sábado, 30 de diciembre de 2006

Estampas navideñas (II)

Años ha, apareció por casa una caja de polvorones, que no le gustaban mucho a nadie. Pasó Navidad, pasó Año Nuevo, pasó Reyes, y allí seguían los polvorones... decidí que no era cuestión de que se hicieran malos, y me los fui comiendo poco a poco. Creo que los terminé a mediados de febrero.

- ¿Te gustan los polvorones?
- Bueno, no están mal. Se pueden comer.

Este año, lamentablemente, han cambiado muchísimas cosas en mi casa, pero una de ellas no ha cambiado.

- Hemos comprado tres cajas de polvorones para ti, que eres el único al que le gustan. Hala, cómetelos.

En fin, lo hacen con tanta ilusión...

Estampas navideñas (I)

Navidad. En una casa multinacional, multilingüística, multicultural, multirreligiosa y hasta multiétnica, la de mi suegra, el sentido cristiano de la misma está algo desvanecido. Abi, Ro y Ame abren sus regalos. También lo hacen sus primos galos, Duralex y Sedlex. Jolgorio... hasta que llega la hora de ir a misa, y decido tomármela en serio. Reúno a los von Buchweizen, que refunfuñan bastante, aunque les convenzo tras un par de berrinches. En esto, interviene Sedlex, de seis años recién cumplidos.

- Yo no voy a misa. No creo en Dios, porque soy judío.

Eso es cacao mental, y lo demás cuentos. Como le oiga el gran rabino, le pone cara a la pared contra el Muro de las Lamentaciones a darle mamporros hasta el día del Juicio Final por la tarde.

jueves, 21 de diciembre de 2006

Miles gloriosus

Creo que ya he mencionado en alguna ocasión las cuatro búsquedas estrella que ocupan a quienes aparecen en esta modesta bitácora, ansiosos de saber, desde el todopoderoso google: unos quieren saber algo sobre brebajes que se consumen por estos pagos; otros pretenden saber algo más sobre la sección femenina de este vasto país (y, a juzgar por las palabras que usan para la búsqueda, quizá alguno debería "hacérselo mirar", como dicen los catalanes); hay otros que quieren saber más sobre el parque móvil local. Y, finalmente, hay quienes, en su buena intención, están buscando información de tipo literario sobre, precisamente, Miles gloriosus, la obra del comediógrafo latino Plauto. Pues bien, así como las anteriores búsquedas quedaban debidamente respondidas con distintas entradas de esta bitácora, ésta última no lo estaba en absoluto.

Y, como nada más lejos de mi intención que engañar al personal y decepcionar a mis lectores, les ofrezco la posibilidad de bajarse, gratis total, y en un PDF de última generación, pergeñado por mí mismo, la obra de Plauto, simplemente pinchando aquí. Que les aproveche.

Y es que, en esta época del año, en que en España la gente sostiene trémula entre las manos un billete de lotería para ver si son agraciados en el sorteo de Navidad que está teniendo lugar ahora mismo, incluso mi corazón se reblandece.

Feliz Navidad a todos, incluso a los rusófilos anónimos (que ya sé que alguno hay, aunque tengo para mí que no me quiere muy bien), y por supuesto a todos los demás lectores, y en especial a los que habitualmente comentan por aquí: a Esther, que lleva el récord de comentarios; a Bar; al Botas (y a su primo, ¿qué tal le va?); a Alfina; a Carbucho; a Galo; al Capitán. Y a tantos visitantes anónimos que no dejan rastro escrito. Y también lo mejor para el año que se avecina, porque no tengo yo muy claro que estos días ande con arrestos y conexiones de ordenador como para meter más entradas, habida cuenta que dentro de un par de horas parto para España, si Dios y Aeroflot lo permiten. Que Dios les dé salud, felicidad, amor y suerte, y a mí que no me olvide. Hasta la próxima.

Que en paz descanse

Carbuncho se levantó y me dijo.

- Ha ocurrido algo tremendo. Lo peor que podía ocurrir.
- ¿Todavía no ha llegado el boletín del Banco de Rusia?
- Peor.
- ¿Qué puede ser peor?
- Ha muerto el Turkmenbashí.
- ¿Quéeeeee?

Sí, señores. El Turkmenbashí, padre de todos los turkmenos, presidente vitalicio de Turkmenistán, literato de éxito y hazmerreír de quienes seguíamos sus actuaciones, ha muerto. De forma natural, de repente, y de un paro cardíaco, en su cama. El sueño de ir a su capital, Ashjabad, y ver cómo eran las cosas por allí, se ha desvanecido para siempre, porque difícilmente aquello será lo mismo. Que Dios lo tenga en Su gloria, que todo podría ser.

