miércoles, 10 de octubre de 2012

Gostis (y IX): en el Pato Hambriento

Mis gostis querían ir al Hungry Duck, y resulta que el Hungry Duck, en sus buenos tiempos (y aquéllos lo eran), era la discoteca más desfasada de Occidente. Así se anunciaba, y probablemente no le faltara razón.

Aquello era la repera. Valía literalmente todo. Te podías encontrar allí mujeres absolutamente despelotadas, parejas (o tríos, o cuartetos) en arrebatos súbitos de pasión erótica, sexo en grupos masivos, trozos de carne tirados por el suelo apenas cubiertos por ropa y supurando alcohol por todos los poros. El Hungry Duck era la quintaesencia del Moscú de los segundos noventa, totalmente carente de normas morales que no fueran más allá de desfasar más y más aún. Y los martes, para que el negocio no les bajase en esos aburridos días de entre semana, los dueños montaron las "Ladies' Nights".

Las "Ladies' Nights" tenían un mecanismo muy sencillo. A eso de las siete de la tarde se abría el garito, pero sólo se dejaba entrar a mujeres, que además tenían barra libre. Ni un hombre dentro. Durante un par de horas, una jauría de mujeres estaba dentro del bar bebiendo gratis. Después se dejaba entrar a los hombres (éstos sí, pagando), que se encontraban dentro con una recua de mujeres marchosas y medio borrachas (o sin el medio). No veo necesidad de describir lo que podía pasar a continuación, y más teniendo en cuenta que en Moscú, y más concretamente en aquel lugar, los límites, si los había, estaban lejísimos.

Llegó el segundo milenio, y con él Putin y los suyos. Alguien debió percatarse de que, si no ponían coto, aunque fuera un poquito, al desmadre que era Rusia entonces, no sólo es que no la iba a reconocer ni la madre que la parió, es que se iba a convertir en la Tailandia de Europa. Y las cosas fueron cambiando un poquito, a Putin comenzó a vérsele en público con el patriarca Alejo, que tendría sus cosas, sí, pero que era la única referencia moral aprovechable que había disponible.

El Hungry seguía funcionando. Al parecer, un diputado de la Duma fue llevado allí de forma más o menos casual y lo que vio le hizo flipar en colores. En la Duma comenzó a hablarse del Pato, lo cual indudablemente era una buena publicidad y en casi cualquier otro país hubiera sido beneficioso para su popularidad, pero en Rusia las autoridades son únicas para el hostigamiento a un negocio y, efectivamente, el Pato fue hostigado hasta caparlo. Últimamente ha abierto de nuevo en un lugar diferente, y este verano he pasado un par de veces por la puerta y hasta he estado a punto de entrar a ver cómo se lo habían montado, pero me rajé.

Aquella noche, no.

Kúkoch, destrozado después de la orgía compradora en el mercadillo de cedés, decidió quedarse en casa. Manolo y Spassky sólo querían salir un rato y Tortajada decía que también, así que la noche prometía ser pacífica. Para hacer tiempo, Tortajada pilló una botella de whisky que no sé de dónde salió (en Rusia, parece que el alcohol surge por arte de birlibirloque) y se puso a darle algún tiento.

- Ayayay - dijo Spassky.
- ¿Qué pasa? - le pregunté.
- Que Tortajada está bebiendo... y tú no sabes cómo se puede poner cuando bebe.
- Pero si es un probo funcionario municipal... una persona intachable. Por muy chiflado que se ponga, nunca será incontrolable.
- Tú no lo has visto.

No le hice mucho caso.

El Hungry Duck estaba en Kuznetzky Most, prácticamente a pie de metro, y a dos paradas de metro de donde vivía yo entonces. En el breve paseo de casa al metro ya empecé a percibir algo extraño.

- I believe in Chiquito... ¡Viva! - decía Tortajada, mientras le daba otro tiento a la botella.

Me rasqué un poco la barbilla.

- ¿Lo ves? - me decía Spassky, mientras Manolo se compraba un helado en el quiosco más cercano.
- Bueno, si sólo es esto...
- Ya verás.

Llegamos al Pato, y entramos sin muchos problemas, tras pagar los cuarenta rublos de entrada. Hoy, cuarenta rublos son un euro; entonces un rublo equivalían a veinticinco pesetas, con lo que, más o menos, un euro venían a ser seis rublos. Unos seis euros era la entrada. Manolo, Spassky, Tortajada y yo entramos, apartando las densas nubes de humo que había por allí.

