lunes, 20 de julio de 2009

Estados de ánimo

El retorno a Moscú después de una estancia en España, aunque sea tan corta como la que acabo de concluir hace unas horas, viene asociado a un sentimiento de desazón, primero, y más adelante de cabreo. Y no se trata sólo de que en España vienes de unas vacaciones, mientras que a Rusia vas a currar. No, hay algo más y, para describirlo, voy a generalizar con cierta confianza, porque se trata de sensaciones que comparten unánimemente todos los españoles residentes en Rusia que vuelven después de unos días en el terruño. Si los rusos que lean esto se ofenden, ajo y agua y, a una mala, que echen un vistazo al párrafo de introducción de esta bitácora.

El primer síntoma de que las cosas están empeorando se produce en el aeropuerto de, en mi caso, Madrid, cuando te diriges a la puerta de embarque y la ves literalmente tomada por rusos y más rusos. Uno pensaría que en los vuelos entre España y Rusia el pasaje estaría repartido a partes aproximadamente iguales entre ambas nacionalidades, ¿verdad? Pues de eso nada. Ya sea el vuelo de Iberia, o ya lo sea de Aeroflot, la abrumadora mayoría de los pasajeros son rusos, lo cual, a ojo, ya indica que España le hace a los rusos mucho más tilín que Rusia a los españoles.

Sea como fuere, el caso es que llegas a la puerta de embarque y adviertes de golpe que las vacaciones han terminado y que vuelves a darte de leches contra esa realidad rusa en la que eres, y siempre serás, un elemento extraño. De momento, los aviones van llenos a rebosar, con los rusos que han saqueado a conciencia el duty-free y que apelmazan las bolsas de Aldeasa en los compartimentos de equipaje de mano, haciendo tintinear las botellas unas contra otras. Algunos, los fumadores, han acumulado tabaco como para ahumar media Siberia, no sé muy bien por qué, pues siempre he creído que el tabaco es muy barato en Rusia, pero bueno, mejor para Aldeasa... y peor para los que agradeceríamos un rinconcito para embutir nuestra mochililla de mano entre tanta bolsa, bulto, instrumento musical y cachivache indefinible.

El viaje puede discurrir razonablemente bien o, por lo menos, como siempre. Ahora bien, al llegar a Moscú, la gente se pone nerviosísima, salta de sus asientos, aferra sus bultos como puede y una marabunta salvaje invade los pasillos del avión desafiando las leyes de la física y abriéndose paso entre codazos hacia la puerta.

No es descortesía o, al menos, no es sólo descortesía: es que la gente ya toma posiciones para la inmediata carrera hacia el control de pasaportes. En estos tiempos de crisis diríase que el control de pasaportes, que durante algún tiempo mejoró bastante, se ha hecho más farragoso, severo e insoportable que de costumbre. Dos metros en el avión pueden significar ganar, o perder, cinco puestos en la cola del control de pasaportes, y eso puede muy bien convertirse en media hora de retraso. Así que no esperéis lindezas entre los que estamos hechos a estos viajes; esperad codazos, empujones, bloqueos y carreras por los pasillos.

A estas alturas el españolito que vuelve a Rusia ya ha comprendido que las colas ordenadas las dejó hasta su próximo viaje a la patria y que lo suyo es adaptarse a las condiciones locales. Además de lo antedicho, el vuelo nocturno (apurando la estancia en España, por supuesto) le habrá dejado con un mal cuerpo como para hacer juego con la mala leche que se le está poniendo. El policía de fronteras será, además, su primer choque con la administración pública rusa. Un tío que ni le mira, como no sea para asegurarse de que la foto del pasaporte se corresponde con la realidad, ni le habla, a no ser para dar alguna orden seca.

Si la maleta llegó bien y los aduaneros no dan la tabarra, el viajero saldrá a la sala de llegadas, donde un enjambre de tipos mal encarados le abordarán diciendo "taxi, taxi", "nedorogo". Adiós a los cómodos coches último modelo, que se ven sustituidos, si aceptas los servicios de los taxistas espontáneos, por unos cacharros que funcionan de puro milagro y un conductor que reparte maldiciones y palabras soeces y que parece que esté haciendo un favor al viajero por los dos mil rublos que a éste le toca apoquinar. Si vas en tren, lo único que haces es aplazar el encuentro con los taxistas, que quizá no se produzca en el aeropuerto, pero sí en la estación de tren de destino, en condiciones parecidas a las anteriores.

En fin, que si vas en taxi, te vas a encontrar un atasco del quince; si vas en tren y en metro, como es mi caso, vas a circular en el vagón de metro con un enjambre sudoroso en contacto directo con tu cuerpo. En todo caso, tu mala leche, agriada por la noche en blanco, te recordará que las vacaciones quedaron atrás y que no sólo vas al trabajo, sino que, además, vives en la ciudad más grande de Europa y que a los moscovitas no les pagan para ser simpáticos.

Y aquí me tenéis, baldado, soñoliento y con unas ganas de coger la cama que no veáis. La tropa se quedó en España, dichosos ellos, y yo estoy de rodríguez durante las próximas semanas. El año pasado, en circunstancias similares, me dediqué a dar unos paseíllos en bicicleta y a ir al médico. A ver en qué me ocupo en esta ocasión. De momento, a mejorar de humor tras haber echado un sueñecito...

4 comentarios:

Bruno dijo...

Alfor, algunas apreciaciones:

el estado de animo al subir a un avion con destino a la madre Rusia varia invariablemente si la aerolinea es ... rusa o foranea.
Si esta pertenece al SkyTeam a no ser que sea KLM o Air France venimos mal, pero desde España supongo que la unica de la Alianza SkyTeam es Aeroflot (SU), terrible chasco, llegar a Barajas, o desde donde regreses (hay vuelos a Valencia?) y encontrarte con una cola a la rusa.

2° OneWorld no es mucho mejor, salvo por su puntualidad en Lan Airlines y British... no puedo decir lo mismo de Iberia o de American

3° y mas importante...en que aeropuerto aterrices, eso es determinante para graduar el grado de depresion por el arribo a nuestro extraño, basureado, a veces insultado, pero en el fondo... querido hogar y patria "adoptiva"

Moscovita de la tacita dijo...

Desde la tacita echo de menos esas llegadas a la madre patria, aunque reconozco que tuve esos estados de ánimo...

Albert el papú dijo...

jaja, que me parto... Si te sirve de consuelo, amigo Alfor, me he partido de la risa leyendo esta entrada. Jo macho, qué bueno... Yo creo que la primera vez que atravesé el control de pasaportes de Sheremetevo me hice mayor. Si me lo permites, te plagiaré la entrada un poco para hondar en ciertos detalles escabrosos, ajajaa...

Alfor dijo...

Bruno, yo creo que el pasaje es básicamente el mismo. Curiosamente, hay más españoles en Aeroflot (que no sólo te lleva a Moscú) y más rusos en Iberia (que tiene destinos españoles de los que Aeroflot carece), pero las diferencias son pocas, salvo en la comodidad del aparato, en que Aeroflot gana a Ibirria por goleada.

Y Domodiédovo se está poniendo rápidamente al nivel de Sheremetyevo, con lo que el aeropuerto de destino comienza a ser, también, bastante indiferente.

Moscovita de la tacita, macho, tanto como echarlas de menos...

Al'bert, plagia la entrada si te parece bien. Y sí, la primera llegada a Sheremetyevo se queda grabada a fuego en el imaginario personal de cada uno. En aquellos tiempos, además, si eras listo aún podías hacer avión-stop en algunos aeropuertos, y Sheremetyevo-1 era uno de ellos.