lunes, 1 de octubre de 2007

La iglesia oculta (III): tercer intento.


Antes de seguir con las aventurillas por San Petersburgo, y puesto que estoy varado en casa con un trancazo de espanto que me he traído de allí (en fin de semana, por supuesto, maldición), voy a acabar la serie de la iglesita de marras, que ya sabéis que no me gusta, aunque pueda parecer lo contrario, dejar las cosas a medias.

A la tercera fue la vencida. Hace un par de meses, Ame y yo nos plantamos en el caminillo de unos cien metros de longitud que horada el territorio de la destartalada fábrica "Dinamo" y avanzamos entre los paneles de cemento hasta la iglesia que tanto se me resistía.

La iglesia fue fundada con ocasión de la batalla de Kulikovo, la primera gran victoria de los rusos sobre los tártaros, en 1380. Según las crónicas, bajo sus cimientos están sepultados los cuerpos de muchos guerreros destacados que murieron en dicha batalla. Después de la revolución bolchevique fue cerrada, como casi todas las iglesias, pero a ésta le tocó, además, convertirse en sede de uno de los talleres de la fábrica de motores "Dinamo", que desde luego no es la mejor forma de conservar un edificio antiguo. En principio, la idea era echar la iglesia abajo, pero los prácticos dirigentes de aquel entonces pensaron que las paredes del templo eran bien sólidas y que podían aprovecharlo. Los "adornitos" interiores (iconostasio, puertas, iconos...) fueron vendidos a peso o repartidos por algún museo.

En esto, se acercaba 1980, sexto centenario de la batalla de Kulikovo. A un grupo de artistas y otras personalidades se les ocurrió que habría que celebrar el evento y consiguieron interesar en el proyecto nada menos que al entonces presidente del Consejo de Ministros de la URSS, Kosygin. Cuando alguien metido tan arriba interviene, las cosas funcionan aprisa y corriendo, así que la fábrica de motores sufrió alguna alteración en su estructura y tuvo que trasladar uno de sus talleres a otro lugar, mientras se creaba a través de ella un estrecho pasillo que permitía acceder al templo de la Natividad de la Virgen.

Primero lo convirtieron en parte del museo histórico. Después los aniversarios se sucedieron y, en 1988, llegó el milenario de la cristianización de Rusia, en el curso del cual se canonizó a Demetrio Donskoy, el príncipe que dirigía a los rusos en Kulikovo. Y, en 1989, el templo fue devuelto a la iglesia.

Actualmente, la impresión que da el conjunto es algo surrealista. El templo, restaurado concienzudamente, está rodeado completamente por la decaída fábrica de motores, con sus edificios roñosos y su maquinaria oxidada. Ciertamente, para llegar hay que proponérselo, y no es extraño que nos costara tres intentos el conseguirlo.

Por cierto que la festividad de la Natividad de la Virgen fue hace muy poco, y eso me lleva a una conversación que tuve con la mujer de la limpieza (mucho más "mujer" que "de la limpieza") de mi oficina, sobre rencillas interconfesionales a propósito de Nuestra Señora. Pero eso será otro día, que hoy ya hay bastante rollo para empezar el mes.

2 comentarios:

Esther Hhhh dijo...

Pues es mona la iglesita, aunque la pobre esté tan venida a menos entre edificios roñosos. La verdad es que el paisaje que la rodeaba antes de la revolución era más bonito.
Ya me extrañaba a mi que no nos contaras de tu conquista, conociéndote me extrañaba mucho que no lograras tu propósito, porque para cabezotas, tú, sin duda...

Me has dejado toda intrigada con esa conversación con la MUJER de la limpieza, si si... Cuentala pronto

Besitosssssssss

Alfor dijo...

Esther, lo de la conversación con lo de la mujer de la limpieza (que, de limpiar, limpia más bien poco, de ahí lo que escribí), requiere rudimentos básicos de teologia y sobre todo de doctrina mariana. Creo que la dejaré para cuando se acerque la Inmaculada.