viernes, 20 de enero de 2012

Religión y emigración (III)

Desplazarse de Madrid a Valencia, o de Valencia a Madrid, es algo que se puede hacer de varias maneras. Se puede hacer por aire, aunque la llegada del tren de alta velocidad ha reducido el número de vuelos, aunque sigue siendo la opción principal para quienes aterrizamos en Madrid procedentes de otros mundos y no tenemos intención de quedarnos en la capital de España, sino que queremos llegar a Valencia sin salir del aeropuerto (y sin el retraso sistemático de los vuelos de Iberia del viernes por la noche a Valencia, pero eso es una batalla perdida, me temo).

Si ya estás en Madrid, o en Valencia, la opción lógica es viajar por tierra. Desde que hace ya unos años, se abrió al tráfico la esperadísima A-3, el transporte por carretera ha mejorado lo suyo. Y, desde hace un año, además hay alta velocidad ferroviaria, lo que ha rebajado las casi cuatro horas de trayecto a un poco más de hora y media. Es que no ponen ni película en el tren, supongo que porque no da tiempo de proyectarla entera.

Pero el tren es caro, los coches particulares tampoco están al alcance de cualquiera, y por eso la opción de los españoles (bueno, de los residentes en España) cuyo bolsillo está más vacío es el autobús. El autobús es propio de estudiantes, inmigrantes, soldados sin graduación, parados y gente, en general, de pocos posibles. Y supongo que eso es lo que lo hace más interesante.

Últimamente voy en autobús entre ambas ciudades mucho menos de lo que lo hacía antes (y quizá eso sea buena señal para mí), pero alguna vez cae todavía. Más de una vez he sido, junto al conductor, el único español del pasaje, lo que permite echar un vistazo, muy somero, a la vida de los inmigrantes en España.

La última vez, hace un par de meses, caí en la última fila y junto a mí cayó un tipo de piel, cabello y ojos rubicundos y corpachón considerable, que suspiró un poco cuando vio el poco espacio para el cuerpo que dejaban los asientos del autobús. Yo, en cambio, acostumbrado a los zulos voladores de Iberia, estaba a mis anchas.

Mi compañero de asiento, a pesar de ser grandullón, era correctísimo y procuró no molestarme en ningún momento ni desparramar sus carnes más allá de los límites de su sillón. Eso era muy de agradecer. Recuerdo un viaje espantoso junto a un negro bajo, gordísimo, trajeado y sudoroso que hubiera debido pagar billete y medio por el transporte y que me dio la noche (el viaje era nocturno, de los que salen a Madrid a la una de la madrugada y llegan a Valencia poco menos que amaneciendo).

Resultó que el hombretón era eslovaco. Cómo serán las cosas en los autobuses que se sorprendió bastante de que yo fuera español. Y salió que él se consideraba cristiano, pero no católico. Así, sin preguntar ni nada.

Las profesiones de fe espontáneas no son, normalmente, cosa de católicos. Los católicos, incluso los practicantes y creyentes, no somos gentes que vayamos pregonando por ahí a los cuatro vientos lo que somos, probablemente porque hasta hace poco lo éramos casi todos y era una manifestación superflua. Ahora ha dejado de ser una confesión tan generalizada, pero nosotros mantenemos la inercia de guardarnos nuestra condición y fe para nosotros cuando conversamos con el resto de la gente.

Pero eso no quiere decir que algunos rehuyamos el tema, así que, cuando el eslovaco salió con que no era católico, y como viera que tenía ganas de charla, hice una preguntita para darle pie:

- Ah, ¿no?
- No, yo era católico, pero ya no lo soy.
- ¿No? ¿Entonces?
- Soy evangélico.

Ahhh...

- Yo estaba mal. Tomaba drogas. Pero ahora estoy en un centro, me he quitado de las drogas, y allí también nos hablan de Jesús.

A ver, vayamos sumando. Ex-católico, ex-drogadicto, protestante... creo que ya sé de dónde viene.

- ¿Estás en Reto?

El eslovaco se me quedó mirando sorprendido.

- Sí ¿Lo conoces?
- Un poco.

En España, poco. Le pregunté por el centro de Sueca, pero parece que lo han cerrado. En Rusia un poco más. Son una asociación española fundada por un misionero protestante mejicano, que se dedica a la rehabilitación de drogadictos y, también, a convertirlos, cosa que en la mayoría de los casos les hace también mucha falta. Y, para mantenerse, además les enseñan un oficio, que es algo que desde luego les viene muy bien. Nuestro eslovaco, después de pasar por el taller de carpintería, estaba provisionalmente en las cocinas, lo cual, según él, explicaba el tamaño que había adquirido.

