A estas alturas supongo que habrá gente que no recuerde al personaje de la foto, el conocido cacique de la provincia de Castellón, Carlos Fabra, último heredero hasta ahora de una dinastía que comenzó Victorino Fabra, alias el agüelo Pantorrilles, un sujeto bastante aborrecible que organizó una contraguerrilla liberal durante la Primera Guerra Carlista y que obtuvo como recompensa de los vencedores un poder omnímodo en la provincia de Castellón (eso para los que dicen que la democracia y la libertad comenzaron en España en 1812 o en 1833, que alguno hay).
El caso es que Carlos Fabra ha sido siempre un jugador aventajado de la lotería. Ni se sabe las veces que ha ganado y ha obtenido infinidad de boletos premiados. Las malas lenguas dicen que era su forma de blanquear los ingresos en efectivo que tenía de sus labores de intermediación de todo cuño y, en todo caso, no demasiado confesables, pero también podemos argüir, por qué no, que jugaba a la lotería con tanto énfasis y gastaba en ella tales sumas de dinero que forzosamente alguno le tenía que salir premiado. En lugar de ser un corrupto, que es la opinión seguramente infundada que se tiene sobre él, bien podríamos decir que se trata de un enfermo, un ludópata que no puede controlar los impulsos que tiene de jugar compulsivamente. No es de extrañar que las ganancias que obtenga, que nunca serán mayores, por pura probabilidad matemática, que las cantidades que ha perdido, tenga que sacarlas para seguir jugando, en una vorágine adictiva que a saber hasta dónde puede llegar.
Recuerdo este caso porque es bastante similar al que tiene como protagonista a nuestro Didier Reynders, que parece que se encuentra en una situación similar a la de Carlos Fabra, es decir, que hay dos hipótesis: o es un ludópata de campeonato, o debería explicar de dónde saca el efectivo con el que adquiere la lotería.
Según la prensa, parece que el propio Reynders ha declarado a la policía, entiendo que muy compungido, que es un ludópata y que no se puede resistir a gastarse dos o tres mil euros, que yo al menos no los gano todos los fines de semana, comprando boletos de lotería en una gasolinera cerca de su casa. Ha sido identificado por una empleada de la gasolinera, cosa normal, porque verte a un ministro (o a quien sea) dejándose tres mil euros en efectivo día sí, día también, es cosa que uno recuerda con facilidad. Pobrecillo, podríamos pensar.
Luego vienen las dudas que le entran a uno. No sé muy bien cómo están las cosas en España, supongo que más o menos igual que aquí, pero sacar dinero en efectivo en Bélgica ya no es lo que era. Hubo un tiempo, pongamos que hablo de los inciertos momentos que siguieron al inicio de la pandemia, en que me puse a sacar efectivo para tener una reserva en caso, yo qué sé, de que los sistemas de pago se cayeran y tuviera que comprar urgentemente cosas de primera necesidad como papel higiénico. Ahí me topé con el límite semanal de mil doscientos euros y con el límite diario de seiscientos. Para un ludópata redomado como Reynders, que se gastaba bastante más en sus vicios, eso no pasa de calderilla, así que entiendo que de algún sitio tuvo que haber sacado el remanente, a no ser, claro, que estuviera sacando pasta todas las semanas durante años, pero conteniéndose y sin jugar un euro, para luego sucumbir de golpe a la tentación y jugar insaciablemente todo el dinero en efectivo que se había procurado.
También está que uno puede ser un ludópata y pagar los billetes de lotería con tarjeta, e incluso diría que es así como lo hace la mayoría de los que juegan comprando sus cosas en las gasolineras o donde sea. No tengo ni idea, porque yo soy totalmente contrario al juego y a las apuestas, y mucho más a la lotería nacional, ejemplo de libro de Estado estafando miserablemente a los ciudadanos, pero no veo la necesidad de sacar la billetera y los billetes para jugar.
Otra duda razonable consiste en que Reynders, más que retirar dinero en efectivo de sus cuentas, lo que ha estado haciendo es lo contrario, es decir, hacer ingresos en efectivo de cantidades bastante importantes que hubiera podido utilizar en jugar a la lotería, ya puesto. Pero no, él ha preferido ingresarlas en sus cuentas bancarias.
Una duda ulterior consiste en la naturaleza de la lotería en Bélgica. En España, la verdad sea dicha, comprar billetes de lotería para blanquear dinero esperando obtener un premio no parece nada inteligente, porque la tasa de ganancia es bastante despreciable, pero parece que en Bélgica la tasa de ganancia es del 60% de media y, para algunos juegos, incluso del 78%. Vamos, que si juegas cien mil euros, pongamos por caso, vas a perder entre veintidós mil y cuarenta mil, pero te quedas con entre sesenta y setenta y ocho mil perfecta y legalmente ingresados en tus cuentas. Es un sistema burdo y fastidioso de blanquear, vale, pero es más rápido que irse de restaurantes todos los días o comprar en el super y pagar sistemáticamente en efectivo. Y hay gente que tiene prisa.
Y otra, como yo mismo, a quienes sistemáticamente se nos hace tarde. Tiene que haber de todo, ¿no?
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