Por mucho que me guste Kafka, que me gusta, el título de esta entrada no tiene nada que ver con esa obra suya en que su protagonista, Josef K., el agrimensor, intenta llegar hasta un castillo para que le digan lo que tiene que hacer y se encuentra con todo tipo de comidas de bola a cual más intrigante... sin poder acceder jamás al castillo.
No, es más simple. Se trata del castillo de fuegos artificiales que tuvo lugar la noche de la fiesta nacional, en conmemoración de la misma y de la entronización del nuevo Rey de los belgas. Yo no las tenía todas conmigo. Sé perfectamente que un valenciano no debería ir a ver fuegos artificiales fuera de Valencia, porque los valencianos, en esta cuestión concreta, somos un público sumamente exigente y estamos muy mal acostumbrados a la competencia feroz que hay entre nuestras pirotecnias por sorprender al personal.
Aquí, no la hay.
Pero bueno, después de todo el castillo tenía lugar a cinco minutos andando de mi casa, así que más a huevo no me lo podían poner.
Dios mío, fue espantoso. No me extraña que dijeran que iba a durar cuarenta y cinco minutos. Como si dicen que iba a durar dos horas. Así cualquiera. Los muy bichos disparaban los cohetes con una pausa descomunal entre uno y el siguiente, de modo que allí no había ritmo ni nada remotamente parecido. La cosa era sumamente aburrida, y me atrevo a decir que también lo era para el público local.
De vez en cuando salía un cohete un poquito más alto que otro, y un niño decía "Oh!", así, en francés. Pobre niño. Si le metemos en fallas en un castillo de verdad, no una parodia como aquélla, no cierra la boca en los tres días siguientes. Casi mejor que viva en la ignorancia y que siga pensando que cosas como la que estaba viendo son chulas.
Tampoco había nada parecido a ruido. Sólo remotamente parecido. Parecía que los cohetes llevaran silenciador, para no despertar al vecindario. Diablos. En Valencia, hay ruido, y uno sabe cuándo termina el castillo porque el pirotécnico reserva la parte más cañera del castillo para el final, y entonces aquello suena de verdad, a medio camino entre castillo y mascletà, y luego la gente sabe que aquello ha terminado, cuando suena la última carcasa, y se dispersa comentando los detalles y, por muy bueno que haya sido el castillo, siempre hay alguno que le ve defectos.
Aquí, pasada algo más de media hora desde el comienzo del castillo, el pirotécnico debió equivocarse y disparó tres cohetes seguidos y luego, claro, hubo una pausa. La gente, yo incluido, creyó que aquello era todo y comenzó a dispersarse, pero, cosa de un minuto después, el castillo continuó como si tal cosa. Aquello era más de lo que casi todo el mundo podía aguantar, y muchos (sí, yo incluido) continuamos con la dispersión. Más le vale al aprendiz de pirotécnico quedarse en Bruselas engañando al personal, porque, como se ocurriera ir a disparar a Valencia y hacer un desastre como aquél, le perseguía todo el personal y no paraba hasta arrancarle la piel a tiras.
Pero los bruselenses son gente pacífica y no se soliviantan con facilidad. Yo ya me hubiera unido a quienquiera que se hubiera acercado al responsable de aquel fraude con ánimo se enseñarle a no llamar "feux d'artifice" en lo sucesivo a aquella sucesión espigada de cohetes inconexos, que desde luego tenían poco de fuegos y nada de artificio, ni mucho menos de arte, pero la gente, entendiendo que se hacía tarde y que allí estaban perdiendo el tiempo, decidió volverse a casa. Y yo con ellos, porque, efectivamente, se hacía tarde.
Conflicto Rusia-Ucrania. Actualización mes de octubre
-
"Cuánta gente apoya la guerra, y cuántos están en contra? Si bien existen
investigaciones de opinión pública no son confiables porque mucha gente
teme re...
Hace 1 mes
2 comentarios:
Alfor, los valencianos estáis en lo referente a los fuegos bastante, digamos, locos. Hace años pude ver en Llíria un montón de cartuchos o como se llamen, preparados para ser disparados por la noche. Estaban en una vifurcación estrecha de dos calles estrechas. Todo eran estrecheces, y los fuegos allí amenazantes. La cosa se debe hacer con bastante pericia, porque no ardió ninguna casa, pero para un bilbaino la cosa daba bastante miedo.
Maybe Kandalaksha, ¡cartuchos no! Petardos, carcasas, y dentro de los petardos, están los subgéneros de chinos, carpinteros, vacas o masclets.
Estaremos locos, sí... pero la mayoría de las veces no muere nadie y sólo hay pocos heridos. :-)
Publicar un comentario