jueves, 1 de diciembre de 2011

La soledad del corredor de fondo (VI)

Hasta ahora, la ruta ha discurrido por lugares razonablemente bonitos encajonados entre árboles y edificios, pero ahora la cosa va a cambiar. El curso del río Moscova abre un espacio de no menos de cuatrocientos metros entre los edificios de la parte derecha y los de la izquierda, lo cual da una perspectiva distinta al panorama... y elimina cualquier abrigo frente al viento.

A estas temperaturas, que rondan el punto de congelación, el viento es particularmente incómodo. No es que sea nunca un buen aliado, pero aquí molesta, y más con la perspectiva de cinco kilómetros teniéndolo de cara. Aunque el río Moscova, a su paso por el centro de Moscú, forma un curioso semicírculo, no deja de ser un semicírculo lo suficientemente abierto para dar vía libre al viento.

Si hasta ahora el eterno tráfico de Moscú había estado ausente del periplo, a partir de ahora lo tendremos al ladito mismo de nosotros. Las vías que flanquean el río son de las arterias de comunicación más importantes de Moscú, y no hay momento en que no haya tránsito por ellas, y más a la altura del Kremlin. Y, después de todo, ya no son las siete de la mañana, sino las ocho y media pasadas, momento en que buena parte de la ciudad ya está en marcha.

Básicamente, los cinco kilómetros van a unir edificios religiosos, dos de los cuales (Novospassky y las catedrales del Kremlin) se salvaron por los pelos de la piqueta bolchevique, y el tercero, que no se salvó, fue reconstruido después. Es la catedral de Cristo Salvador.


Al principio de la Biblia (Gn, 1, 4), se dice que Dios separó la luz de las tinieblas. En Moscú, en noviembre, no parece sino que Dios se haya olvidado de separarlas y las mantiene mezcladas, en un color gris plomizo permanente que no es día ni noche, como para hacernos recordar a los humanos que las tinieblas están ahí, confundidas con la luz e infundiendo confusión.

A lo largo del camino, uno se va encontrando con algún pescador que se supone que pescará algo, pero desde luego no es el mejor lugar para relajarse. Más adelante se ven grupos de gente que, simplemente, van hablando. Alguno hay que está girado hacia el río, dando la espalda a todo el que pasa, con las piernas algo abiertas y con un curioso chorrillo que discurre entre ellas y que prefiero no mirar. Y también, por primera vez, veo a un corredor en dirección contraria a la mía y al que saludo, aunque no conozco de nada, y que me devuelve el saludo.

A lo lejos, se ven los edificios de Moskvá-City, esos cuatro rascacielos megalómanos que son como las nuevas torres de Babel del siglo XXI. Aunque el recorrido no llegará hasta allí, de alguna manera se echan de menos las casas bajas de la calle Goncharnaya o del anillo de los bulevares.



Y llegamos a Cristo Salvador, momento en que ya dejamos el río y subimos por la otra parte del anillo de los bulevares. Dejamos a la izquierda la Ostozhenka y la Prechistenka y, en general, la zona que se ha ganado el mote de "milla de oro", por lo caros que son los alquileres.

En el bulevar Gogolievsky, los obreros han comenzado a trabajar cansinamente. Uno trabaja, sin muchas ganas, cuatro miran cómo lo hacen, y supongo que alguno terminará por relevar al primero.

A la altura del viejo Arbat, la primera calle peatonal que hubo en Moscú, y una de las poquísimas que sigue habiendo, decido meterme por allí, más que nada para prolongar un par de kilómetros la ruta. A esta hora apenas hay nadie, sobre todo si llueve. Pero, los días que he corrido por aquí sin llover, ya estaban los vendedores montando los puestos de libros, de discos, y los alquiladores de bicicletas trucadas haciendo malabares con las mismas para pescar a algún incauto.

Un poco más adelante, tras cruzar el nuevo Arbat por el paso subterráneo, se llega a la Nikitskaya y enseguida a una de las zonas más recorridas, cual es el bulevar Tverskoy, lugar imprescindible para ver, a la luz de los carteles que lo pueblan, si tenemos algún músico acabado nuevo en el panorama artístico internacional.

Ajá... músicos acabados... cuánto tiempo.

2 comentarios:

keithania dijo...

Es una entrada un poco antigua ya pero hace tiempo que no he podido pasarme por aquí. Vi una cosa que me llamó la atención en Barcelona y que quizás lo puedas adaptar a Moscú: el sightjogging. http://www.sightjogging-barcelona.com

Por cierto, me ha gustado la serie. Ha sido muy buena idea.sterph

Alfor dijo...

Keithania, muchas gracias por el enlace, me ha encantado. La verdad es que las posibilidades de hacer en Moscú lo mismo que el alemán ése en Barcelona son, por desgracia, bastante remotas. Si, para él, Barcelona sólo es "laufbar" de 6 a 10 de la mañana, Moscú sólo lo es, y con muchos matices, de 6 a 9 de la mañana entre sábado y domingo, y los matices se refieren a que el cliente debe estar dispuesto buena parte del año a aguantar temperaturas... bueno, un pelín más bajas que en Barcelona, eso sin contar la lluvia, el hielo y la nieve. Vamos, que no es para nenas.

Pero la idea me gusta. Tomo nota de la posibilidad de hacer itinerarios de carreras.