martes, 14 de junio de 2011

Pirámides

El año 1994 lo comencé haciendo las maletas y metiendo en ellas la suficiente ropa de abrigo para sobrevivir algún tiempo en Moscú, ciudad en la que jamás había estado antes y con la que mi único contacto eran los años que me había pasado, algunas tardes a la semana, asistiendo a unas clases de ruso que apenas me habían servido más que para balbucir unas cuantas palabras en este idioma, palabras que los nativos hacían como que entendían por pura educación.

Al llegar a Moscú, a finales de enero, me di cuenta, en primer lugar, de que el concepto «suficiente ropa de abrigo» era todavía más diferente de lo que pensaba en Moscú, en relación al aceptable en Valencia. En segundo lugar, cuando a los pocos días conseguí un piso limpio a veinte minutos del metro, me di cuenta de que los anuncios de televisión estaban en mantillas y se limitaban (con la excepción de la Coca-Cola) a una locutora monocorde, sovietizada y de mala leche leyendo en un papel cosas como: «Compre abrigos de piel en la tienda número 5. En la fábrica Tryojgornaya Manukaftura. Metro Ulitsa 1905 Goda». Fin del anuncio, sin más imagen que la locutora leyendo el papel. Ni abrigos, ni pum.

Mi piso estaba limpio, pero mi casera era una mujer espartana que lo mantenía ayuno de comodidades. No tenía lavadora. No tenía antena de televisión. Conseguí un pequeño televisor en blanco y negro y, como el nivel de mi ruso seguía siendo penoso, me puse a usarlo con el fin de abrir el oído. Y entonces me encontré con los anuncios de MMM.



Es una verdadera lástima que no estén doblados al castellano. En un contexto de indefensión ciudadana ante la publicidad, y de publicidad televisiva primitiva hasta la náusea, los anuncios de MMM eran la pera limonera. Hoy nos pueden parecer simplones, poco elaborados de vergüenza ajena o directamente zafios, pero en la Rusia de 1994 las aventuras del inversor de MMM Lyonia Golubkov y de su hermano Iván, que con el fruto de sus inversiones se llegaron a comprar un apartamento en París, así, sin pegar golpe, sólo porque ellos lo valían, causaron un furor muchísimo mayor del que en España causó Curro, ése que se fue al Caribe, o el hombre de Tulipán. El jefazo de MMM, Sergey Mavrodi, contrató los servicios de la actriz que actuaba en «Simplemente María», un culebrón sudamericano que era de visualización obligatoria en aquellos tiempos, con lo que hay algunos anuncios en que salen frases en castellano.

Los intereses, o beneficios, que daba MMM eran impresionantes y superaban con mucho la inflación que padecía Rusia en 1994 y que no era manca. Todas las noches, aparecía una sonriente presentadora televisiva, rubia, joven y moderna, y leía la cotización de las acciones de MMM, que subían y subían sin parar.

Mavrodi consiguió hasta diez millones de «socios» en el mayor esquema piramidal que ha visto Rusia hasta la fecha. Con independencia de que Mavrodi hiciera algo con ese dinero y de que invirtiera con mayor o menor acierto, lo cierto es que la cosa no podía acabar bien, desde el momento en que los intereses que ofrecía eran absurdos en una economía en caída libre, como lo era la rusa en 1994. Como en cualquier esquema piramidal, los pagos de los intereses procedían principalmente de los ingresos que aportaban los nuevos entrantes.



A finales de julio de 1994 las cosas se torcieron definitivamente, después de algunas amenazas previas, y Mavrodi fue arrestado a principios de agosto. En aquel tiempo, yo tenía una profesora de ruso, la última que tuve, cuyo marido, o ex-marido, o vaya usted a saber qué, había dejado de trabajar, para dedicarse a vivir del cuento y, en particular, de las acciones de MMM. Mi profesora, que no estaba por la tarea de las acciones y que prefería los dólares nuevecitos con los que yo pagaba mis clases, se quejaba de casi todo. Esto es normal, porque en la Rusia de 1994 había motivos más que suficientes para quejarse de prácticamente todo. De todas maneras, me ponía al día de las andanzas de su marido, que en verano pasó de millonario sin pegar golpe, a pegarse un golpe brutal con la suspensión de la cotización de MMM, que era su única fuente de ingresos, y con el arresto de Mavrodi.

El marido de mi profesora tuvo que abandonar su vida regalada y se dedicó, primero, a manifestarse con una legión más de afectados ante las oficinas de la compañía, más cerradas que el acento de un gerundense, y a pedir responsabilidades, sin saber muy bien a quién ni de qué, como hacen los indignados en España. Cuando vio que la cosa no tenía remedio, y que el estómago seguía pidiendo pitanza, se dedicó a recolectar setas en el bosque y a venderlas por los mercados, lo cual no acaba de ser una ocupación muy propia de un ingeniero, pues tal era la profesión de nuestro hombre. Y luego ya les perdí la pista, tanto a la profesora, que acabó yéndose a Alemania con un antiguo alumno del ejército de la DDR, como a su, ahora ya con toda seguridad, ex-marido.

En mi calidad de occidental que ha pasado toda su vida bajo la férula del capitalismo más inhumano, yo meneaba la cabeza con desaprobación cuando mi profesora me contaba las andanzas de su marido y de sus... ejem, socios coaccionistas. Le decía, en un ruso que ya había mejorado notablemente, que tales cosas pasaban en Rusia por la falta de cultura empresarial de la gente, y que en España esas cosas no pasaban.

Y resultó, como se ha visto más adelante, que sí, que en España no somos inmunes a los esquemas piramidales, y que pueden afectar a cualquiera, incluso a gente con formación universitaria.

Pero ésa es otra historia, y tendrá que ser narrada en su momento.

3 comentarios:

Fernando dijo...

Hola Alfor, típico esquema Ponzi. Yo sí puedo entender que un particular invierta sus ahorros en un entidad que ofrece intereses superiores a los del mercado, lo que yo no entiendo es que a los organismos reguladores esto les pase desapercibido y no sospechen lo que hay detrás.
Saludos

Kinoforov dijo...

Muy buenas Alfor.

Yo vi la película de MMM hace unos meses y, la verdad, es que me resultó entretenida. Pero hay una cosa que no entiendo ... parece que la gente como que no carga mucho contra el creador de la pirámide, sino contra el gobierno por derrumbarla. Es decir, me sorprende que ese tipo pueda vivir en Rusia tranquilamente con la que lió.

Alfor dijo...

Fernando, 1994 no fue un buen año para los reguladores en Rusia. La legislación estaba en mantillas. igual que los propios reguladores, y Mavrodi se montó unos recovecos impresionantes para burlar la ley. Ten en cuenta que prácticamente nadie sabía lo que era una sociedad anónima y ni siquiera había una bolsa digna de tal nombre. Todo eso llegó mucho después.

Kinofórov, hay gente que sigue sin creer que MMM fuera una pirámide. Es cierto que Mavrodi provocó abiertamente al Gobierno en la primavera de 1994 y estuvo cerca de liarla parda con diez millones de personas que le apoyaban incondicionalmente, lo que motivó la reacción del Gobierno.

De todas formas, MMM fue una más de las pirámides rusas. Comparadas con los robos que montó el propio Estado ruso en 1993 y el 1998, lo de MMM queda pálido. Y Yeltsin, Gaidar y Chubais siguieron (y el último sigue vivo) viviendo tranquilamente en Rusia, y además ocupando altos cargos.