Su verdadero nombre era Saparmurad Niyázov y era el amo de Turkmenistán desde 1985, cuando el país todavía formaba parte de la URSS. Es difícil, supongo, saber cuándo perdió completamente la chaveta y empezó la orgía de estatuas suyas (alguna de oro) por todos los rincones del país, de carteles por todas las esquinas, de cambios de nombre de ciudades... y de decisiones curiosas; cuándo se decidió a escribir el Rukhname, libro que debe guiar las vidas de todos los turkmenos, mientras casi todo el mundo pensaba que los tiempos de redactar biblias habían pasado. Voy a traducir algunas frases suyas.

Hubo un atentado contra su vida, o eso dicen. Niyázov apareció en la televisión turkmena y dijo: "Hubo juicios. 46 personas han sido condenadas. Hay otros cinco o diez autores, pero ahora no vamos a buscarlos." Y se fue. El principal acusado fue un ex-ministro de Asuntos Exteriores, que se confesó culpable, dicen que después de haber sido convenientemente "convencido", y que fue encerrado a cal y canto. Ni su familia es capaz de decir si está vivo o no.

En otra ocasión, le preguntaron qué le parecía que su retrato estuviera por todos los sitios. "A mí no me parece bien verme por todos los sitios, pero es que el pueblo lo pide." Todo un demócrata.

Con el tiempo, estos rasgos de su carácter se acentuaron. Los podridos medios foráneos aventuraron una ola de arrestos en Turkmenistán, está vez porque su pueblo quería demasiado a su líder. El día de la fiesta nacional (aniversario de la elección de Niyázov como presidente vitalicio), sucedió un escándalo mayúsculo: el Turkmenbashí no fue a la inaguración de una estatua suya ni a un concierto en su honor. Sus palabras fueron: "No vengáis con que no voy a los conciertos. Si en los conciertos futuros se va a hablar menos de mí, entonces iré ¡Todo el concierto lo han dedicado en mi honor! Me es incómodo estar ahí sentado. Estoy ahí, mirando al suelo, me ruborizo, palidezco. Es muy difícil. Puede que a alguien le guste la gloria, la alabanza, pero a mí no me gustan." El Turkmenbashí se quedó en casa, pues, para no pasar vergüenza, y declaró que vio el concierto por la tele. Más tarde fue más allá y pidió a sus funcionarios que pensaran bien cuál era su papel en la historia: "Os vuelvo a repetir que no hay que relacionar todo lo que pasa con el nombre de una sola persona. Se elige una persona, y bueno, sí que tiene una importancia capital. Pero si no hay pueblo, esa persona no puede hacerlo todo. Yo sólo dirijo, y el pueblo turkmeno trabaja, se reúne, construye. Por eso os pido que no me alabéis tanto. Ya no puedo ni ir a conferencias ni conciertos. Es incómodo estar ahí y oír como cantan alabanzas sobre ti." Pobret.

El fracaso de la delegación turkmena en los últimos juegos olímpicos (ni una triste medalla, ni siquiera una final...) obligó al Turkmenbashí a destituir al presidente del Comité Olímpico Turkmeno y a reemplazarlo por la persona más capacitada para el cargo que pudo encontrar: él mismo. Su prematura muerte (tenía 67 años) acaso nos prive de ver a los deportistas turkmenos arrasar en las próximas olimpiadas, como de otro modo hubiera sucedido sin la menor duda.

Finalmente, se decidió a escribir todo lo que sabía, y eso fue el origen del Rukhname, el libro de cabecera de todos los turkmenos, regalo obligatorio a los recién casados, materia de estudio en todos los colegios de Turkmenistán y cuyo conocimiento es necesario para obtener... el permiso de conducir (y no es coña). El equivalente a la Biblia, vaya. Está traducido a unos treinta idiomas, entre los cuales, de forma sólo comprensible por la testarudez y malevolencia de sus émulos, no está (¡aún!) el castellano, aunque sí el inglés. Haríamos bien en leerlo, ya que, según el autor: "Aquél que lea tres veces el Rukhname se hará sabio, entenderá la naturaleza, las leyes, los valores humanos. Y tras ello irá directamente al paraíso. Al acabar el primer y segundo libro del Rukhname, pedí a Alá que el que consiga leer el Rukhname tres veces, en su casa, una hora al amanecer, una hora por la tarde, vaya inmediatamente al paraíso." 2005 fue declarado, por decreto, año del Rukhname, y el mes de septiembre vio cómo su nombre cambiaba a Rukhname. Por cierto que iban quedando menos meses disponibles, porque el Turkmenbashí ya se había dedicado uno (enero dejó de ser enero y pasó a ser "Turkmenbashí") y dedicó abril a su madre.

