Atención, porque con este concepto nos adentramos en uno de los aspectos más temibles de la idiosincrasia belga. Hay un más o menos equivalente en ruso, por hacer honor al país que vio nacer esta bitácora, que es ремонт, y que fue una palabra mencionada y estudiada en su momento, cuando estaba en Rusia, más exactamente aquí. No, no quieren decir lo mismo, me apresuro a reconocerlo, sino sólo algo más o menos similar, pero hay una cosa que tienen en común, y es que su sola mención tiene la virtud de erizar el cabello de quien la escucha.
Sea como fuere, ahora estamos en Bélgica y la palabra clave es "chantier", que puede ser varias cosas, en esa polisemia que tanto dificulta la correcta comprensión de un término. Si, en el caso de "remont", hubo que recurrir a la correcta clasificación de los distintos tipos de reparaciones, el término "chantier" puede hacer referencia, en primer lugar, al lugar que los obreros acotan para depositar los materiales que están utilizando en la obra. Además, puede referirse a la obra misma. En los dos casos, lo menos que se puede decir es que es una lata.
Una tendencia bastante molesta de las cuadrillas de obreros belgas consiste en dejar las cosas inacabadas. No inútiles, porque eso sería inmediato objeto de una reclamación, sino a falta de un par de detalles que no acaban de desencadenar la reacción virulenta del cliente, pero tampoco dejan la cosa niquelada para poder recepcionar la obra con alegría.
Un ejemplo: en una calle de Bruselas que ha estado en obras literalmente durante años, toda la maquinaria se ha retirado y han dejado la calle completamente asfaltada... excepto una franja de tres metros de largo y dos palmos de ancho que han cubierto con gravilla y tierra compactada. Cualquier vehículo que pasa por allí, por ejemplo, mi bicicleta, y yo sentado sobre ella, intenta evitar esa franja y pasar por el medio metro de calle correctamente asfaltada, pero no es sencillo, sobre todo si te cruzas con alguien que venga desde el otro lado ¿Les hubiera costado mucho asfaltar una superficie tan pequeña? No creo ¿Hay un plan detrás de esa acción, a primera vista, pérfida? Quiero pensar que sí y que la compañía eléctrica o vaya usted a saber quién tienen entre ceja y ceja renovar una instalación que pase precisamente por la franja inacabada y que, total, para eso no hace falta asfaltar. Pero no lo sé, ya han pasado unos cuantos meses desde que la franja quedó ahí, obligando a trabajar a las suspensiones de los vehículos que no tienen más remedio que pasar por ahí, y no se mueve nada.
Luego está la duración de las obras. Son eternas, y no entiendo por qué. Que seguro que hay que hacer las cosas bien, pero estamos hablando de reparar un puente o abrir una calle cortada. Esta peña trabaja como si la cosa no fuera con ellos, o como si no acabaran la obra hasta estar seguros de que tienen otra al día siguiente. Algún compañero polaco echa de menos la presencia de compatriotas (suyos), que, según él, acabarían con el "chantier" en un periquete. Se ve que es asunto de meter gente, y que las empresas constructoras belgas eso de meter gente, a la que hay que pagar, no lo ven demasiado claro. Yo veo la mano de los sindicatos por ahí, pero tampoco hay que excluir que sea la de la patronal, que tiene un tufo de cártel que apesta.
No sé qué pensar de todo esto, pero tengo la impresión de que no hay fin. En las casas privadas sí que lo hay, por la cuenta que trae a los obreros, pero las obras públicas son otra cosa y se suceden misteriosamente en una cadena de "chantiers" que sólo puedo atribuir a la ineptitud o a la connivencia de quienes están detrás de ellos. Vale, yo no tengo ni idea de estas cosas, fuera de algunas reformas que me ha tocado hacer en casa, pero algo pinta mal cuando pasan meses y más meses, y aquello sigue avanzando con una parsimonia inexplicable.
Pasa en los mejores municipios, como el mío, que se supone que es uno de los mejor gestionados de la región, fuera de las prédicas populistas de otros. Tres años, tres, les ha costado finalizar un camino semiforestal, el Crabbegat, donde, la verdad, fuera de cambiar adoquines de sitio, no tengo demasiado claro qué han terminado por hacer, y dónde estaba el peligro para el peatón que transitara por allá. Vale, puede que hubiera peligro para la conservación del propio camino, pero tres años es demasiado desde cualquier punto de vista.
Ahora, por fin, ya está abierto y, ya que he mencionado el Crabbegat, quizá no sea una mala idea recorrerlo, no de estranjis y esquivando vallas y, ejem, "chantiers", sino por las buenas, como un paseante cualquiera.
Eso será lo que haremos en una próxima entrada, pero hoy es un día muy especial y los oficios de Viernes Santo comienzan pronto, así que me toca salir de casa, que se me hace tarde.
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