viernes, 3 de diciembre de 2010

Бахилы

Efectivamente, en los lugares públicos de medio pelo, donde no hay medios más que para ir tirando, cosa que no incluye en ningún caso la contratación de personal de limpieza, hay que hacer algo para que el suelo no tenga más barro que las macetas, y ese algo son las "bajíly".

No es casualidad que haya tenido que ponerlo en ruso, porque, ¿cómo se dice, en español, esa funda repelente de plástico que te toca ponerte en el pie? ¿Fundas de plástico para los pies? Y eso que mi primera relación con ellas fue en España, cuando nació Abi y me dieron unas para acceder al paritorio. Yo las vi y me las puse en la cabeza, aprovechando la gomilla. Creo que el doctor Madueño y la matrona aún se están riendo, y ya han pasado once años.

A partir del 11-S, las bajíly aparecieron por todo el mundo mundial. Hay quien piensa que el asuntillo de las torres gemelas no fue obra de Al Qaeda, sino del gremio de fabricantes de funditas de plásticos, en asociación con la Unión Internacional de Empresas de Seguridad Privada. Desde entonces, o más bien desde un poquito después, cuando pillaron a aquel sarraceno con no sé qué mejunje en los zapatos, nos toca descalzarnos en los controles de los aeropuertos, rezongar lo que no está escrito y pasar el vía crucis necesario para acceder al avión. Y, como te tienes que descalzar, para no enguarrarte las pezuñas con la mugre del suelo, te acabas poniendo las funditas. En los aeropuertos rusos esto está bastante bien organizado, hay asientos para calzarse y descalzarse con cierta comodidad y las funditas son de bastante buena calidad y resisten bien. En cambio, en el aeropuerto más odioso del mundo (Barajas, T-4, creo que es inútil recordarlo), además de que el personal de seguridad parece que tenga a Mourinho como ejemplo de simpatía a seguir, las bajíly están medio escondidas y son un pedazo de plástico finísimo y frágilmente unido que se deshace con sólo tocarlo.

En Rusia, la aparición de las bajíly en cantidades industriales significó la redención para estos lugares públicos de ingresos precarios, entre los que destacan los colegios. Fue estupendo. Los alumnos, ciertamente, se cambian las botas y se ponen el calzado limpio que guardan en sus taquillas, pero los padres que ocasionalmente accedemos al centro educativo por cuestiones como una reunión de padres no tenemos taquillas, así que estamos pillados.

Uno llega, por ejemplo, a esa reunión de padres que se convoca con el ánimo evidente de sablear a los padres de los alumnos para que contribuyan al mantenimiento del colegio y den pasta para agua y papel higiénico, entre otras cosas, y se encuentra con que el segurata le para. Sí, en España, en los colegios, al menos cuando yo iba a clase, había conserje y vale. Aquí hay segurata con vestimenta paramilitar.

- ¿Dónde va usted? (Вы далеко?)
- ¿Yo? A la reunión de padres. (Я? Я иду на собрание)
- ¿Y trae calzado para cambiarse? (А у вас сменная обувь есть?)
- Mmmm... no. (Мммм... нет)
- Pues no se puede. (Нельзя)
- ¿Y qué hago? ¿Me voy a casa? (А что мне делать? Домой?)
- Cómprese unas fundas. (Купите бахилы)
- Bueeeeno (Лаааадно).

Supongo que el precio de coste del plastiquillo no llega a un rublo y seguramente ni a la décima parte de eso. Los seguratas de los colegios los vendían al principio a cinco rublos, pero ya no hay sitio donde no cuesten al menos diez y hasta quince y veinte. Y los hospitales ya hasta tienen máquinas expendedoras que los proporcionan dentro de una capsulilla.

Y luego son incomodísimos. Te los pones antes de que la nieve aferrada a tus botas se haya derretido, y te encuentras con que se derrite dentro de los plásticos, con lo que vas chapoteando por el colegio, aparte de que los fabricante no pensaron en que alguien se los pondría encima de unas botas de montaña del número 43, lo que convierte el acto de envainársela (la bota) en un incordio soberano.

Los que nos vemos sometidos a estas circunstancias, al menos, tenemos un sistema para ahorrarnos el sablazo de los veinte rublos por visita al colegio, y la incomodidad que supone tener que llevar cambio, porque el segurata es peor que los taxistas y no tiene nunca. Y es agarrar un buen puñado en cada visita al aeropuerto. Al aeropuerto ruso, que quede claro, porque en el español no sé qué controles de calidad habrán pasado esos plastiquillos, pero no aguantan ni tres pasos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante información que deberían dar las agencias de viajes. Y asimismo los consulados rusos, a la entrega de los visados, en época invernal.
Ditifet

Alfina dijo...

ja ja ja... No sólo la matrona y el Dr. Madueño se siguen riendo

Alfor dijo...

Ditifet, es que para eso estamos en esta bitácora, para dar el servicio ue otros niegan. :-)

Alfina, si yo lo hice por desdramatizar el momento...