Esperemos que Dios, en estas fechas, haya perdonado al Turkmenbashí los pecados que pueda haber cometido y le reúna con sus lectores, porque, ciertamente, me puse a leer el Rukhname y tras conseguir pasar los primeros párrafos del libro, ya lo creo que quien consiga leerlo tres veces se habrá ganado el Cielo.

miércoles, 20 de diciembre de 2006

Impostores contra auténticos

- Bé, anirem a una festa, i estaran Ded Moroz i Snegurochka.

Abi no parecía especialmente entusiasmada.

- I vos portaran regals.

Eso ya le gustó más, y sonrío. Ro, por una vez, estaba comiendo tranquilamente sin levantar la cabeza del plato.

- Molt bé, pero Ded Moroz no és de veritat -sentenció Abi.

Parecía que estaba llegando uno de los momentos más delicados que debe afrontar un padre.

- ¿Qué dius? - pregunté, haciéndome el sorprendido.
- No, no és de veritat. Es un senyor que porta una barba que no és de veres.
- ¿Aixina penses?
- Sí. I l'any passat, Ded Moroz era el pare de una amiga meua del colege que s'en havia disfraçat.
- ¡No em digues!
- Sí.

La situación se hacía delicada. A sus siete años, Abi ya estaba dudando de la autenticidad de los mitos más sagrados. Yo recuerdo con cierto rubor que no me enteré de que los Reyes Magos eran los padres hasta los diez años, y eso porque sorprendí en el autobús del colegio una conversación entre dos niños más pequeños que yo. Pues estas niñas me estaban sacando tres años de ventaja. Claro que Ded Moroz se expone a que le descubran mucho más que Papá Noel o los Reyes, porque va a pecho descubierto y a plena luz del día repartiendo regalos, mientras que los otros los reparten a deshora y a escondidas. Pero, aún así...

Mas hay una diferencia entre la infancia de Abi y Ro y la mía: que yo no tenía más que a los Reyes Magos, y ellas, multiculturales al fin, tienen toda una pléyade de proveedores de regalos en distintos momentos del período navideño. Ded Moroz es el proveedor ruso, en las fechas previas a la Navidad; luego, en Madrid, con la familia política de fuerte influencia francesa, el protagonismo pasa a Papá Noel.

- ¿I Papá Noel? ¿Tampoc és de veres?
- No, tampoc. També està disfraçat. La seua barba també és un postiç.
- ¿Un postiç? ¿Estas segura?
- Sí, estic segura.

Recordé que hace un par de años habían montado en Madrid una fiesta con aparición incluida de Papá Noel. Probablemente el familiar que, efectivamente, se disfrazó, fue igualmente reconocido, a pesar de que puso mucho cuidado en no decir ni pío. Así pues, tachado Papá Noel, ya sólo me quedaba el último cartucho: los proveedores valencianos, de la fase de vacaciones navideñas que pasamos en Valencia: los Reyes Magos. No nos perdemos una cabalgata desde hace cuatro o cinco años.

- ¿I els reis? ¡No em direu que tampoc són de veres!

Abi levantó la cabeza del plato y dijo con vehemencia.

- Nooooo... els reis són de veritat.
- Clar, els hem vist en la cavalcada -apunté.
- Sí, i eren ells -añadió Ro-. I tiren regals des de les carroces, i l'any passat un regal em va fer mal a l'ull.
- Sí, sí, els reis sí que existixen de veres - concluyó Abi.
- Papá, ¿enguany anirem a vore-los? -preguntó Ro.
- Si Deu vol, clar que sí.

Uffff... todavía queda margen.

lunes, 18 de diciembre de 2006

Educación pública (II)

Después de los sucesos referidos en la anterior entrada, a las siguientes reuniones de padres acudí con los bolsillos bien repletos de efectivo, e hice bien, porque cada vez salí de la reunión con bastante menos parné del que había en mi cartera a la entrada. Al adecentamiento del aula se unió el pago de la seguridad (diez mil rublos, para todo el año), y luego algunas minucias que ya eran más o menos llevaderas (agua para beber, utensilios de limpieza...), destacando entre las mismas la confección de trajes para la fiesta de fin de año.

- Señores -dijo la maestra-, se acerca el Año Nuevo. Este año tendremos la fiesta del árbol de Año Nuevo el 22 de diciembre.

