jueves, 22 de julio de 2010

Vuelta a la carga

Como todo lo bueno termina, las vacaciones también lo hacen, y ya estoy de vuelta en Moscú, pasando un calor que jamás había visto por estos pagos. Y es que llevamos todo el mes a más de treinta grados, cosa que no parece gran cosa para los españoles, pero hay que tener en cuenta que las casas en Moscú están pensadas para resistir el frío (y qué frío). En lo del calor no habían pensado tanto, y así es como me desperté sudoroso esta noche y descubrí que la temperatura dentro de la habitación era de treinta y un grados. Antes de que aquello se convirtiera en un auto de fe, puse el aire acondicionado (que los dos veranos anteriores se había quedado criando telarañas) y gracias a eso pude ir tirando.

Para volver a tomar el curso de las entradas, ahora que Ame está, él, de vacaciones, descubro un artículo que me llamó la atención. Es éste. Y lo más enjundioso no está en el texto, que no es gran cosa, sino en los comentarios, muchos de ellos de gente que vive en el extranjero y de los que apenas nadie se arrepiente de haber salido, mientras otros, que siguen en España, se lo están pensando.

A los que estamos en el extranjero, exiliados si se quiere llamar así, nos cuentan que España está en crisis, que está muy mal, y tal y tal, pero lo cierto es que, para hacernos una idea un poco más real, hay que ir a España y palpar un poco la realidad. Yo tengo algún familiar, y algún conocido, sin trabajo, a causa del parón de la construcción y de todo lo demás, y es cierto que la cosa ya va durando demasiado, pero el encuentro brutal con la realidad yo creo que lo tuve cuando la semana pasada llegué a Valencia (otro día contaré el maratón que me he metido en plan "Conozca España en siete días"), a mi piso, abrí el buzón y lo encontré lleno de papeles. Claro, la mayoría eran ofertas de chinos, de pizzerías y de dentistas, muchas de las cuales repetidas, lo cual indica que a algunos vecinos míos les da pereza tirar a la papelera los folletos que se encuentran en sus buzones y prefieren meterlo en el mío. Pero, además de tanta propaganda, estaban la convocatoria y el acta de la última reunión de la comunidad de vecinos.

Por razones fáciles de comprender para el lector, en los diez años largos que soy dueño de ese piso no he sido un asiduo de las reuniones de la comunidad. De hecho, sólo he ido a una, y es una lástima, porque ahí me di cuenta de lo que me estaba perdiendo, aunque sólo fuera por el espectáculo que dio en ella doña Margarita, la vecina del primero, tanto más cuanto que, según me contaron otros propietarios, el espectáculo se repetía regularmente. A cambio de desatender mis obligaciones de ocupar la presidencia rotatoria de la finca, soy un chollo para mis vecinos, porque, obviamente, no hago nada de ruido, ni gasto la luz de la escalera, ni el ascensor, ni me corto las uñas en el deslunado para fastidiar a doña Margarita y que tenga que quejarse en la siguiente reunión. Vamos, que si pasa algo desagradable, es prácticamente seguro que yo no he sido.

Bueno, pues leí el acta de la reunión y en ella me enteré de que mi vecina de dos pisos más abajo había dejado de ser Amparo Sanchis Gomis, como hasta entonces, para pasar a ser el BBVA, que al menos ha pagado los recibos pendientes. Y no parece que vaya a ser el único caso: un piso más abajo, el señor Vicente Peris Llopis ya le debe cosa de mil euros a la comunidad, que ha tomado el acuerdo de darle de plazo para pagar hasta septiembre y de nombrar abogado y procurador (con malas intenciones, desde luego, hacia el señor Peris), como no se haya puesto al día para entonces. Pinta mal.

Miré por el deslunado dos pisos más abajo y, efectivamente, la que había sido vivienda de Amparo Sanchis, con su marido malhablado, su hijo futbolero y su perro ruidoso, estaba con las persianas caídas y aspecto de abandono. Chungo. Muy chungo. Y más que nada porque ése era el nivel al que creíamos que nunca íbamos a llegar, cuando renuncias a tu vivienda, en la que has invertido tanto (lo menos llevarían tres años de hipoteca, entrada aparte), y no hay nada, ni siquiera un sostén familiar, que pueda mantenerte a flote. Si estamos llegando a eso, es que la crisis ha dejado de ser una palabra gastada y nos da de lleno, aunque algunos, desde el extranjero, no hubiéramos acabado de notarlo o de valorarlo en su justa medida. Pero es real. Ya lo creo.

