jueves, 25 de octubre de 2012

En el centro de conservación de expats

Alfina y yo nos dirigimos en nuestro coche al centro de concentración de expats, en el noroeste de Moscú. Los centros de concentración de expats de Moscú (básicamente son dos, en el resto también puede haber chusma) están pensados para impedir la entrada en ellos de microorganismos y otros elementos patógenos procedentes del exterior. Bueno, o no, pero lo parece, porque es atravesar la barrera de entrada y parece que uno se encuentra en otro país, cuando no en otro continente.

Los centros de concentración de expats están vallados concienzudamente para hacerlos estancos. No estoy muy seguro, pero incluso me pareció que el coche quedaba automáticamente limpio cuando accedimos al centro. Al salir debió ensuciarse otra vez.

La fiesta a la que fuimos estaba llena de hispanoamericanos, la práctica totalidad de los cuales venía con sus mujeres. Conocíamos a varios de entre ellos, y nos pusimos a hablar con algunos. Por si hay alguna duda sobre el tipo de hispanoamericano que entra en la categoría de expat (expat fetén, si se quiere), diré que Chávez o Kirchner pierden bastante el tiempo si hacen campaña electoral entre ellos. Castro, debido a las peculiaridades de su régimen político, directamente no hace campaña electoral, pero tampoco tendría demasiado éxito entre esta categoría de expat. Muchos de ellos trabajan en multinacionales con sede en Estados Unidos, todos ellos dominan el inglés y llevan su vida profesional entera alternando períodos de tres años en distintos países.

Un grupo específico es el de hispanoamericanas (perdón, creo que el término técnico para referirse a ellas es "damas latinas") casadas con ejecutivos anglófonos. Es curioso que prácticamente ninguna de ellas trabaja, pero también hay escalafón jerárquico entre ellas, cual es el que tengan sus respectivos maridos. Cuando digo que no trabajan no estoy denigrando el trabajo doméstico, en absoluto: es que tampoco se dedican al trabajo doméstico, al menos no al más básico, porque la totalidad de ellas tiene servicio. Y es que, lo que es pasta, no falta.

En estas circunstancias, y aunque nos encontrábamos en un casoplón con jardín, digno de "El show de Truman", absolutamente impecable y con una mesa lleva de viandas de lo más apetitoso, uno se rasca un poco la cabeza al darse cuenta de que no tiene demasiadas cosas en común con los demás invitados. Y que comienza a notarse demasiado.

La culpa es de Alfina, porras. Alfina incumple varias características fundamentales de la mujer de expat fetén. Alfina trabaja y tiene un puestazo ella, no su maridín, que es chusma (no sólo por vocación, que también, sino precisamente por tener una esposa que trabaja); Alfina habla ruso; Alfina tiene cosas que hacer; es más, tiene muchas cosas que hacer; Alfina no tiene catorce horas al día para decidir qué hacer con ellas.

Pero eso, con ser malísimo para aspirar al puesto de expat fetén, no es lo peor, no.

Alfina y yo habíamos intentado entablar conversación por separado con algunas personas, y la cosa había ido razonablemente bien, pero sólo razonablemente. En un momento de la fiesta, ya habíamos pasado de estar separados y estábamos juntitos metiéndonos en el coleto un trozo de quiche, cuando se acercaron al plato dos mujeres bastante jóvenes, morenas, con el pelo largo y negrísimo y vestidas de blanco inmaculado.

- Y usted, ¿dónde trabaja?

Se lo dijimos. Primero yo, hasta ahí bien, y luego Alfina. Las dos mujeres ya se miraron al darse cuenta de que Alfina trabajaba, pero igual pensaron que era algo temporal.

- ¿Y hablan ruso?
- Si, hablamos. Bueno, Alfor dice que tengo un nivel de supervivencia avanzado - dijo Alfina.
- Qué va, eso es broma. Habla muy bien - intervine.
- ¿Y dónde aprendieron?
- Yo, en Valencia. Sabía un poco cuando vine aquí - dije.
- Yo ya aprendí aquí - dijo Alfina, supongo que recordando su título del Instituto Pushkin.
- Ah, pero ustedes ya llevarán algún tiempo aquí.
- Algún tiempo sí que llevamos, sí: quince años.

Ay, madre.

Las dos mujeres abrieron mucho la boca. Mucho. Acababan de descubrir la existencia de personas que estaban más de tres años en Rusia ¡y se les habían colado en el centro de conservación de expats! Igual incluso habían traído algún bicho de fuera.

- ¡Quince años!
- Sí, sí, quince.

Lo peor para ser expat fetén no es tener una mujer que trabaje y hable ruso sin ser rusa, ni siquiera hablar ruso tú mismo: lo peor es llevar una eternidad en el país. Para compensar esa losa, realmente tienes que tener un puestazo de aúpa; tienes que ser presidente de BP, por lo menos (bueno, quizá BP sea un mal ejemplo ahora mismo).

- ¿Y tienen hijos?
- Síiiii - dijo Alfina, cayéndosele la baba, como siempre que habla de Abi, Ro y Ame -. Tenemos tres.
- ¿Y a qué colegio los llevan?
- Bueno, pues van a un colegio ruso.
- ¿A un colegio ruso? - y las dos mujeres pusieron una cara de extrañeza infinita, como si les estuviera hablando de ufología. Como si no creyeran en la existencia de colegios rusos.
- Sí, es muy bueno y estamos muy contentos con él.
- Aaaahhh... - dijeron las dos mujeres mientras se apartaban discretamente.