Se refería a la fiesta que, en España, llamaríamos de Navidad. Este año cae pronto, porque lo suyo es hacerla mucho más cerca del 1 de enero. No olvidemos que la Navidad ortodoxa no es hasta el 7 de enero: esos trece días de desfase eclesiástico ortodoxo con el resto del universo pueden ser bastante molestos.

- Los niños - continuó la maestra- están ensayando un número con enanitos. Me he tomado la libertad de decirle a Elizaveta Ivánovna -y señaló a la mentada, que nos miraba desde el fondo de la sala, sin poder hablar debido a la típica afonía docente- que, como otros años, se encargue de la confección de los trajes. Vamos a ver, el traje cuesta seiscientos rublos de material, y les aseguro que sería mucho más caro comprarlos hechos en una tienda, y además tendrían que ser iguales que los demás, y otros trescientos de mano de obra... en total unos novecientos rublos ¿Quién los puede recoger?

La misma recaudadora del "comité de padres" se ofreció, pero el pago fue directamente a Elizaveta Ivánovna, que al fin y al cabo era quien tenía que comprar el material y percibir los honorarios por la confección.

- ¿Y vendrán Ded Moroz y Snegurochka? -preguntó un padre.

Ded Moroz y Snegurochka son los que traen regalos a los niños en Rusia, igual que los Reyes Magos en España o Papá Noel por ahí. Pero, en lugar de traerlos de manera clandestina al amparo de la noche, Ded Moroz los trae en persona a la luz del día y los entrega él mismito a los niños, lo que implica disponer de alguien que lo interprete (pagando, claro), además de los regalos. Snegurochka es una niña vestida de blanco que le ayuda. Probablemente ya sabe que el Ded Moroz al que ayuda es un poco impostor... como ella misma.

- Claro que sí. Ya los tenemos apalabrados.

Otros trescientos rublos, entre regalo y honorarios de Ded Moroz y Snegurochka...

La verdad es que el sistema de educación pública, tal y como queda reflejado en estas dos entradas, parece un pelín precario, y ciertamente lo es; pero la calidad sigue siendo razonablemente buena, las maestras, gente con vocación, mantienen la moral alta, y las penurias económicas de los centros de enseñanza, que llevan a la necesidad de recurrir a los padres para que financien lo más indispensable, tienen un efecto positivo:

Que hay una reunión de padres casi cada mes. Y, de paso que nos esquilman un poquito, también nos dicen cómo van nuestros hijos con bastante frecuencia.

sábado, 16 de diciembre de 2006

Educación pública (I)

En Rusia, como en España, la educación es gratuita. Ahora bien, eso de la gratuidad presenta serios matices en ambos países; en España, los libros de texto son bastante caros, así que uno paga los libros, la matrícula es efectivamente gratuita, y luego tiene que preocuparse por algunos extras, básicamente comedor y transporte. En Rusia, los libros de texto son muy baratos y, en el caso de Moscú, incluso gratuitos, porque el ayuntamiento los subvenciona por completo. Eso sí, los clavos vienen por otro camino. Veamos.

Desde que Abi está en el colegio (colegio público ruso, nada de colegio extranjero, que eso cuesta más que un MBA, y no es exageración, además de que condenaría a la pobre niña a pasarse el día de atasco en atasco para llegar a clase), he asistido a unas cuantas reuniones de padres. La primera tuvo lugar antes del comienzo del curso y ya apuntaba maneras:

- Señores -dijo la profesora-, aquí los libros los paga Luzhkov. Luzhkov también paga mi salario ("Mejor", pensé, "no preguntar cuál es, puede ser muy deprimente"). Pero eso es todo lo que el colegio ingresa del Estado. Para el resto de nuestras necesidades, habrá que encontrar medios.

Los otros padres, más avezados que yo en esto, entendieron rápidamente. Yo también había oído campanas, pero mi reacción fue más lenta.

- Habrá que reformar algo el aula -dijo una madre.
- Ustedes verán -dijo la profesora-. Yo puedo dar clase aquí, pero la cuestión es si ustedes quieren que sus hijos reciban clase en estas condiciones.

El aula estaba bastante cochambrosa. La pared, tras un año escolar completo, estaba algo más pintarrajeada de lo debido, y en el suelo había signos evidentes de humedad y manchas de suciedad, además de una alfombra al fondo del aula con aspecto descuidado y color entre parduzco e indefinible, tras prestar servicio a Dios sabe cuántas generaciones de alumnos.

- ¿Cuánto puede costar? -preguntó otro padre.
- Hemos pedido presupuesto a unos obreros que suelen trabajar para nosotros -intervino rápidamente la profesora- y nos han hablado de unos tres mil dólares.
- ¿Han preguntado a otros? -preguntó una madre.
- Ésos son los que siempre han trabajado aquí y son de confianza.

