domingo, 2 de septiembre de 2012

Estonia: esbozando el pasado

Estonia, desde luego, tiene su aquél, pero hay que reconocer que su capital es muy bonita y está muy bien conservada. Dicen que la Unión Europea ha puesto dinero a tutiplén, y así cualquiera, pero yo no estoy tan seguro, no en vano la Unión Europea ha metido dinero en muchos más sitios, y no están así ni mucho menos.

Para empezar, lo que está realmente bien es el centro de Tallinn. Eso sí, se separa uno del centro y se interna en la zona de expansión soviética urbana, y la cosa cambia. El bonito ladrillo en las aceras se ve reemplazado por el cutreasfalto soviético común en el urbanismo bolchevique, además de un paisaje urbano de casas de madera de aspecto precario y de edificios de cinco pisos mustios y decrépitos, como los de cualquier ciudad rusa de la época.

- Ahí es donde viven los rusos - decía una estonia que, eso sí, en alemán, nos estaba contando cosas en el mirador de San Olaf. Y hay que decir que no era tanto con tono despectivo como de indiferencia, como si estuviera hablando de japoneses o ruandeses y no de gente que, al fin y al cabo, no son recién llegados, sino que la gran mayoría ha nacido allí, lo que no les ha servido a muchos ni siquiera para conseguir la nacionalidad del país en que viven. No. Tienen que pasar un examen, aunque hablen estonio como los estonios. Algunos están la mar de contentos como apátridas. No tienen pasaporte, vale, pero con su tarjeta de residencia estonia les dejan pasaf a toda la zona Schengen... que es más de lo que pueden hacer sus compatriotas (bueno, o no) del otro lado de la frontera.

Cuando uno se aleja un poco más del centro y atraviesa la expansión de la ciudad en tiempos soviéticos, la cosa vuelve a cambiar y los edificios pasan a estar a la última. Estonia casi no tiene industria y se ha puesto en plan tecnológico y de desarrollo de la sociedad de la información: hay la tira de accesos wifi gratuitos repartidos por toda la ciudad, y los edificios de la parte más nueva, construidos después de la independencia, son del tipo ultramoderno que podemos encontrar en cualquier ciudad contemporánea.

Los estonios son gente no demasiado locuaz. Su historia es bastante reciente, al menos llevando la sartén por el mango. Por mucho que se inventen un pasado mítico fetén (y se lo inventan), hasta el siglo XIII están técnicamente en la Prehistoria. En el siglo XIII, los cruzados alemanes ocupan el país y dejan a los estonios recién cristianizados en plan sirviente. Los alemanes serán los dueños del cotarro prácticamente hasta 1920, que ahí es nada. Entretanto, el territorio de la actual Estonia será dominado, primero, por la Orden Teutónica; después de la batalla de Grunwald lo será por la orden livona, una especie de franquicia de la anterior; después de la reforma protestante, que acabó de hecho con la orden, el territorio será disputado por daneses, polacos y suecos, que son los que se acabarán quedando con lo que hoy son las repúblicas bálticas. En 1721, Pedro I vence en la guerra nórdica y se queda con el territorio, que será parte del Imperio Ruso hasta que el Imperio Ruso deje de existir. Tras una guerra a varias bandas entre 1918 y 1920, los bolcheviques decidieron apartarse de Estonia y concentrarse en los otros frentes que tenían.

Sin embargo, a lo largo de todo este tiempo, los estonios eran las capas bajas de la población. Los que cortaban el bacalao eran los alemanes, que eran entre el 10% y el 15% como mucho de la población, algo más en zonas urbanas, y cada uno de los gobernantes extranjeros que dominaron el país así lo reconocieron. El rey sueco Gustavo Adolfo, entre batalla y batalla de la guerra de los Treinta Años, fundó la universidad de Tartu... pero la fundó como universidad de Dorpat, que es como se dice Tartu en alemán, y en la universidad no se habló más que alemán hasta entrado el siglo XX.

Los estonios se van despertando un poco a lo largo del siglo XIX, pero sólo un poco. Su primer literato es un jovenzuelo que murió a los 21 años y que jamás publicó nada en su corta vida; más tarde, algunos profesores, varios de ellos de Tartu, en pleno romanticismo, comienzan a publicar cosillas en estonio, pero a nadie se le ocurre cosas como independizarse de Rusia.

Hasta 1918. Es un año complicado. En marzo, termina la primera guerra mundial y Estonia queda en zona alemana, pero el II Reich colapsa en noviembre y en los países bálticos se monta un jaleo de padre y muy señor mío, fundamentalmente en Estonia, donde coexisten hasta cuatro ejércitos diferentes: el ejército estonio, recién creado y que al principio sólo controla la zona costera en los alrededores de Tallinn; el ejército rojo, bolchevique, que controla en algunas fases el oriente del país, apoyado por un partido fantasma de comunistas estonios, que, por muy fantasma que sea, tendrá su importancia en 1939-1940; el ejército ruso blanco, comandado por Yudenich, que con la condescendencia de los estonios lanzará su ofensiva de 1919 sobre Petrogrado y que, tras su fracaso, fue desmovilizado e internado por los estonios; y la "Baltische Landeswehr", el ejército de los alemanes del báltico, unido a los restos del ejército alemán que se habían quedado por allí y que en algún momento del conflicto controlaba Livonia, más o menos el sur de Estonia, desde sus bases de Letonia. El jaleo recuerda un poco al que por aquellos tiempos se estaba montando en Ucrania (vale, el de Ucrania era todavía más liado).

La guerra de 1918-1920 es la gran epopeya de Estonia, y el tratado de paz de Tartu de 1920, en que la Rusia soviética reconoce la independencia de Estonia y se compromete a no inmiscuirse en sus asuntos, la cota máxima de la diplomacia estonia. Al menos, ellos lo ven así. Para un observador externo, no resulta muy difícil darse cuenta de que los bolcheviques estaban metidos en una guerra civil que sólo desde hacía poco estaban comenzando a ganar y que todavía les tendría ocupados algún tiempo, mientras que estaban preparando una guerra con Polonia, y que por ello el frente estonio era un estorbo que podían aplazar unos cuantos años (veinte, concretamente). Para los estonios, fue la guerra en que pusieron de rodillas a Rusia. El nacionalismo tiene serias dificultades con la objetividad.

1 comentario:

Mario dijo...

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