viernes, 19 de mayo de 2006

De subdirector a sacristán


La llegada a la fábrica de cables de Saransk, capital de la república de Mordovia, tuvo un cierto regusto de viaje en el tiempo. Salimos del Volga negro que nos conducía, y a nuestro encuentro se dirigieron dos personas ataviadas con traje oscuro, una de las cuales, con gesto naturalmente paternal y la actitud de quien acostumbra a ser obedecido sin rechistar, se nos acercó campechano. Dos fotógrafos, que ya no nos abandonarían en toda la visita, empezaron a enfocarnos con sus cámaras y a disparar con ellas. Evir Abramovich andará más cerca de los sesenta que de los cincuenta años, es de baja estatura, cabello rizado, andar suelto y, con casi total seguridad, origen caucasiano y raza judía. Es el director.

Una fábrica soviética es mucho más que un centro de producción: es economato, es protección social para sus trabajadores, es centro deportivo y de ocio, es fuente de servicios para la comunidad. Y es muchas otras cosas. Y Saranskkabel es una fábrica soviética.

Atravesamos la entrada, entre los chispazos de los fotógrafos. A nuestra derecha, una estatua de estética típicamente comunista, aunque erigida en 1995 con motivo del cuadragésimo aniversario de la fundación de la fábrica: dos manos protegen un cable que se alza entre ellas; a nuestra izquierda, cuatro mástiles, en uno de los cuales, en nuestro honor, ondea una bandera española que sabe Dios de dónde habrán sacado; y, frente a nosotros, una estatua de Lenin.

La fábrica es antigua, pero destaca por su limpieza. Parte de la maquinaria es nueva, y traída de España, entre otros sitios, y parte es rusa; se ve a simple vista que los negocios van bien y el cable se vende; también se echa de ver enseguida que el director es el mismísimo amo. A su paso, los trabajadores poco menos que se cuadran.

A la salida de las primeras líneas de producción, nos montamos en la furgoneta (Gazel, naturalmente) que nos transportaba por el territorio de Saranskkabel.

- ¿Ahora dónde vamos? - dijo el director a su segundo.
- ¿Enseñamos la capilla? - dijo Georgii Leonidovich.
- Bien - respondió Evir Abramovich.
- ¿Tienen una capilla? - les pregunté, algo confuso.

Nikolay Nikolayevich, el ministro de los zapatos plateados, seguía, como durante todo el viaje, con una sonrisa abierta. Asintió con la cabeza, pero ya la silueta de la capilla se acercaba rápidamente hacia nosotros.

A nuestro encuentro salió un anciano de unos setenta y cinco años, bastante bien llevados, de baja estatura y ojos pequeños y hundidos.

- Fíjese - me dijo Evir Abramovich-, aquí tenemos a un antiguo subdirector de la fábrica, que ahora, tras jubilarse, se dedica a mantener la capilla.
- Sí -dijo el anciano-. Yo era la mano derecha de Evir Abramovich. Ahora estoy aquí de encargado.
- Buena cosa -dije, no sé si convenciéndole mucho.
- Pasen, pasen... -nos invitó.

Me santigüé al entrar, como es norma entre los ortodoxos, pero a la manera católica, comenzado el brazo horizontal de la cruz por el hombro izquierdo. Nadie más se santiguó.

- Comenzamos a construir la capilla con motivo del primer milenario del cristianismo en Rusia -me explicaba el anciano.
- ¿En 1988?
- Bueno, la terminamos en 1991. Mire, aquí tienen velas. A la derecha se ponen por la salud de los parientes; después, a la izquierda, por la propia.

Ni corto ni perezoso, el ministro Nikolay Nikolaevich tomó cuatro velas y se puso a plantarlas a diestro y siniestro, siempre con la sonrisa en la boca. Yo, visto lo visto, tomé dos, hice unas brevísimas preces antes de ponerlas, y las puse también.

- Mire esta foto -me dijo el anciano, a cuyo lado había vuelto-. Hace dos años vino de visita a Mordovia el patriarca... el patriarca...
- ¿De Moscú y toda Rusia? -intenté ayudarle, yo que había reconocido sin ningún problema al de la foto.
- Sí, de Moscú y toda Rusia, Alejo II. Estuvo también en esta capilla.

