Yo, lo que es en Madrid, no he ido jamás al médico, y que dure, pero sí que lo he hecho en Valencia, que es de donde tengo la tarjeta sanitaria. Corría el principio del año del señor de 2018 y yo tenía un trancazo de los que entran pocos en un kilo y algo de fiebre, con toda seguridad por encima de 38 grados. Llegué al ambulatorio como pude, me planté en la entrada y le dije a la celadora que estaba hecho un asco y que quería ver a un médico. La celadora vio mi tarjeta y yo no sé si había cola o qué, pero me envío enseguida a una doctora que tenía la consulta en el segundo piso del edificio. A los pocos minutos estaba delante de ella.
No sé cómo será ahora, porque de este episodio hace cinco años, pero desde luego no puedo tener la menor queja en cuanto al tiempo que se tardaba entonces para conseguir una cita. Y no, no era yendo a urgencias, sino a atención primaria pura y dura.
Le expliqué a la doctora lo que me pasaba, y le pedí una baja laboral. Sí, es verdad, estaba de vacaciones, pero si presentaba una baja, aunque fuera española, en el trabajo me iban a devolver los días y podría tomarlos más tarde, de manera que me convenía obtenerla, aunque a la Seguridad Social española no le fuera a costar un duro. Para no tener que dar largas explicaciones (y porque estaba tan hecho polvo que no estaba para darlas), omití el hecho de que estaba trabajando en Bélgica.
La doctora me miró con el rostro torcido, como si estuviera pidiendo algo poco menos que delictivo.
- ¿Una baja? ¿Por esa gripe de nada?
- Es que no estoy para trabajar. Que estoy muy mal.
Vamos, yo pensaba que saltaba a la vista y que el termómetro no engañaba.
- Esto no puede ser... Una baja, me pide... Nada menos que una baja... En fin. Mire, le voy a dar dos días, dos: hoy y mañana, nada más que dos. Pasado mañana a trabajar. Tómese esto.
Y me extendió una baja por dos días y ni un minuto más, además de una receta de paracetamol genérico, nada de marcas, que me costó unos centimillos en la farmacia. En honor a la verdad, hizo milagros, porque efectivamente a los dos días estaba fresco como una rosa y para incorporarme al curro, si no hubiera sido porque estaba de vacaciones todavía.
Vamos, que los doctores españoles tienen, o eso me parece, una enorme resistencia a dar bajas alegremente. Indudablemente tienen instrucciones para, en caso de necesidad imperiosa, limitar las bajas a dos días laborales: según la normativa española, los dos primeros días de baja los paga la empresa y es a partir del tercero cuando interviene la Seguridad Social y le cuesta dinero al Estado.
¿Y cómo van estas cosas en Bélgica? Pues vamos a verlo.
Esta mañana, sin ir más lejos, me han operado de un chalación en un párpado, aquí mismo, en Bruselas. No es una operación complicada en absoluto (por desgracia, no es la primera vez que me pasa), pero, claro, uno sale del quirófano y de la clínica con el ojo tapado y serios problemas de visión panorámica, aunque, si no pasa nada, a las pocas horas ya se lo puede destapar y la hinchazón del ojo va desapareciendo poco a poco.
- Pues me haría falta un justificante para el trabajo - le insinué al médico, una vez salí del quirófano - para cubrir la ausencia de hoy.
- ¿Sólo hoy? - dijo el médico con sorpresa.
- Bueno...
- Se la puedo hacer para hoy y mañana.
- Hombre, pues vale.
Y salí de allí sin el menor problema con una baja para dos días, que seguramente no usaré, porque ya me he quitado el parche y estoy escribiendo una entrada, así que mañana ya debería estar en condiciones de sentarme delante de un ordenador y escribir cosas sesudas (con el parche es mucho más complicado, al menos hasta que uno se acostumbra a ser tuerto).
Eso hoy. En el pasado, cuando he ido al médico con un gripazo, como en aquel entonces en Valencia, no he tenido el menor problema para salir de allí con una baja de una semana entera. Es más, no he tenido ni que pedirla ¿Me hacía falta la semana entera de baja? Pues a veces sí, pero otras veces no y me he reincorporado antes, porque, seamos sinceros, por mucho que haya un documento que le cubra a uno, si se está en condiciones, a uno le pagan por trabajar, no por esgrimir una baja médica.
Y seguramente este régimen tan laxo es una consecuencia indeseada del sistema belga en que los médicos se establecen por su cuenta y hacen de su capa un sayo con las bajas, mientras que en España los médicos no dejan de ser funcionarios y reciben instrucciones clarísimas. En Bélgica no son funcionarios, sino que compiten entre sí. Si un médico se pone riguroso a la hora de conceder bajas, habrá pacientes a quienes les dé igual, pero habrá otros que vayan buscando precisamente bajas y tenderán a ir a los médicos que les pongan menos problemas para extendérselas. Y ya tenemos las bajas como factor de competitividad entre galenos. No es el único, pero es uno de ellos. No conozco estadísticas de bajas laborales ni en Bélgica, ni en España, pero estoy prácticamente seguro de que en Bélgica son más numerosas.
Que quede claro que no me parece que el sistema enormemente restrictivo de España sea positivo en todo caso. Está claramente enfocado en evitar abusos, y el relativamente poco tiempo que he trabajado en España me deja clarísimo que, o he tenido mala suerte, o la proporción de españoles sin principios ni escrúpulos en este siglo XXI es demasiado elevada como para que el sistema pueda reaccionar de otra forma. Lo cual es triste para quienes sí que tienen principios, que han de pasar por el mismo cedazo estrecho que la Seguridad Social ha puesto para que no se les cuelen los que no deberían.
En fin, materia para reflexionar. De momento, con el ojo a la virulé, lo cierto es que se me va cansando después de tenerlo tapado casi todo el día y de verlo bien morado ahora mismo, así que voy a dejar la entrada y me voy a poner la pomada que me han recetado, antes de que se haga tarde.
Que mañana hay que madrugar, recontra.
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