Yo había llegado allí con el propósito de no sorprenderme de nada, aunque hasta cierto punto iba prevenido. Me palpé el bolsillo, lo cual formaba parte de la prevención, y comprobé que contaba con posibles para afrontar el gasto proporcional.

- ¿A cuánto salimos?
- ¿Cuántos apuntados hay? -le preguntó una madre a la profesora.
- Bueno, somos quince... salen a unos doscientos dólares... unos seis mil rublos.
- Pongamos seis mil.
- Pero, ¿podemos ver el presupuesto? -dijo una madre con ganas de guerra.

Todos se giraron hacia ella.

- Soy diseñadora -dijo con actitud retadora-. Y creo que podría ver qué es lo que hay.

Nadie le hizo mucho caso.

- Bueno, venga, doscientos dólares... -intervino un padre con ganas de acabar rápido- El precio está bien, me parece muy razonable para lo que hay que hacer. Casi sería mejor pagar en rublos...
- ¿Quién se encarga de recoger el dinero? -dijo la profesora.
- Deberíamos formar un comité de padres.
- ¿Se puede encargar usted?

Una madre dijo que ella podía, y todo el mundo estuvo de acuerdo. Los billetes comenzaron a aparecer, mientras surgía igualmente una hoja de papel y todos íbamos apuntando nuestros nombres y nuestros teléfonos de contacto.

(continuará)

jueves, 14 de diciembre de 2006

Eligiendo regalos

La temporada de regalos 2006-2007 comenzó hace unos días, con motivo del próximo cumpleaños de Ame y de la conveniencia de comprarle algo. Si no, luego, todo son líos. Yo reconozco humildemente que lo mío no son los regalos: suelo fallar bastante, y la buena voluntad que le echo no compensa la falta de tino. Pero, para suplir mis pocas luces en esto, contaba con la ayuda de otros niños pequeños: sus hermanas Abi y Ro.

Lejos los tiempos de escasez en Rusia, actualmente hay todo tipo de juguetes. Antes había muchos juguetes de madera, de fabricación soviética y simplicidad notable, y probablemente los niños hasta jugaban más a gusto con ellos. Ahora, en cambio, se encuentran los mismos juguetes (con clara mayoría china) que en cualquier otro país: a los niños se les van los ojos detrás de la vistosidad de los mismos, pero, a la hora de jugar de veras, quienes mandan son los juguetes simples de toda la vida. Como en todos los sitios.

Pues bien, Abi y Ro escudriñaron de cabo a rabo toda la sección de juguetes. Les disuadí de comprar muñecas, y al cabo quedó la cosa en un precioso sombrero negro con una zeta pintada en la frontal: el sombrero del Zorro.

A Abi y Ro les gustó tanto su elección que no lo soltaron hasta llegar a casa. Ro hizo todo el viaje de vuelta tocada con el sombrero. Al llegar a casa, saludó a su madre:

- ¡Mira, mamá, soy una Zorra!

Dentro de unos años se reirá de eso. Espero. Y yo también debería. Si no me río, mal asunto.

martes, 12 de diciembre de 2006

Letrinas y comedores

En "La última noche de Borís Grushenko", Boris (Woody Allen) mantiene un diálogo totalmente anacrónico con su instructor del ejército zarista (que, para más anacronismo, es negro):

- Tú AMAS a Rusia, ¿no?
- Sí, señor.
- ¡No te oigo!
- ¡SÍ, SEÑOR!
- Eres el peor recluta que he visto nunca. A partir de ahora limpiarás las letrinas y los comedores.
- ¿Y cómo los distinguiré, señor?

Bueno, bueno, maticemos... es cierto que los comedores y las cantinas más o menos públicas en Rusia dan una impresión, todavía hoy, bastante lamentable. Platos desportillados, cubiertos de baratillo que se doblan con mirarlos, azulejos rotos, olor penetrante y agresivo. Por no hablar de la comida, sumamente alejada de la dieta mediterránea, por decirlo de un modo suave.

Pero no es cierto que los comedores sean susceptibles de confusión con las letrinas. No, señor: las letrinas de lugares públicos oficiales son mucho peores y, como muestra, ahí está la foto de arriba, tomada hace unas semanas en la varias veces mencionada estación de autobuses de Riazán. Y ojo, que es de pago.