Cuando nos acabamos la quiche, nos movimos hacia otra parte del salón, y vimos a una mujer de unos treinta y pocos años de ojos y tez claros y vestido algo más discreto. Estaba en un grupito que hablaba inglés y donde estaba un señor alemán con quien había estado yo charlando antes, y que ya llevaba nueve años en Rusia. Me vino bien para quitar las telerañas a mi oxidado alemán, cosa que podría hacerme mucha falta próximamente. Ah, y se me olvidaba: si eres alemán, puedes estar en Rusia todo el tiempo que quieras, porque siempre serás expat fetén. No sé cómo lo hacen los alemanes, pero es así. Supongo que es la puñetera imagen-país.

Llegamos al grupito, nos pusimos a hablar en inglés con los otros y, después de un rato, quien más quien menos se puso a sacarse una foto y nos quedamos Alfina y yo charlando con la chica.

- ¿Y usted de dónde es?

Nos miró con duda, como si no supiera bien si confesarlo o no, y dijo muy bajito:

- Soy rusa.

¡Halaaaaa! ¡Una rusa en el centro de conservación de expats!

- Ah, bueno, pues casi que podíamos seguir en ruso.
- Ah... vale... - añadió algo confusa. Se ve que hacía tiempo que no lo hablaba con adultos.

Resultó que era la segunda esposa del alemán y que eran los vecinos de al lado. Es curiosa la abundancia de "segundas esposas" entre los expats, fetén o chusmeros, pero ésa es otra historia.

- Vaya, vaya... y qué tal ¿Habla alemán?
- No, pero lo entiendo casi todo. Cuando estoy con la familia de Herbert nos entendemos bien.
- ¿Y tienen hijos?
- Bueno, Herbert tiene uno mayor con su primera mujer; yo tengo dos. Lo malo es que soy de Siberia y no tengo familia en Moscú.
- ¿Y qué edad tienen los niños?
- Ocho y seis años.
- Ah, vaya, ya van al colegio.
- Sí, van al colegio del "compound", en inglés.
- Pero hablarán ruso también, ¿no?
- Claro, hablan conmigo.
- Y en el colegio, ¿no?
- No.
- ¿No?
- En el colegio hablan inglés.
- ¿No tienen clase de ruso? - pregunté extrañado.
- Sí, pero es voluntaria, a última hora de la tarde.

Vaya. Toma educación multilingüe.

La gente pasaba cerca de nosotros, y alguno hizo ademán de meterse en nuestro grupo, pero entonces se daba cuenta de que estábamos hablando una jerigonza desconocida y se alejaban espantados. No estoy seguro, pero puede que alguno se santiguara.

No tardamos mucho más en irnos del "compound", pero es que se hacía tarde. A veces tenemos la impresión de que vivimos en una jaula de oro y fuera de la realidad. Je. Lo nuestro no es nada...

6 comentarios:

Alfina dijo...

¡¡¡no tengo minutos!!!

Miguel dijo...

Que grande,

Por tu descripción del trabajo de alfina y el tuyo propio me estoy haciendo una imagen tuya de "caballero latino" , jajaja

Por cierto, de donde viene que tantos rusos sepan hablar el nimitski? Es por el tema prusiano o por la guerra? Que hablen inglés he encontrado pocos pero alemán un porrón...

Fernando dijo...

Como he dicho en el anterior post, una catetez; y lo de la clase voluntaria de ruso me parece un desprecio muy anglosajón a todo lo que no sea cultura anglosajona.
Intentando responder a Miguel, supongo que el motivo será de relación histórica porque viene de antiguo. Cuando el Ejército Rojo entró en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial a muchos alemanes les sorprendía el elevado porcentaje de soldados rusos que hablaban el alemán (aunque no llegaron para practicar idiomas precisamente).
Saludos
PS: en relación a tu respuesta del anterior post, ¿cuáles son esas relaciones públicas del "amigo" Mas?

Anónimo dijo...

A ver si al empaquetar la caja número 80 me regalan un vale para visitar un expats de esos... Y alguna amable dama me indica como librarme de la mudanza siguiente... Que de esta ya llegamos tarde.

Un abrazo a los dos. Nos vemos en "Gmünd!

Alfor dijo...

Alfina, no será en el teléfono, espero, que ya sólo te falta llevarte los de tus hijos. :)

Miguel, además de lo que dice Fernando, el alemán ha conocido tiempos mejores que los actuales, y antes de 1939 era la lingua franca de toda la Europa Centrooriental, y desde luego la lengua científica que sucedió al latín de todas las universidades al oeste del Rin. En la Unión Soviética, que no en vano tenía un país germanófono (pero ninguno anglófono) de su lado del telón, esta situación perduró algún tiempo más, pero (por desgracia para los que preferimos el alemán al inglés) está cambiando muy rápidamente.

Fernando, más que anglosajón, el desprecio habría que llamarlo "occidental". En cuanto al amigo Mas, esta misma semana lo verás en Moscú, haciendo gala de estructuras de Estado.

Kuzunónima, con pasta no hay mudanza mala del todo. La palabra mágica que utilizan estas damas es "subcontratación" o, en cristiano, "que lo haga otro, no importa lo que cobre".

Veo que no habéis cambiado el Lippe por el Spree ¿Qué río pasa por Gmünd?

javier dijo...

En la época soviética ¿No era el francés el idioma más promocionado como segunda lengua entre el grueso de la gente? todavía me acuerdo de las Olimpiadas de 1980, donde los rótulos de los países iban en cirílico y en francés...