viernes, 1 de junio de 2007

Autor invitado: Roberto en Kolomenskoye

Hay gente bienintencionada que acusa a esta bitácora, no sin motivo, de reflejar la realidad moscovita de manera muy incompleta. En efecto, debo confesar que, teniendo en cuenta que debe ir para un par de años largos que no salgo de farra, hay una parte sumamente importante de la realidad local que se me escapa.

Pero el hecho de que yo no salga de farra no quiere decir que no haya gente que no sea testigo de dichas situaciones. Tenemos al Botas (http://caminoaperdicion.blogspot.com), con sus frecuentes propósitos de reformarse y con sus no menos frecuentes, aunque poco creídas, aseveraciones de haberlo hecho; pero el Botas últimamente actualizaba poco su blog (quizá por estar ocupado en otros menesteres); así que, no deseando yo que esa parte de la realidad quedara huérfana de glosa, le he pedido a Roberto, antiguo compañero de batallas y persona de confianza y conocimiento contrastados en este ámbito, que contribuya al remedio de semejante carencia. Y lo ha hecho: ahí va su contribución

EL CORONEL Y LA ZORRA EN KOLOMENSKOYE

Al hilo de las elucubraciones de Alf sobre el parque de Kolomenskaya, he de coincidir en que es también uno de mis lugares preferidos para dar un paseo, cuando no hace o demasiado calor o demasiado frío. Como la ciudad en que vivimos está condenada a padecer extremos en todos los ámbitos de la vida, tampoco el clima iba a ser una excepción.

Como suele suceder, cuando algo nos es atractivo, solemos hacer proselitismo de nuestra querencia y en ocasiones, incluso aquellos más reacios, acaban cediendo a la presión. Así pues, unos, que en su día lo fueron, habitantes de Moscú, poco dados a los paseos, convencidos por mí de las bondades de dar un garbeo por alguno de los parques de la ciudad, accedieron hace ya algún tiempo a ir a Kolomenskaya, al fin y al cabo, algún día había que salir a un espacio abierto, se debieron decir a sí mismos.

Un domingo de verano, hace ya algún tiempo, día caluroso, aunque no en extremo, recojo a mis compañeros en una terraza de la Tverskaya, "el centro mundial del devushkeo", como se lo llamaba entonces. Se trataba de El Coronel y La Zorra. El nombre real de La Zorra para muchos moscovitas fue siempre desconocido. Cuando empezamos a conocerlo ya era La Zorra, y con ese nuevo nombre fue conocido en Moscú durante los dos años que vivió. El Coronel, dado su gusto por el saqueo y la toma de prisioneros, fue por nosotros mismos así bautizado.

Con una cerveza en la mano, partimos hacia el parque, línea verde, unas cuantas paradas y ya estamos en la salida, el kinoteatr Orbita a un lado, los produktis al otro y allá a su frente el parque. La Zorra y El Coronel, que habían mantenido el sosiego durante el viaje en metro, al salir de nuevo a la superficie empiezan a obrar - y en el caso de La Zorra, a orbitar. Para los que han visto a La Zorra, es fácil comprender qué quiere decir la orbitación. La Zorra es incapaz de mantener una conversación sin mantener un movimento constante de prácticamente todo su cuerpo, se acerca, se aleja, se golpea contra su interlocutor, gesticula. Incluso el Coronel queda solapado ante el "perpetuum mobile" de La Zorra. Yo le aseguro que en el parque podrá retozar lo que le plazca.

Llegamos al parque, cruzamos la zona civilizada, donde El Coronel, intenta, siempre fiel a sus principios, "asustar a los locales", se impacienta, "¿dónde está el río?", yo le había prometido que iban a ver el río. A La Zorra le da igual, sigue rotando sobre sí mismo, empieza a dar palmas, tira piedras (empieza a ser peligroso que a uno le asocien con ese hombre)...

A estas alturas, las iglesias del conjunto histórico de Kolomenskaya y la casa de madera de Pedro I ya han sido despachados, por parte de El Coronel, con un "esto ya está visto" o "pero aquí qué hay que ver, a ver, dime qué hay que ver y lo veo". La Zorra simplemente ha pasado a su lado sin prestar atención, mantiene una cháchara contínua, cantando las excelencias del parque. Empiezo a darme cuenta que en realidad, no hay nada que ver (sic) Llegamos al río. El Coronel empieza a maquinar cómo sería posible cruzarlo a nado, conjetura sobre la posible profundidad del Moskva en esa zona. La Zorra desaparece un segundo. Nos acercamos a unas personas (devushkas) y buscamos información (craso error) sobre la posible profundidad del río, su respuesta es dubitativa, una de ellas dice que 10 metros, El Coronel se altera, dice que en esa "porquería de río" no hay 10 metros de ningún modo. La Zorra vuelve, tira unas piedrecillas a las personas, decidimos seguir adelante. Las devushkas quedan abandonadas y cariacontecidas.