Los servicios de la foto son de uso sencillo. Uno llega a la puerta, abre, y aquí todavía el olor es soportable. A la derecha, una señora está en caja, cobrando por el uso: cinco rublos (unos quince céntimos de euro, a ojo). Los servicios de pago son una creación de la perestroika, con el fin de financiar de alguna manera la limpieza de los mismos. Fue una las mejores ideas que tuvo la perestroika para el transeúnte, de verdad. De hecho, para usar buena parte de las letrinas que no son de pago hay que tener realmente muchas ganas.

- ¿Necesitará papel higiénico? -pregunta. Menos mal.
- Bueno, ya que lo ofrece...

Yo pago los cinco rublos, y ella me da un ticket de caja (no lo había visto nunca antes en otros servicios: éstos son gente seria) y un par de trozos de papel higiénico de complexión recia y sólida, poco aptos para tratar almorranas. De esta guisa se llega al lugar de la foto, del que se hace el uso que puede suponerse, y con eso, algo más aliviado, uno puede dirigirse al autobús que le toque y emprender viaje, con mayor o menor fortuna.

(Para quien quiera profundizar en el tema, creo que en Camino a perdición hay algunas fotos de letrinas mucho más representativas, por lo hediondo, que la de arriba, que está entre las aceptables)

domingo, 10 de diciembre de 2006

Aniversarios históricos

Así como quien no quiere la cosa, me he dado cuenta de que el otro día puse la entrada número 100 en la bitácora, y esto viene al pelo a propósito de los aniversarios.

Los rusos son gente proclive a celebrar cosas en general y, en especial, aniversarios, cosa en la que no son muy diferentes a nosotros, los españoles. Dice una canción infantil rusa que "por desgracia, el cumpleaños sólo es una vez al año". Para remediar esta injusticia, además de los clásicos aniversarios, casi todos los años hay algún aniversario extra de algo que celebrar.

Este año, y estos días (el ataque ruso se inició un 5 de diciembre), le ha tocado el turno al sexagésimo quinto aniversario de la batalla de Moscú, en 1941, en la que el Ejército Rojo detuvo el avance de la Wehrmacht. Aquello no terminó la guerra, ya que, por ejemplo, el contraataque soviético en toda la línea de los primeros meses de 1942 fue un auténtico desastre que dejó una infinidad de prisioneros (entre ellos, el famoso general Vlasov) en manos de los alemanes, pero fue la primera vez que el ejército nazi era derrotado por tierra en una operación de envergadura. Un ejemplo de cómo se celebran estas cosas está en la página http://pobeda.mosreg.ru (eso sí, en ruso de arriba a abajo), pero hay muchas más. Hay carteles por muchos sitios, además de conmemoraciones, actos en honor de la batalla, medallas a los que tomaron parte en aquello... y una limosnita (no se puede llamar de otra manera) de mil rublos (cosa de treinta euros) a los veteranos que viven en la región de Moscú, que alguno queda. Además del típico acto en el centro con corte de calles incluido (resignación, transeúnte, te tocará dar un rodeo de los de agarra y no te menees).

Lo que me parece curioso es que se celebre un número no especialmente destacado (no es el 50, ni el 75) de una batalla muy importante, sí, pero no decisiva. Es difícil establecer una comparación con España, pero es algo así como la celebración en España del bicentenario de la batalla de Bailén: primera derrota de las tropas napoleónicas, pero no decisiva (Napoleón en persona vino a darnos candela en 1809); eso debiera suceder en julio de 2008, y algo, poco, parece que se está haciendo, pero me parece a mí que los tiros no van por ahí: debe ser un pelín demasiado políticamente incorrecto para lo que se estila entre nosotros.

Ahí los rusos nos sacan mucha ventaja. Están orgullosos de su historia, a pesar de que tiene páginas espantosas; mientras que los españoles parece que tengamos vergüenza de la nuestra. No sé si será por no ofender a nuestros enemigos tradicionales franceses, musulmanes o protestantes, por ser perezosos y no estudiar historia, o porque, directamente, en esto somos unos mendrugos de espanto. Así nos irán las cosas.

viernes, 8 de diciembre de 2006

El efecto trineo

A estas alturas, el año pasado, ya había nevado a base de bien y estábamos claramente bajo cero. Este año, después de unos pocos días de nevadas intensas y temperaturas relativamente bajas, los termómetros han empezado a subir, a subir, a subir... y esto es increíble: estamos a poco menos de diez grados sobre cero, ayer se batió el récord de calor de todos los 7 de diciembre desde que hay datos (llegamos a 7º, superando los 6,6º de... 1898) y, además, los pronósticos indican que la cosa puede continuar. Eso sí, hace un mes largo que no se ve el sol, y eso duele.