En Rusia, que es un país donde no es sencillo conseguir obreros buenos y que no te engañen, Reto está muy bien, y por motivos estrictamente de conveniencia, prescidiendo de su labor social o misionera. Sus operarios son más honrados que un buñuelo, cumplen a rajatabla los plazos y presupuestos, y eso es cosa tan insólita en Rusia que no dudo que, a poco que se den a conocer, van a desbancar a la competencia. O incompetencia.

Su lugar natural de crecimento es en sitios donde hay problemas de adicciones. Eso pasa ahora en todo el mundo, claro, pero quizá más en sitios con un trastocamiento serio del sistema, que haya dejado la sociedad patas arriba. Si añadimos a eso una ausencia de valores morales, tenemos el Este de Europa. Vale, no es el único sitio, pero ahí además hay una iglesia, católica u ortodoxa, que ha estado recibiendo capones durante decenios y que ha salido del asunto victoriosa, sí, pero algo contusa. Y llega el momento de los protestantes, en el mejor de los casos. En el peor, hay sectas satánicas que no molan, pero a las que seguidores mucho me temo que no les faltan.

Mi compañero de viaje decía que la Iglesia Católica no le decía nada, y que sus familiares iban a misa y salían igual de malos que cuando habían entrado, con las mismas malas acciones y malos pensamientos. La verdad es que su teología era bastante simple y que terminaba ahí. Aparte de eso, tenía ideas equivocadísimas sobre la veneración católica de la Virgen y los santos. Y le parecía que la Iglesia Católica no hacía nada que pudiera ayudarle.

En fin, que, como mi tía, la que se hizo testigo de Jehová, la formación religiosa del eslovaco era prácticamente nula y además tenía un problema de drogas. Los protestantes no se cortan en hablan de religión y, de paso que consiguen un cambio general en la persona (que le hace mucha falta), le hacen cambiar de religión, atraérselo a la suya e, incidentalmente, poner a caldo a la Iglesia Católica. Pero es que para eso son protestantes.

- ¿Conoces Proyecto Hombre?
- Sí.
- Son católicos.
- No lo sabía.

Y no me extraña. Así como en la página de Reto salta a la vista que son una organización religiosa y muy religiosa (protestante no, eso se cuidan bien de velarlo), en la de Proyecto Hombre desafío a cualquiera a que encuentre el menor vestigio de confesionalidad católica. Y, sin embargo, todas las asociaciones regionales, hasta donde yo sé, comenzaron impulsadas por Cáritas Diocesana de la diócesis que tocara o directamente impulsadas por el obispado o arzobispado correspondiente. Pues parece que les diera vergüenza.

Al menos, los protestantes son bastante más serios que los testigos de Jehová, que son más una editorial con ánimo de lucro que una religión, y sólo por eso mi compañero eslovaco ya ha tenido más suerte que mi tía. Pero la causa es la misma, y de eso tenemos mucha culpa los católicos: que la formación religiosa que ofrecemos es deplorable, que nuestra acogida a los inmigrantes deja muchísimo que desear y, por eso, no es extraño que al mínimo problema, y con el auxilio de misioneros herejotes, sí, pero bien decididos, la gente diga adiós a Roma y se meta en congregaciones de once varas.

Hasta aquí, los problemas son comunes, pero, ¿qué pasa cuándo un emigrante llega, no a París, como mi tía, ni a ponerse ciego de drogas, como el eslovaco, sino a Moscú?

Bueno, pues de eso puedo contar cosas en primera persona, pero no va a ser hoy. Porque se hace tarde, claro.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

http://www.arqbcn.org/node/2967?lang=es&

Anónimo dijo...

alfor... Tu que eres tan correcto... Testiga? esa palabra no existe pórque recuerda que viene de Testis, testiculos...

Alfor dijo...

Anónimo 1, pues más les vale a los inmigrantes a Cataluña ser versados en catalán, si quieren ir a misa. El Cardenal podría pensar también en eso.

Anónimo 2, mea culpa. Edito. Tienes toda la razón.

Anónimo dijo...

¿funciona?

Anónimo dijo...

no va bien, falla este sistema