Esto viene a cuenta por varios motivos, pero uno de ellos es mi asombro por la acelerada actividad del nuevo presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump. El contenido de las medidas que está tomando no debería ser una sorpresa para nadie, porque es bastante coherente con lo que ha ido anunciando a lo largo de todos estos años. Uno puede estar más o menos (o nada) de acuerdo con ellas, pero lo que es indudable es que no ha esperado nada a adoptarlas. Apenas ha pasado algo más de un mes en el cargo y ya ha puesto patas arriba un montón de sectores de la actividad pública que parecían imposibles de zarandear. Uno de ellos es la política exterior, donde parece que el sistema de contrapesos del que presume la democracia estadounidense no funciona bien, o no funciona en absoluto, pero sobre eso y sobre las implicaciones que tiene eso en el transcurso de la guerra que implica a Rusia ya vendrá una entrada dentro de poco. Después de todo, los primeros siete años y las primeras mil entradas de esta bitácora transcurrieron en Rusia, así que qué menos que preocuparse un poco de lo que esté pasando por allí.
En Bélgica, entre los políticos, no hay nada ni medio parecido. Siete meses han tardado, no ya en tomar medidas, sino en formar gobierno, y no es ni mucho menos la vez que más se han demorado en hacer tal cosa. Tienen, como acabamos de ver, un documento de doscientas páginas que han conseguido parir con pena y trabajo y en el que a duras penas se esboza una parte mínima de las reformas que le harían falta a Bélgica, que además tardarán, porque los conocemos, una eternidad en poner en marcha, suponiendo que lo consigan, cosa que me temo que es mucho suponer.
La lentitud no se limita a la política. Uno de los puntos del programa de gobierno belga en materia de justicia consiste en tratar de convertir la profesión de juez en algo suficientemente atractivo, porque se ha detectado que ahora no lo es. Efectivamente, doy fe de que con la justicia hay un problema en Bélgica, el cual no creo que se limite al supuesto poco atractivo de la carrera judicial.
El propio palacio de justicia no ayuda demasiado. Ya fue el protagonista de una entrada hace unos años y nada hace pensar que las cosas hayan mejorado lo más mínimo. Bastantes juicios se celebran fuera de allí, por ejemplo en el edificio colindante, de aspecto bastante anodino y funcional, que es donde tuve que personarme para participar en un juicio en calidad de parte. No, no es plato de gusto, pero uno no elige en este punto la dieta que le toca, así que no hubo más narices que desplazarse hasta allá. Hay que decir que desde la demanda a la primera vista real transcurrió más de un año, tras dos aplazamientos motivados por sucesivas enfermedades de los jueces que tenían que haber presidido las vistas de marras. Como ya sabemos, o deberíamos saber, el sistema sanitario belga no pone muchas pegas a la hora de conceder bajas laborales y supongo que mucho menos si el paciente es juez, porque ya se sabe que arrieritos somos, y en el camino nos encontraremos.
No va esta entrada del fondo del asunto, ni irá ninguna en el futuro, así que nos vamos a quedar en la forma. Uno pasa la puerta giratoria y presenta la citación a la celadora, que detrás de un cristal de seguridad le dice a uno a qué sala debe dirigirse. Bueno, eso si hay vista, porque en los casos de los aplazamientos lo que me dijo fue que me volviera por donde había venido, que ya me avisarían cuando se me convocara de nuevo. Lo del correo electrónico para avisar de estos pormenores y ahorrarse un viaje, como que no. En el membrete del juzgado hay una dirección de correo electrónico, pero yo creo que sólo funciona para recibir, y aun lo que se recibe carece de validez legal, me temo.
El control de seguridad es como en cualquier edificio público, con un grupito de seguratas charlando mientras tus cosas van pasando por el escáner. Como no llevaba nada fuera de lo normal ni mínimamente sospechoso, pasar seguridad fue engorroso, porque el invierno le hace a uno llevar una serie de complementos que en verano no son necesarios, pero sencillo.
Tras una nueva puerta giratoria y unos cuantos pasillos, se llega a la antesala de la sala de vistas, donde uno se sienta en un banco, al lado de donde se supone que va a ser recibido, y puede ver el paisanaje que se reúne allí, que no tiene desperdicio. Pero, como se hace tarde, la descripción del paisanaje y de la propia sala y sus ocupantes quedará para la siguiente entrada, o para una de las siguientes, ya veré qué hago.
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