El Pato era pionero en muchas cosas, pero una de ellas era que todo el mundo podía hacer lo que le diera la real gana, sobre todo si lo que le daba la gana era bailar en la barra. El Pato tenía una barra que formaba una circunferencia (bueno, más bien una elipse, pero nos entendemos), en cuyo centro había dos mesas. Una de las mesas era donde los camareros servían bebidas, porque la barra estaba llena de gente bailando y, claro, allí no se podía trabajar. En la otra mesa bailaba una chica desnuda, salvo un minúsculo tanga. Esa chica había sido contratada por el local para enardecer al personal y, de hecho, conseguía que muchas chicas se desinhibieran totalmente. Bueno, o al menos parcialmente.

- I believe in Chiquitoooooo! - decía Tortajada, que ése sí que estaba totalmente desinhibido.

Los cuatro nos pusimos a bailar sobre la barra, aunque nos costó bastante encontrar sitio. No bien nos hubimos subido los cuatro, cuando Tortajada dio un brinco, que en su estado nadie hubiera sospechado que fuera capaz de dar, y apareció en la mesa del centro, bailando junto a la chica de las tetas al aire.

Yo creo que le salvó que llevaba gafas y cara de panoli. Un... ejem... camarero, vestido de negro, fornido y con el pelo al centímetro, se le acercó, indudablemente indicándole que si quería bailar tenía la barra, como todo el mundo, y que dejase en paz a las go-gos.

Tortajada dio otro salto, pero se equivocó de lado de la barra y apareció en el lado opuesto al nuestro. La cosa se ponía complicada. Nosotros seguíamos bailando como si tal cosa, pero Spassky no perdía ripio de lo que pasaba con Tortajada.

Tortajada se dio cuenta de que se había ido al lado contrario, y se puso a hablar con el "camarero" que le había reprendido, para que le dejase volver a nuestro lado pasando por la mesa del centro. El "camarero" negó vehementemente con la cabeza, pero, en cuanto se dio la espalda, Tortajada dio un saltito y apareció otra vez bailando junto a la go-gó. Y esta vez incluso parecía que estaba a punto de manosearla un poco.

El camarero segurata se dio la vuelta y se encaró con Tortajada con ganas de dejarle muy clarito quién mandaba allí. Por una inspiración inesperada, Tortajada dio otro saltito y apareció en un tercer lado de la barra, esquivando al camarero. A su lado había bailando una chica, bastante desinhibida, tanto, que prácticamente tenía las tetas fuera. Aparte de las tetas, que la verdad es que imponían bastante, el aspecto del resto de la chica era poco atractivo, por no decir de adefesio completo, pero Tortajada ya estaba más allá de todo eso y empezó a bailar a menos de diez centímetros de ella, y acercándose cada vez más.

La tetuda no parecía oponerse al asunto. De hecho, parecía estar en un estado etílico en todo semejante al de Tortajada, con lo que incluso hacían buena pareja. Sólo faltaba que Tortajada perdiera las gafas para que se concentrara únicamente en los pechos, que muy miope tenía que ser para no verlos, y no pudiera ver el resto de la chica, que quizá le hubiera disuadido de estar por allí. Lo malo fue que la tetuda estaba allí con un maromo, y con un maromo inmenso, de los que necesitan varios espejos de cuerpo entero para verse del todo. El maromo, todo hay que decirlo, estaba tan ebrio como los otros dos, y quizá como los otros dos juntos, pero debía ser de esa subespecie a la que le da la borrachera violenta.

Tortajada corría peligro, y esta vez no le iba a salvar la cara de panoli, ni las gafas. El maromo estaba ya a su lado con ganas de enviar a Tortajada a varios metros de allí de un soplido, cuando apareció Spassky, que se había abierto paso trabajosamente entre la barra, se interpuso entre el maromo y nuestro amigo, y le dijo al maromo que tuviera compasión de los funcionarios municipales españoles en estado de embriaguez. Antes de que el maromo tuviera tiempo de apartar de un manotazo a Spassky, éste ya había logrado separar a Tortajada de la tetona y traérselo junto a nosotros, para alegría de Manolo, que hacía tiempo que no le daba un abrazo.