Efectivamente, en la pared estaba la foto enmarcada del anciano con Alejo II, y a su lado una carta del mismo Alejo II excusándose por no poder asistir al cincuentenario de Saranskkabel, en 2005.

Salimos de la capilla y, bajo una fina lluvia que terminaba de empezar, nos dirigimos a la furgoneta para continuar el recorrido. Me santigüé al salir, igualmente a la manera católica, y todos hicieron caso omiso del hecho. Una estatua de Lenin en la entrada, una capilla en el interior, Alejo II pasando por delante de la estatua de Lenin para bendecir la capilla... la relación de los rusos con su historia, su presente y su religión mayoritaria es difícil de explicar. El anciano, indudablemente miembro del Partido Comunista en tiempos pasados, sin lo cual difícilmente pudo llegar a subdirector de la fábrica, y convertido en sacristán tras su jubilación, nos acompañó con paso ligero.

- Es una buena cosa la que usted hace -le dije, estrechándole la mano-. Continúe haciéndola.

Subimos a la furgoneta.

- La capilla -dijo Evir Abramovich con aspecto didáctico- la construimos con motivo del segundo milenario de la aparición del cristianismo en Rusia.

El segundo milenario, dijo. Me callé y me quedé pensando en mis cosas mientras nos acercábamos a la siguiente línea. El ministro seguía sonriendo.

4 comentarios:

Esther Hhhh dijo...

Es curioso.. Sin duda curioso. Una fábrica con fundamentos completamente comunistas y en ella una capilla, en total oposición a los principios básicos del marxismo...
Pero esto no es malo. En el fondo es mucho mejor de lo que creemos porque significa tolerancia, huir de radicalismos, de fanatismos, de todo aquello que lleva a las guerras...
En el fondo la religion puede ser el opio del pueblo, pero todo el mundo necesita creer en algo... Y tampoco está bien prohibir las creencias, eso sí, siempre y cuando eso no suponga el sufrimiento de otras personas...
Que complicado se vuelve todo
Besos

Alfor dijo...

Debo haberme explicado mal. Desde luego, lo que irá quedando claro es que el ruso no es tolerante, ni huye de radicalismos ni fanatismos; y la relación de la ortodoxia con el comunismo es algo demasiado complejo para que lo entienda nadie, ni siquiera ellos. Recuerda la entrada
Juventudes Comunistas y Blancos de Negro
, en que ambos conviven a distancia, pero mirándose. Pasa bastante más de lo que parece, y es que, en el fondo, más allá de los choques a los que están condenados (materialistas históricos unos, cristianos los otros) les une un sentimiento patriótico-nacionalista frente a los "vendepatrias" capitalistas que se han hecho, si no con el poder, sí con el dinero, en la Rusia de hoy.

Esther Hhhh dijo...

La verdad es que Rusia es otro mundo... Tal vez me separen, además de cientos de kilómetros, otras muchas cosas, como la distancia... No acabo de comprenderlo, aunque si entiendo una cosa: Que viejos enemigos entierren su hacha de guerra para luchar contra el enemigo común. Este hecho ha ocurrido a lo largo de la historia, y seguirá ocurriendo, pues siempre hay principios que están por encima de otros, y obviamente la patria es la patria, sobretodo cuando ocurre lo que en la antigua URRSS donde es obvio que otros se están aprovechando de sus bienes. La URRSS podría tener sus problemas, pero está claro que su sistema político, que aqui nos demonizaron, allí funcionaba y bien. Tenían un buen sistema educativo, y otras cosas muy buenas, y yo creo que Rusia se ha hecho pobre desde la caída del muro, pero esta es mi opinión, y tal vez no sea correcta...
Besos

Alfor dijo...

Mujer, eso de que el sistema político de la URSS funcionaba y bien es por lo menos dudoso. Un régimen que no se preocupaba lo más mínimo por el bienestar del individuo lo sorprendente es que durase tanto.