viernes, 1 de abril de 2011

Infieles

Por la mañana me encontré a una amiga que hacía año y medio que no veía y con la que me he estado comunicando esporádicamente, por teléfono y por fax, por temas laborales. Después de las preguntas de rigor sobre cómo iban nuestras vidas, hablamos sobre nuestras familias.

- Pues mi marido está en plan gruñón y siempre está buscando un culpable por las cosas que pasan. Eso es que ya tiene cuarenta años. Normalmente la culpable soy yo.

Mi amiga también tiene cuarenta años, por lo que está teóricamente en una delicada situación, igual que los dos hijos que tienen juntos, pero se estaba riendo mientras contaba esto, así que supongo que tiene las cosas bien controladas.

- ¿Y cómo está Sonia?

Sonia era una amiga suya con la que he trabajado en alguna ocasión y que, a sus, también, cuarenta y pico años, sigue siendo una belleza. Hace quince, que fue cuando la conocí, hay que buscar otras palabras para describirla, pero mi vocabulario no me da para ello. Se había casado, había tenido también dos hijos y, la última vez que la vi, año y medio atrás, no estaba en su mejor momento anímico. A su marido se le habían ido los ojos detrás de una moza de veinte, su alma rusa (la del marido) se puso a dar gorjeos de alegría y le dijo a su mujer que cómo iba a resistir los gorjeos del alma (rusa). Y se fue de casa con la moza de veinte, tal cual.

- Sonia está bien. Su marido volvió.

- ¿Su alma rusa ya no canta?

- Nooooooo. De momento no. Se ve que le llegó el invierno.

- Pues a ver qué pasa cuando llegue la primavera - y miré por la ventana la tormenta de nieve que estaba cayendo -. Bueno, si es que llega.

- Pues puede que vuelva a cantar. De hecho, creo que probable que vuelva a repetirse. Sonia le ha perdonado sin demasiados problemas, y yo creo que, en estos casos, cuando el marido sabe que, haga lo que haga, tiene asegurado el regreso, igual repite la experiencia.

- Podría ser.

Por la tarde volví a casa. Me encontré con la vecina de al lado, una señora alta y tirando a rellenita que andará por los cincuenta años. El año pasado me hubiera encontrado también a su marido, un tipo bigotudo y taciturno que siempre estaba fumando en la puerta de su casa o haciendo algún trabajillo. Pero eso hubiera sido el año pasado, porque, entretanto, la señora se hartó del marido, que, por lo visto, si fuera de la casa se dedicaba a fumar, dentro a lo que se dedicaba era a beber. La señora echó hace poco al marido con cajas destempladas.

Hasta cierto punto, eso no es sorprendente. El marido era un tipo antipático y poco sociable. Lo sorprendente es que poquísimo tiempo después la mujer tenía un novio que se había echado por internet. Visto el poco espacio que medió entre la salida de uno y la entrada de otro, no sé yo si la supuesta afición a la bebida del marido era una cruz o sólo un pretexto.

Por la noche, nos reunimos los miembros de la familia para rezar a Dios. Rezamos un Padrenuestro, un Avemaría, un Gloria, el Ángel de la Guardia y, luego, cada uno pide lo que quiere. Normalmente, los adultos damos gracias, mientras que los niños piden cosas, y casi siempre piden algo para sí mismos. Pero ese día Ame hizo algo diferente. Cuando ya habíamos acabado todos, añadió algo más, en voz muy bajita:

- ¡Ah, ah! Y también quiero pedir a Dios por Artyom, que su padre entró en su habitación y le dijo que se iba de casa.

Un niño de siete años al que su padre, un buen día, le dice que se va de casa. Los adultos no nos damos cuenta de lo terrible que debe ser eso. Como el marido de Sonia, con dos niños de esa edad, sólo porque su alma rusa se pone a cantar. Los niños sí se dan cuenta de lo que es eso, y el primero Ame, que a sus siete años justitos, como es normal, es rarísimo que en sus oraciones se acuerde de alguien que no sea él mismo. Tiene que haber sido un choque importante para que lo cite, expresamente, cuando ya nos íbamos a dormir.

Hasta cierto punto, Artiom tiene suerte. Alguien ha rezado por él y, quién sabe, quizá el alma del padre de Artiom deje de cantar, si es que ésa es la causa de su separación, y las aguas vuelvan a su cauce. Entrentanto, tenemos un alma cantarina, un matrimonio roto y un niño muy, muy tocado.

4 comentarios:

Babunita dijo...

"Pero ese día Ame hizo algo diferente. Cuando ya habíamos acabado todos, añadió algo más, en voz muy bajita:
- ¡Ah, ah! Y también quiero pedir a Dios por Artyom, que su padre entró en su habitación y le dijo que se iba de casa."

Pues parece que lo están haciendo Vds. muy pero que muy bien!!

Alfor dijo...

Babunita, no siempre estamos seguros de que sea así, pero ese día sí que lo estuvimos.

Anónimo dijo...

Asunto:"la vecina de al lado y su novio de internet".
...y yo que me pensaba que eso de las agencias de contactos de las rusas por internet era una estafa para occidentales despistados...
Ditifet.

Alfor dijo...

Ditifet, yo también lo creía, pero se ve que funci na a nivel interno.