En la orilla izquierda del Volga se encuentra el renombrado monasterio Cadete de la Ascensión, fundado en 1265. Las crónicas dicen que su fundador fue el cadete Grigorii, que servía al prínicpe Yaroslav, y cuenta una leyenda entera sobre el infeliz Grigorii, que perdió a su novia, a la cual se la llevó el príncipe, y que decidió por ello tomar los hábitos. El monasterio Cadete tiene la triste gloria histórica de ser el lugar de encierro de dos personalidades destacadas: Maksim Grek y el metropolitano Filipp, a quien llegó aquí su final a manos de Malyuta Skuratov. Filipp fue primero depuesto por Iván el Terrible por haber criticado abiertamente sus injusticias, y después asesinado por su negativa a bendecir al Zar por su heroísmo "castrense" para "pacificar" Novgorod. El monasterio fue incendiado por los oprichniki. Hasta hoy se conserva la celda de Filipp, donde tuvo su final martirial. Sobre la celda se construyó un templo. La propia celda es visitada por los fieles y asombra por su fresco, que representa a Filipp reprochando al Zar que hubiera entrado con los oprichniki en la iglesia con la cabeza cubierta. Las reliquias del santo fueron trasladadas primero al monasterio de las Solovkí, y después a Moscú.
Los bolcheviques tenían especial manía a los monasterios. De hecho, los cerraron todos, hasta el punto de sólo hay un monasterio ortodoxo en suelo ruso que jamás fue cerrado, el de Pechory. La razón no es que los comunistas lo perdonaran, sino que entre 1920 y 1945 Pechory no perteneció a Rusia, sino a Estonia, que era independiente y carecía de los odios ateístas de los soviets. Para 1945, Stalin se había calmado algo y ya no buscaba tanto sus enemigos entre el clero (al que tenía bastante infiltrado), sino entre judíos, médicos, barrenderos, agentes de seguros... uff, no sigo que me canso... bueno, Stalin buscaba enemigos por cualquier lugar.
El monasterio de la Ascensión fue simplemente mutilado. Le quitaron los muros, unas cuantas iglesias, los edificios comunes necesarios para la vida monástica, dejaron una iglesia monda y lironda (la de la foto) y le agregaron un birloncho indecente y una zona verde por delante.
De entre los demás monumentos de la antigüedad en Tver hay que señalar el monasterio femenino de la Natividad, situado a la orilla del río Tmaka, con un icono prodigioso de la Virgen, y el monasterio masculino de la Ascensión, a cuatro verstas de la ciudad, con las reliquias de su fundador, San Arsenio.
En este monasterio fue encerrado el zarevich Alejo Petrovich, y la iglesia de Alejo es un recuerdo de este hecho.
Ahora está hecho hasta tal punto un desastre que los guías turísticos lo evitan pudorosamente. Tras el golpe de Estado que comúnmente se conoce como Revolución Soviética, los bolcheviques, en su línea, comenzaron a desmontar partes del monasterio, de donde ya habían tirado a los monjes, para usarlas como material de construcción, ya en 1930. Después montaron dentro del monasterio un taller de reparación de aviones, y en la catedral, directamente, una tienda. cuando en 1941 los soviéticos se retiraron de Kalinin (como sabemos, así se llamaba Tver entonces) ante el avance de la Wehrmacht, volaron la catedral, el refectorio, dos iglesias, la residencia y una capilla. Tras la guerra se montó un almacén de material militar y, ya definitivamente, perdió la consideración de monumento protegido. Hoy están intentando recuperar algo y volverlo a proteger, pero me da a mí que lo tienen chungo.
Entre los monumentos de Tver es imprescindible incluir también el palacio construido bajo Catalina II; en el palacio había un jardín, en el cual el historiador Karamzin leyó a Alejandro I los primeros capítulos de su trabajo. En una de las alas del palacio hay un museo, verdadero orgullo de Tver. Aquí se han reunido alrededor de quince mil objetos diferentes, que de una u otra forma describen la vida pasada de la región. Todo lo que puede interesar al historiador, al arqueólogo o al amante de la antigüedad, está aquí a la vista: tumbas, iconos, modelos, alhajas, ropa, armas, monedas, escritos y así sucesivamente.
El museo está abierto a diario y puede ser visitado gratuitamente desde las 10 de la mañana hasta las 4 de la tarde.
Bueno, se conserva algo de todo lo que pudo ver Gilyarovsky en su viaje, no vayamos a creer. El palacio, en los turbulentos tiempos revolucionarios, se convirtió en la sede la cheka de Tver, cuyo nombre en fino era el siguiente: "Comisión Extraordinaria para la lucha frente a la Contrarrevolución y el Sabotaje". Lo de la lucha frente a la contrarrevolución les salió bien, indudablemente, pero, a la vista del cochambroso estado en que se encuentra ahora mismo el edificio, donde no hay nada que pueda interesar ni al historiador, ni al arqueólogo, ni al amante de la antigüedad, cabe preguntarse si no hubiera sido mejor dejar hacer a los saboteadores.
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