miércoles, 2 de julio de 2008

Pintura religiosa (I)

El domingo pasado estuve con la tropa (y con las tropas de otros) en una convivencia religiosa en un pueblecito cercano a Moscú, en una casa modesta, pero acogedora. Durante la misma, me llamó la atención una lámina, más bien arrugadilla y poco vistosa, pegada en la pared, entre ventana y ventana, que reproducía un cuadro que me resultaba bien conocido. "Cristo en el desierto", de Iván Kramskoy.

¿Os he dicho alguna vez que Iván Kramskoy es el colmo de los colmos de los pintores rusos? Vamos, hablando pronto y mal, Kramskoy es el puto amo. Pues sí que lo había dicho, e incluso dije que ya seguiría escribiendo sobre Kramskoy, y hoy ha llegado el momento de hacerlo. Porque la gente en España conoce a pocos pintores rusos, en primer lugar a los más modernos, quizá a Shagal, a Malevich, a Kandinsky, puede que a Roerich... y en un segundo plano a los del siglo XIX, a Repin, a Polenov, Serov, Surikov, Kuindzhi, Shishkin... son todos muy buenos, pero el jefe es Kramskoy, ya lo creo.

Hasta entonces, la pintura religiosa rusa se había centrado en la iconografía, que es una pasada, pero sobre la que escribiré otro día (jo, ahora que estoy cumpliendo una promesa, abro otra). A llegar el siglo XIX, hubo un pintor ruso que se puso en plan académico y se pasó veinte años pintando un pedazo de cuadro. Veinte. El pintor se llamaba Alexander Ivanov y el resultado obtenido es el cuadrazo de ahí abajo.



Para verlo mejor, pinchad. Pero, para verlo bien del todo, visitad la galería Tretyakov en Moscú, donde ocupa una sala entera, junto con distintos estudios parciales del mismo. A mí me impresionó por el tremendo tamaño del mismo, pero, a simple vista, la postura de Juan el Bautista y de los catecúmenos me da una impresión de poca autenticidad y mucha teatralidad. Impresiona el cuadro, pero no tanto lo que se ve en él. Jesucristo aparece allá, al fondo, y Juan el Bautista, que en el cuadro es un pedazo de bigardo que no parece que lleve mucho tiempo alimentándose sólo de saltamontes y miel silvestre, como dice la Biblia, se vuelve a señalarlo, además, con una cruz en la mano. Lo de la cruz como símbolo cristiano todavía no estaba inventado, pero bueno, vale como alegoría.

Y Jesucristo está allí, andando tan campante, como quien da una vueltecilla, mirando de reojo al grupo. En los estudios parciales del cuadro se le ve mejor, y queda bonito, pero como que no llega. Pilla lejos.

Para ver un cuadro de Ivanov donde queda más patente su visión de Jesucristo, tomemos este otro: "Aparición de Jesús a María Magdalena tras su resurrección". Ahí abajo está.



Lo de representar un cuerpo resucitado debe ser uno de esos retos que hacen temblar a cualquiera. Los pintores de iconos, y cualquier pintor prerrenacentista, lo tenían bastante sencillo, y con pintar un poco de doradito refulgente alrededor del cuerpo se apañaban. El público ya sabía, además, de qué iba la cosa, y cuando lo veía, lo tenía claro: "Ajá, el pintor lo que quiere decir es que esto es un cuerpo resucitado." Y tan amigos. Aquí abajo tenemos un ejemplo claro de un autor anónimo (como casi todos los autores de iconos). Por cierto: la escena es la misma que la del cuadro de arriba de Ivanov, para que podáis elegir la que os guste más.



Pero Ivanov, el pobre, no es un pintor de iconos, sino un pintor neoclásico, y no puede recurrir a esos truquitos. Un neoclásico valora la armonía, el orden, pero lo de representar un cuerpo resucitado es un quebradero de cabeza del quince en este contexto ¿Habéis leído lo que dice la Biblia de los cuerpos resucitados? A Jesucristo primero no le reconocen, luego sí, luego saben que es él, pero no parece exactamente el mismo... un jaleo indescriptible, que los evangelistas se vieron impotentes para describir a base de pergamino y pluma. En este punto, los evangelios están escritos más en griego y arameo que nunca: no hay quien pille una. Y al pobre Ivanov le meten el fregado de expresarlo a base de pincel y óleo. Un marrón de lo más oscuro.

