domingo, 4 de septiembre de 2011

El viaje (VI): El kremlin de Kostromá

Seguimos con el viaje a Kostromá, comparando las impresiones que produjo a Gilyarovsky en 1908 con las que produce al viajero actual después de que el tsunami bolchevique pasara por ella. Dejemos, de momento, la palabra a Gilyarovsky.

En el lugar más elevado de la orilla del Volga está situado el Kremlin, con dos catedrales.

Del kremlin de Kostromá no queda ni rastro. Poco después de la visita de Gilyarovsky tuvo lugar un acontecimiento que todavía se recuerda en la ciudad: el tercer centenario de la dinastía de los Románov, en 1913. Kostromá, como veremos más adelante, es una ciudad sumamente monárquica y muy vinculada a la dinastía Románov, por lo que el mencionado tercer centenario fue celebrado con todo boato y, de hecho, hoy es el día en que estamos en vísperas del cuarto centenario y ya están los preparativos en marcha.

A partir de 1913, se empezó a trabajar en la construcción de un monumento a la dinastía entonces felizmente reinante, pero las cosas, a partir de 1914, cambiaron mucho. La dinastía seguía siendo reinante, pero ya no tan felizmente y, con el tiempo, cada vez más impopular. Cuando, en febrero de 1917, la dinastía dejó de ser reinante, del monumento a los Románov sólo se había construido el pedestal; eso sí, menudo pedestal.

Las nuevas autoridades bolcheviques no le hicieron mucho caso, de momento, al monumento frustado; pero llegó la muerte de Lenin en enero de 1924 y, con ella, una proliferación brutal de estatuas al querido líder. En Kostromá, las autoridades locales decidieron aprovechar el pedestal del monumento inconcluso y es así como, en la foto de arriba, tenemos a Lenin sobre un pedestal que recuerda a una iglesia y en una pose que recuerda más a un líder fascista brazo en alto que al jefe del proletariado mundial.

Con lo cual, en pleno centro de la ciudad, teníamos la estatua de Lenin, lugar donde los bolcheviques se agrupaban con motivo del 1 de mayo para hacer avanzar la revolución mundial. Al lado mismo estaba el kremlin, con sus dos catedrales y un número notable de iglesias. Es más, algún año la pascua ortodoxa (que puede, y suele, caer más tarde que la católica) hizo coincidir las procesiones pascuales y las manifas rogelias del 1 de mayo. La tiniebla rancia y zarista coincidiendo con la libertad, igualdad, fraternidad y buen rollo comunista ¡Qué vergüenza!

La solución final de las autoridades municipales es la que puede suponerse, y consistió en aumentar el espacio dedicado a las manifas seudosindicales del primero de mayo y en la demolición del kremlin de Kostromá. Con lo cual hoy día tenemos la estatua del jefe y una enorme explanada en desuso casi constante, salvo concierto de artistas muy, pero que muy acabados (me dicen, por cierto, que Bryan Ferry se une al grupo de artistas acabados; además de Britney Spears, que ya lo estaba) o discomóvil de pueblo.

Aunque la ciudad, actualmente, no se distingue por un urbanismo demasiado ordenado, se ve que progresa en este aspecto, construyendo poco a poco bellos edificios.

Pues a mí me moló...

Y si la ciudad no dispone de algunas comodidades de las que exige la civilización contemporánea, la culpa es del extremadamente modesto presupuesto municipal. La ciudad también avanza con pasos rápidos a satisfacer las necesidades espirituales de su población, de modo que últimamente se ha enriquecido con muchas instituciones ilustradoras: un instituto medio mecánico y un instituto primario químico, la sala de lectura Pushkin, una pensión para la nobleza, un instituto y varios más. En la ciudad hay varias sociedades filantrópicas, círculos artísticos y otras instituciones semejantes. Hay también un teatro permanente.

La industria de la ciudad se encuentra a un nivel de desarrollo mayor que el comercio. Hay aquí varias fábricas textiles, molinos de harina de vapor y otras fábricas. Se considera que las fábricas más significativas son la «Sociedad fabril del lino Zolotýkh» y la «Nueva sociedad fabril de Kostromá», que dan trabajo a alrededor de cinco mil obreros.

Los monumentos de la ciudad son sus iglesias, monasterios y el monumento a Iván Susanin.


Bueno, como esto merece entrada aparte, y se hace muy tarde, lo dejo para la próxima, que merece la pena. Además, hablar de Iván Susanin nos dará pie a volver a aquellos tiempos anárquicos de los albores del siglo XVII, en que los impostores y falsos demetrios abundaban por este lado del planeta.

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