miércoles, 8 de julio de 2009

Casoplones

A mí llegada a Moscú viví algún tiempo en un piso-bonsai de cuarenta metros cuadrados, que, de todas formas, es más de lo que suele tener el común de los mortales por estos pagos. Luego llegó Alfina y nos apretamos un poquito; llegó Abi y hubo que pensar en rascarse el bolsillo y mudarse a algo más grande; llegó Ro y hubo que apretarse de nuevo; llegó Ame y hubo que mudarse otra vez. Tras algunas peripecias que no vienen al caso, estamos en una vivienda fetén a donde no invitamos a mucha gente porque la envidia es muy mala.

Hace un par de semanas, nos invitaron a una dacha en Rublyovka. En Rublyovka vive lo más de lo más pijo de Moscú, así que suponíamos que la dacha estaría bien. Leches, no es que estuviera bien, es que aquello no lo había visto en ningún sitio, aunque, eso sí, hubo que pasar tres barreras de seguridad para llegar. La que nos invitó, a quien llamaremos María, estuvo muy amable. A la vuelta, ya de noche cerrada (y en esta época del año la noche tarda en llegar), conversábamos:

- Alfina...
- ¿Qué?
- Vivimos en un cuchitril...

La semana pasada, una compañera de colegio de Ro la invitó a su fiesta de cumpleaños. El colegio de Ro es público de toda la vida y nosotros creíamos que los compañeros de clase de las niñas sería gente, como mucho, de clase media, cuando no baja, y que nosotros seríamos de los padres con más posibles del grupo, si no los que más. Bueno, pues la fiesta tenía lugar en su dacha. No estaba en Rublyovka, sino en un lugar aparentemente normal. Pero sólo aparentemente: la casita tenía una piscina cubierta, tres saunas, un gimnasio, pista de esquí, fuentes a saco, un billar de impresión, dos campos de tenis y una canasta de baloncesto. Creo que no cerré la boca en todo el día.

- Alfina...
- ¿Qué?
- Vivimos en un cuchitril... pero María también.

5 comentarios:

Achab dijo...

Los cumpleaños de la muchachada son peligrosos. Conozco gente cuyos hijos, tras una de esas, se pasaron una semana preguntando:

-¡Papá, ¿por qué somos pobres?

Bruno dijo...

Alfor ... eso no es una dacha, los dos lo sabemos! Una dacha es una pocilga donde se pasa el fin de semana, se practica vida al aire libre, se corta el cesped, de arreglan las plantas y otros menesteres que le dan paz a nuestro ser! Eso, repito, no es una dacha o no es digna de ser llamada como tal.

Con respecto la foto la casa me recuerda un poco a Pavlovsk, no se que opinaras vos.

Anónimo dijo...

Ay que estoy en la fase del cuchitril!!! 44 metros cuadrados en una antigua corrala!. Pero es muy acojedor. A ver cuando vienes...además justo al lado hay un restaurante ruso por si echas de menos el arroz sarraceno ;)

Sarapova

Alfor dijo...

Achab, y usted que lo diga. Hasta a nosotros nos pasa.

Bruno, tu definición de dacha es impecable, vale (aunque le falta el vodka con los vecinos como elemento imprescindible). Pero, jo, si me dan a elegir yo me quedo con la no-dacha del compañero de mi hija. Los rusos que había por allí la criticaban por lo bajinis, pero yo creo que era por no ponerse verdes de envidia.

Y sí, tiene un deje a Pavlovsk, aunque en realidad es la dacha de Rublyovka. Ya les sugeriré que pongan una estatua de Pablo I en la entrada, que quedará muy fino.

¡Sarapova!, ¡estás viva! Te tomo la palabra: pasado mañana voy hacia allá. Ya te pego un toque y a ver si hacemos una quedada.

Esther Hhhh dijo...

La leche... Alfito, maaaaaaadre del amor hermoso ¿Pista de esquí? Claro que por esas tierras tampoco será algo tan tan tan raro, pero la leche... Pedazo caserón, comprendo tu boca abierta... Menos mal que allí, con esas temperaturas, no debe haber muchas moscas, jejeje...

Besitos