Su defendido era un hombre entrado en años, algo desaliñado, que por lo que pude entender mientras esperaba allí se las prometía muy felices, pero ahí acaba todo mi conocimiento del caso. La abogada asentía regularmente con la cabeza, mientras su cliente elucubraba una y otra vez sobre las intenciones de la contraparte.
En esto, la abogada reconoció a alguien que entró con paso mesurado y calculado, todo él prestancia, y se sentó no lejos de donde estábamos. Se trataba de un abogado, con su correspondiente toga, de estatura mucho más que mediana, más afeitado que un espejo y cabellera canosa pulcramente peinada hacia atrás y engominada con tal cuidado que no se salía un pelo del sitio. Se le podría echar unos cincuenta años, pero también podría ser que aparentara más de los que realmente tenía. Lejos de la informalidad de la otra abogada, bajo la toga llevaba un pantalón de traje, y de traje caro, así como unos zapatos, no menos caros, clásicos, sin una mota de polvo; tenía un maletín de cuero de precio parecido al resto de sus complementos y, en general, exudaba respetabilidad por todos los poros.
En cuanto lo vi, supe que no nos íbamos a llevar bien.
La abogada se excusó con su desaliñado cliente y se acercó a su colega.
- ¡Profesor De Wet! ¿Cómo está?
- ¡Ah, qué agradable sorpresa! Bien. Estoy llevando un caso que parece bastante sencillo, pero está tardando mucho. Ya lo han aplazado dos veces por enfermedad del juez. A ver si lo terminamos hoy ¿Y qué tal está usted?
- Bien, ahora trabajando de pasante en el despacho de Maître Scheidincx.
- Buen sitio. Ya veo que se dedica a la rama del Derecho que aprendió conmigo en la universidad.
- Pues sí ¿Es muy complicado el caso que lleva hoy?
El profesor De Wet, que, en cumplimiento de la estricta política de anonimato de esta bitácora, no es el verdadero nombre del personaje, se puso a explicar su interpretación del caso que llevaba, lo cual quizá haya sido un poco imprudente sin saber si la contraparte estaba por allí cerca. Pero, claro, como era tan evidente el resultado, y no se veía a ningún togado más por las inmediaciones, apenas se le puede reprochar.
En éstas estábamos, cuando se abrió la puerta de la sala en la que estaba citado para la vista y salió de ella una señora también como de cincuenta años, que resultó ser lo que en España llamaríamos una ujier, que iba vestida de calle, con un jersey y un pantalón normalitos, como yo mismo. Exclamó un nombre y el profesor De Wet se levantó, indicando que se trataba de la parte que él representaba. Exclamó otro nombre, de hecho, exclamó el mío, y yo me levanté.
- Dat ben ik! (Ése soy yo) - dije.
Siguió una breve conversación en un neerlandés bastante mejorable por las dos partes. En Bruselas, ciudad al menos teóricamente bilingüe, hay dos órdenes jurisdiccionales, francófono y neerlandófono; siempre en teoría, el demandado puede elegir lengua. Nos encontrábamos en el tribunal francófono, que era donde se había presentado la demanda. En Bruselas, los neerlandófonos hablan el francés correctamente, porque no hay más remedio y hay que comunicarse con la mayoría de la población; los francófonos, en el mejor de los casos, consiguen balbucir algunas palabras en neerlandés a duras penas. La ujier estaba en este segundo caso.
El profesor De Wet, que resultó ser francófono hasta la médula, me identificó como la parte adversaria, se me dirigió y siguió una conversación tirando a tensa, hasta que fuimos llamados a la sala. Cada cual ocupó su puesto y aquí nos encontramos con una diferencia muy importante entre la justicia en Bélgica y en España. Así como en España hay que ir a cualquier sitio con abogado y procurador, en Bélgica no es obligatorio estar asistido de abogado (y el procurador yo creo que ni saben lo que es). Hay que reconocer que, en este punto, Bélgica nos saca algo de ventaja. Yo todavía no he conseguido comprender qué aporta un procurador que no pueda aportar el propio abogado y tengo la certeza de que los propios procuradores, en privado, tampoco lo comprenden, pero claro, ellos nunca te lo dirán hasta que se jubilen (a mí me lo confesó una procuradora jubilada). Lo de la defensa letrada obligatoria es otra cosa, pero me da a mí que está pensado sobre todo para conveniencia de los jueces, los cuales de esta manera se aseguran de tratar con alguien que domine la jerigonza jurídica.
El caso es que yo no estaba asistido de abogado y me senté en el lugar destinado a las partes, delante del estrado. La contraparte era todo lo contrario: no había más que abogado, representante, que se situó en la parte destinada a la defensa letrada, mientras que el lugar destinado a la parte demandante quedó vacío. En esta asimétrica situación comenzó la vista.
El juez, por su aspecto, parecía recién salido de la universidad. Era un chaval delgado, al que la toga le quedaba algo grande, con gafas, flequillo abundante y una pinta de yogurín empollón que tiraba para atrás. A su lado estaba el secretario judicial, también con su toga, de edad algo mayor que el juez, pero que no dijo una palabra sino para fijar la siguiente vista.
Viendo al juez y viendo cómo actuó, cosa que no es cuestión de esta entrada, uno comienza a comprender de dónde sale parte de los males del sistema judicial belga. Como ya vimos, uno de los puntos débiles es que la profesión judicial es poco atractiva, cosa que supongo que tiene que ver con el prestigio de la profesión. Yo pensaba que también con la remuneración, pero resulta que el salario mensual bruto de un juez novato, como evidentemente era el caso de quien tenía delante, es de 6.500 euros brutos, que le parecerá muchísimo al español estándar, pero estamos en Bélgica, así que la cantidad contante y sonante que puede ingresar será de unos 3.500 euros todo lo más, a no ser que tenga deducciones por lo que sea. Cuando los políticos españoles (los de izquierdas, principalmente) dicen que la presión fiscal en España no es tan grande comparada con la de otros países de Europa, supongo que piensan en países como éste en el que vivo.
A partir de ahí, uno ya puede decidir si eso es mucho o poco. De momento, es mucho más que en España, donde por otra parte es mucho más difícil acceder a la profesión de juez, pero parece que en Bélgica tienen dificultades para encontrar gente que quiera desempeñarla, no entiendo muy bien por qué. El nuevo programa de gobierno incluye un capítulo destinado a la justicia en el que habla de hacer más atractivos los empleos relacionados con la misma. De lo que no habla es de la aceleración de los procedimientos judiciales.
Pues debería. El procedimiento en cuestión, que ya llevaba aplazados dos señalamientos, todavía terminó durando un buen tiempo más, y eso sin contar la fase de ejecución ni los posibles recursos, que nadie interpuso en esta ocasión y que hubieran enviado el procedimiento quién sabe a qué marco temporal.
Y luego me quejo de que se me hace tarde.
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