Los otrora invencibles tercios españoles habían desaparecido prácticamente en aquellos años, y su táctica militar era algo ya bastante obsoleto en tiempos de los regimientos de línea. Por si fuera poco, la política de apretarse el cinturón de los ministros de Carlos II terminó de apagar la eficacia de estas unidades, muy inferiores numéricamente a los ejércitos franceses, aunque seguían siendo capaces de oponerles cierta resistencia. En la guerra que estaba teniendo lugar, aparentemente sobre suelo bajo la soberanía del rey de España, ningún mando relevante de los ejércitos de rey era español, sino francés.
Cuando los belgas dicen que su país es el campo de batalla de Europa, se refieren, desde luego, a la batalla de Waterloo, o a la de las Ardenas, pero lo cierto es que la frontera entre Francia y el norte era un lugar caliente desde mucho tiempo antes. No sé si los escolares españoles actuales tienen idea de dónde está San Quintín, o Gravelinas, y de por qué aquellos ejércitos se las tuvieron tiesas. Pero, con todo, el momento álgido de la presencia de ejércitos en el que hoy es suelo belga tuvo lugar durante la Guerra de Sucesión Española.
A despecho de todos los tratados de reparto que se habían firmado entre las potencias europeas, cuando Luis XIV vio que su nieto se podía hacer con la totalidad del Imperio Español, y que él iba a hacer lo que le diera la gana, decidió que ya estaba bien de tonterías, y que de tratados de reparto nada, que España era una, grande y... bueno, libre. El resto de las potencias, como si no supiera de antemano que fiarse de un francés es signo de candidez intolerable, se sorprendió por el asunto, pero igualmente se preparó para la guerra, que fue la llamada Guerra de Sucesión de España, que se desarrolló en tres frentes principales: la Península Ibérica, donde terminarían imponiéndose los Borbones; Italia, donde los austracistas se salieron con la suya, y Flandes, donde se juntaron los mayores ejércitos que hasta entonces se habían visto, y se dieron las mayores matanzas de la historia.
El cambio de parecer de las autoridades de Bruselas se dio pocos días después de la batalla de Ramillies. En esta batalla se enfrentó por parte austracista-inglesa uno de los mejores generales del siglo, el duque de Marlborough, más conocido en España como Mambrú. Las cuatro batallas de Blenheim, la citada Ramillies, Oudenarde y Malplaquet son obras maestras que acabaron con cuarenta años de supremacía militar francesa en Europa... y con las vidas de varias decenas de miles de soldados.
El caso es que Ramillies fue el fin del dominio español en Bruselas, y prácticamente en todos los Países Bajos. Sólo se pudieron conservar unos años más Namur, Mons y Luxemburgo, y de todas formas Felipe V, por consejo de su abuelo (que efectivamente mandaba más de lo que era decente), cedió los Países Bajos al elector de Baviera, que se había quedado sin territorios después de la terrible derrota de Blenheim. De todas formas, la defensa del territorio estaba desde hacía tiempo totalmente en manos francesas, porque los soldados españoles estaban combatiendo fundamentalmente en España, y los tercios habían desaparecido y habían sido sustituidos por regimientos formados según el modelo francés.
Sea como fuere, el ayuntamiento de Bruselas ha decidido poner el fin del gobierno de Felipe V no en 1706, cuando las autoridades locales se sometieron al Archiduque Carlos, sino en 1712, supongo que contando con que, el 2 de enero de dicho año, que ya son ganas de ponerse a trabajar nada más comenzar el año, Felipe V confirmó la cesión de sus derechos sobre los Países Bajos al elector de Baviera. Sus derechos, y pare usted de contar, porque para entonces Felipe V no mandaba un pimiento en Flandes. En cuanto al propio Archiduque Carlos, pero como Carlos VI, no III, sitúan el comienzo de su gobierno en 1703, que fue cuando fue proclamado rey de España en Viena, con lo que tenemos la curiosidad de que, entre 1703 y 1712, es como si en Bruselas mandaran dos señores. Para rizar el rizo, hubieran debido colocar como mandamás de Bruselas, al menos entre 1712 y 1714, al propio elector de Baviera, Maximiliano II, si querían ser coherentes con considerar a Felipe V como soberano más tarde de 1706, pero no: Maximiliano II no aparece en la sala del ayuntamiento en ningún sitio, supongo porque nadie le tomó realmente en serio, y posiblemente porque Maximiliano es un nombre muy largo, y no encontraron a nadie que quisiera pintar todo eso en uno de los muros.
El caso es que se terminó el dominio español sobre Bruselas, y comenzaba el dominio austríaco, pero no le digamos eso al Archiduque Carlos, que se seguía considerando rey de España mucho después de la paz de Utrecht, mantenía un consejo de españoles, adoptó el ceremonial español, y tenía un ministerio dedicado a "los asuntos de España", que eran los territorios españoles que mantenía en su poder: los Países Bajos, Nápoles, Sicilia, los presidios toscanos y la Lombardía. No se bajó del burro, aunque fuera un poco, hasta 1725. Se ve que los años que pasó en España entre 1705 y 1711 le marcaron profundamente. En cambio, por Flandes no se le vio el pelo en ningún momento, exactamente igual que sus antecesores de Madrid.
Con el tiempo, quedó claro que la capital de los nuevos mandamases de Bruselas era Viena, pero de eso hablaremos en otro momento, porque hoy se hace tardísimo.
2 comentarios:
¡Pardiez! Su erudición me anonada semanalmente, caballero. ¿Y todo esto lo ha aprendido vd. cómo?
;) A base de codo, claro ¡Muchas gracias!
Publicar un comentario