El 25 de enero de este año la Hermandad del Rocío de Bruselas celebraba el vigésimo quinto aniversario de su reconocimiento como hermandad filial de la de Almonte. Para tal efecto, consiguió que ese día el Manneken Pis vistiera de rociero, que es como aparece en la foto.
No es la primera vez. De hecho, esta bitácora ya se hizo eco de la primera, en la que se tuvo que confeccionar el traje de acuerdo con las precisas instrucciones que dio la Asociación de Amigos del Manneken Pis. En aquel entonces, hace cinco años, no lo sabíamos, pero estábamos a punto de entrar en la pandemia, y la Hermandad del Rocío de Bruselas acababa de cumplir veinte años de existencia; entretanto, ya va por los veinticinco, así que ha logrado convencer a la citada Asociación de Amigos del Manneken Pis, con quienes evidentemente conserva una buena relación, para que accedieran a desempolvar el trajecito que se cosió entonces y vestir con él a la emblemática estatua. Creo recordar que entonces también había un sombrero andaluz, que esta vez no se utilizó.
En estos cinco años ha llovido mucho. En Bélgica desde luego, porque llueve mucho incluso cada día. Ha llovido mucho incluso en Valencia, y no digamos a finales de octubre del año pasado. Ha llovido tanto que releo la entrada de hace cinco años y no puedo menos que sonreír al descubrir cosas que eran ciertas entonces y ya han dejado de serlo. Estremece pensar que unas pocas semanas después de aquel día íbamos a estar confinados y en plena confusión, con las iglesias cerradas, todo el mundo en teletrabajo, y la susodicha Hermandad del Rocío poco menos que en colapso, reducidas las filas a unas pocas decenas de hermanos desperdigados y sin lugar de reunión. Cinco años después, la Hermandad está en un momento de auge, cosa que se pudo ver en la Eucaristía que tuvo lugar nada menos que en el Sablon y en la comida posterior. Hay más gente, la media de edad se ha reducido enormemente y la pandemia obligó a hacer cosas como rezar rosarios (que es una obligación de toda entidad mariana) a través de una aplicación en línea. Esto último ha dado un resultado inesperado, por lo bueno, que es poner en contacto semanal a los hermanos residentes en Bruselas y a quienes han ido abandonando esta ciudad tan lluviosa, pero no se han dado de baja y siguen participando en lo que buenamente pueden e incluso asoman por aquí de vez en cuando.
En resumidas cuentas, sólo queda desear a la Hermandad que, igual que celebró en su momento su vigésimo aniversario y hace unos días su vigésimo quinto, conserve y aumente su fuerza para llegar, no ya al trigésimo, sino al medio siglo y más allá, aunque al que escribe estas líneas, por pura razón de edad, se le haga tarde para verlo.
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