viernes, 28 de octubre de 2011

Rusas en España

Sinopsis: El Levante se coloca líder de primera división, desplazando al Real Madrid. Para evitar los comentarios de Fadrique, un madridista radikal que vive en Moskú, decido poner pies en polvorosa rumbo a las Españas acompañando a un grupo de profesoras.

Cuando un español oye, hoy día, hablar de rusas, le pasa algo parecido a lo que les sucedía a nuestros padres cuando, en los años setenta, oían hablar de suecas. Uno se imagina a unas jovencitas estupendas y desinhibidas dispuestas a todo con los machos ibéricos a los que, sin embargo, sacan un palmo de estatura.

Entretanto, con las suecas nos hemos relajado bastante. En los primeros noventa, al menos, estudié con alguna que otra en la Universidad, y no me dio la sensación de que tuvieran un aspecto que mereciera beber los vientos por ellas, la verdad; y poco tiempo después cayó el telón de acero y las eslavas acabaron por hacer pasar de moda a las suecas. Y, entre las eslavas, un lugar principalísimo los ocupan las rusas, sobre todo si están cañón y tienen hoyuelos en las mejillas y otras cosas menos evidentes que no voy a describir aquí.

Y es injusto, al menos hasta cierto punto. Cuando un españolito piensa en rusas, excluye automáticamente las que tienen más de veinticinco años, cosa que no debería ocurrir, porque, después de todo, son mayoría.

Mis compañeras de viaje en esta ocasión son rusas, cultas, enamoradas de España y, con alguna excepción, no iban a provocar muchas tortícolis repentinas por giros de cuello imprudentes en quienes se cruzaran con ellas por la calle. La mitad son profesoras de español, y la otra mitad son señoras que tienen academias de idiomas. Bueno, miento, hay un ruso, masculino, en el grupo, pero se está pasando todo el rato con aires de superioridad quejándose de todo y es un poco pelma, así que me concentro en el resto.

Así como en España los profesores de ruso se conocen entre ellos casi sin excepción (o así era cuando yo estudiaba), en una curiosa endogamia indestructible, me da a mí que algo parecido ocurre con los profesores (o, para ser exactos, las profesoras) de español en Rusia. Tras un par de días de convivencia, me da a mí que no es casual que se hayan embarcado éstas, y precisamente éstas, en un viaje, con la de profesorado de español que debe haber por todas las Rusias. Compartían el mismo patrón de mujer, en la cincuentena, a veces avanzada, con un notable nivel de español, obviamente, casadas y con un hijo (prácticamente todas con uno, y no más) y una no menos notable afición por los dulces, que se refleja en sus formas corporales (menos en dos de ellas, que tienen un figurín de impresión): la frase más repetida en las comidas es "ne mogú bez sladkogo", que quiere decir "me pirro por los dulces", mientras devoran pastelitos con aire culpable y ojillos encendidos de placer.

Y, eso sí, todas son encantadoras. Supongo que, si no lo fueran, no serían profesoras de español, profesión en la que difícilmente van a enriquecerse gran cosa, y se habrían dedicado a algo más lucrativo.

Las de las academias de idiomas son algo distintas. Menos una, no hablan español, son más jóvenes... bueno, son más jóvenes dos de ellas; hay una tercera que trata de rejuvenecer, pero se ha pasado con el bótox y le ha quedado una pinta de sonrisa permanente, como si fuera un comodín de póquer. Una cosa que tienen en común con las profesoras es que también les pierden los dulces. He de reconocer que a mí también, pero tras los dulces vienen quince kilómetros de carrera continua.

Y éste es el grupo de gente entre quienes me oculto para evitar a los fadriques de la vida; pero, ahora que sabe por dónde ando, no sé muy bien qué hacer para esquivarlo.

Algo se me ocurrirá, supongo...

1 comentario:

უფლისციხე dijo...

Maestro Alfor, tanto tiempo!
Es un gusto saber que nuevamente este en su territorio (el del Imperio Español) y como siempre con la visión clínica bien agudizada...:) No serán diabéticas estas "chicas" también...:)
Urgente a la farmacia, a pinchar el dedillo!
Lo que me despertó la curiosidad es aquel muchacho sobradón, que compara todo y obligatoriamente se queja de todo (típico representante de su Imperio post-soviet venido a menos, ¿no?)
Un abrazo desde el hermano Portugal.
Alfred