sábado, 11 de agosto de 2007

Otro día en las carreras

Igualito, igualito, que el año pasado. Mis dos semanas de rodríguez en Moscú no las estoy pasando de juerga en juerga y de desfase en desfase (como que lo iba a contar aquí, aunque así fuese, ¡ja!), sino trabajando (este mes no mucho, hay que reconocerlo) repasando alguna cosilla que se quedó pendiente en junio, entrenando y tomando parte en una carrera, la misma del año pasado.

Se podría repetir todo lo que escribí en aquellas dos entradas, excepto alguna cosilla, a saber:

1.- El párrafo relativo al rendimiento deportivo de un servidor de ustedes. Qué mal, Dios mío, qué mal. Venía de correr la semana pasada en Valencia, con un calor de espanto, a muy poquito más de cuatro y medio, y parecía que estaba en mejor forma que nunca. Pues el desastre en forma de flato en el kilómetro ocho, y todavía faltaban siete, me ha hecho arrastrarme por el asfalto hasta la meta. Tengo que remontarme varios años para encontrar una marca tan mala en mi historial.

2.- Los "premios". El año pasado fue un helado y un diploma; este año ha sido un diploma (no faltaría más), una Pepsi de seiscientos mililitros... y una medalla doradita con una cinta de la bandera rusa. No, no, no he ganado nada, creo que eso ya ha quedado meridianamente claro, es que se la daban a todo el que terminaba la prueba, y hasta ahí llegué.

3.- El medio de transporte. Vista la experiencia del año pasado y los problemas para llegar en coche, decidí ir en metro. A la ida, todo bien; a la vuelta... ¿he dicho alguna vez que algunos de los pasajeros del metro de Moscú, en verano, se duchan mucho menos de lo que debieran? Pues, si no lo he dicho, es la ocasión. A la vuelta, un penetrante olor a sudor lo impregnaba todo.

Lo malo es que era yo quien lo despedía.

Qué vergüenzaaaaa... la gente entraba en el vagón donde estaba yo y se alejaba todo lo que podía. Por muy mala que hubiera sido la marca, quince kilómetros son kilómetros y ahí había sudor seco y oloroso como para hacer retroceder a un ejército y obligar a repartir máscaras antigás entre la población civil. Si habré sudado que, al volver a casa, pesaba tres kilos menos que al salir (lo cual, en mi caso, es un porcentaje MUY elevado de mi peso), y eso que ya me había bebido la Pepsi.

Vamos, creo que si la milicia hubiera entrado en el vagón y me hubiera expulsado del mismo por vagabundo, la gente lo hubiera aplaudido y hasta yo les hubiera dejado ejercer su función para conmigo sin rechistar. Pero el trato de la milicia a los vagabundos que pululan por el metro tiene su miga. Lo dejaremos para otra entrada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No se preocupe, que siempre los hay peores. Al fin y al cabo lo suyo ha sido mal olor puntual; yo conozco gente que tiene el mal olor incrustado desde que les salió el primer diente. Y no hay manera, oiga.

Esther Hhhh dijo...

Ains Alfitoooo si ya sabemos todos lo golfo que eres (jejejeje) da igual si lo cuentas o no :-P
Alf por Dios, Madre del Amor Hermoso ¿pero cómo pudiste acabar con flato?¿qué hiciste la noche anterior?¿está empezando a pasar factura la edad? Me preocupas ¿eh? Y yo que al ver la foto he pensado: "Uys mira, si Alf se ha ganado una medallita corriendo" Pero no, resulta que es que se la daban a todos, ainssss..
Y ese tufillo tuyo... ejem ejem ¿qué esperabas, después de 15km, oler a rositas? ainsssss pero oye, está bien ser de vez en cuando el causante del mal olor, jajajaja..
A ver si para el año que viene la organización se curra unas duchitas portátiles y te solucionan el problemita..
Por cierto, ¿y cual es el trato de los mendigos en el metro?

Besitosssssssss

BAR dijo...

Bueno Alfor, bien dicen que no es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después...jejeje

Un beso

Alfor dijo...

Gin, palabrita que, al llegar a casa, lo primero que hice fue eliminar el mal olor, tanto más que lo realmente bueno de correr no es correr, sino la ducha posterior.

Esther, estamos simpáticos, ¿eeehh? Lo cierto es que el flato es mucho más frecuente entre los demasiado jóvenes, lo cual lo hace aún más difícil de explicar.

BAR, y no digamos el Vizconde de Bragelonne. Pero para eso habrá que esperar diez años más.