Y da que pensar. Mucho más que la inflación de banderas españolas que se vio durante la semana pasada, y que no sé si continúa. Porque significa que estas, en el fondo, buenas gentes, carecen de un apoyo familiar mínimamente solvente en que poder confiar, cosa que jamás hubiera pasado en España hace no tantos años y que en mi familia espero que no pase nunca. Y porque el piso al que se han visto obligados a renunciar no es un apartamento en la playa, sino su vivienda habitual, una hipoteca que los bancos consideran producto de primera calidad y que evidentemente estaba por encima de sus posibilidades. Pero, ah, los españoles somos así, y queremos una vivienda en propiedad, y a muchos les han engañado en los últimos años de mala manera haciéndoles creer que valía la pena pagar algo muy puturrudefuá con dinero que ahora no tenías, pero que ya irías teniendo en el futuro. Como si el futuro fuera cierto de toda seguridad ¿Y por qué? Porque su vecino también lo ha hecho y su piso ya vale mucho más que cuando lo compró, porque hay que presumir, porque la esposa de uno dice que hay que hacerse valer: al final, como L'Oréal, que ahora está tan de moda: porque usted lo vale ¿Cómo va a irse a un pisito de miseria?

Y eso me va devolviendo al artículo, porque, leyéndolo y sobre todo leyendo los comentarios (cuando escribo esto va por los novecientos, y subiendo, pero son la mar de ilustrativos), no he podido evitar retrotraerme a los tiempos en que tomé la decisión de emigrar. Creo que me extenderé sobre esto más adelante.

5 comentarios:

Arkadi dijo...

Hay que decir que la "manía" española de querer una vivienda en propiedad obedece a una razón muy sencilla: el boom de la especulación urbanística también infló los precios de los alquileres hasta el punto en que te daba lo mismo pagar un alquiler que una hipoteca. Y con la hipoteca, al menos, el piso acaba siendo tuyo.

Ricardo Marquina dijo...

Vivir en España es un tostón, con o sin crissis, yo no vuelvo mientras pueda evitarlo.
Los microchovinismos son cegadores, en mi pueblo la gente le regocija con lo bien que se vive, lo cerca que esta todo, que todo el mundo se conoce....pa ti y pa tu primo.
Además, para aquellos que estamos solteros, somos varones y estamos en edad de merecer, España es el infierno.
En fin, de vacaciones vale.

Alfor dijo...

Arkadi, yo creo que la afición de los españoles (y que yo comparto como el que más, ojo) por una vivienda en propiedad venía de mucho antes.

El problema, o al menos una buena parte del mismo, viene, según lo veo yo, de que a muchos españoles les han convencido de que la compra de una vivienda era una inversión prácticamente sin riesgo. Normalmente las personas tenemos aversión al riesgo (el alquiler, por ejemplo, sí que carece de riesgo, básicamente porque no es una inversión); la, llamemos, habilidad del sistema ha consistido en reducir esa aversión al riesgo de tal manera que un número enorme de particulares ha entrado en esa inversión con lo que los financieros llaman un apalancamiento brutal... lo cual aumenta el riesgo muchísimo más. Con lo que hemos aceptado condiciones que hubieran sido imposibles hace unos años, porque nadie hubiera entrado en locuras como ésas.

Y, al parecer, con toda la razón.

Ricardo, ¡eres un paradigma de emigrante español en Rusia! :D

Esther Hhhh dijo...

Yo me fui con idea de quedarme a UK no hace mucho. Tuve que volver y quedarme en Valencia por razones personales que tú ya sabes y que no voy a comentar. Y no veas como me arrepiento... Cada día pienso, al levantarme "¿quien me mandaría dejar londres, con lo bien que estaba allí?"

En cuanto al tema que comenta Ricardo con respecto a los hombres, pues mira, estamos deacuerdo pero al reves: En España, el género masculino soltero y que supera los 30 deja mucho, pero que mucho que desear y por muchas razones... Allí ocurría exactamente lo contrario.

Vamos, que en cuanto pueda, y espero que pueda pronto, me voy para Londres y a este país y a esta santa ciudad, pues eso, que les...

Besitos

Alfor dijo...

Esther, pues, si es lo que quieres, buen viaje, claro que sí, cuando no hagas en Valencia la falta que seguramente haces ahora.

Ahora bien, habría que preguntar a esos hombres que dejan tanto que desear qué opinan del genero femenino español soltero y que supera... venga, vale, los treinta. ;)