miércoles, 11 de agosto de 2010

La putyóvka

Secretos y leyendas del Desierto de Nilo (con paseo en barco) (2 días)

Tver - Torzhok - Ostashkov - paseo por el lago Seliger hasta la isla Stolbny. Una excursión única, de dos días, en autobús por la región de Tver. La joya del programa es la visita a la aislada isla Stolbny, donde está situado un lugar santo de la tierra rusa, el monasterio masculino del Desierto de Nilo, con las milagrosas reliquias del reverendísimo Nilo de Stolbny. Ustedes mismos se convencerán de que, tras la visita a estos santos lugares, la fortuna y el éxito volverán a su lado y adquirirán equilibrio espiritual y tranquilidad interior.


Con el calor que está haciendo, el equilibrio espiritual y la tranquilidad interior me hacen muchísima falta, así que, aprovechando la época de rodríguez aburrido que estoy pasando, decidí comprar una putyovka, a pelo, sin conocer a nadie, y pasarme un par de días de inmersión en una Rusia un poco más profunda que ésta. Claro, siempre se puede ahondar más, pero, por el momento, ya está bien. Ah, una putyovka es un título de viaje extendido por una agencia de viajes.

Los tiempos han cambiado un poquito. Hay internet, y la internet rusa es muy buena, y la distribución de estos viajecillos de fin de semana o de pocos días ha mejorado muchísimo. Miré dónde podía comprar la putyovka, y vi que uno de los posibles sitios era una agencia de viajes cerca de mi casa, en la esquina de la Tverskaya con Sadovoe Koltsó. Y para allí que me fui.

Hasta aquí, una mejora clara. Lo que no ha cambiado tanto es el hecho de que los negocios aquí, incluso los establecimientos de cara al público, están en tugurios infumables. Y es una pena, porque el edificio, en un lugar inmejorable y construido hace muchísimo tiempo, tiene muchas posibilidades. Es un antiguo edificio de viviendas transformadas en despachos; lo que no ha cambiado es el hecho de que los espacios comunes se caen a cachos.


Aunque parezca mentira, esa puerta de la foto es la de la agencia de viajes. Lo que yo me pregunto es cómo consiguen vender una rosca, cuando los clientes tienen que desarrollar dotes de adivinación para darse cuenta de que, sí, eso es una tienda. En fin, como todas son parecidas, finalmente los clientes aguzamos el ingenio y encontramos los sitios, pero qué bien vendría un cartelito.

Una vez franqueada la puerta, ¡tachán!, igual que en las viviendas, no había ni rastro de la dejadez y la decrepitud de los accesos. Todo estaba reformado, limpio y aseado. Y, como en casi todas las oficinas rusas, no había ni un hombre: todo son mujeres.

- Dígame - la recepcionista, una mujer cincuentona de aspecto avinagrado, con el pelo lacio y tintado de negro azabache y unas gafas desproporcionadas, se me dirigió al verme, probablemente admirándose de que hubiera logrado encontrarles.
- Que quiero comprar este viaje - y le enseñé una copia impresa del anuncio.
- Aquí no es.

Ya empezabamos.

- ¿No?
- No ¿Por qué iba a ser aquí?
- Pues porque aquí - y le señalé la página - pone que en este sitio puedo comprarlo.
- Mmmm... déjeme, espere.

La señora pasó adentro y volvió enseguida.

- Ah, sí, sí, sí... pase, pase, que ahí lo atenderán.

"Señor, Señor..."

Me senté ante una mesa donde trabajaba una mujer, de unos treinta años, bastante entrada en carnes, delante de un ordenador.

- Que quería comprar este viaje.
- ¿Ha comprobado si quedan sitios?
- Hace un rato quedaban doce, según la página.

La mujer consultó en el ordenador. Esto de las plataformas electrónicas es una pasada.

- Sí, sí, queda sitio.
- Pues adelante.

La mujer tecleó por aquí y por allá, me hizo firmar un contrato, extendió la putyovka, trajinó esto y lo otro... parecía eficaz.

- Van a ser... cinco mil novecientos rublos.

Los saqué del bolsillo y se los ofrecí.

- Eh, no, no, a mí no. Tiene que ir a la caja a pagar.

Todo esto estaba pasando en una oficina de, como mucho, cuarenta metros cuadrados.

- La caja...
- Sí.
- ¿Y dónde está la caja?
- En esa puerta.

Y me señaló una puerta que estaba justo detrás de mí, a menos de dos pasos, y que daba a un espacio que, cuando la oficina en la que estábamos era todavía una vivienda, debió ser un ropero o un trastero. Era una cosa oscura, sin ventanas, donde habían embutido como pudieron una mesa.

- Eso es la caja.
- Sí.
- Entonces, tengo que ir ahí a pagar y luego vuelvo con el recibo para que usted pueda comprobar que realmente he pagado.
- Así es. Tome el vale para pagar.

Me levanté y, todo a la vista de la mujer-que-no-me-podía-cobrar, me di la vuelta, entré en el zulo, le entregué el vale a la cajera, junto con los cinco mil novecientos rublos, cogí el recibo, me di la vuelta otra vez, di un paso hasta llegar a la mesa de la mujer, me senté, le di el recibo, cogí la putyovka. Y ya estaba.

Mucha plataforma electrónica, pero en el fondo siguen como en los tiempos soviéticos.

5 comentarios:

Fernando dijo...

¿Por qué dices que la internet rusa es muy buena? ¿acaso es mejor que la española? :-)

Behemoth dijo...

Madremía, esto es como cuando juegas con los críos y te dicen que para tomarte el té imaginario, necesitas enfriarlo, y te ves a ti mismo soplando un cuenco de plastilina.

Y qué remedio, haces el tonto. Me gustaría haber visto tu cara cuando te dijo dónde estaba la caja.

Alfina dijo...

ja ja... me recuerda a una vez que tuve que pagar una factura en el banco y la cajera me dijo que le tenía que decir yo a cuanto estaba el tipo de cambio rublo/dólar. Le dije que estábamos en un banco y que le preguntara a su compañera... me dijo que yo tenía que hacer otra cola para averiguarlo y luego hacer su cola para pagar. Le monté tal pollo en español (ah... qué tiempos cuando todavía no hablaba ruso) acertando a decir "administrator" de vez en cuando, que salió la jefa de la oficina a poner órden. Tuvo que levantarse y mover su avinagrado trasero para mirar el tipo de cambio. Para mí fue una gran victoria.

Alfor dijo...

Fernando, posiblemente no sea mejor que la española, pero lo que sí es cierto es que contiene información que de otra manera sería totalmente imposible conseguir. En este sentido, nos ha cambiado la vida mucho más de lo que lo ha hecho la española.

(Sí, ya sé que la internet es una, grande y libre, como España hasta 1975... pero podemos subdividirla en trocitos)

Behemoth, la división estricta de funciones, he ahí la clave del éxito. Hay que conseguir que los trabajadores del sector privado se comporten como los del público.

Alfina, y no digamos si las empleadas del Sberbank se ponen por delante. El funcionario español más puñetero resulta ser en comparación un angelito desvelándose por el público.

Aigor dijo...

Muy buena la entrada. En su línea, vamos.

He visto estas fotos de los incendios en Rusia y me he acordado de este blog. Dejo el link por si alguien quiere verlas, y a ver si se soluciona pronto la situación:

http://www.boston.com/bigpicture/2010/08/continuing_russian_wildfires.html

Un saludo.