lunes, 26 de noviembre de 2012

El maestro Juan Martínez

Mi abuela me contaba, cuando yo era pequeño y ni se sospechaba que fuera a pisar Rusia algún día, pero se sabía positivamente que me gustaba la historia, que en la herencia de su madre, mi bisabuela, había un libro que se había publicado por fascículos sobre un bailarín español que había pasado la guerra civil rusa y que contaba cómo fue aquello. "Aquello sí que fue duro, más incluso que lo nuestro", decía mi abuela. Teniendo en cuenta que mi abuela se convirtió en viuda de guerra, que en guerra pasó las de Caín, y que se libró por los pelos del paseo y de dejar huérfana del todo a mi madre, el libro le tuvo que impresionar bastante.

Sin embargo, a continuación, mi abuela se lamentaba de que los coherederos habían hecho desaparecer el libro, y que por eso no podía pasármelo a mí, su nieto y ahijado. Por las fechas, debió ser la edición prínceps de 1934 la que formaba parte de la herencia; en las décadas siguientes, el autor debió tener problemas para imprimir sus obras en España, pues se trataba de Manuel Chaves Nogales, un periodista sevillano de izquierdas bastante incomprendido por toda la España de entonces, y la de después, que se exilió al comenzar la Guerra Civil española.

Con los años, sin embargo, pude leer el libro, en las ediciones posteriores a 1975, cuya portada aparece en la imagen que ilustra esta entrada. Narra las aventuras (mejor dicho, las desventuras) de una pareja de bailarines de flamenco que, en 1917, tienen dificultades para conseguir contratos, en plena Primera Guerra Mundial, y les dice que Rusia está muy bien y que la guerra ni se nota y que hay contratos a mansalva. Eso es dar un buen consejo, ¿verdad? El resultado es, como sabemos los que tenemos la ventaja de vivir en el futuro, muy diferente al prometido, y los dos bailarines, Juan y Sole, van dando tumbos de mala manera durante los seis años siguientes, por Moscú, San Petersburgo y, la mayor parte del libro, Kíev, pasando hambre, temiendo por su vida y llevando, en suma, una vida de lo más desastrada, hasta que en 1923 consiguen salir del país.

En estos seis años, Juan Martínez, el protagonista, blasona de que llega a hablar ruso igual que los mismos rusos. Para los que llevamos algún tiempo más en el país del que él llegó a estar, no es difícil encontrarle, sobre todo en la transcripción de nombres, faltas que ponen a las claras que, como casi todos los españoles, Juan Martínez es de lo más optimista cuando juzga su propio dominio de los idiomas.

A pesar de eso, el libro es interesantísimo para los que estén atraídos por la Historia contemporánea rusa. Eso sí, no es un tratado de Historia de la Guerra Civil rusa, sino una narración de las peripecias de la pareja protagonista, en plan muy personal, en las que aparecen bolcheviques, blancos, independentistas y polacos, y todo tipo de personajes, la mayoría de los cuales está retratada de forma bastante negativa. Y no es para menos, teniendo en cuenta la que estaban montando y cómo se estaban cargando el país.

Sin embargo, lo que más me impresionó del libro fue el momento en que Juan Martínez y Sole, ya hacia el final de la obra, abandonan el país con rumbo a Estambul, en un barco donde se han colado sobornando a diestro y siniestro con sus últimas joyas. Juan Martínez llora porque deja Rusia y sabe que no volverá, y eso que lo ha pasado de purísima pena y ha estado más de tres y más de cuatro veces a punto de quedarse allí de cuerpo presente. Y eso es así y prácticamente todos los que han abandonando Rusia así lo atestiguan: por pésima que sea la calidad de vida (lo sigue siendo, aunque menos que antes), Rusia engancha de alguna manera, y todo el que ha pasado por aquí echa de menos el país, aunque casi nadie sea capaz de decir exactamente por qué. Bueno, los que salen de marcha y ponen cara de periscopio en las discotecas saben perfectamente qué echan de menos, pero no me refiero a eso.

No digamos yo, que no tengo queja alguna de la vida que he estado llevando estos últimos años, con todos los líos que hay, y que si salgo del país es porque... porque ya toca, supongo, asuntos laborales aparte, que no vienen al caso y que, como sabe todo el que ha seguido esto, no forman parte de la temática de esta bitácora.

Así que veremos qué hago yo cuando suba al avión, porque, si Juan Martínez, que casi lo matan, llora como un niño cuando sale del país, no sé qué voy a tener yo, que entré con las manos en los bolsillos y salgo bastante mejor que cuando entré.

Pero eso, me temo, que lo sabré al final de esta semana. No antes.

4 comentarios:

Andriey dijo...

Interesante libro y para mi sorpresa disponible en el catálogo de la biblioteca pública (nunca encuentro lo que busco). Tomo nota. gracias

Sergio dijo...

Felicidades por el libro. Ya de paso puede aprovechar y buscar la biografía de Belmonte del mismo autor, que no tiene que ver con Rusia, pero es una joya.
Un saludo

Anónimo dijo...

"Así que veremos qué hago yo cuando suba al avión"

De las entradas anteriores del blog sólo puede obtenerse una conclusión: ¡dureza!

Alfor dijo...

Andriey, ya verá como le gusta. Es conveniente haber repasado un poco la historia de la guerra civil rusa en la parte europea, pero de todas formas es un libro muy interesante.

Sergio, bienvenido. En cola tengo su libro sobre la guerra civil, pero esta vez la española: A sangre y fuego. A ver si luego voy por la biografía de Belmonte, ya que viene tan bien recomendada.

Anónimo, ¡que ése era Kúkoch!