Va a aparecer, según se leen las últimas entradas, que esto se empieza a parecer a una galería de personajes con la sesera en estado bastante dudoso, y lo cierto es que ni mucho menos es ésa mi intención, sino que la cosa va saliendo así.
El protagonista de hoy es un charlatán. Estoy seguro de que en España hay quien está persuadidos de que esta especie sólo sobrevive en los mercadillos españoles, mientras que la verdad es muy otra.
Paseábamos esta mañana con Alfina y Ame por un mercadillo moscovita, enfrente de la galería Tretyakov. El charlatán (dentro del círculo blanco) detectó al potencial comprador guiri, abordó a Alfina con sus cuatro palabras de castellano y con una perspicacia envidiable y, aprovechándose de su posición de primero del mercado, comenzó a ofrecerle de todo. Y no de uno en uno, no. "Esto vale doscientos cincuenta rublos. Es de cerámica, hecho a mano. Pero mire, si me compra diez se lo dejo por mil quinientos rublos. Soy el dueño, y puedo hacerlo. Y esto vale lo que no está dicho. No me diga que no..."
De mí, el tío pasó bastante. Aún más perspicaz fue este hecho. No debo tener cara de comprador, pero Alfina sí, así que me fui a jugar un rato con Ame, que tampoco quería saber nada de regateos, y que miraba muy interesado a un obrero con un martillo pilón dando martillazos a las baldosas para fijarlas a la acera. Eso sí que mola.
Al rato, Alfina salió del asunto con una bolsa llena de multitud de cachivaches de utilidad dudosa.
- Me ha timado -dijo.
No sé si tendría razón, pero, si os encontráis con ese individuo, el de la foto, huid de él. A la vuelta, le pude volver a ver en acción, y es una fiera. Tenía embelesado a un montón de ancianas inglesas que venían del museo, y estaba ofreciéndoles en inglés (y no malo del todo, no) unos visillos que no eran nada del otro mundo, a unos precios que sí que lo eran. Cuando acabó con ellas, le vi venir hacia mí y estoy seguro de que me vio cara de clásico y se me iba a dirigir en latín, para atacarme la fibra sensible. Y lo consigue, creedme: no os servirá de nada decir, por ejemplo, que sois lituanos, o vascos: os soltará un "labas rytas" o un "ez ikutu liburuak, mesedez" y no podréis resistiros a hacerle caso. Saben más que Sánchez Dragó. Huí como pude, antes de le diera tiempo a soltar el "Quomodo vales, amice?".
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Hace 2 semanas
3 comentarios:
"El hambre agudiza los sentidos"
Y creo que este buen hombre ha aprendido justo eso, que si uno no quiere pasar hambre, pues habrá que ingeniárselas.
Por otro lado está la visión del comerciante. Un comerciante tiene como misión vender, y para ello tiene que calar en su público, envelesarle, convencerle en que su vida será un antes y un después de comprar su producto, que si no lo hace la vida ya no será lo mismo, y tiene que engatusarle e incluso atontarle para que no reaccione hasta que se aleje con el producto ya comprado en las manos...
Y para ganar estas dos batallas, la del hambre y la de la ley del comercio, valen todas las armas. Y este buen hombre lo ha conseguido: Ha aprendido varios idiomas, incluso ha aprendido a distinguir al futuro cliente y su nacionalidad antes incluso de que le escuche expresarse en su lengua mater (conocí varios individuos así en el barrio de Placa, en Atenas)ha aprendido como vender su producto, y sobretodo que producto ofrecerle a cada cliente...
Este hombre, sin duda, es mi heroe.. Si yo tuviera esa capacidad te aseguro que ahora mismo no estaría trabajando...
Besos
Desde luego, el tío éste es un crack; pero, insisto, lo mejor es salir huyendo. Si no, puedes acabar con treinta y cinco matrioshkas o veintidós paños de cocina con bordados industriales (aunque él diga que son artesanos).
oooooooohhhhhh matrioskas que chulas... ¿y tendrá cajitas de esas tan monas que hacen por esos lares?
YO QUIERO UN AJEDREZ HECHO A MANO, jejejjeejeje...
Besos
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