Durante los siguientes meses, Abi y yo estuvimos hablando de vez en cuando. Esto de las videollamadas hay que reconocer que es un buen invento y no me duelen prendas en reconocerlo. Cuando yo tenía la edad de Abi, llamaba a mis padres desde Alemania o desde Moscú una vez a la semana, y gracias, porque los estudiantes éramos pobres y yo dedicaba cinco marcos (no tenía mucho más) a charlar con mis padres desde una cabina telefónica o, en Moscú, una oficina de correos, básicamente para decirles que estaba bien y asegurarme de que ellos también lo estaban; el resto de las comunicaciones eran por carta, de verdad, manuscritas y todo eso. No quiero ni pensar en lo que han cambiado las cosas; de hecho, creo que en Correos se han dado cuenta, porque no creo que lleven ya ninguna carta, sino que deben concentrarse en hacer de repartidores de publicidad, cartas oficiales y envíos de mensajería.
Pero estábamos tratando de las conversaciones por videoconferencia que mantenía con Abi. Digamos que en una conversación de cada dos, para no pasarme, yo le hacía una pregunta como quien no quiere la cosa.
- ¿Ya has conseguido la cizalla?
- Pues todavía no.
Unos cuantos meses después, Abi se echó novio, o como se llame eso ahora. Se empeñó en presentárnoslo y en traerlo a Bruselas. Ro y Ame no se lo quisieron perder y vinieron también a Bruselas desde sus respectivas residencias, con lo cual tuve unos días muy animados en marzo de este año. Lo del novio, al que llamaremos Chikchek para continuar con la severa política de anonimato de esta bitácora, es una historia aparte, que en estos momentos no viene al caso, pero cuando llegó por Bruselas me pareció que podría servir para el propósito que nos ocupa en estas entradas, porque, prescindiendo de lo que tenga dentro de la mollera, es alto y no parece un tipo debilucho. Igual, en un futuro, quizá incluso sirva para solucionar problemas.
- A lo mejor Chikchek te puede ayudar con lo de la cizalla.
- Pues igual sí.
Está bien: como padre, a lo mejor me debía haber preocupado de que Chikchek no fuera un maníaco o tuviera problemas mentales, o de que fuera un buen chico, puestos a pedir, pero yo seguía con la bicicleta desaprovechada de Ørædessenår dándome vueltas por la cabeza. Me enteré de que Chikchek vivía en Roskilde, con lo cual no le costaba mucho acercarse por donde estaba la bicicleta y, con las herramientas adecuadas, cortar el cable y ¡hala! a rodar por ahí. Se supone que los hombres hacemos eso por nuestras novias, o como se llamen ahora.
Éste, se ve que no.
Yo no sé lo que este pollo hace por sus novias, más en concreto por ésta en particular, y creo que prefiero no saberlo, pero cortar cables de bicicletas no es una de las posibles opciones.
Después de una semana, Ro se volvió a Madrid, Ame a Mastrique, y Abi y Chikchek se volvieron a Dinamarca, con lo cual las cosas volvieron a la normalidad y, entre las cosas que volvieron a la normalidad, se cuentan las videoconferencias y, dentro de las videoconferencias, las preguntas como quien no quiere la cosa.
- ¿Qué tal anda Chikchek?
- Bien.
- ¿Y la cizalla? ¿Ya la habéis conseguido?
Ojo al plural. Siempre he pensado que soy bueno lanzando indirectas.
- No. Todavía no.
- Pues ya va siendo hora, ¿no? Estamos cerca del verano, hace buen tiempo, Ørædessenår es plano y debe ser muy agradable dar paseos en bicicleta…
- La verdad es que sí…
Nada. Las videoconferencias -y las indirectas- no daban el menor resultado. Ya era verano y, si la cosa seguía así, la bicicleta, después de dos inviernos daneses, igual estaba, no ya oxidada y roñosa, que eso es lo menos que le podía pasar, sino directamente irrecuperable para la Causa (ojo a la mayúscula). Vi con horror que quizá se estuviera haciendo tarde, y todo el que siga esta bitácora supongo que está al corriente de con qué cuidado intento evitar que se haga tarde.
Resignado a tener que ocuparme personalmente del asunto, pillé el teléfono, abrí la aplicación de la línea aérea de referencia en Bélgica, suspiré, miré el calendario, tecleé por aquí y por allá, y a los pocos minutos ya tenía un fin de semana en Dinamarca.
Hay que reconocer que eso también ha cambiado enormemente en los últimos veinte años y, si no, siempre podemos repasar una de las primeras entradas de esta bitácora, que parece escrita hace siglos, pero no, es de hace algo menos de veinte años.
- Abi.
- Dime, papá.
- A ver si puedes conseguir una cizalla para el 1 de agosto, que voy para allá.
- ¡Bieeeeeeen!
- Bieeeen, pero que no se te haga tarde.