Hace unas semanas, cuando hacía más frío que ahora y se intuía que la nieve iba a caer de un momento a otro, estábamos en la interminable cola del hiper (hasta una hora y media hemos llegado a hacer cola, Dios mío), con el carro lleno hasta los topes. Alfina se había apartado con Ro para acabar de pillar un par de cosas mientras los demás íbamos tomando posiciones. Volvieron con una cosa metálica entre las manos.

- ¿Y eso qué es?
- Un trineo.
- Ahhhhh...
- Cuando nieve, nos va a hacer mucha falta, y no teníamos.
- Muy bien. Bien hecho.

Han pasado cosa de dos meses. No hay como comprar un trineo para que no nieve ni a la de tres. El año que viene compraremos otro.

miércoles, 6 de diciembre de 2006

Cine extranjero sobre Rusia (II)

Como hace un mes que no se ve el sol, y la cosa está bastante calmada y abúlica, sigo con la serie de películas extranjeras sobre Rusia. En esta ocasión, para variar, una que me gustó: la película es de Woody Allen y se titula, en inglés, "Love & Death". Fue traducida al castellano con el sugestivo título de "La última noche de Borís Grushenko".

Es una farsa divertidísima sobre la literatura clásica rusa en la que Woody Allen utiliza la contaminatio, es decir, la mezcla de elementos de varias tramas en una sola, con la particularidad de que las obras originales son serias, mientras que el resultado obtenido por el director es una parodia con algunas escenas geniales. Así, entre otros, hay elementos de Tolstoy (Guerra y paz, que es el más evidente, Anna Karenina) y de Dostoyevsky (Stepanchikovo y sus habitantes, Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov), con un resultado desternillante. Se ríe de todo, sin quedar claro si es una burla o, lo más probable, un homenaje de un humorista de la mejor manera que puede hacerlo: riéndose del homenajeado. Alguna escena es de antología, por ejemplo:

Grushenko, que es más bien cobardica, se ve alistado en el ejército ruso para luchar contra Napoléon. Antes de entrar en campaña, se les concede un permiso de tres días, que Grushenko aprovecha para ir al teatro a San Petersburgo. Desde su palco, se pone a ligar con una noble del palco vecino, que está acompañada por su actual amante, un duelista temible. Al acabar la obra, entablan conversación. Grushenko se presenta, y el amante decide meter baza:

- Grushenko... ¿no será usted el joven cobarde del que habla todo San Petersburgo?
- No soy tan joven. Tengo treinta y cinco años.

Los diálogos pseudofilosóficos entre los personajes son la repanocha. La obra es, a veces, un poquito irreverente:

Grushenko: "¿Cómo que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios? ¿Tú crees que Dios tiene gafas?"
Sonia: "Con esa montura, no."

Y sexualmente bastante subida de tono. Así que no es de extrañar que sea no apta para menores de dieciocho años. También deberían haber escrito que es no apta para rusófilos sin sentido del humor (o sea, mucho me temo, para rusófilos), pero se les debió olvidar.

Algunos de los gags son, aún hoy, aplicables a algunas cosas que se ven por aquí. Pero eso queda para otro día.

lunes, 4 de diciembre de 2006

Cine extranjero sobre Rusia (I)

Como Rusia es un país que llama la atención y despierta curiosidad, no son escasas las películas extranjeras que tratan sobre cómo son las cosas por aquí. Algunas de ellas las tengo en mi videoteca, no sé si para bien o para mal. A este respecto, cuando ya llevaba un par de años danzando por estos pagos, en un viaje esporádico a España, me encontré con un antiguo compañero de colegio, alemán él, con el que había tenido algunas conversaciones por correo electrónico, todo menos distendidas, sobre el general Vlasov y su ROA. Pero del general Vlasov, de la ROA, y de otros elementos rusos en la Wehrmacht ya hablaremos otro día.

- Alfor, como estás en Rusia, el otro día vi una película en el videoclub, me acordé de ti y la compré. Toma.
- ¡Hombre, Herbert, muchas gracias! A ver... Tatiana, la muñeca rusa... Macho, ¿qué es esto?

Me niego a reproducir la foto de la portada, que representa a los dos protagonistas, masculino y femenina (Ornella Muti, por más señas), en actitud inequívoca. En su lugar, prefiero ilustrar esto con cualquier otra cosa (vista de la ciudad de Uglich desde el Volga).

- La estuve viendo ayer -dijo Herbert-. Es original. Espero que te guste.
- Todo podría ser, claro.