Tortajada no estaba conforme del todo, y lo cierto es que conseguía no quitarle ojo, simultáneamente, a la go-gó de la mesa del centro y a la tetona. Supongo que son las ventajas que tiene ser bizco. Así que, ni corto ni perezoso, dio un brinco, cayó sobre la mesa central, tropezó con la go-gó, no sé si adrede o sin querer, cabreó al camarero segurata, dio otro brinco, aterrizó junto a la tetona, sorprendió al maromo, que por poco no se cae de la barra, se abrazó a la chica, le dijo no sé qué ni en qué idioma, y luego empezó a dar vueltas alrededor de ella. Era difícil hacer más en los diez segundos que duró todo esto.

Tortajada estaba consiguiendo algo que parecía imposible: que echaran a alguien del Hungry Duck, y que ése alguien fuera él. Es más, durante varios años he estado presumiendo de amigo original.

- Y soy amigo de Tortajada, que estuvo cerca de ser expulsado del Pato.
- Eso es imposible - decían todos.

Finalmente, Spassky se encargó de apartar al maromo de las inmediaciones de Tortajada, mientras yo me encargaba del segurata y le prometía que no volvería a ocurrir algo así, y la go-gó se apartaba de la mesa, porque ya había bastante gente semidesnuda y no hacía falta caldear más el ambiente; la misma tetuda había pocas prendas de las que se pudiera desprender, y había algunas mujeres más igual de desprendidas que, para mi gusto, estaban de mucho mejor ver que la de Tortajada, pero esto sólo corrobora que los gustos de Tortajada y los míos eran diferentes.

Como el segurata ya nos había pillado ojeriza, y hay enemistades que es mejor no cultivar, decidimos ir saliendo de allí poco a poco.

- Venga, Tortajada, que nos vamos.
- ¡No! ¡No! I believe in Chiquito! In Chiquito! ¡Yo me quedo!
- Bueno, tú verás, pero nos vamos al Papa John's.

Entretanto, la tetuda había caído de la barra, cargada con el peso etílico que gravitaba sobre su cabeza, y yacía semiinconsciente sobre una mesa, al otro lado de la barra.

- ¿Y qué hay en el Papa John's?
- ¡Bah! No te interesará... Todos los sábados, a la una de la madrugada, hacen un concurso de camisetas mojadas, y luego subastan la camiseta.
- ¡Vamos al Papa John's! I believe in Chiquitoooooo...!
- Que sí, que ya lo sabemos...

* * *

Bueno, así era Moscú en los salvajes noventa. Y la verdad es que no ha cambiado demasiado. Es menos basto, si se quiere, y lo que sí es es muchísimo más caro.

Los gostis se fueron al día siguiente por la tarde. Kúkoch, Manolo, Spassky y Tortajada, éste último con un notable dolor de cabeza y una afortunada amnesia etílica, tomaron la derrota de España. Mi novia volvió de Tallin al día siguiente, justo el famoso 17 de agosto de 1998 en que el rublo se devaluó un 400% y los felices años noventa acabaron de golpe; todavía siguió siendo mi novia unos cuantos meses más, sin traumatizarse mucho por la escena de los gostis quitándose los pantalones al llegar a su casa, pero finalmente dejó de serlo.

Y así termina el recuerdo que esta bitácora ha dedicado a esos personajes entrañables, los gostis, con unas lagrimitas en su despedida, porque nos hemos acostumbrado a ellos y porque, aunque es verdad que, mientras los tenemos cerca, dan mucho por saco, cuando se van dejan un vacío muy grande y se les echa de menos.

Y ahora, a por el siguiente asunto, retomando un tema anterior ¿Es Rusia una unidad de destino en lo universal?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Oh... tenía escrito el comentario y se me ha borrado... que mal sienta esto...

Nada Alfor Saludos,
Lluis

Anónimo dijo...

Bueno que lo que había escrito era que este tipo de cosas me dan envidia y nostalgia ahora que ya no viajo nunca, bebo poco... en fin para tirar a la basura... y me dedico a trabajar y descansar... buahhhhhh
En fin.. oye Alfor ayer me dijeron que hay dos vuelos diarios de Moscú a Vietnam que les mola mucho... ¿?

Alfor dijo...

Lluis, envidia, no sé. Nostalgia, un poquito. Lo de beber poco, yo nunca he bebido mucho y se pasa mejor.

Y de Vietnam, lo siento, pero no tengo ni idea. En realidad, lo suyo es Dubai, Sharm-el-Sheikh o Anatolia.

Miguel dijo...

Buenísima entrada Alfor,

No conocía el pato, quizás me hago eco porque la historia del sitio tiene tela.

Un saludo!

kevinvives dijo...

Vaya! impresionante! gracias por el artículo y por la página.

Saludos!