aduanero inspeccionó la carga muy bien.
- Es su obligación, claro. No seré yo quien se lo reproche.
- Y es que, dentro de la bolsa del ordenador, no sólo estaba el ordenador. Había algo más.
- ¿Algo más? ¿Y es...?
- Una grapadora.

Naturalmente ¡Cómo no iba a suponerlo! El tipo de logística de servicios centrales, siempre tan solícito. Como en Rusia estamos en la Edad Media y no conocemos los adelantos de la técnica, decide enviarnos un aparato sofisticado para que podamos unir papeles entre sí sin coserlos con aguja e hilo. Jo. Y encima el tío pensará que es un bienhechor de la humanidad, una ONG individual.

El muy capullo pensará que nos está haciendo un favor. Ellos, que nadan en la abundancia, renuncian a una de sus grapadoras para que nos montemos una orgía haciendo piercings a los papeles.

- Una grapadora, ¿eh?
- Sí. Y, claro, a lo mejor el aduanero no dice nada y la deja pasar, pero a lo mejor no le gusta la idea y decide no dejar pasar la carga.

Vamos, ya es que ni pregunté si la grapadora estaba en la factura.

- Quizá la podamos ncluir también en la declaración.
- Bueno, bueno, nos arriesgaremos ¿Qué valor le ponemos?
- Puf, tendría que verla. Venga, cinco euros, supongamos que es una grapadora de lujo.
- Bueno, pues la metemos.

La secretaria se puso a redactar en el ordenador con la agilidad de quien hace eso todos los días varias veces.

- Hay algo más.
- ¿Pero no había sólo un problema?
- Bueno, es uno, pero se repite.
- A ver, ¿qué más hay?
- Además de la grapadora, en la bolsa había grapas. Una caja de grapas.
- Parece normal.

Evidentemente, el de la ONG "Servicios Centales sin fronteras" pensaría que los primitivos habitantes de la oficina rusa no podrían utilizar el artilugio-para-unir-páginas-sin-coserlas así como así, y que hacía falta algo más. Claro. Y es que en Moscú seguro que no hay grapas. Pues nada, le metemos unas cuantas y a correr. Seguro que echó unas cuantas lagrimitas pensando lo bueno que era.

- Sí, claro, pero es que es lo mismo que antes. La bolsa del ordenador no es el ordenador, y la caja de grapas no es la grapadora.
- Tiene toda la razón.
- Fíjese, son grapas marca "El Casco".
- Qué bonitas.
- ¿Las metemos en la declaración?
- Sí. No quiero que me acusen de contrabando de grapas.
- Bueno, pero es que hay un problema.
- Éste es nuevo, ¿no?
- Verá, es que ya no me caben tantas cosas en el formulario de declaración, y tengo que usar otro.
- ¿Sólo para las grapas marca "El Casco"?
- Sí, usted pensará que es un poco tonto, pero es que no cabe. Mire, mire...
- Sí, la verdad es que ya se sale del recuadro.
- ¿Qué hago?
- Bueno, pues usar otro formulario.
- Es que le tengo que cobrar treinta dólares.
- Mmmm... bueno, sólo es unas cien veces el valor de las grapas, aunque sean marca "El Casco". Adelante.
- A ver, escribo... y una caja de grapas marca "El Casco". Vale, ya está, ya podemos ir a la aduana.
- Adelante.
- Bueno, ya sabe usted que habrá otro problema.
- El del viernes, ¿verdad?
- Ya sabe usted que la aduana cierra a las dos, ¿verdad?
- Sí, señor, yo aquí sólo vengo en viernes.
- Y que si se usan los servicios aduaneros después de la hora de cierre, hay que pagar una tasa doble. Lo sabe, ¿no?
- Como dos y dos son cuatro.
- Pues ande, si ya lo sabe, vamos. Da gusto tratar con usted. Otros extranjeros no conocen esto y van muy perdidos. No sabe usted con qué gente tenemos que tratar en ocasiones.
- Me hago cargo, me hago cargo...

Al lunes siguiente, el ordenador estaba en la mesa del jefe.

- Jefe.
- ¿Sí, Alfor?
- Con su permiso, después de lo de la aduana del viernes, me he quedado con una grapadora y una caja de grapas de recuerdo.
- ¿Por qué?
- Es que son marca "El Casco".