martes, 7 de febrero de 2012

Tribus

No hay libro, por malo que sea, que no tenga algo bueno, o eso dice, al menos, el autor del Lazarillo de Tormes en el prólogo de su obra. Ese consuelo queda a los lectores de The Moscow Times, ese panfleto sionista, progre de salón y proyanqui perdido, pero en el que, fuerza es confesarlo, se esconde alguna pluma notable que me mantiene entre sus hojeadores (decir "lectores" es excesivo).

Esa pluma es la de Michelle Berdy, una traductora que tiene una sección fija en el Times en la que destripa los entresijos de la lengua rusa para hacerlos accesibles al lector medio del diario. El lector medio es un residente en Moscú, guiri como él solo, capaz de balbucir algunas palabras en ruso, como mucho, y sólo vagamente interesado en las peripecias de un país que, de día, no termina de comprender (de noche suele tenerlo más claro, paradójicamente, aunque su visión se enturbie).

La columna de Michelle Berdy es realmente muy buena, tiene un sentido del humor muy fino, y saca temas que no suelen tener que ver con la política, lo cual, en estos tiempos convulsos, siempre es de agradecer, pero hoy voy a destacar su columna del último viernes, en la que saca el tema de dos conceptos similares, pero diferentes. El primero es el de nacionalidad (гражданство - grazhdanstvo), y el segundo es el de etnicidad (национальгость - natsionalnost). La traducción se complica porque la segunda palabra, en ruso, suena como la primera, en español. En inglés no tienen ese problema tan claramente, porque su "nacionalidad" es más bien "citizenship", y no tanto, aunque también, "nationality".

Nosotros somos españoles y no busquemos más. Jamás en la vida se me ocurriría decir, más que muerto de risa, que soy étnicamente valenciano. Sin embargo, ese concepto no es totalmente concebible para un ruso, y la prueba es lo que pone, o ponía, en la "Gran Enciclopedia Soviética" en el artículo sobre España, en la que, entre otros datos poco polémicos, ponía que la población está compuesta por cuatro grupos étnicos: gallegos, vascos, catalanes y... españoles. Probablemente al menos tres de esos cuatro grupos supuestamente étnicos no sean conscientes de ser racialmente diferentes ni lo tengan demasiado claro, ni siquiera los más independentistas de esas, ejem, tribus. Pero la enciclopedia soviética no concebía un país sin grupos étnicos diferenciados.

En Rusia, la pertenencia a un grupo étnico es fundamental. Lo hemos visto varias veces a lo largo de estas entradas, pero especialmente cuando nos visitaron los agentes del censo. Aquí, todo el mundo pertenece a una etnia: ucranianos, bielorrusos, gitanos, judíos, armenios o alemanes (sí, se puede ser ruso y alemán a la vez, qué cosas), entre otras muchas. Y, para ser ruso, en ruso hay dos palabras: rossiysky (российский), que es el que tiene pasaporte ruso y es, estooo... súbdito de Vladímir Vladímirovich, y "russky" (русский), que es el que pertenece a la etnia rusa, y que puede tener pasaporte ruso, o no tenerlo, y vivir en Ucrania, Francia, Argentina o Nueva Zelanda.

En España, pasamos de esas zarandajas y nos quedamos con la ciudadanía: todos son rusos. Y punto.

Si nos fijamos, todos esos follones de las etnias, las razas y esas cosas las valoran los pueblos que están por romanizar. En 211, el emperador Caracalla hizo romanos a todos los habitantes del Imperio. Lo hizo no por generosidad, vale, sino para cobrar el impuesto de la vigésima sobre las herencias, y luego además lo elevó a la décima, pero la cosa marcó huella y desde entonces dejó de haber iberos, celtas, celtiberos, galos, tirios y troyanos, pasando a haber hispanorromanos, galorromanos y loquesearromanos: en fin, romanos. Los demás eran bárbaros, con sus follones interétnicos.

Al este del Rin, y al norte del Danubio, todo eran godos, longobardos, hunos, eslavos, fineses y tribus diversas a cual más estrambótica, pegándose entre ellos y con los romanos hasta hace poco, y blasonando de la superioridad de etnia, raza o lo que sea sobre las demás, aunque se hayan mezclado con todo quisiqui y sean más mestizos que un perro callejero. Y, si nos fijamos en Yugoslavia, se estaban pegando hasta ayer mismo y no está claro que vuelvan a empezar otra vez.

En España, se supone que eso no pasa. Y digo se supone porque el único sitio donde esas cosas se mencionan y se valoran es, precisamente, la única parte de Hispania que quedó mal romanizada. Pero eso es otro asunto, y entretanto hay alguna cosilla que contar sobre las manifas del sábado pasado, así que a por ellas, aunque será en la próxima entrada, porque hoy se hace tarde.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los "gabachos" me contaron un chiste:

Plaza militar, un oficial les manda a los soldaditos que forman:
- Los vascos hoy van a limpiar la plaza, los alsacianos van a limpiar la munición, los bretones van a limpiar las dependencias...

Todos se van corriendo a cumplir las ordenes, y en la plaza quedan dos árabes y un negro. Y el negro le pregunta al oficial: ¿Y nosotros, los franceses, qué vamos a hacer?...