Le metió algo de luz a María Magdalena, algo más de luz todavía a Jesús, y dejó el resto en una penumbra algo recargadilla. Pero Jesucristo le quedó como que un poco demasiado sano como para haber estado tres días de martirio a base de bien. Vamos, que el único signo para saber que ahí hay un cuerpo resucitado es que va vestido con un sudario y que tiene una herida en un costado. Si no, ni pum. Pero, para identificar esos signos, uno tiene que tener algunos conocimientos básicos de religión, como, por ejemplo, haber atendido en clase y, lo que es más difícil, haber tenido un profesor de religión que se tomara en serio su oficio. Yo, por ejemplo, no lo tuve, así que mucho me temo que mis entonces compañeros de clase, que no acudieron a fuentes distintas para completar su formación, tendrían sus problemillas si se pusieran a interpretar esto. Como en Rusia las clases de religión han escaseado bastante durante el último siglo, la cosa también pinta fea por aquí.

Y es que Ivanov tenía la misma concepción que entonces gobernaba la sociedad, y tenía que pintar un Cristo fuerte, duro y triunfante, impasible el ademán. Al fin y al cabo, se trata de Dios, recontra.

Ah, y también se trata de un hombre. A Ivanov puede que se le pasara por alto.

Entonces llegó Kramskoy, pero eso le toca a la siguiente entrada.

5 comentarios:

Esther Hhhh dijo...

Uff, Alfito, acabo de abrir el cuadro que tardó 20 años en pintar. Es impresionante, y eso que sólo estoy viendo una imagen del mismo.. Que expresiones tienen los personajes, y los del primer plano parece que vayan a salir, es como si estuvieran en tres dimensiones, y que realismo en todo, los cuerpos, los ropajes, los pliegues... Lo de la cruz es cierto que no tiene mucho sentido, en cuanto a los cuerpos, son estudios muy obvios de las esculturas clásicas y de las pinturas del renacimiento. Lo que dices de Jesús es cierto, es lo único que no me gusta del cuadro, es como un pegote, no sé, como si se le hubiera olvidado incluirle y luego, a última hora, lo hubiera pintado.

Ahora miro el segundo, cuadro, la aparición de María Magdalena. Me fascina de nuevo el realismo en las telas y en el cuerpo de Jesús, casi parece fotografía, aunque el brazo extendido hacia Magdalena me parece algo corto... Quizá sea la perspectiva. Es cierto que las heridas parecen más una manchita de pintura que heridas propiamente dichas.

El icono no está mal, aunque es bastante sencillo, como todos los iconos medievales, muy plano. Me resulta extraño el fondo que han pintado.

Bueno, es obvio que siendo un pintor neoclásico, cobra más importancia la representación del cuerpo perfecto, siguiendo los estudios clásicos, que el realismo de un cuerpo torturado tres días, muerto otros tres y resucitado después, ¿no?

En cualquier caso me ha gustado la pintura de Ivanov. Espero con ansia la entrada sobre kramskoy

Besitos

PD: Perdona mi ignorancia en detalles de arte y pintura, pero es que, aunque adoro el arte, soy de ciencias puras...

Anónimo dijo...

Pero no, hombre, lo que pasa es que Juan Bautista tiene una piel de cordero muy gorda porque por las noches en el desierto hace mucho frio, no es que esté cuadrado...

Alfor dijo...

Estherita, parece que no vamos a estar de acuerdo en nuestra respectiva crítica artística ¿Así que "El icono no está mal, pero es sencillito"? Pffff...

Alfina, te parecerá que no esta cuadrado, pero yo no lo quiero enfrente en una pelea. A lo mejor podemos probar una dieta de saltamontes y miel silvestre, que parece que da buen resultado.

(Ah, la piel es de pelo de camello. Supongo que debe abrigar lo suyo, como la de cordero, pero al menos al camello sólo lo trasquilan, no lo despellejan :) )

Anónimo dijo...

Adelante con la miel... pero los saltamontes te los comes tú solito... que parece que andas necesitado de musculatura...

En cuanto a la piel de camello, claro, ¡me sacas toda la artillería bíblica! Que te he visto, calisto (mirarlo, vamos)

Esther Hhhh dijo...

Uhm, creo que respecto al icono, no me expresé correctamente, Alfito. Me gustan los iconos, pero la pintura medieval, época de los iconos, se caracteriza por ser plana, en dos dimensiones, sin demasiados intentos por buscar la tercera dimensión. Se busca sobretodo una representación clara y concisa del hecho religioso en sí, pues su función era, fundamentalmente didáctica.

Cuando dije sencilla, no fue en tono despectivo, me referí al estilo, a las líneas, también a esa expresión muy parecida en casi todas las caras. Sin embargo me encantan los iconos, me gusta el colorido que suelen tener, y la claridad con la que representan lo que quieren. Les falta, quizá, el dramatismo que hay en pinturas de otras épocas, pero en su estilo, y en su línea, me parecen realmente hermosos. No sé cual es tu opinión acerca de los iconos, pero a mi me gustan. De hecho en casa de mi madre hay una reproducción de un tríptico en madera que a mí siempre me gustó.

Besitos