Bueno, pues el caso es que Engie Electrabel (antes sólo Electrabel), que tal es el nombre de la compañía en cuestión, se teme que en diciembre, cuando llegue la factura de compensación entre lo que he pagado y lo que he gastado realmente, me vaya a llegar un facturón del quince y me lleve un susto de espanto. Por este motivo, propone que fije un montante mensual de pago mucho mayor, porque mi consumo es superior.
Claro, uno pensará que cómo sabe Engie que mi consumo es superior. Ellos dicen que lo saben gracias a un aparatito que hace las funciones de termostato y que mide mi consumo constantemente. Si fuera cierto, sabrían que hace un par de meses que vivo solo (a despecho de que, teóricamente, la composición de mi familia siga siendo de cinco personas, ahora desperdigadas), y que el consumo de energía, medido con ese mismo aparatito, lo que indica es que se ha reducido enormemente con respecto al año pasado, muy por debajo de la mitad en lo que respecta al gas, y algo menos de la mitad por lo que hace a la electricidad. Aunque el precio de la energía se haya duplicado, yo debería seguir por debajo de la factura del año pasado.
Naturalmente, la compañía no lo hace por mi bien, a pesar de sus desvelos. Tiene guasa lo de poner por testigo al aparatito medidor, cuando yo lo veo igual que ellos y sé que lo deberían sugerirme no es precisamente eso. La compañía prefiere que yo pague más ahora, atemorizado por que me llegue una factura enorme en diciembre, antes que hacerlo dentro de dos meses. Porque, ahora que vuelve a haber intereses por los ahorrillos, al menos si eres lo suficientemente grande (y Engie lo es), dos meses de ingresos de mucha gente no deja de ser algo goloso.
Por lo demás, las temperaturas aún no son demasiado bajas. Por las noches, apenas alguna vez ha bajado de los diez grados, y por el día sigue siendo posible, y cómodo, salir a correr en camiseta y pantalón muy corto, así que la calefacción no es muy necesaria. De ahí mis ahorros energéticos, porque lo que sí he hecho ha sido proveerme de ropa abrigada. Luego, si no, todo son prisas.
No soy el único que se está preparando para que los cortes de energía y de calefacción me pillen acostumbrado. Desde este mes, en mi trabajo, los jueves por la tarde se desconecta la calefacción y, el que venga, que lo haga abrigado. Llamé a una compañera de trabajo, que estaba trabajando desde casa, y me la encontré abrigada hasta extremos desusados, señal de que, como me confirmó, tampoco ponía la calefacción en casa. Tiene toda la pinta de que la gente está, no sé si decir concienciada o simplemente asustada por la que puede caerle a una sociedad tan mal acostumbrada como ha estado la belga, y me temo que la europea occidental en general, durante estos últimos años.
Al final, aún vamos a tener que lamentar que el calentamiento global no sea más acelerado...
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