Escribía no hace mucho que, si en algo ha cambiado nuestras vidas la pandemia, al menos en Bruselas, es en que hemos comenzado a descubrir las inmediaciones de nuestros domicilios. Y escribía también, a propósito del Kauwberg, que un factor muy importante en su preservación fue la implicación de los vecinos. Y hoy quiero traer a estas pantallas un ejemplo de libro de ambas cosas, que ha merecido la atención de los medios de comunicación nacionales y que podemos leer aquí en francés, y a continuación traducido por mí mismo.
Ésta es la historia de un pequeño parque que quizás se haya salvado gracias al coronavirus. En Uccle, el parque Raspail estaba abandonado desde hacía más de diez años, usurpado, cubierto de desperdicios. Y ha sido un poco por casualidad que Nicola da Schio descubrió su existencia con motivo de sus paseos por el barrio. Este parque de 2,5 hectáreas, atrapado entre una pared de ladrillo y una línea de tranvía, es propiedad de B-post, que hace varios años delegó su gestión al municipio de Uccle. Las obras, muy necesarias, para ponerlo en buen estado nunca se habían acometido hasta ahora. Pero la movilización de Nicola y de las asociaciones de vecinos puede que aceleren las cosas.
A primera vista, el parque Raspail no tiene buena pinta. Pero los voluntarios que acaban de pasar el fin de semana limpiando las sendas le han devuelto un poco de su atractivo de antaño. El agua verde del estanque, el muro derribado de un antiguo nevero, y sobre todo la majestad de ciertos árboles hacen de él una envoltura vegetal en la que la naturaleza ha recuperado sus derechos. Armados con desbrozadoras y con bolsas de basura, han hecho el lugar accesible a los paseantes y han conseguido que el municipio autorice la apertura temporal del lugar.
Por otra parte, la concejala de Zonas Verdes de Uccle, la ecologista Maelle De Brouwer, lo reconoce con gusto. Las gestiones de las asociaciones vecinales han sido determinantes para aceptar esta apertura temporal del parque. Tanto más cuanto que al barrio le faltan zonas verdes, reconoce que "todos salen ganando". El público podrá, pues, acceder al parque este verano, hasta el comienzo de las obras de acondicionamiento, que deberían comenzar en 2021.
Y después, tras el confinamiento, tras la obras de acondicionamiento, ¿qué quedará de este bello impulso? En este verano de 2020, Nicola da Schio querría que quedase algo. "Claro, está la protección del patrimonio y la diversidad, y esto es importante, pero lo que creo que habría que conservar es la buena convivencia que ha nacido aquí." Este investigador de Ecología Urbana de la VUB (Universidad Libre de Bruselas) espera que los vecinos sigan ocupándose del parque, incluso tras las obras. "Está claro que los servicios públicos deben ocuparse de la limpieza del parque, pero nosotros, los vecinos, debemos sentirnos también responsables de lo que vaya a suceder con él."
Hasta aquí, el artículo. Por mi parte, a despecho de la situación en Bélgica y del neoconfinamiento de los últimos días, porque no penséis que los rebrotes son sólo cosa de España, voy a aprovechar para darme una vuelta por ese parque y sacar una foto, porque todas las que hay por ahí tienen sus derechos de autor, y por eso me he conformado con un retrato de un señor que, a primera vista, no tiene nada que ver con el parque... pero sólo a primera vista.
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