martes, 28 de septiembre de 2010

El monasterio, ayer

El monasterio de San Nilo de Stolobny vivió una existencia plácida, como corresponde a todo monasterio que se precie, entre su fundación y 1917, cuando era uno de los lugares de culto más visitados de toda la Cristiandad. A partir de ahí, las cosas cambiaron pero que muy mucho, como corresponde, también, a toda revolución que se precie.

El año de 1919 los bolcheviques la tomaron con las reliquias en toda Rusia, y al monasterio de San Nilo de Stolobny también le llegó su turno. Todas las cosas de valor susceptibles de ser transformadas en lingotes de metales preciosos o vendidas en el mercado fueron confiscadas sin más. Naturalmente, los huesos de San Nilo no estaban hechos de oro ni tenían el menor valor fuera del que le dieran los devotos, pero los bolcheviques estaban inmersos en una concienzuda campaña de profanación de tumbas, así que abrieron la de San Nilo y esparcieron sus huesos por ahí, como también hicieron con muchos otros santos, entre ellos con San Sergio de Rádonezh, que es posiblemente el más destacado de todos. Incluso lo filmaron en vídeo, supongo que por estar orgullosos de lo que hacían. Sí, hay gente así.

De momento, el monasterio siguió en funcionamiento. En 1927, sin embargo, comenzó una ejemplar ola de arrestos para consolidar el orden soviético y preservarlo de las argucias de los contrarrevolucionarios que, ciegos a la justicia y llevados por su pernicioso egoísmo, no dejaban de maquinar insidias contra el comunismo naciente y resplandeciente. Ello obligó a las autoridades revolucionarias a destinar a prisión edificios destinados previamente a otros usos, y ¿qué uso, a los ojos de las ateísimas autoridades, podía ser más execrable que el monástico? Con lo que en 1927 se les dio pasaporte a los monjes y el edificio se destinó a campo de trabajo para delincuentes menores de edad. Porque, si los padres son delincuentes contrarrevolucionarios, los hijos forzosamente llevan sangre contaminada y deben ser escarmentados ex ante. Si no, luego, todo son prisas.

En 1939, en el resto del mundo pensamos que empezó la segunda guerra mundial. Pero eso fue en el resto del mundo. En Rusia, no hubo tal cosa como segunda guerra mundial. Rusia (la Unión Soviética) hasta 1941 únicamente llevó a cabo benéficas operaciones de extensión de la revolución comunista a petición de las masas obreras de los países sometidos al yugo capitalista. Sólo en 1941 empezó una guerra contra el infame agresor germanofascista (aliado hasta la víspera de la agresión, pero eso es otra historia). Entretanto, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia fueron escenario de campañas militares sólo porque los burgueses capitalistas locales se empeñaban en aferrarse a sus privilegios y a sojuzgar a los trabajadores. Lo de Finlandia no salió bien del todo, pero las demás campañas se tradujeron en la liberación de multitudes incontables de obreros previamente esclavizados y, de paso, en pingües ganancias territoriales para la URSS y -lamentable, pero inevitablemente- de un montonazo de prisioneros polacoburgueses a los que había que colocar en algún sitio. Ese sitio fue, entre otros, el antiguo monasterio de San Nilo de Stolobny.

Las cosas se empezaron a torcer poco después, y había que hacer sitio para nuevos usos. Los molestos prisioneros polacoburgueses fueron, según la versión soviética de lo que pasó, trasladados a un sitio llamado Katyn, donde, siempre según la versión soviética, estuvieron esperando sentados a los alemanes, que ocuparon Katyn en 1941, los mataron a todos y, los muy sinvergüenzas, encima aseguraron que habían sido los soviéticos quienes los mataron en 1940, antes de llegar ellos. Menos mal que, tras la guerra, una comisión soviética (la comisión Burdenko, un señor que aún hoy tiene calles dedicadas por toda Rusia) estableció como verdad incontrovertible que los nazis, y sólo ellos, habían sido los que dieron matarile a los polacoburgueses. Claro que aquello fue verdad sólo entre 1945 y 1990, y luego ya no, pero bueno, eso son minucias para un buen bolchevique.

Desde 1941, los edificios del monasterio hicieron de hospital. En 1945 las necesidades volvieron a ser distintas, así que volvió a su antiguo uso de colonia penitenciaria. Pero, tras la muerte de Stalin, la prisión no fue tan necesaria, así que pasó sucesivamente a asilo de ancianos y, desde 1971, instalación turística. Y doy fe de que como instalación turística la cosa podía tener futuro, porque el lugar es impresionante.

En 1990, las cosas volvieron a su cauce. Para entonces, la mitad de las edificaciones del antiguo monasterio habían sido derruidas. En este estado, el ya tambaleante estado soviético tomó la decisión de devolver el monasterio, o lo que quedaba de él, al obispado ortodoxo de Tver y Kashin, que se encontró con el fregado de qué hacer con las ruinas que les devolvían.

Pero, como se hace tarde, lo veremos en la próxima, Deo volente.

3 comentarios:

Alberto dijo...

¿Escribirás un obituario político de Luzhkov? Hay algunos que no nos conformamos con lo que ponga la Bonet

Alfor dijo...

Alberto, pues buena idea. Voy a aparcar el monasterio por una entrada. El ex-alcalde bien merece un epitafio.

danferesp dijo...

Maestro!

Los bolcheviques lo filmarían todo en celuloide, no?
Ya después se pasaría a video. (o magnetoscopio que diría otro)

Para que veas que te leemos con atención.

Abrazos