lunes, 15 de junio de 2009

Rencillas religiosas (I)

Al hilo de la anterior entrada, con bastante frecuencia, me preguntan cuáles son las diferencias entre las Iglesias Católica y Ortodoxas, así que, aprovechando que acabamos de escribir sobre una boda ortodoxa, ha llegado el momento de tocar la cuestión. Así, cuando me pregunten otra vez sobre las diferencias entre ambas confesiones, ya no hará falta que eche el rollo que mejor se me ocurra en el momento, sino que será suficiente con darles un enlace a esta entrada, después de advertirles de que no soy teólogo, que puedo meter la pata hasta la ingle y que lo más probable es que los católicos y los ortodoxos que están en primera línea del fregado tengan mucho más que decir sobre el asunto que el aficionado que escribe estas líneas.

Pues bueno, dicho esto, lo primero que tenemos que hacer es echar un vistazo al resumen rápido de la fe, a lo que respondían los primeros cristianos cuando los demás les preguntaban en qué narices creían y qué era eso del cristianismo. Hoy, salvo casos especiales de ateísmo contumaz e ignorancia religiosa profunda (sí, Rusia es un ejemplo de estos casos, y en España me temo que vamos a su encuentro y que acabaremos por cruzarnos), lo normal es que la gente, o sepa lo que es el cristianismo, o no le importe lo más mínimo, lo cual aletarga bastante la confesión de la fe, claro.

Ese resumen rápido de la fe se contiene en el Credo, esa oración que los que frecuentamos las misas recitamos después de la homilía, esa oración que es tan larga y difícil de recordar y que, sin embargo, marca la diferencia entre católicos y demás ralea, llamados éstos últimos herejes. Resulta que el Credo católico y el ortodoxo son prácticamente idénticos, excepto en una palabra aparentemente inofensiva: Filioque. O sea, "y del Hijo".

Y así es: Creo en el Espíritu Santo, señor y dador de vida, que procede del padre y del hijo,.... En latín, que es la lengua en que se discuten estas cosas: Et (credo) in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem: qui ex Patre Filioque procedit. Esto en el Credo católico: en el ortodoxo no hay tal Filioque, y el Espíritu Santo no procede del Hijo, sino sólo del Padre. Así, los rusos ortodoxos dicen: И в Духа Святого, Господа, Животворящего, от Отца исходящего, mientras que los católicos que rezamos (a veces) en ruso añadimos un "и сына", o sea, filioque, pero en ruso. Y no digamos si los que rezamos en ruso somos católicos españoles y sabemos cuándo y dónde comenzó el lío. Entonces lo hacemos con conocimiento de causa...

Ésa es la única diferencia que hay en el Credo.

Para los católicos del siglo XXI, la diferencia no es muy importante (los del siglo VI al XI podían pasarse, en cambio, meses enteros discutiendo acaloradamente sobre el asunto). Digamos que los católicos no cambiamos nuestro Credo, pero tampoco nos parece fatal que el Espíritu Santo proceda del Padre a través del Hijo, sustituyendo la procedencia "triangular" católica por una procedencia "lineal" a la ortodoxa. De hecho, los católicos no consideramos a los ortodoxos herejes, sino sólo cismáticos, o sea, hermanos separados, pero con una fe básicamente idéntica.

Los ortodoxos, a juzgar por lo que he podido discutir con alguno, sí que consideran la cosa importante. MUY importante. Al menos los más vehementes, sostienen que esa diferencia afecta al conjunto de la Trinidad y a través de ello a la relación que mantenemos con Dios. Hombre, pues sí que afecta a la Trinidad, pero no tengo tan claro que del hecho de que la tercera persona proceda sólo de la primera o de la primera y la segunda se deriven consecuencias tan terribles. Ellos sí, y de hecho el común de los ortodoxos vehementes nos considera a los católicos herejes, más que cismáticos.

