miércoles, 7 de diciembre de 2011

Eligiendo

El problema con las elecciones rusas es que absolutamente todo es mentira, pero nadie se atreve a decirlo claramente por si los mamporros. Mentira son los candidatos oficialistas, mentira son los candidatos opositores, mentira son los asistentes a los mítines y, por supuesto, mentira son los resultados electorales. Las autoridades rusas han llegado a un extremo de desfachatez que no se molestan apenas en disimularlo. Todo en las elecciones rusas está diseñado para que existan, pero las cosas no se muevan demasiado, y para que el voto de los electores no sirva para nada. A esto lo llaman "democracia" y, a veces, "dictadura de la ley" (se ve que no se refieren a la ley electoral).

En mi opinión personal, Rusia Unida no necesita tantas trampas para ganar las elecciones. Yo creo que las hubiera ganado de todas maneras, pero, en primer lugar, no con el 48% de los votos. Tampoco la participación hubiera sido del 60%, sino muy inferior. Muchos rusos saben, y lo cuentan en privado, que hay numerosos casos en los que los votos de los que se han abstenido aparecen de repente, con un tremendo porcentaje a favor de Rusia Unida. A una mala, la Comisión Electoral Central está como garante último de estabilidad del sistema.

Pero es que hay casos flagrantes que no pueden hacer pensar sino en que todo no es trigo ¿Alguien se cree que en Chechenia la participación pueda llegar a ser prácticamente del 100%, y que prácticamente todo el censo haya votado por Rusia Unida? Eso quiere decir que han votado por Medvedev hasta los guerrilleros barbudos que están pegando tiros por las montañas. Vengaaaa... aquí lo que ha pasado es que el glorioso presidente de Chechenia, Ramzán Kadyrov, un tipo con el que es mejor estar de acuerdo, ha cumplido su promesa de hace unos meses acerca de que en Chechenia votaría por Rusia Unida el 100% del censo, o más. Sí, dijo "o más", y casi lo consigue.

En general, el sistema ya está comprometido desde el momento en que el puesto de gobernador regional depende decisivamente de los votos que saque Rusia Unida en tu territorio. Medvedev lo ha vuelto a decir tras las elecciones: será cosa de revisar los gobernadores en los lugares en los que Rusia Unida ha tenido un mal resultado. En principio, parece lógico que esos lugares sean los sitios donde hay descontento, y que cambiar el gobernador puede ser una opción razonable, pero la consecuencia es que un gobernador puede ser un auténtico cenutrio con patas, y así y todo no se le medirá por sus logros, ni por las oes con un canuto que sea capaz de hacer, sino por los votos que tenga Rusia Unida. Obviamente, lo que va a hacer cualquier gobernador que quiera seguir siéndolo es inflar el número de votos de Rusia Unida como sea. Y "como sea" incluye todos los sistemas legales o ilegales, desde la compra de votos, las amenazas a los jefes de zona, directores de fábricas o responsables varios y, si todo esto no funciona, simplemente contando mal. Es toda una pirámide de intereses: Medvedev presiona al gobernador, el gobernador al jefe comarcal, el jefe comarcal al director de zona, y así sucesivamente. A mí me recuerda los logros del plan quinquenal, cuyas previsiones se cumplían sí o sí.

En estas circunstancias, como si no fuera bastante que en Rusia sólo haya siete partidos políticos legales, y que crear uno nuevo es algo que no se puede imaginar ni Isaac Asimov, nadie protesta demasiado, por si acaso. Los ocho mil manifestantes en Moscú, ciudad que tiene doce millones de habitantes, es una cifra irrisoria, pero es la mayor de los últimos quince años. El hecho de que haya unos cuantos millares de personas decididos a que no les tomen el pelo y a patearse la calle a cero grados y chapoteando en el fango, al menos, es una novedad.

El problema es que unas elecciones limpias, en las que seguramente también ganaría, no son una opción para el partido del poder, porque tiene miedo de que pase algo que no sea capaz de controlar. Los tres partidos parlamentarios de la sedicente oposición tampoco gritan muy alto, porque fuera del sistema hace mucho frío y fuera del parlamento no se comen un colín. De los otros tres partidos extraparlamentarios, dos son hechura del Kremlin, y el tercero, Yabloko, tampoco se pasa gritando, probablemente porque tiene bien presente dónde está ahora el mecenas que financiaba sus campañas, un tal Jodorkovsky. Las demás organizaciones son ilegales, por lo que se les puede detener y encarcelar en cuanto reúnan a demasiada gente.

Todo esto me está comenzando a recordar a las sucesivas Dumas Imperiales rusas, y creo que todo el mundo sabe cómo acabó aquello, así que es comprensible que los ocupantes actuales del Kremlin no quieran terminar como los que entonces ocupaban el Palacio de Invierno. Pero que no lo llamen democracia, por favor, que eso sí es hipócrita. Nicolás II, al menos, tenía clarísimo que él de demócrata no tenía nada, y no se cortaba un pelo en llamarse autócrata. Pedir lo mismo de los gobernantes actuales debe ser demasiado, pero algo de decencia, al menos, debería quedarles.

2 comentarios:

javier dijo...

¿Es el Partido Comunista una alternativa real, una oposición real? ¿O ellos en el fondo simpatizan con Putin?

Alfor dijo...

Javier, siempre según mi opinión, el Partido Comunista no es una alternativa real, está completamente metido dentro del sistema y tiene mucho miedo a que lo saquen del mismo si grita demasiado. Putin hace con él lo que quiere. Además, la parca no perdona, y la media de edad de sus simpatizantes se acerca peligrosamente a la esperanza de vida.