viernes, 14 de mayo de 2010

Gente que no quiere nadie (y II)

A finales de abril de 1945, Hitler, ya desde el bunker de la Cancillería, ordenó un ataque en todos los frentes que debían ser llevados a cabo por divisiones inexistentes, mermadísimas o con una fuerza de combate tremendamente venida a menos. Naturalmente, las divisiones fantasmas o fundidas no son eficaces en el combate y la ofensiva, si es que se puede llamar así, fracasó ampliamente. En el norte, el general Heinrici bastante tenía con aguantar lo que le estaba cayendo encima; desde Berlín, el general de las Waffen-SS Steiner tenía que dirigirse al norte en combinación con Heinrici: yo diría que ni se lo llegó a plantear seriamente, a la vista de superioridad de diez a uno del Ejército Rojo; desde el Sur, el ejército de Wenck, o lo que quedaba de él, debería atravesar el mar de divisiones soviéticas que se interponía entre él y Berlín y acudir en socorro de la capital. Hizo un tímido avance, o retroceso, o simplemente movimiento, y decidió dejarse de historias y, en cuanto se enteró de que Hitler había dejado de dar órdenes y de respirar, hizo un movimiento, esta vez mucho más rápido, hacia el oeste, para caer prisionero de los americanos, no de los soviéticos.

En la zona de Bautzen, perdida la ciudad, el general Von Oppeln supongo que recibiría las órdenes de atacar, se encogería de hombros y diría algo así como "Pos fale, a ver qué pasa", de modo que lanzó el 21 de abril de 1945 una ofensiva con los tanques anticuados que le quedaban y unos cincuenta mil hombres. Enfrente tenía al general Walter y a su ejército polaco, infinitamente mejor armado, en posesión de la ciudad, con una superioridad numérica de dos a uno, con reservas inagotables, pero que estaban descuidadillos celebrando ya la victoria, masacrando a la población local y, al menos en el caso de su comandante, en el estado en que solía estar y que sacaba de quicio a sus superiores, esto es, con una trompa tal que posiblemente hizo subir el precio de las bebidas alcohólicas en Bautzen por el shock de demanda que debió suponer su presencia. El ejército de Von Oppeln destrozó al polaco y a las unidades soviéticas que vinieron a reforzarlo, reconquistó Bautzen, que ya conservó hasta el armisticio y, ya puesto, continuó la ofensiva avanzando todo lo que pudo. Al final tuvo que pararse, pero no porque Walter le opusiera una resistencia infranqueable, sino porque se quedó sin gasolina para sus tanques. A pesar de todo, a Walter no le concedieron la Cruz de Hierro, seguramente porque a los pocos días se acabó la guerra, no por falta de méritos.

Los biógrafos oficiales de Karol Świerczewski suelen omitir este episodio y destacan que estuvo presente en la liberación de Praga, que tuvo lugar pocos días después. Con los antecedentes del muchacho, seguro que hizo honor a la cerveza local.

Acabada la guerra, los soviéticos se apresuraron a devolvérselo a los polacos. A falta de comunistas con mayores méritos, se convirtió en ministro de Defensa, muriendo a los dos años en una emboscada poco clara que le tendió un grupo nacionalista ucraniano.

Durante el período que va desde el final de la guerra hasta la caída del muro, Karol Świerczewski fue considerado como un héroe indudablemente polaco. A partir de 1989, sin embargo, las nuevas autoridades empezaron a decir que de polaco nada, que Świerczewski era soviético y nada más, cosa de la que los rusos no quieren saber nada.

Afortunadamente, al menos hay un país que no se avergüenza de él y, si hoy estuviera entre nosotros, le concedería su nacionalidad sin rechistar. Está claro cuál es, ¿verdad?

***
Y ahora, acabados los fastos bélicos propios de estas fechas, volvemos a la universidad a partir de la próxima entrada.

4 comentarios:

Behemoth dijo...

La universidad mola, pero estas entradas son muy bonitas también. ¿A quién no le gusta la historia?
Gracias Alfor, no conocía a este hombre.

Ricardo Marquina dijo...

menudo papelón le toco a este tipo.

Anónimo dijo...

Yo no sé mucho de esto, pero lo que creo es que la nacionalidad se la dan a los extranjeros que se presentaron por su cuenta y riesgo como voluntarios. En este caso, si llegó a España como militar soviético (parece que Teniente Coronel), no sé si prosperaría su petición(cabe suponer que no la pediría por no serle necesaria para nada si hubiera sobrevivido hasta ahora).

Lo que sí sé muy bien es que personajes de este estilo hubo montones en todos los países europeos, desde el inicio de la Primera Guerra Mundial y hasta el final de la Segunda. Los que cayeron siendo de un bando perdedor, son desconocidos e ignorados, y los que lo fueron de un bando ganador, glorificados y recordados. En los casos dudosos como éste, se les alaba o critica según las conveniencias circunstanciales de la parte interesada.

Saludos,
Ditifet.

Alfor dijo...

Behemoth, hay un montón de gente que no puede ni ver la historia. Aquí hay un ejemplo elocuente.

Ricardo, era una víctima de la sociedad, el pobre.

Ditifet, creo que la ley no hace distingos, pero es además Walter llegó a España exactamente igual que los demás brigadistas, es decir, de la mano de la Komintern.

En todo caso, no estoy de acuerdo en llamar "caso dudoso" a un militar alcohólico responsable directo de la muerte de miles de personas a su mando, precisamente por no estar en condiciones de hacer nada coherente en su estado. Vale que es una guerra, pero una cosa es morir en combate y otra morir porque tu jefe está borracho y es incapaz de tomar medidas con sentido.

Además, esta hombre, por increíble que parezca, fue una especie de mito durante toda la postguerra, incluso con la aureola, manda narices, de general invicto. Es totalmente cierto que sus fracasos más penosos (Vyazma y Bautzen, pero hay más) son sistemáticamente silenciados por quienes, al contrario que Aristóteles, son más amigos de Platón que de la Verdad.