domingo, 1 de abril de 2007

Conversaciones con la vecina

- A mí no me bautizaron.
- ¿No?
- No. Mis padres sí que estaban bautizados, pero estaban en puestos importantes en el partido. Hubiera sido un escándalo que hubieran bautizado a sus hijos. Entonces, decidieron no hacerlo.
- ¿Y los hijos de usted?
- Sí, ellos sí que están bautizados. Los bautizaron mis padres, hace un par de años.
- ¿Sus padres no bautizaron a sus hijos, pero sí a sus nietos?
- Sí. Ya se podía sin problemas. Lo malo es que yo al mayor le quería poner otro nombre, porque el día que le bautizaron era ese santo, y le quería poner el santo del día. Lo malo es que yo no fui al bautismo.
- ¿No fue al bautismo de sus hijos?
- No. Yo no me enteraba y, como no estoy bautizada, me pareció violento. Así que mandé a mis padres con ellos. A la vuelta, les pregunté qué tal. "El pope no ha querido ponerle el nombre que tú querías", me dijo mi padre. "Dijo que, si se llamaba Vitaly, y se iba a seguir llamando Vitaly, no podíamos cambiarle el nombre. Dijo que, cuando llegara el juicio final, el Señor lo llamaría por su nombre de bautismo y, si le poníamos otro al que él no respondiera, Vitaly no sabría que le estaba llamando a él, y no iría."

La vecina dio un suspiro y prosiguió.
- Así que se quedó Vitaly.
- Bueno, tiene sentido.
- Después de todo, no sé cómo me preocupo tanto. En un principio, nuestra religión no era para gentiles. Ahí están esas discusiones de Pedro y Pablo. Fue Pablo quien se dirigió a los no judíos, mientras que Pedro quería difundir el Cristianismo sólo entre judíos. Y Jesús sólo se dirigió a los judíos; nunca a los no judíos.

Ahí ya mi honrilla de catequista no pudo reprimirse más.

- ¿Cómo que no? Sí que se dirigió a no judíos, se me ocurre que por lo menos cuando curó al sirviente del centurión.
- ¿De verdad? - la vecina parecía sorprendida. Hasta aquel entonces, había campado con seguridad, pero no era cuestión de darse por vencida -. Pero la Biblia no lo dice.
- Sí lo dice.
- Yo he leído que no. Quizá sea algo que añadieron después.
- Vamos a comprobarlo.

Me levanté y tomé de un estante una Biblia en ruso que había comprado al poco de llegar. Gracias a Dios, no me costó demasiado encontrar el texto que buscaba.

- ¡Aquí está!

La vecina leyó los primeros versículos del capítulo siete del Evangelio según San Lucas.

- Pues sí - reconoció.

Y se quedó pensando un rato, para acabar mirándome y diciendo:

- Después de todo, ¿cómo vivir sin fe?

La conversación fue pasando a otros derroteros más superficiales. Es por lo menos curioso. La Iglesia en Rusia está en un estado medio ruinoso, se sostiene mal que bien a base de andamios, está rodeada por nubarrones de lo más oscuro, muchos de sus miembros, o de quienes no saben si querrían serlo, no se aclaran en cuestiones básicas y, sin embargo, la cruz sigue brillando en lo alto.

3 comentarios:

BAR dijo...

Y vaya que necesitamos creer en algo...

Es parte del ser humano, del seguir vivo, al menos así siempre hay un aesperanza, sea cual sea tu religión..

Un beso

Esther Hhhh dijo...

Como dice tu vecina ¿cómo vivir sin fe? Eso sostiene cualquier símbolo, cualquier creencia, según la cultura, se entiende.

Un beso

Alfor dijo...

Mi respuesta a la vecina fue: "Yo no tengo ni idea."