Claro, la iglesia en cuestión (que ya fue fotografiada en los albores de esta bitácora, más concretamente aquí) no se llama de Santiago, que es nombre muy español, sino que atiende más comúnmente por el nombre francés de Cathédrale de Saint Jacques sur Coudenberg. Sí, catedral, porque lo es, más concretamente de las fuerzas armadas belgas. La catedral castrense, nada menos. También hay un obispo castrense, que es el mismo que el de Malinas y Bruselas.
Pocos días antes de la festividad de Santiago Apóstol fue el Día Nacional belga, que, como todo seguidor de esta bitácora conoce a pies juntillas, es el 21 de julio, que fue el día en que, en el año del Señor de 1831, el rey Leopoldo I juró la constitución, precisamente en esta catedral. Ya hablamos de aquello aquí e incluso asistimos al castillo de fuegos artificiales que se atreven a disparar sin pensar que puede haber valencianos entre el público. La catedral abrió sus puertas de par en par, pero ello coincidió con una exposición de material militar en toda la plaza, con asistencia de todo el cuerpo diplomático presente en Bruselas (que es muchísimo), de numerosos militares y de toda la plebe que quiso pasarse por allí. Yo cometí el error de hacerlo, ya que estaba por la zona, y la verdad es que lo pasé bastante mal con mi bicicleta, poco adaptada al gentío, y no conseguí entrar en la catedral castrense, así que me fui a la otra, donde no había ninguna exposición militar en los alrededores y pude entrar y rezar un rato con tranquilidad, que era lo que realmente necesitaba en ese momento.
La catedral castrense de Santiago Apóstol (o de San Jaime, como prefiera el lector) es un templo construido en estilo rabiosamente neoclásico en ese siglo XVIII que dejó el barroco y el gótico a un lado. Parece ser que en este lugar ya hubo un templo tan temprano como en el siglo XII, el cual se piensa que hizo igualmente las veces de albergue de los peregrinos que viajaban a Santiago, y de ahí el nombre. Las cosas evolucionaron cuando los duques de Brabante empezaron a tener el riñón muy bien cubierto e hicieron un pedazo de palacio en Coudenberg, con su correspondiente capilla. Bueno, capilla por llamarla de alguna manera. Sabiendo cómo se las gastaba Felipe el Bueno, aquello tuvo que ser la repera, supongo que en estilo gótico, tirando a tardío, que era lo propio en su época.
Por desgracia, eso sólo lo podemos suponer. La noche del 3 de febrero de 1731, un incendio se desató en el palacio de Coudenberg y lo dejó hecho cenizas. Uno de los motivos por lo que el incendio fue tan salvaje fue que, cuando estaba en sus comienzos y la cosa hubiera tenido arreglo, los guardias del palacio no dejaron pasar a los bomberos por cuestiones de seguridad. Se ve que lo de la burocracia en Bélgica viene de antiguo.
El caso es que el palacio quedó en ruinas, pero la capilla no. La capilla se salvó de las llamas. El gobernador general, sin embargo, dejó de residir en el palacio y la zona quedó hecha un erial lamentable, hasta que Carlos de Lorena, otro gobernador general en nombre de la emperatriz María Teresa, resolvió que allí había que construir algo digno, es decir, el actual palacio real de Coudenberg, que habrá que dejar para otra entrada. El estilo gótico de la capilla no pegaba nada con los gustos de la época, totalmente neoclásicos, de modo que Carlos de Lorena decidió derruirla y, a partir de 1776, se construyó la catedral actual. En más o menos diez años estaba terminada.
Las cosas no siguieron por muy buen camino, en particular cuando los Países Bajos austríacos colapsaron y los revolucionarios franchutes se apoderaron de Bruselas y, como tenían sus cosas, eliminaron el culto católico de la iglesia de Santiago y lo reemplazaron por el culto a la diosa Razón. Esta situación duró entre 1795, año de la derrota definitiva de los ejércitos austríacos en los Países Bajos, y el concordato de 1801 entre Francia y la Santa Sede. Desde entonces, el templo pertenece al Estado (como todos los templos en Bélgica) que lo cede para el culto de la Iglesia Católica, aunque mantiene su titularidad y, además, se encarga de costear el culto. No recuerdo si ya he escrito sobre este régimen, tan diferente al español, que pone a la Iglesia Católica completamente a merced del poder político, pero, si no lo he hecho, un día tocará hacerlo.
Hoy en día, la catedral de Santiago ya no es un albergue de peregrinos y, de hecho, actualmente el camino de Santiago ni siquiera pasa por allí, pero era importante detenerse en ella en esta serie, porque, al fin y al cabo, así es como está consagrada. Otro día seguiremos con el recorrido, pero no será hoy, porque se hace tarde.