El segundo punto gordo de diferencia entre nosotros es el papel del Papa. Los católicos creemos que el Papa, además de obispo de Roma, es el jefe jerárquico de todos nosotros en lo tocante a nuestra relación con Dios (incluso algunos, a falta de autoridad civil que respetar, lo consideramos única autoridad legítima con cierto poder, pero eso es para nota). Los ortodoxos no. Los ortodoxos tienen una concepción mucho más colegial y mucho menos jerárquica de la alta autoridad eclesiástica. Reconocen a un Patriarca ecuménico (el de Constantinopla, hoy Estambul, donde los cristianos, por cierto, no es que abunden mucho) con una especie de autoridad de prestigio y nada más, pero los distintos patriarcas ortodoxos son totalmente autónomos y ninguno es superior a otro. Sería algo así como si en España el jefazo absoluto fuera el Primado, supongo que el Arzobispo de Toledo, y le hablase de tú a tú al jefazo italiano, al francés, al alemán, y así a todos los de las iglesias particulares, sin reconocer superior, en lugar de agachar la cabeza cuando Roma locuta, causa finita. Eso sí, de patriarca abajo, la organización es parecida a la católica.

De hecho, el detallito éste de tener una sola cabeza de la Iglesia, y no tantas como patriarcados, fue probablemente el verdadero detonante del cisma de Miguel Cerulario (en la imagen de arriba. Sí, sí, es el) de 1054 y seguramente sigue siendo uno de los escollos que impedirán la superación del cisma por algún tiempo más, sólo Dios sabe cuánto. Tanto más cuanto que, entretanto, la Iglesia Católica ha ido más lejos en la consideración del Papa y, en 1870, definió el dogma de la infalibilidad del Papa, que viene a decir que el Papa no puede equivocarse. No siempre, claro, sino sólo cuando habla "ex cathedra", es decir, desde su silla, en materia de fe y moral (el resto del tiempo puede meter la pata, como una vulgar Ministra de Igualdad). Vamos, que la infalibilidad del Papa se usa muy de uvas a peras.

Aunque la infalibilidad estuviera reducida a lo que hemos visto, a los ortodoxos el asunto de que un mortal se arrogase la infalibilidad, por poquito que fuera, les olió a cuerpo quemado, y a alguno incluso a azufre. Anda que no hay literatura beligerante anticatólica procedente del mundillo ortodoxo más militante que mete el dedo en el ojo papal por el asunto de la infalibilidad.

Así que tenemos la segunda diferencia, más evidente que la primera: los católicos tenemos un jefazo supremo, el Papa de Roma, y los ortodoxos no lo reconocen como jefazo, sino que cada iglesia ortodoxa, la rusa, la rumana, la serbia, la griega, la georgiana y todas las demás que se os ocurran (menos la ucraniana: que no se os ocurra la ucraniana, que ahí hay lío) tiene el suyo propio.

Luego hay dos diferencias que parece que lo son, pero que no son fundamentales. Y una última que parecía una tontería, pero que en realidad resulta bastante más importante de lo que parece. Pero, como se hace tarde, lo mejor será continuar la serie en la próxima entrada.

3 comentarios:

Strauten dijo...

Gracias por la explicación!

Fernando dijo...

Interesante tu post Alfor, aunque creo que la jerarquía ortodoxa es un poco más complicada porque además de patriarcados existen exarcados, digamos de segundo nivel, que al no ser patriarcados dependen de un patriarca. Hay cierto lío sobre el tema de los exarcados y sus dependencias de los patriarcas correspondientes, y más por razones políticas que doctrinales. Por no hablar del proyecto, apoyado por el presidente de Ucrania, de crear un patriarcado ortodoxo propio.
Saludos
Fernando
PS: he encontrado algo sobre "la pequeña tierra", no mucho pero voy a poner un post.

Alfor dijo...

De nada, Strauten.

Fernando, en realidad, también en la jerarquía católica, debajo del Papa, existen los arzobispos, que salvando las distancias es algo similar (y no olvidemos que también hay patriarcas católicos, además de los primados de cada país).

Lo de Ucrania es algo especialmente vergonzoso para un cristiano. Cuando el nacionalismo se junta con la religión, es difícil que salga nada bueno.

Sobre lo de la "pequeña tierra", te digo algo allí, aunque creo que tu explicación es bastante completa.