lunes, 14 de septiembre de 2015

Y vuelta la burra al trigo

Y vuelta la burra al trigo.

El verano, finalmente, ha terminado y con él las vacaciones. Los exámenes que tuve en septiembre pasaron igualmente, y mejor de lo que me había merecido por lo poco que terminé por estudiar. Y ya estamos en Bruselas, dispuestos a darlo todo, con carácter y temperamento, por la patria. Una patria. La que sea.

Bromas aparte, el primer día tras haber desconectado del trabajo es un tanto particular. Uno se encuentra como fuera de sitio, acostumbrado a mirar al cielo y encontrarlo limpio y azul, con un sol de justicia brillando sobre nuestras cabezas, mientras que Bruselas es... otra cosa.

Como me había tomado libre la mañana, salí de casa al mediodía para ir al trabajo. El cielo estaba ligeramente nublado, pero parecía que se estaba aclarando, así que me acerqué a mi bicicleta, hinché las ruedas, metí mis cosas en el portaequipajes, la saqué de casa, y ¡hala! al trabajo.

Todo iba bien, e incluso algún rayito de sol iluminaba los quince grados raspados de temperatura ambiente. De repente, y en cosa de medio minuto, el cielo se oscureció como por arte de magia y un diluvio cayó sobre mí. Sí, claro, también sobre cualquier otro que estuviera en la calle, pero vamos a limitarnos al damnificado que escribe esto.

A los quince segundos, sin darme siquiera tiempo a pensar dónde tenía el impermeable, ponérmelo era ya inútil, hasta tal punto estaba calado. Supongo que son las consecuencias de la falta postvacacional de reflejos. El caso es que llegué al trabajo chorreando, maldiciendo mi mala fortuna y, de paso, la ciudad, el país, a Godofredo de Bouillon, a Felipe el Bueno y a todo quisqui que hubiera contribuido a establecer una ciudad precisamente allí, habiendo sitios en la provincia de Murcia.

Me metí por la puerta del garaje del trabajo, y un guarda de seguridad que debía ser nuevo me miró de arriba a abajo, a mí y al charco que iba dejando al pasar, miró mi pase, comprendió al ver mi nombre y, sobre todo, mis dos apellidos, que no era de allí y, yo diría que con un pelín de retintín, dijo:

- Welcome to Belgium!

Me contuve y no lo estrangulé, pero, claro, con cosas así uno comprende por qué este señor trabaja de guardia de seguridad, y no en atención al cliente.

Pero habían quedado algunas cosillas pendientes de antes de las vacaciones y, en efecto, la más crucial son las obras que estamos haciendo en la casa que hemos comprado. Pero eso le toca a la siguiente entrada.

2 comentarios:

José Manuel dijo...

Ayer llegó un compañero de trabajo de sus vacaciones. 15 días mejorando su inglés en Brístol.

-¿Y qué tal está Brístol?
-¿Ves como está el cielo ahora? (Señalando a la ventana, ayer, en medio de una "ciclogénesis explosiva").
-Si, claro.
-Pues así todos los días.

Alfor dijo...

José Manuel, el inglés no sé si lo mejoraría, pero seguro que aprecia mucho más España. Para eso sirven muchos viajes al extrajero. :-)