Cuando, finalmente, me decidí a ponerla, pasé un rato bastante malo. La cosa va de un ejecutivo español que va a Rusia a montar una fábrica de galletas y se enrolla con su traductora, que está que se pierde por salir de allí. En España, se la disputan el ejecutivo, el dueño de la fábrica... y en este punto decidí que aquello era inaguantable y que no debía seguir perdiendo un minuto más con semejante bodrio con pretensiones. Yo no sé si el director habría hablado con alguna traductora rusa en su vida, pero yo sí conozco a varias decenas y, simplemente, no conozco a ninguna que sea tan así, ni de lejos. El cine español de los últimos decenios, siempre tan... abierto.

A los pocos días, recibí un correo electrónico de Herbert. Después de nuestra discusión sobre Vlasov, ahora estábamos pasando a otra, ésta menos caliente, sobre el general Helmuth von Pannwitz (también queda para otro día).

"¿Y qué te ha parecido la película que te regalé?", me preguntó.
"¿Cómo te lo diría yo? Estooo... Ornella Muti está de muy buen ver", respondí.

sábado, 2 de diciembre de 2006

Músicos en ciernes

El alcalde Luzhkov, aparte de algunos negocietes poco conocidos por el Cáucaso, es sumamente popular entre la población local. A pesar de que las infraestructuras urbanas son mejorables, el alcalde ha apostado por la cultura y dedica una notable proporción de su presupuesto a apoyar (casi) todo tipo de iniciativas culturales, destacando entre las mismas la música clásica. En esto supera muy claramente a nuestros políticos españoles y su política cultural, calificable, como poco, de tendenciosilla; en cambio, a la música clásica, al teatro clásico o al ballet clásico no se le conocen afinidades políticas, lo que es de agradecer. Por lo que a la música se refiere, no sólo hay una red de salas de conciertos a precios muy asequibles, sino que por toda la ciudad funciona un sinnúmero de escuelas de músicas para niños a precios, igualmente, bastante inferiores a lo que sería usual en España (bueno, quizá Valencia, donde en cada pueblo hay banda, escuela de música y rivalidad feroz entre ellas, sea una excepción).

(Por cierto, la foto es del conservatorio principal de Moscú, con la estatua de Chaykovsky ante el mismo, y la he sacado esta mañana. Vamos, eso por si algún anónimo destarifado os acusa de que no habéis visto Rusia ni en foto, como si aquí no las hubiera).

A esto se une la presencia de unos profesores totalmente entregados a su trabajo y que, aunque son bastante tiranuelos a veces, lo que es dedicación, no se les puede pedir más. El resultado es que los niños tocan que da gusto oírlos desde edades tempranísimas.

Abi lleva dos años con clases de piano, cosa que le encanta y que tocaría día y noche (para desesperación de nuestra vecina de al lado, tyótya Alla, que pierde algo de su simpatía natural en estas ocasiones), ha ingresado este año en la escuela más cercana a casa y se dedica al violín. Yo diría que le gusta menos que el piano, pero no le va mal.

Pues señor, aunque no está aún al nivel de actuar con el violín, ayer fue el día en que nos acercamos ella y yo a la escuela para ver actuar a los alumnos más destacados. En cada escuela, de aspecto impecable, hay una pequeña sala de conciertos para celebraciones internas, y allí que nos plantamos. Los espectadores éramos los padres de los alumnos. Bueno, casi sería más exacto decir que los espectadores eran las madres y las abuelas; yo no sé dónde se meten aquí los hombres. No seríamos más de tres en la sala, alumnos aparte.

¡Esta gente toca de maravilla! Se marcaron todo tipo de piezas de violín y piano, o de violoncello y piano, subiendo de nivel cada vez. Abi sólo comenzó a aburrirse hacia la hora y media de concierto, pero entonces empezaron a aparecer los realmente buenos:

- Y ahora - dijo la presentadora- el alumno de sexta clase va a interpretar "Asturias", de Albéniz.
- ¡Asturias! - le susurré a Abi - ¡I Albéniz! ¡És música espanyola!
- Ahhhh - dijo Abi.

El tío la bordó. Qué fiera. Apladimos a rabiar al terminarla.

- Papá -dijo Abi-, ¿i qué parlen en Asturies?
- Castellà. Està en Espanya.
- ¿Sí?
- I una llengua que es diu bable, pero tots parlen castellà també.

Acabó el concierto, nos abrigamos, y salimos hacia casa.

- Abi, en arribar a casa, recórda'm que tinc que donar-te una clase de geografia.

Como por desgracia pasa en todos los sitios, también sonó un móvil durante el concierto, pero... al menos el tono no era reggaeton, como todo el mundo tiene ahora, sino el tercer movimiento de la "Pequeña serenata nocturna", de Mozart. Se notaba la clase. Si no hubiéramos estado en un concierto, era como para pedirle que lo dejara sonar un rato más.