lunes, 25 de junio de 2012

El precio de la libertad

Por razones de trabajo, pero en una conversación no directamente relacionada con el mismo, he tenido la ocasión de entrevistarme hace un par de horas con un economista español de paso por Moscú. El tal economista es del palo académico, pródigo en anglicismos, doctorado desde hace poco y, según palabras propias, desde hace siete años venía pronosticando la crisis y, al no hacerle caso nadie, se dedicó a buscar formas de salir de ella. En el siglo XVII diríamos que era un arbitrista.

Lo de que estuvo profetizando la crisis desde hace siete años es algo que nos podemos creer o no del todo. Yo, por muy economista en que me haya convertido, tiendo a tender un poco el gesto cuando oigo las palabras "ya lo decía yo", porque me suena de otras veces.

El arbitrio, o solución, que propone el doctor en Economía, o en Administración de Empresas, que eso no me ha quedado claro, consiste en reparar en que, de los 7.000 millones de habitantes que tiene el planeta, 5.000, que no está nada mal, ganan tan poco que las empresas no los han considerado hasta ahora como posibles clientes. Enlazando con los planes de microcréditos que de vez en cuando se ven por ahí, nuestro economista propone lo que llama "consumo compartido", porque entiende que, aunque individualmente esas personas no tienen capacidad de compra, en conjunto ("agregadamente" es el término técnico) sí que la tienen, lo cual ofrece un amplio campo a la expansión internacional de las empresas, a la vez que se termina con la pobreza en el mundo. El ejemplo que puso, aunque advirtiendo de que era algo burdo, consistía en un teléfono móvil, que podría ser compartido por varias personas, pagándose por el uso efectivo del mismo.

Oía hablar yo a este buen señor, sumamente pagado de sus ideas, y recordé un comentario que hizo Arkadi en una entrada.

Sobre la crisis se ha escrito un mundo, y lo que nos queda por leer. Ya sabemos todo lo que hay que saber sobre derivados financieros, burbujas inmobiliarias, sectores públicos hipertrofiados, estados de bienestar que no nos podemos permitir, deuda pública, deuda externa, políticos corruptos, cajas de ahorros politizadas, bonus insultantes, hipotecas impagables y todo tipo de zarandajas económicas. Hemos aprendido Economía en dos tardes, como Zapatero, y cada día sabemos más. Se dice, y con razón, que en cada hogar español hay un seleccionador nacional de fútbol; ahora, además, hay por lo menos un par de macroeconomistas, con la salvedad de que, así como cualquier se pondría mañana a decirle a la selección española de fútbol cómo tiene que jugar (se ve que no han hecho nada de importancia últimamente por falta de un buen entrenador), lo de dirigir la economía de un país asusta a más de uno. No es casualidad que los economistas nos hayamos preocupado de que nuestra ciencia esté en el arcano de los misterios y sea poco accesible al público en general, igual que hacemos los abogados. Se trata de protegerse del vulgo.

Si vamos un poco más allá, los más valientes dicen que lo que pasa es que tenemos una crisis de valores. Sin ir más lejos, el economista de esta mañana lo ha dicho con una adorable cara de convicción; eso sí: me ha sido imposible, hasta ahora, que alguien concrete algo y diga qué valores son ésos que están en crisis. En la tarjeta de visita del doctorado de esta mañana figuraba el nombre de la Universidad de Navarra, que, como es bien sabido, es de Opus Dei y se la supone católica hasta las trancas, pero tengo la triste impresión de que a la catolicidad le dan con la puerta en las narices en las facultades de Economía y de las escuelas de negocios, por muy católica que sea la universidad.

El caso es que la reacción a la crisis ha sido curiosa. La Economía ha pasado a la primera página de toda la prensa; la persona más importante (al menos, la más conocida) de todos los gobiernos es su ministro de Economía, y más de un presidente del Gobierno es directamente economista profesional sin experiencia política, como saben perfectamente en Italia. Para ser "una crisis de valores" no está mal: la respuesta no es escudriñar cuáles son esos valores que están en crisis, sino dar todos el poder a los economistas y no pensar en otra cosa... que en la Economía.

Congruente no es. Porque uno se pregunta si esos valores que están en crisis no son mucho más básicos y si no hay que cuestionarse los mismos principios que están detrás de todo, pero a eso no se atreve nadie.

Bueno, pues habrá que intentarlo... pero a la próxima, que es mucho de golpe.

4 comentarios:

maybe kandalaksha dijo...

Alguien dijo que un economista es aquel que hoy trata de explicarte por qué no ha ocurrido aquello que ayer dijo que sin duda ocurriría.

Anónimo dijo...

Con tanta clase acelerada de economía la gente se está olvidando de la ortografía:

http://www.20minutos.es/noticia/1520516/0/carta-rescate/errores/ortograficos/

Alfor dijo...

Maybe Kandalaksha, bueno, últimamente tratamos de ser más precavidos haciendo predicciones.

Anónimo, ya me di cuenta al estudiar la carrera que hay más de un catedrático al que habría que cesar fulminantemente por analfabeto. Esta visto que los técnicos del Ministerio no son menos.

danferesp dijo...

A ver si la crisis de valores..... es, sin duda, de los valores que cotizan en bolsa!!