sábado, 29 de octubre de 2022

Huelguistas

En España, hace poco que he visto un vídeo de un discurso, creo que de Santiago Abascal, que se pregunta por qué, con la inflación desbocada y los precios de la energía por las nubes, no hay protestas sociales, y la respuesta que da es que el gobierno (de izquierdas) financia generosamente a las organizaciones sindicales (a las de izquierdas, que son las mayoritarias que pueden armar jarana), las cuales se cuidan muy mucho de morder la mano que les da de comer.

Yo, como no vivo en España, desconozco si lo que dice Santiago Abascal es verdad en todo, en parte o en nada. Sí que es cierto que el panorama sindical español lo componen dos sindicatos fundamentales, uno socialista, la  UGT, y otro comunista, Comisiones Obreras, y algunos sindicatos menores, de los que me suenan USO, heredera de los sindicatos católicos, CGT, anarquista, y ahora habrá que añadir al propio sindicato que ha auspiciado el partido de Santiago Abascal y que, de forma que recuerda poderosamente a sus aliados polacos, se llama Solidaridad. Y también, lo sé, hay sindicatos de ámbito regional, como los nacionalistas vascos ELA-STV y LAB. En general, los sindicatos están vinculados a partidos de izquierda, menos USO, que -hasta donde yo sé- no está vinculado a ninguno, ELA-STV, que es el bicho más raro de todos ellos, y Solidaridad, que está vinculado a un partido de derechas, y que supongo heredero de sindicatos como Fuerza Nacional del Trabajo y no sé si de los sindicatos verticales. Vamos, que no es insólito que exista. Los obreros tienen derecho a ser nacionalistas españoles (o patriotas, si les gusta más) y los hay que ejercen este derecho.

En Bélgica, el gobierno no es de izquierda, sino del MR, Movimiento Reformador, con una pléyade de partidos que dificultan la adscripción de este gobierno a un ámbito ideológico mínimamente concreto, pero de izquierdas no parecen y, de hecho, no están en el gobierno ni los partidos socialistas de Flandes o Valonia, ni el extravagante partido de extrema izquierda que surgió en las últimas elecciones.

Quizá ello explique que, a diferencia de España, en Bélgica sí que esté habiendo huelgas. Ya hemos hablado de alguna. La próxima, si Dios quiere, tendrá lugar dentro de poco, a principios de noviembre. Convocada en un principio por el sindicato socialista, se ha unido a la convocatoria el sindicato cristiano y, atención, el sindicato liberal ha anunciado que, aunque no se sume a la huelga, sí que apoyará las acciones paralelas que se organicen.

¿Cómo que sindicato liberal? ¿De verdad? Pues sí, de verdad, en Bélgica hay un sindicato liberal, cosa totalmente impensable en España. Uno pensaba que el liberalismo y el sindicalismo eran como el agua y el aceite, pero esto es Bélgica, amigos, y todo es posible. De momento, el liberalismo belga no es un libertarianismo a ultranza ni mucho menos. Ya digo que los liberales no sólo están en el gobierno, sino que mandan en él, a pesar de lo cual Bélgica es un marasmo funcionarial con unos impuestos tan elevados que me hacen reír los que se quejan de la presión fiscal española. Que sí, que el gobierno es de coalición y que los liberales no tienen poder absoluto, pero el que piense que los liberales lo son más que de boquilla, o para llevar a buen término la ideología de género o la Agenda 2030 (eso lo hacen de buen grado), simplemente está aviado.

Aun así, la existencia de un sindicato liberal es chocante, pero no es lo único que llama la atención en la estructura del sindicalismo en Bélgica. Lo primero que resulta llamativo es que los tres sindicatos nacionales, que son los tres convocantes de la próxima huelga, son eso, nacionales. No hay un sindicato flamenco y uno valón, sino uno nacional, eso sí, con su bilingüismo pulcramente establecido a todos los niveles. En un país en el que no hay un partido político de importancia de ámbito nacional (con la excepción de los verdes -Ecolo/Groen- y el marxista partido de extrema izquierda que pulula por ahí), que los sindicatos hayan sido capaces de entenderse entre ellos y de conservar su carácter belga tiene su encanto.

Otro día seguiremos investigando sobre el sindicalismo belga, pero, entretanto, más vale que nos quedemos con los motivos de la huelga, que, tristemente, son los mismos que deberían llevar a acciones parecidas en España, o a peores si estuviera gobernando la derecha: la enorme pérdida de poder adquisitivo de los salarios en el contexto de inflación. Por lo visto, como cualquier economista serio sabe perfectamente, eso de que la culpa de la inflación la tiene Putin es una milonga de tres pares de narices, porque, no en vano, la inflación es en buena medida un fenómeno monetario y, para fenómenos, los mandamases del Banco Central Europeo, que llevan varios años dándole a la maquinita de imprimir billetes bajo la presión y con la connivencia de los gobiernos nacionales, más endeudados que nosotros con nuestro Señor. Putin tendrá una parte pequeñita de culpa, pero, insisto, pequeñita. Y los sindicatos belgas se lanzan a la calle como si una subida salarial fuese a servir para algo, almas de cántaro, más que para alimentar la inflación un poquito más.

La huelga y las otras acciones tendrán lugar el 9 de noviembre. En principio, vamos a dejar aparcado este asunto hasta entonces, mientras medito si sumarme a las acciones o dejarlo estar. Pero ya lo meditaré en otra ocasión, porque ahora se hace tarde.

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