Habíamos descendido casi hasta la orilla del río, allí desembocan lo que parece ser manantiales de agua, La Zorra se empeña en beber, allí donde hay niños bañándose, La Zorra se acerca y empieza a beber por donde cae el agua. Los niños se asustan. La Zorra se anima y les grita "drug, drug".

Sacamos de allí a La Zorra, y propongo ascender, seguir hacia la zona más agreste, pasando por un área cultivada con árboles frutales, finalmente, llegamos a un lugar, donde hay algunas casas no muy bien conservadas, de hecho al parecer en Kolomeskaya antes había una aldea. Yo nunca había estado en esa parte tan alejada de Kolomenskaya. En una de las casas, la verja (vallado de madera) tiene varias entradas abiertas (o simplemente maderos caídos) La Zorra se introduce por allí... a los pocos segundos aparece un perro, con el que se pone a jugar La Zorra, gritando "davai, davai", le tira una cosa y el perro se la trae de vuelta, con lo cual se anticipa que va a ser difícil sacar a La Zorra de allí. El Coronel y yo nos acercamos, la casa, semicaída, está no obstante habitada.

En ese momento, en que iniciábamos la exploración de la casa, aparece un habitante del lugar, un ruso de edad indeterminada, armado con una botella de licor. El hombre nos saluda y nos dice que nos acerquemos, detrás de la casa se oyen más voces y cuando seguimos al individuo, descubrimos que hay una mesa donde se celebra una comida, regada con abundante licor local. El Coronel y yo agradecemos la hospitalidad, hablamos un poco con el hombre que se identifica como una especie de guarda-lugareño, los demás rusos nos saludan y nos invitan a servirnos.

La Zorra sigue su particular juego con el perro, hasta que nos acercamos de nuevo a él y le decimos que venga con las personas, en ese momento, detrás de la casa observamos una especie de corral que contiene varios animales. La Zorra abre los ojos desmesuradamente y grita, "Zaichik!" Nos asombra la demostración de poder de La Zorra, incapaz de hilvanar una frase en ruso, pero conocedor de la palabra "liebrecilla". El Coronel se enfada, "de dónde has sacado esa palabra??", La Zorra contesta que se la ha enseñado "Malinka" (ese era el nombre de su novia..al menos para él). Y es que en Rusia los apelativos cariñosos, son de lo más variado.

Tras la demostración de La Zorra, volvemos a la mesa de rusos, y nuestro anfitrión recibe los más calurosos saludos de La Zorra, que empieza a saltar y girar alrededor del hombre gritando: "moi drug, moi drug" "davai, davai". Salta y se apoya en sus hombros, orbita y da palmas. Incluso este hombre se asusta ligeramente, La Zorra está exultante de gozo al ver que hay gente alrededor, durante un par de minutos sigue la exhibición por la mesa y con el resto de gente.

Finalmente, El Coronel decide que ya está bien de cháchara inútil y de aspavientos, posa su mirada en unos edificios que se adivinan entre los árboles, al otro lado de la carretera y nos señala aquella dirección con su mano. Tenemos que ir a "Rayón", dice, mientras observa los bloques soviéticos...

Tras coger a La Zorra, nos ponemos en marcha hacia "Rayón", campo a través. Kolomenskaya quedaba atrás.



Y hasta aquí llega la narración de Roberto. Espero que con cierta periodicidad nos ilustre sobre sus aventuras. También soy consciente de que una de las siguientes entradas mías tendrá que ser un vocabulario para entender algunas expresiones oscuras del texto de Roberto, y no sólo las que están directamente en ruso, que son poco accesibles para el lector hispanohablante medio.

De momento, esta tarde me voy a España. Nunca pensé que escribiría esto, pero a ver si allí hace algo más de fresquito: llevamos diez días a alrededor de treinta y cinco grados.

2 comentarios:

Esther Hhhh dijo...

Madre del Amor Hermoso, estos personajes de Roberto son escalofriantes, jejejjeeje...
Sinceramente, me gustó más tu paseo por kolomenskoye.

¿Ya te has venido a España? En fin, lo del fresquito... Bueno, tienes suerte porque esta semana bajaron un poco las temperaturas, pero vamos, mayo se ha parecido más a agosto que el mismísimo mes veraniego en sí.

Besitosssssss

Alfor dijo...

Esther, qué van a ser escalofriantes. Algo frikis, sí, pero a escalofriantes no llegan.